Nazábal: Un pueblo de silencios

Cuba Debate

Por: Leysi Rubio A., Irene Pérez

Hay algo raro allí, quizás macabro, donde el silencio opaca el sonido del viento, el murmuro del mar o el llanto de la gente. No hay nadie en las calles, nadie en la playa, nadie en los barcos, nadie excepto el sonido ensordecedor de la ausencia. Nazábal es un pueblo de silencios, de pocas familias y redes de recuerdos bañados de sal.

Aquí no hay llanto

Edelis enseña Educación Física en la escuelita del central Emilio Córdova. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Edelis enseña Educación Física en la escuelita del central Emilio Córdova. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

No hay puerta que tocar a la entrada de la casa de Edelis Medina. Donde antes hubo “un portal a la redonda, dos cuarticos, la cocina y una salita”, solo quedó en pie una pared y los marcos de una puerta y dos ventanas. “Nacida y criada” en esta zona, al norte del municipio Encrucijada de la provincia de Villa Clara, Edelis enseña Educación Física en la escuelita del central Emilio Córdova (Nazábal).

Fue evacuada antes del ciclón en una casa de familia. El domingo, de regreso a casa, sus hijas caminaban delante, evadiendo escombros e incertidumbres. Hasta que vieron el desplomo, las tejas, la tristeza.

“Yo venía atrás. Ellas se mandaron a correr para arriba de mí dando gritos, que no quedaba nada de la casa. Pero entonces los nervios no me traicionaron.
Urgentemente les dije: Estamos con vida, que es lo importante. Eso se levanta poco a poco, así que aquí no hay llanto. Ahora lo que hay es que trabajar.”

Edelis necesita sol para que se seque la guata de los colchones, cemento para levantar de nuevo, el mes de sueldo completo que le han dado por ley para volver a empezar.

A veces, cuando se acuesta en ese refugio improvisado donde se resguarda desde hace días, piensa en la casa y traga sus lágrimas. “Imagínese, – dice mientras baja de a poco los decibeles de su voz- esto es duro, pero hay que enfrentarlo.”

Refugio

 Luis Liván, jefe de la base de pesca de Nazábal. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Luis Liván, jefe de la base de pesca de Nazábal. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Cuando viene el temporal, los pescadores ponen los barcos a buen refugio en un lugar después de la playa. Luis Liván, jefe de la base de pesca de Nazábal, tiene a su encargo 32 botes. Doce de ellos están contratados con la pesca comercial del Estado y el resto realizan la actividad de forma deportiva porque son personas que trabajan.

“Aquí no quedó nada. Todo hay que hacerlo nuevo: la cerca, el muelle, poner la corriente, buscar madera, puntillas.”

En esta playa norteña, el 90 por ciento de su gente vive de la pesca. “Aquí abajo no hay trabajo, después que quitaron el central ya no hay trabajo.”

El central azucarero Emilio Córdova fue desactivado en septiembre de 2002. Su desarme concluyó en julio del año 2006.

“Tengo mucha gente afectada con casas, que dependen del salario ese. Esta es la mejor zona de pesca que hay. Aquí vienen los barcos de todas estas orillas: Panchita, Caratas, Caibarién, Isabela. Todo el mundo viene aquí.”

“Ahora – la pesca- está restringida por el “rollo” del manatí. Esta es zona de refugio de esa especie, se han encontrado muchos manatíes muertos. A nosotros no nos dejan pescar con paños de red por la costa, hay que ir a los cayos, afuera. Si no pescamos, olvídese de eso.”

Los barcos esperan apacibles la señal de salida. Tal vez la próxima semana regresen las redes, las pitas, los anzuelos, los peces.

Uno pregunta entonces: ¿Por qué el mar?

Liván lleva en su respuesta el estandarte de quien pertenece más al agua que a la tierra.

“Yo aprendí a nadar primero que a escribir. ¡Qué voy a hacer! Los peces no pueden tenerle miedo al mar. El pescador nace con él. Nadie aprende, tienes que nacer con ese arte. La tempestad se pone fea pero hay que guapear. Vete pa´l refugio. Si te coge la tempestad, vete pa´l refugio.”

Real, maravilloso

Los pliegues de las manos de Emérito delatan que es pescador. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Los pliegues de las manos de Emérito delatan que es pescador. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Emérito Pérez Martínez tiene 80 años. Vive solo en una casa a menos de 20 metros del océano. Dice que el Kate, en el 85, “fue un pichoncito” al lado de Irma. Esta vez el agua subió casi dos metros de altura. “El mar fue el que destruyó esto”.

