Un 27 de febrero, pero de 1976, el Consejo Nacional Saharaui se reunió en Birh Lehlu y proclamó la creación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Pocos meses antes, en noviembre de 1975, se produjo la Marcha Verde y Marruecos sitió la zona, hasta entonces ocupada por España. Esta invasión obligó a muchos saharauis a huir de su tierra y se produjo un éxodo masivo. Hasta ese momento la mujer tradicional saharaui se ocupaba de actividades como la agricultura, el pastoreo, la confección de las carpas, etc. La ministra de Asuntos Sociales y Promoción de la Mujer, Suelma Beiruk, afirma que incluso había mujeres que enseñaban en escuelas coránicas, cosa que no es muy común dentro del mundo árabe musulmán.
La creación del Frente Polisario, el inicio de la guerra y el establecimiento de muchos saharauis en los campamentos de refugiados de la zona de Tinduf fue un punto de inflexión, los hombres se fueron a combatir y el papel de las mujeres en el Sáhara se convirtió en algo primordial y fundamental.
Durante los años de ocupación española, Beiruk asegura que no había ni una sola mujer con estudios universitarios. La situación ahora es totalmente diferente. Ellas fueron las que se encargaron de organizar los campamentos. “Hicieron con sus manos el adobe”, cuenta Suelma. Fueron las encargadas de construir la administración saharaui, las instituciones, las escuelas, los hospitales, etc.
Durante los años de ocupación española no había ni una sola mujer saharaui con estudios universitarios. La situación ahora es totalmente diferente. Ellas fueron las que se encargaron de organizar los campamentos
Los hombres tomaron las armas y se fueron a la guerra y las mujeres llevaron la parte política, social, económica y diplomática. “Desde los primeros días las mujeres llevaron la voz de las saharauis a cualquier rincón del mundo para reflejar la situación de nuestro pueblo”, esgrime la ministra. Se llevaron a cabo campañas de alfabetización y se crearon escuelas, todas mixtas.
“Ya no tenemos mujeres analfabetas”, presume Beiruk. En cifras, en la enseñanza hay un 87% de mujeres que son profesoras o maestras, en el ámbito de la salud hay casi un 90% de mujeres sanitarias, en el parlamento un 34%, en la dirección política un 29% y responsables de dairas, es decir, en los ayuntamientos, un 100%. Ellas han asumido toda la responsabilidad del día a día en las dairas.
El centro de salud de El Aaiún está repleto de mujeres. Una de las enfermeras afirma que son aproximadamente 15 en total. La madre de la periodista saharaui Ebbaba Hameida también es enfermera, aunque ya jubilada. Ella vive en los campamentos, y, explica entre risas que cuando empezó a ejercer, siendo muy joven todavía, le tocó asistir a un parto de gemelos. Y para colmo, uno de ellos venía mal colocado, así que tuvo que introducir la mano para darle la vuelta y colocarle la cabeza.
Toda la familia materna de Ebbaba vive en El Aaiún. Ella, sin embargo, prefirió vivir en la diáspora, y, aunque echa de menos a su madre, sus hermanas y admira muchísimas cosas de ellas, se siente a gusto en España. “Vives con el corazón dividido, no quiero caer en el paternalismo porque cada vez que vengo aquí me dan muchas lecciones de dignidad, hay mucha admiración sobre cómo entienden la vida, porque allí vivimos en un mundo más materialista”. Además, la periodista también valora poder dedicarse a lo que le gusta: “Como mujer estoy mucho más cómoda en España que aquí, sin tener que taparme, allí siento más esa libertad y aprecio el privilegio de poder trabajar en lo que he estudiado”.
La costura y el comercio
Una melfa es la prenda tradicional que envuelve a las mujeres saharauis. Se constituye de una sola pieza y cubre desde la cabeza hasta los pies. Suelen ser de varios colores y algunos muy llamativos. Marian solía llevar una de color granate, muy similar al color de las alfombras que vestían el suelo de su casa. Ella reside en la wilaya de Bojador, concretamente en la daira 27 de febrero, muy cerca de la mezquita.
En su casa vive también su marido (el imán de la daira), sus dos hijas y su hijo, el más pequeño de la familia. A la entrada tienen una especie de patio donde ellas tienden la ropa, aunque a veces, con el viento, algunas prendas se caen en la arena. Utilizan también este espacio para rellenar los cubos de agua que emplean para asearse y cocinar. Tienen una manguera que está conectada a un depósito de plástico cubierto con unas alfombras en el exterior.
