Foto: Romina Escobar
Hace diez años, en la casa cultural de las Madres de Plaza de Mayo, se fundó el movimiento de mujeres trovadoras, que reúne a 30 cantantes y compositoras, y llevan editados tres cancioneros. Con voces de todo el país, renuevan el género con una mirada feminista y en defensa de los territorios y el ambiente. «El arte nos permite sublimar, transformar angustias, en este momento de crisis», sostienen.
Son más de 30 mujeres de distintas partes del país que les cantan a los derechos humanos y el feminismo, que alzan la voz denunciando problemáticas socioambientales. Mujeres que unen sus voces porque saben que, en conjunto, tienen más fuerza. Provienen del folklore —mayormente—, el tango, rock o blues, pero las une una palabra, una pertenencia, una identidad: se reconocen como trovadoras. El movimiento Mujertrova cumple ya una década.
Para la mendocina Cristina Pérez —trovadora y artista plástica también— hay actualmente una “crisis global de humanidad”. “Esta tensión es un desafío que tenemos. La música viaja tan eficaz hacia su objetivo que nos permite salvarnos como seres humanos. La canción moviliza. Es vibración. Mueve hasta las entrañas. Toca eso invisible, sutil, puede mostrar algo diferente y darnos un poco de sosiego, paz, claridad, frente a hechos perturbadores de violencia, falta de humanidad, amor. La música es irremplazable. Y nos salva en sentido social: no hablo de individualismo, pienso como comunidad”, expresa.
En el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), en la casa cultural y educativa de las Madres de Plaza de Mayo dentro del Espacio de Memoria y Derechos Humanos de la ESMA, estas mujeres trovadoras realizaron su primer concierto hace diez años. “En un momento en que la derecha liberal y negacionista tiene serias posibilidades de conducir nuestro país, el hecho de estar festejando en el ECuNHi los diez años de Mujertrova y los 50 de ‘La cigarra’, de María Elena Walsh, es el más claro símbolo de nuestra lucha por un mundo más solidario y justo, donde la música y la poesía visibilizan las verdades que los medios quieren acallar”, define, en diálogo con Tierra Viva, Cecilia Gauna, cantante y pianista bonaerense.
El movimiento celebra sus diez años con actividades que comenzaron este jueves: una residencia artística, talleres, rueda de canciones y una asamblea, entre otras actividades, que ocurrirán en la Casa Museo de la Trova Argentina, en Caseros. El ECuNHi (en Avenida del Libertador 8151) será el lugar de celebración con un concierto que darán este viernes desde las 20 con más de 35 artistas en escena, y entrada a voluntad. Será además una conmemoración por los 40 años de la democracia.
En el escenario estarán presentes Carolina Wajnerman, Naya Ledesma, Ana Suñé, Cecilia Concha-Laborde, Analía Garcetti, Marcela Gleiser, Silvina Adámoli, Laura Vaamonde, Cintia Bravo, Aldana Bello, Laura Balzer, Martha Elena Hoyos, Sara Mamani, Marisa Vázquez, Sylvia Zabzuk, Carla Giannini, Mijal Guinguis, Neli Saporiti, Cristina Pérez, Marcela Abruzzese, Yoli Campos y Paula Ferré. Se presentarán, además, nueve cantautoras que se incorporaron este año.
Los orígenes de Mujertrova
Paula Ferré y Alejandra Rabinovich activaron el primer encuentro. “Mandaron una pequeña convocatoria y así llegamos las diez primeras”, recuerda Carolina Wajnerman. “Algunas eran compañeras que venían hacía mucho tiempo recorriendo el camino de la canción social. Algunas se fueron sumando más tarde, quizás eran un poco solitarias y no sabían que otras compañeras hacían ese camino. Otras, como yo, no hacía tanto tiempo que lo estábamos transitando, pero al encontrarnos y reconocernos, fortalecimos este camino”, añade la cantante y guitarrista de 42 años.
El espacio emergió en un momento en el que no había tantos otros para mujeres músicas, incluso antes de la sanción de la Ley de Cupo en Eventos Musicales (27.359) en 2019. Por eso, se tornó clave para “el hacer en común”. “Charlamos sobre los palos en la rueda, que muchas veces ni siquiera registramos y están para las mujeres en distintos caminos: atravesados por la violencia o por lo que significa ser mujer, compositora y música. El sector musical no está exento de diferencias en cuanto al reconocimiento, los espacios en festivales y conciertos. En nuestras historias eso todo el tiempo aparece. Reunirnos y escucharnos es enriquecedor y fortalecedor”, dice Wajnerman, oriunda de Villa del Parque (CABA), que también es psicóloga, formada en arte terapia y psicodrama.