“Pasé el ciclón en el batey, en casa de un amigo, en un edificio que tiene seguridad. Regresé el domingo a la casa. Yo había sacado muchas cosas. Aquí – señala a su izquierda el armazón metálico de una litera- había dos box spring. Eso tenía sus tableros con los colchones. La madera estaba amarrada y la desarmó. Hay pedazos del armazón allá atrás.” Ahí dormían sus nietos.

En las paredes se ven las marcas del oleaje, los rasguños de las cosas que el vaivén removió a su antojo dentro del pequeño espacio de su hogar.

Los pliegues de las manos de Emérito delatan que es pescador. De un saco apostado en una esquina de su sala-cuarto-cocina-comedor saca un enredo de pitas y cordeles, mezclados con guata y sargazos. “Mira como quedaron – dice -. Esta es una tarea para cuando haya tiempo.”

El ciclón le llevó las puertas, las ventanas, pero ya consiguió repuestos temporales. Sin lugar a dudas, le gusta vivir frente al mar. Ha sido así toda su vida. “Quizás la salud que me acompaña se deba en gran parte a eso. Esto es maravilloso.”

Encrucijada

Veintiocho familias viven de manera permanente en Playa Nazábal. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Veintiocho familias viven de manera permanente en Playa Nazábal. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Sobre las 9:00 – 9:30 p.m. se comenzaron a sentir los vientos, incluso con tormentas eléctricas. En ciclones anteriores no habíamos visto algo así. La noche se mostró como si fuera un amanecer. Clara, como si fueran las 6:30 a.m. Yo le decía a los pobladores: “Parece que Irma quiere que vean todo lo que va a hacer”.

Sobre las 9:45 a.m. comenzaron a ceder los vientos. Llegó una calma total. Lo pudimos ver, salió el sol en tres ocasiones con una imagen muy bonita. Según la experiencia de momentos anteriores, consideramos que estábamos en el ojo del ciclón.

“Mira, Yaneisy, tienes que poner a resguardo a la población de allí, tienes que alertarlos porque dentro de 40 o 50 minutos, si están en el ojo del ciclón, van a comenzar a sentir los vientos otra vez, pero mucho más fuertes.”

La población salió a ver los daños que había, a revisar sus casas. Tuvimos que trasladarlos nuevamente a los centros de evacuación, a los que estaban auto-evacuados y también ayudar a otros compañeros que, por las condiciones en que había quedado la casa o el riesgo que corrían por los vientos que se aproximaban, debían auto-evacuarse.

Pasó una hora y hasta a nosotros nos caía la duda: “Parece que ya esto terminó porque ha pasado mucho tiempo.” No sentíamos el viento.

Sobre las 11:20 a.m., el radioaficionado que nos estaba colaborando señaló la franja negra oscura de la lluvia. En fracciones de segundos eso nos vino arriba. Tuvimos que correr y entrar otra vez a la Biblioteca Pública donde estaba funcionando la Zona de Defensa. Las ráfagas de viento venían a la inversa. Deben haber sido de más de 250 km por hora.

Los zines volaban, las tejas volaban, las matas volaban. En un momento, el compañero que fue conmigo me dijo: “Tienes que calmarte.”

Con ambas manos agarrando mi cabeza, yo le decía: “Tengo el viento aquí, estoy aturdida.” Era como una locomotora fuerte. Fueron muchas horas. Hubo rachas aisladas hasta el amanecer del domingo.

Lo que vivimos con Irma nunca lo había visto, jamás. Una destrucción total. En la playa, una destrucción total. En esa zona más del 81% de las viviendas fueron afectadas.

Veintiocho familias viven de manera permanente en Playa Nazábal. Los días posteriores al ciclón, buscando dentro de los escombros, con lo que pudieron recuperar, hicieron una facilidad temporal. Están viviendo con condiciones mínimas, pero ninguno está evacuado. Cada uno se reubicó.

Trabajamos con inmediatez, desde la fase de alerta ciclónica que es el período de evacuación. Muchos de ellos pudieron sacar sus artículos personales de mayor valor: el refrigerador, el televisor. Hubo otras familias que lo perdieron casi todo, porque fueron morosos, porque pensaron que no iba a pasar nada y al final pasó.

La vida, para nosotros, es lo más importante. Así se lo hicimos saber. A pesar de todas las afectaciones que tuvimos, no lamentamos la pérdida de vidas humanas en Encrucijada.

Yaneisy Salvarrey lleva el pelo recogido en un moño apurado. Viste su uniforme verde campaña desde los primeros días de septiembre. Es la jefa del grupo de Trabajo  Político Ideológico del Consejo de Defensa de este municipio villaclareño. Pasó casi seis días en el reparto Emilio Córdova (Nazábal), pendiente de Irma y sus reparos. Al tanto de todos, sin regresar a casa.