Marian se dedica a la costura, trabaja en un taller donde, junto con otras mujeres, elaboran melfas. Su casa apenas está a cinco minutos del trabajo, sin embargo, cada día se cubre las manos con unos guantes y se tapa toda la cara (menos los ojos) con un pañuelo para llegar hasta allí. La costura es otra de las principales actividades a las que se dedican las mujeres. Menos común es el comercio, aunque también se empieza a extender.
Las prendas que elaboran después se venden en los mercados de las diferentes wilayas. El Aaiún es conocido precisamente por esto, por sus tiendas, esta wilaya posee el mercado más grande de la zona. La mayoría de establecimientos venden ropa, productos de aseo o alfombras y tapices.
Zhali es el encargado de una de estas tiendas. Trabaja desde las ocho de la mañana hasta las dos y media del mediodía, regresa a casa para comer y vuelve para trabajar desde las cuatro hasta las ocho de la tarde. En su tienda vende precisamente melfas. “El precio depende de la melfa, las hay para celebraciones que cuestan alrededor de 50 o 60 euros y más básicas, para estar en casa, que pueden costar unos diez euros”, cuenta el joven.
Sara vivía en California y hace unos años decidió recorrerse casi 10.000 kilómetros para fomentar el trabajo y el empoderamiento de las mujeres en los campamentos de refugiados saharauis. Junto a su marido creó Sahara partners, y ahora tienen una tienda de ropa de segunda mano en la que emplean a varias mujeres de diferentes edades y les brindan las herramientas necesarias para gestionar su propio negocio y poder emprender en un futuro.
Fatima Laziza vive en Bojador y está estudiando comercio con Sara. “Lo más importante de este trabajo es que ayuda a las mujeres a ser independientes económicamente y a no depender de nadie”, afirma Fatima. La mayoría de la ropa que venden es de niño y procede de diferentes donaciones.
La ropa está perfectamente ordenada y colocada por edades y cada prenda posee una etiqueta con el precio. “Es muy importante la organización de la mercancía, siempre intentamos tener todo organizado para que cuando venga una clienta esté cómoda y quiera volver a venir”, explica. Las chicas tienen también un registro donde ven el dinero que han ganado o han perdido ese mes.
Violaciones y asedios en el Sahara ocupado
Sultana Khaya, Mina Baali y Mahfuda Lufkir. Tres simples nombres con una larga historia detrás. Ellas son solo algunas de las que han sufrido la represión marroquí en sus propias carnes. El más conocido es el caso de Sultana. Ella tiene 42 años y nació en Bojador, en la costa norte del Sáhara Occidental. Es la presidenta de la Liga Saharaui para la Defensa los DDHH y en Contra del Expolio de los Recursos Naturales.
El pasado 10 de mayo de 2021 alrededor de 50 militares marroquíes asaltaron su casa por la noche y la amordazaron a ella y a su familia. La activista saharaui denunció en sus redes que le agredieron sexualmente e incluso la violaron con palos y la pegaron por todo el cuerpo. Khaya vivía junto con su hermana Waara y su madre Metu, de 84 años, que también vivieron en primera persona la represión marroquí.
Sultana Khaya, Mina Baali y Mahfuda Lufkir. Tres simples nombres con una larga historia detrás. Ellas son solo algunas de las que han sufrido la represión marroquí en sus propias carnes
Un día antes, asaltaron la casa de Mina Baali, que estaba en ese momento con varias compañeras y su hijo, menor de edad. Cuando las fuerzas de ocupación marroquí entraron a la vivienda Baali cuenta que se llevaron todo, especialmente el material electrónico. Después, se llevaron a Mina y a su hijo a una casa que estaba en condiciones de abandono, sin electricidad y la mantuvieron en arresto domiciliario durante varias semanas. Su marido, el también activista Hassana Duihi, denunció que los marroquíes le impiden acceder a su domicilio y reencontrarse con su familia.
Mahfuda Lufkir también sufrió el asedio de grupos paramilitares en su casa y estuvo meses sin poder salir. La activista saharaui Omsad Zawi, durante esos días, con el objetivo de solidarizarse con sus compañeras, decidió ondear la bandera de su tierra, del Sáhara Occidental. Poco tiempo después fue detenida injustificadamente y encarcelada por las fuerzas de ocupación marroquíes.
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