En los comienzos no fue tan sencillo hallar “compañeras” que interpretaran sus propias canciones. Eso tiene que ver con que, luego, “se potenció la posibilidad” de las mujeres de “mostrarse”. “Antes quizás había mujeres que componían pero no se podían mostrar de esa forma en sociedad”, analiza Carolina.
Gauna, con destacada trayectoria en el canto lírico y popular, se sumó al colectivo el año pasado. “Mujetrova tiene varios sentidos. Uno es el de la fuerza colectiva. Todas juntas logramos muchas más cosas que desde la posición individual. Otro es juntar la fuerza de la canción social, la de protesta, la de amor, de la mujer en todos sus sentires. Otro es poder sentir que somos mujeres del país y de Latinoamérica. También el objetivo es que se junten mujeres de los países de América latina.”
Para ingresar a la organización uno de los requisitos es, además de cantar, acompañarse con un instrumento. Aparte del piano, Gauna utiliza mucho la caja chayera, pues le gustan las coplas —las últimas que escribió hablan de los humedales—. Las músicas tocan, en su mayoría, guitarra. Algunas cuatro y charango. Muchas se dedican a otras disciplinas del arte o tienen otras profesiones u oficios.
Otro hilo que las une es el ideológico. “La gran mayoría somos de tendencia popular, peronistas o más de izquierda”, describe la cantante. “Más que mujeres somos diversidades hoy, como nos plantea la historia. Algo común nos une: la necesidad de traer a nuestras vidas una sociedad más justa”, dice Pérez, para quien el movimiento es, también, una “escuela” que contribuye al desarrollo de un oficio.
Mujertrova, voces de los territorios
“Las presentaciones son la punta del iceberg de un caminar consciente”, define Pérez, autora de los discos Fuegoiagua y Piedra soy. Además de organizar encuentros nacionales en Buenos Aires, el colectivo organiza la Ruta Mujertrova, con movidas en distintas provincias. Tiene tres cancioneros editados (2015, 2018, 2021; sólo el segundo disponible en la plataforma Spotify), que se hacen eco de las luchas que cada artista encara en su región.
Están, por ejemplo, las que luchan por el agua, en el norte. Las que acompañan a tejedoras mapuches en el sur o a pueblos indígenas en Mendoza. Las que viven en la ciudad y se vuelcan al feminismo o los derechos humanos. Aunque, aclara Pérez, actualmente las preocupaciones no se localizan tanto: las atraviesan a todas.
“Acompañar luchas y organizarnos para hacerlo juntas” es otro de los propósitos del grupo, señala Wajnerman. Las trovadoras reunidas en el movimiento son 33 en la actualidad; pero ya pasaron 60 por la plataforma artística. La mayoría son de Buenos Aires y las hay también de Santiago del Estero, Entre Ríos, Santa Fe, La Pampa, Jujuy, Salta, Córdoba, Chubut y Río Negro.
El grupo funciona a pulmón, pero ha recibido el apoyo de municipios, universidades, organizaciones y sindicatos en distintos tramos de su historia. Fue declarado de interés por el Ministerio de Cultura, el Instituto Nacional de la Música —que también han respaldado en su creación— y la Secretaría de Derechos Humanos, entre otros. Los padrinos son Teresa Parodi y Vicente Feliú (fallecido en 2021).
¿Qué es la trova hoy?
Para Wajnerman, la trova es “más que un género”. “Tiene que ver con una canción vinculada estrechamente con lo social y territorial. Es una integralidad en cuanto a la forma de concebir el acto artístico musical. Hay un sentido en cuanto a un modo de estar y de transitar lo artístico.”
“Se vincula con la canción como unidad de sentido. Hay una letra, interpretación, canto, instrumentos y elementos musicales. El hecho de pararse desde la trova implica invitar a una atención diferente, que hoy nos cuesta tanto. Estar por sus caminos implica un modo de compartir, escuchar y transitar la música que abarca un montón de aristas”, completa. Ella está preparando su primer disco solista, Márgenes.
Según Gauna —que ha publicado cinco materiales discográficos— lo que caracteriza a la trova es la “denuncia”: “Es siempre tener una mirada crítica hacia todo lo que está pasando políticamente”. Fundamental en estos tiempos, con el “mundo derechizándose totalmente”. Pero, aunque haya denuncia, aclara, siempre la “raíz” es “poética-musical”.