Miedo

La desesperación hala, a veces, los hilos más oscuros. Un muchacho, una esposa y tres pequeños. Una casita. O el recuerdo de ella. Miedo. Desesperanza. Luego, una mala decisión sobre los hombros, a la altura del cuello, cual anillo de cobre en derredor.

La ayuda, por suerte, llegó a tiempo. Cuatro manos lo alzan. Otras dos lo liberan del desastre. Vive.

El Bostezo

En el Círculo Social Emilio Córdova permanecen 14 personas evacuadas. Foto: Irene Pérez / Cubadebate

En el Círculo Social Emilio Córdova permanecen 14 personas evacuadas. Foto: Irene Pérez / Cubadebate

Hay una cuartería llamada El Bostezo, sita a casi tres kilómetros de la playa. Tiene quince viviendas pequeñas, quince familias. Nueve de esas casas fueron devastadas totalmente.

En el Círculo Social Emilio Córdova permanecen 14 personas evacuadas, entre ellas un niño de cinco meses. Ocuparon cuanto espacio encontraron, incluyendo los baños del centro recreativo. Les dan desayuno, almuerzo y comida.

En uno de los cuartos “viven” ocho de los albergados. Se reparten la noche entre dos camas y una cuna. Han dispuesto sus pertenencias en todos los rincones, tal vez para sentirse un poco en casa, quizás para disfrazar la espera.

Lumey Pérez tiene 30 años y ocupó junto a su familia el primer cuarto de la izquierda. “Supuestamente, viene ahora una madera para hacer un cuarto, un baño. Y después, a esperar que llegue lo otro pa´ construir.”

El secretario de la Asamblea y vicepresidente de la Comisión de Evaluación, Alberto Alberto, asegura que están “esperando el cartón y la madera, para la facilidad temporal.”

“Casi todas esas mujeres están solas. La presidenta del Consejo de Defensa municipal decidió asignar una “entidad padrino” para apoyar la construcción de esas facilidades.”

Alberto Alberto repite lo que ha dicho a los afectados: “Cuando se les vaya a hacer la casa, los materiales hay que pagarlos. Es decir, que hay que trabajar. Los tipos de ayuda son crédito bancario, bonificación y subsidio. Subsidio es para aquella persona que esté más “jodía”. Pero el crédito bancario, si no tienes un centro de trabajo, no puedes aplicar a un crédito de este tipo. La bonificación lo dice: el Estado te ayuda con la mitad; el otro 50 por ciento tienes que ayudarte tú.”

La mayoría son amas de casa. Algunas podrían trabajar.

Bajo ciclón

En esa zona más del 81% de las viviendas fueron afectadas. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

En Playa Nazábal más del 81% de las viviendas fueron afectadas. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Juan Albelo González ha dejado los pies en cuanto camino existe en Emilio Córdova. Como presidente del consejo popular, le tocó lidiar con Irma en un principio y ahora con las secuelas que dejó tras de sí el huracán. Pero no pierde el ánimo.

“Aquí se hizo pan a mano bajo el ciclón. El domingo se comió pan hecho a mano, sin corriente y sin nada, solo con leña mojada. También se hizo masarreal. Cuando vino el secretario del Partido y vio lo que se había hecho, nos dio un grupo electrógeno con el que dimos vitalidad a una edificación. Pudimos hacer pan, galletones, masarreales.”

Los jóvenes cargaban sus celulares; la gente enchufaba las lámparas para dar un poco de luz a las casas.

“Le poníamos las aventuras, después el noticiero de las 8:00 p.m. para que estuvieran informados, luego la novela. Después, poníamos música hasta las 12:00 p.m.”

“Aquí nadie se quedó sin comer en ningún momento. La Empresa Emilio Córdova vendió mucha comida a 5.00 y 10.00 pesos la ración. Las mujeres aquí fueron muy valientes. Cocinaron con leña. No dejamos de cocinar un solo día para los viejitos del sistema de atención a los combatientes (SAC), almuerzo y comida, independientemente de los 90 y pico de evacuados que teníamos en el Círculo Social.”

“Tenemos historias para hacer un libro. En medio del ciclón, se nos abrió la tienda (la bodega). El viento rompió la puerta. Cuando me dijeron que se estaba mojando la harina de pan, salimos el presidente del Consejo y el vicepresidente de la Asamblea y yo. Preservamos toda la comida. No se perdió ni un chícharo porque cerramos la puerta. Lo hicimos bajo ciclón. Los zines volaban. Pero era la comida del pueblo.”

