Natura 2000: una red de protección medioambiental amenazada por la agricultura

Laura Villadiego y Katharina Nickoleit

Foto: Miguel de Felipe, biólogo de la Estación Biológica de Doñana, observa el nivel del acuífero en una de las lagunas del Parque Nacional. Donde se observan los actuales matorrales, es dónde se situaba el fondo de la laguna cubierta por agua anteriormente. (Adri Salido)

Es el mes de febrero y la mayor parte de las lagunas de Doñana ya están secas. Ni siquiera las lluvias de los días anteriores han conseguido hacer aflorar el agua donde antes era habitual. Y es una situación que empieza a ser crítica, asegura Miguel de Felipe, biólogo de la Estación Biológica de Doñana. “Yo siempre he estado vinculado a la marisma, desde pequeño, y he visto cambios tremendos”, explica el científico.

Antes, Doñana solía tener tres tipos de lagunas que se repartían en una red de casi 4.000 balsas de agua. Las efímeras solían aflorar únicamente cuando más agua había, en los días de lluvia. Las temporales se secaban en verano pero solían tener agua el resto del año. Y las permanentes, sólo tres, resistían incluso los meses estivales.

Pero ya nada es así. Durante los dos últimos veranos incluso la laguna de Santa Olalla, la más grande de la zona, se ha secado, poniendo en peligro la biodiversidad que depende de ella. Y aunque la sequía de los últimos años no ha ayudado a mejorar la salud del parque natural, Miguel de Felipe asegura que la verdadera razón está bajo tierra, en la sobreexplotación del acuífero que alimenta la zona. “Aquí (en la zona sur) con lo que estamos más afectados es por el resort (turístico) de Matalascañas, pero a medida que te acercas a la parte norte lo que ves es que lo que predomina es el efecto de la agricultura intensiva”, explica el biólogo.

Según el informe Estado de la Naturaleza en la UE, tres cuartas partes de los hábitats en Europa están en condiciones pobres o malas y un tercio sigue deteriorándose. Sólo el 9% está mejorando

Un estudio publicado el año pasado y liderado por el biólogo encontró que el 59% de las lagunas de Doñana no se habían llenado desde al menos 2013, y que el 83% acumulan menos agua y durante menos tiempo de lo que sería esperable por los efectos sólo del clima. “A medida que se ha ido perjudicando el estado del acuífero, la distribución de lagunas temporales y permanentes se desplaza. Desaparecen las muy efímeras, pero también desaparecen las que antes eran de una temporalidad intermedia, que se convierten en efímeras, y las que antes eran permanentes se empiezan a secar”, explica De Felipe.

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Una plantación intensiva de fresas en una zona cercana a Doñana. A la escasez de lluvias se le ha sumado la ingente cantidad de agua que este tipo de cultivo de agricultura intensiva necesita, afectando gravemente a los acuíferos de la región y, por tanto, al ecosistema del Parque Nacional de Doñana. ADRI SALIDO

Doñana tiene, sin embargo, uno de los grados de protección medioambiental más altos posibles. Así, el humedal fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1994 y es considerado una Reserva de la Biosfera por el mismo organismo. Es además una de las joyas de la Red Natura 2000, el programa que está en el centro de las políticas de protección medioambiental de la Unión Europea. Creada en 1992, esta red incluye más de 27.000 áreas protegidas, con una extensión de más de 767.000 kilómetros cuadrados sobre tierra y 450.000 en zonas marinas.

Esta semana, en la que se celebra el Día Europeo Red Natura 2000 —21 de mayo— y el Día Europeo de los Parques Naturales —24 de mayo—, Doñana es un recordatorio de que esas figuras de protección medioambiental son insuficientes para asegurar que los ecosistemas más valiosos del continente no se vean degradados.

La Red Natura 2000 vs la PAC

El último informe Estado de la Naturaleza en la UE, publicado por la Agencia Europea del Medio Ambiente, señala que tres cuartas partes de los hábitats en Europa están en condiciones pobres o malas y un tercio sigue deteriorándose. Sólo el 9% está mejorando. La misma Agencia reconoce que aunque “la red Natura 2000 muestra efectos positivos para muchas especies y hábitats, […] el potencial completo de la red no se ha alcanzado”.

