Nada que celebrar

Melissa Cardoza

Amaneció temprano en el centro de Tegucigalpa, el ritmo de la capital palpita con el ruido espantoso de un tráfico cruel que hace la vida casi imposible, desde el amanecer. Una mujer garífuna con amplio  vestido observa ese caos y me mira con incredulidad. Cómo hace para vivir aquí, usted, compañera. No puedo responderle. Yo conozco su comunidad, amplia y generosa en mar, palmeras, y casas abiertas de par en par, donde suena música o las risas de la infancia, en la noche casi se escuchan las estrellas.

Hasta aquí llegaron de 46 comunidades, desde la punta más insular hasta las comunidades donde se ha desatado violencia directa contra la dirigencia de las organizaciones locales que luchan por la tierra: Triunfo de la Cruz. Hace apenas unas semanas un empresario apropiado del territorio y usufructuando la belleza de las playas y la cordialidad de la gente de ese pueblo les tiró un carro y les insultó, por supuesto, en amplios términos racistas, con un odio propio de los blancos adinerados.

Aquí las compañeras y compañeros garífunas con respaldo de otras delegaciones del pueblo chortí, tolupan, pech, lenca; y con no menos de cien niños y niñas, aguantan el ruido del desarrollo, y la incomodidad del piso, el olor a caca que desborda el río cercano, y lo hacen con conciencia y disciplina contagiada toda la gente con ese modo tan garífuna de hacer las cosas que puede ser paciente y divertido; cuando lo amerita. Hasta aquí también ha llegado gente de la ciudad, pequeñas militancias de un movimiento social movido por las luchas de los pueblos indígenas y negros del país.

Esta sociedad es racista, dice Miriam Miranda, a los pueblos los criminalizan, matan, desaparecen y nadie dice nada. Tiene razón, a su pueblo se le nombra por folklore, cuando hay que bailar y jugar el futbol. Justo ahora en abril la celebración oficial habla celebrar el mes de la herencia africana y llena de hermosas fotos las redes sociales con lo que intenta saldar la ausencia gráfica de este pueblo en la narrativa estatal. De esta manera, y nombrando algunos mandos intermedios que lucen muy bien en un gobierno que responde a cuotas y políticas afirmativas.

Esta enorme caravana de luchadoras y luchadores llegó una noche y se quedarán todo el tiempo que sea necesario, porque no vinieron a que  les dieran paja, a que les prometan, a que les incumplan. La demanda central es que se cumplan ya las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que devuelve la tierra a sus comunidades, en Triunfo de la Cruz, Punta Piedra y San Juan. El conflicto por el despojo de la tierra de parte de   empresarios y grupos relacionados con la narcoactividad ha provocado una violencia imparable en las comunidades mencionadas. Aun hay cuatro desaparecidos políticos que eran líderes comunitarios del Triunfo de la Cruz, sobre quienes no hay ninguna información; una ola de asesinatos que suman al menos cincuenta personas en los últimos diez años, más de 300 personas criminalizadas, encarceladas y una incontable cantidad de desplazados.

La exigencia precisa es que se instale la Comisión Intersectorial de Alto Nivel para el Cumplimiento de las Sentencias Internacionales mediante la aplicación del decreto PCM 03-2024, bajo algunas condiciones como que las resoluciones no entren a negociación sino cumplimiento, sobre todo el relacionado con la restitución del territorio; la inclusión de la Corte Suprema de Justicia y el Fiscal General de la Republica, y la exclusión del Instituto Hondureño de Antropología e Historia por que es una institución racista. Que la mesa sea presidida por las comunidades de este lado; y del otro por la Presidenta. No aceptarán menos que eso.

Un grupo de música que vino desde la costa por su iniciativa y costo toca canciones tradicionales del pueblo y una que otra rola de Bob Marley y algunos ritmos más comerciales porque son un conjunto musical que se dedica a animar fiestas; lo hacen mientras suceden reuniones donde se decide el siguiente paso; y se intercambia conversaciones entre los pueblos, y las niñas y niños se divierten con este ambiente de feria. El conjunto tiene más bocinas que personas, un joven guapísimo que canta de maravilla, un niño que entona muy bien el caracol y un animador que dice: sólo la gente libre habla en su propia lengua; y ellos interpretan casi solo música en garífuna.

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