En fin, el mar…

El viejo Zamora cuenta que Irma “fue una chapea”. Foto: Irene Pérez / Cubadebate

El viejo Zamora cuenta que Irma “fue una chapea”. Foto: Irene Pérez / Cubadebate

Eduardo viene del monte, a la mejor velocidad que su cuerpo de 89 años le permite. Tuve que sentarse “allá adelante” porque sintió que no llegaba. En Playa Nazábal, novia del silencio, se escucha un ruido de palos bajando de una carretilla.

Su hijo lo ayuda, dice que están “recolectando un poquito de madera pa´ ver si pueden levantar algo pa´ estar”. “Porque estamos liquidaos, – confiesa – como se dice vulgarmente. Acabó con nosotros.”

El viejo Eduardo se apellida Zamora. A principios de la Revolución, vivía al otro lado de la costa.

“La (casa) que yo tenía por allá me la desbarataron pa´ la escuela. Hicieron la escuela allí porque yo hice un pozo y me salió dulce. Entonces dijeron que me iban a hacer una casa urgente y que les cediera el terreno. Se lo cedí y me tuvieron viviendo dos años botao, debajo de un tramo como la carretilla esta. Once personas: mi suegra, mi esposa con mis hijos. Era el año 1969. Tuve que ir donde estaba Fidel pa´ que me dieran la casa esta.”

Eduardo señala un terreno llano, con un montón de palos y escombros, los remiendos de su destruido hogar. “Casi todos mis hijos nacieron aquí. Tengo seis vivos, perdí tres más.”

– ¿Dónde está durmiendo ahora?
Eduardo señala el cuarto de su hijo, al fondo de lo que fue su casa.
– Ahora ando ahí, más o menos, hasta ver si levantamos esto. Cargando un poco de retazos de tabla esa del monte, a ver si hacemos algo.

Zamora fue un hombre de muchas etapas. “Trabajé en Cabarroca 21 años y en ferrocarriles 24 más. Aquí fui vanguardia, me gané un viaje afuera, un bando de equipos, una casa. Y no cogí nada, no cogí nada. Yo seguí viviendo aquí, porque tenía que ir pa´l ingenio y dije: Pa´l ingenio no, pa´ tras no voy. Y seguí viviendo aquí. No me gusta el ingenio, mi ambiente es este.”

“Tuve un accidente de ferrocarril y tengo esta cadera, este brazo, esta pierna y un golpe aquí en la cabeza (en la parte derecha del cuerpo). Tengo tres desviaciones en la columna, pero no. Me duele y eso, pero sigo siempre guapeando. ¿Qué voy a hacer?”

“La vista la tengo mala porque me he dado muchos golpes. No sé si me irán a operar o me irán a mandar espejuelos. Ya he ido dos veces a la consulta y estoy parao ahí. Pero bueno, por lo menos puedo caminar y miro pa allá (en dirección al mar). Tengo días en que veo los cayos y días que no los veo. – Sonríe. – Pero no me voy a sentar por eso.”

“Hoy me llenaron unos papeles ahí para darme una ayuda. Me parece que cuando la ayuda venga yo tengo la casa parada. Sí, porque es que uno no se puede parar pa´ ver cuándo va a venir, y si es mucha la gente que tienen ayuda, ¿de dónde se va a sacar? Yo he visto muchos ciclones y se ha resuelto rápido. Pero me parece que este va a tener problemas, porque no hay las cosas. De aquí a la semana que viene yo pienso estar viviendo allí abajo. – Sonríe nuevamente- .

Eduardo hijo tiene tres infartos, es “diabético de los malos” y tiene problemas en el corazón. “Si no levantamos esto, ¿dónde vamos a estar? ¿Y dónde va él a pasar la noche y estar tranquilo? Hacer dos cuarticos, una cocinita y una salita, a ver hasta cuando llegue (la ayuda), porque esto va a ser pa´ largo. Porque el problema es casi general.” Termina la oración y se lleva un cigarro a la boca. Sabe que no debería fumar.

El viejo Zamora cuenta que Irma “fue una chapea”. “El problema es que el mar entró casi dos kilómetros y tres cuartos para adentro.” Contempla el horizonte y esboza otra sonrisa. “Este señor es poderoso. A este no hay quien le diga “yo no voy”. Yo sí voy. Y el problema es que él entra y cuando sale dice: Todo es mío.”

Los 90 de Eduardo están ahí, el próximo 13 de octubre. Tal vez para el cumpleaños ya tenga nuevamente un techo sobre su cabeza. Saldrá al mar cuando tenga tiempo, en su bote de siempre.

“Y bueno, – dice resuelto – aquí creo que entregaré los huesos.”

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