“La PAC, concebida para aumentar la producción, implica intensificación, y este proceso no tiene restricciones en el seno de los lugares incluidos en la Red Natura 2000”, explica Carlos Palacín

La agricultura es una de sus principales amenazas. La misma agencia afirma que actividades agrícolas como la intensificación, la fragmentación y el abandono de tierras representan la principal presión para hábitats y especies, con un 21% de todas las presiones documentadas. Además, el 50% de los problemas relacionados con contaminación y diversidad son consecuencia de la contaminación derivada de la agricultura.

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Vista de un alcornoque muerto recientemente que se secó debido a la escasez de agua. Hoy en día es común ver este tipo de árboles, completamente secos, dentro del Parque Nacional. ADRI SALIDO

“La Política Agraria Común (PAC), concebida para aumentar la producción, implica intensificación, y este proceso no tiene restricciones en el seno de los lugares incluidos en la Red Natura 2000”, explica Carlos Palacín, científico del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, quien ha estudiado la relación entre la política agrícola europea y los espacios protegidos. “Como resultado, la comunidad de aves de los campos de cultivo se extingue en lugares amparados por la normativa ambiental. Existe, por tanto, un grave conflicto entre los objetivos de la legislación sobre conservación de la biodiversidad y la política agraria”, continúa Palacín.

Es lo que ha ocurrido en Doñana, donde la agricultura intensiva se ha instalado durante los últimos 40 años. “Antes había una agricultura más extensiva que no era tan dañina. Y, además, al ser en secano no dependía del agua del subsuelo. Pero en las últimas décadas todo ha tirado hacia el regadío”, explica De Felipe.

En Portugal, son el pino y el eucalipto, la mayoría destinado a la fabricación de papel y de pellets de biomasa, los que están poniendo en peligro muchos ecosistemas de la Red

Parte de esas explotaciones, que producen principalmente frutos rojos, se riegan de forma ilegal, incrementando de forma descontrolada la presión sobre el acuífero, explica Juanjo Carmona, abogado y consultor ambiental que trabaja para WWF en la zona. “Hay una horquilla que va fluctuando dependiendo del año, el precio, el agua, la oportunidad o las acciones que lleva a cabo la Confederación [Hidrográfica del Guadalquivir)], pero siempre estamos por encima de las mil hectáreas [de regadío ilegal] y hemos llegado a localizar casi 2.000 hectáreas”, asegura Carmona. En 2023, la Junta de Andalucía presentó una propuesta de ley que pretendía legalizar parte de esos regadíos no regulados, pero cuya tramitación sido suspendida por la controversia despertada.

Una situación crítica en toda Europa

Este impacto de la agricultura sobre espacios protegidos no es algo exclusivo de Doñana, y otros lugares de la red Natura 2000 están sufriendo suertes similares. En Portugal, son el pino y el eucalipto, la mayoría destinado a la fabricación de papel y de pellets de biomasa, los que están poniendo en peligro muchos ecosistemas de la Red. “Aquí las zonas protegidas suelen estar mal gestionadas, sobre todo en los últimos años en los que el Estado central está abandonando la gestión de estas áreas protegidas y entregándoselas a los municipios. Es cogestión: gestión compartida entre el Gobierno central, la administración y los municipios”, explica el conservacionista Paulo Pimenta.

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Un camión de transporte espera para ser cargado de eucaliptus recién cortados en los alrededores de la Serra da Lousa. Posteriormente, estos eucaliptos son llevados a una de las fábricas de celulosa situadas en la costa de Portugal. ADRI SALIDO

Según Pimenta, en muchos casos las plantaciones son previas a que esos lugares fueran reconocidos como espacios protegidos, pero “no se ha hecho casi ningún esfuerzo por recuperar la flora original”. “El problema es que cuando esos eucaliptos arden, ese incendio ya no se puede parar”, asegura. Algo parecido ocurre con las plantaciones nuevas de eucaliptos que se han abierto en las lindes de los espacios protegidos y que son un peligro de incendio para toda la zona, continúa Pimenta. Portugal ha sufrido durante los últimos años numerosos grandes incendios forestales y desde 2001 más de 400.000 hectáreas de bosque han ardido, según el Global Forest Watch.