En Mujertrova se combinan la tradición —las canciones son letras con contenido social, como en los orígenes del género— y la necesidad de refrescarla, con aires contemporáneos. “Es lo que hace que sea un movimiento vivo. El hecho de sostener un origen implica también creatividad, para que tenga dinamismo, encuentre el sentido en cada tiempo y momento”, desliza Wajnerman. “No todas tenemos influencias de la trova cubana, como es el caso de Paula (Ferré) —aclara Gauna—. Nos une una postura siempre rebelde, que es fundamental para el artista.”
“Cada una de nosotras hace una militancia. La reflexión no le quita valor artístico. Tenemos compañeras que trabajan desde el humor, sus músicas son alegres, divertidas y bailables. Una reflexión sobre la guerra se puede bailar: el arte nos permite sublimar, transformar angustias en este momento de crisis. Nuestro trabajo es político en un concepto amplio que atraviesa todo y marca una actitud frente a las cosas. Esta canción política quiere decir que no vamos a permanecer impávidas frente a lo que nos sucede”, aporta Pérez.
Cantarle al corazón de las cosas
Las temáticas que predominan entre las cantautoras nacionales son los derechos humanos (por ejemplo, en “Amarraré a las cintas”, de Cecilia Concha-Laborde), género (“Luna roja”, Wajnerman), vínculos (“Canto nupcial”, de Gauna), la naturaleza, las problemáticas socioambientales. Gauna estuvo este año en Cuba junto a otras compañeras en dos importantes encuentros. Al tomar contacto con la escena de una de las cunas de la trova detectó que es propia de la composición argentina la denuncia ambiental, que remite, por ejemplo, a la megaminería o la destrucción de humedales.
“Eso no es especial de la trova cubana, en cambio para nosotras es una denuncia importante o tratamos de visibilizar problemáticas. En Cuba está más tapado, también, el tema de la violencia de género. Al movimiento acaban de ingresar compañeras que tienen canciones que hablan de eso”, describe.
En relación al tema socioambiental, Wajnerman aporta: “Argentina tiene una diversidad en cuanto a las formas culturales de decir y defender aquello que llamamos ambiente. También es Pachamama, territorio, Sumaq Kasay. El mensaje no es nada más un contenido, sino la forma que toma”. “Sumaq Kasay”, se llama una canción de Aldana Bello que, como dice la letra, abraza “lo ancestral y urgente”. Habla de la quema de humedales, el incendio de bosques nativos, los desmontes. Esta compositora reivindica el canto de las comunidades andinas. “Con nuestra propia voz y sonido, somos la tierra”, define Wajnerman.
“Hay una diversidad en cuanto al foco: una compañera tiene una canción que cuenta cómo crece una flor en su jardín. Para nosotras eso también es trova. En un pequeño acto también está la lucha. Una canción mía se llama ‘Aguatina’. Juego con el nombre de Argentina. La trova está en lo pequeño y lo grande, en las formas de los territorios y nuestros actos cotidianos”, cuenta Pérez. La letra de “Aguatina” habla de una mina “envenenada en porquería”, mientras que la canción se propone traer “el alma y la vida”. “El circuito de la megaexplotación se va comiendo todo lo vivo de tu riqueza y tu noble corazón / ¡Agua! / Andalgaláctico reposo del valioso mineral que más que el oro y el cobre nutrirá.” El tema recuerda: “El agua somos nosotros.”
Gauna, por su parte, dedicó sus últimas coplas a los humedales. Vive en Ingeniero Maschwitz, Escobar, zona donde “los countries invaden y destruyen todo, sin control”. Trabajó junto a Patricia Kunis, bióloga, amiga suya, especialista en la temática.
Las canciones de Pérez aluden a la montaña, el agua, los “elementos”; “a lo que implican espiritualmente, el corazón de las cosas”. “No trata solamente de abrir la canilla, que salga agua y no me falte. El respeto por el agua tiene que ver con el respeto hacia la vida”, define. “En el imaginario popular del mendocino no está la conciencia de lo andino, pero en lo personal siempre ha estado en mí desde que tengo memoria. Tengo una conexión fuertísima con la montaña. La siento muy fuerte y viva. Es una respiración para mí”, manifiesta.
Una característica del colectivo es que muchas canciones nacen “de manera urgente”. Por ejemplo, la compuesta por Ferré como parte de la convocatoria del escultor Andrés Zerneri para la donación de llaves que fueron la base del material con el que se construyó el monumento a la mujer originaria (“Mujer originaria”) o las de Eugenia Mur en relación a la lucha de diversidades y disidencias en Jujuy. «Las canciones son un farol que alumbra la confusión en este momento oscuro del alma», sostiene Pérez.
Publicado originalmente en Agencia Tierra Viva