La Sierra de Lousa, sin embargo, muestra que hay plantaciones dentro de los parques que se siguen explotando. Las laderas de la sierra, en la zona de Talasnal, aparecían a principios del mes de mayo desnudas después de que los pinos hubieran sido recientemente talados. En la linde norte del parque, las plantaciones de eucaliptos se extienden a lo largo de kilómetros mordiendo en algunos puntos la zona delimitada como protegida.

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Vista de una plantación de pinos en la Sierra de Lousa. Es común ver en la zona plantaciones de pinos, al ser esta una especie que se adapta mejor que los eucaliptus a las regiones más altas. ADRI SALIDO

Más de 2.500 kilómetros al noreste, en Alemania, se sitúa el Parque Nacional del Mar de Wadden, protegido por la red Natura 2000 y también Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La zona es un humedal costero que desempeña un papel importante en la regulación de inundaciones, la estabilización de la costa y la captura de sedimentos. Las praderas marinas, que tradicionalmente crecían en la zona, son clave para la supervivencia de muchas especies, pero la sobrefertilización relacionada con las granjas de cerdos cercanas han provocado su desaparición progresiva desde hace décadas.

“El problema de la fertilización en el mar es que cuando tenemos muchos nutrientes, las pequeñas algas que hay en el agua crecen muy bien y estas algas luego impiden que la luz llegue al suelo. Y, como resultado, el agua se vuelve mucho más turbia y hay mucha menos luz para las praderas. Esto significa que no puede crecer tan bien”, explica el Dr. Gregor Scheiffarth, biólogo del Parque Nacional del Mar de Wadden.

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El Dr. Gregor Scheiffarth, biólogo del Parque Nacional del Mar de Wadden, posa para un retrato en una de las zonas afectadas por la sobre fertilización de los cultivos. A una distancia considerable de las zonas dónde la agricultura y ganadería intensiva están más presentes, los ríos y acuíferos llevan los fertilizantes hasta el Mar de Wadden, un ecosistema único y de alto valor medioambiental. ADRI SALIDO

Para proteger mejor este importante y sensible ecosistema, que ahora se está recuperando poco a poco, el biólogo pide más franjas costeras donde los agricultores no fertilicen. Esto daría como resultado que terminen menos nutrientes en exceso en el agua. Esta exigencia no se aplica sólo a los agricultores que tienen sus campos justo detrás del dique. “Por supuesto, aquí llegan muchas cosas a través de los grandes ríos. La cantidad que llega también se mide en los puntos de transición de los ríos al mar. Y la cuenca del mar de Wadden se adentra muy, muy lejos en el interior, el Rin llega hasta Suiza. Toda nuestra gestión del agua, incluso tierra adentro, siempre tiene un impacto directo en lo que vemos aquí en la costa”, afirmó Scheiffarth.

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Pequeñas algas se han visto afectadas por la sobre fertilización en la región. Las partículas provenientes de la agricultura y la ganadería intensiva hacen que la luz del sol no llegue de manera correcta al fondo marino, afectando a la salud de estas algas y en consecuencia, de los animales y organismos que se alimentan de ellas. ADRI SALIDO

Algo similar pide Carlos Palacín; dejar respirar a los ecosistemas. “Habría que ampliar las zonas protegidas a todas las áreas de distribución de la comunidad de aves de cultivos mediterráneos y hacer efectiva la protección del hábitat”, asegura el ciéntifico. “También habría que establecer condiciones ambientales que permitan el desarrollo de una agricultura sostenible y compatible con la conservación de estas especies. Los recientes cambios de la PAC van en sentido contrario, por lo que la supervivencia de la comunidad de aves asociadas a cultivos, así como del resto de biodiversidad adaptada a los cultivos tradicionales mediterráneos, ya ha desaparecido o está extremadamente en riesgo de hacerlo”, continúa. “Es la sexta extinción en la puerta de nuestra casa”.

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