Investigaciones recientes en la Ciudad de México revelaron que la contaminación por dióxido de azufre afecta la función respiratoria, cardiovascular y provoca fatiga, falta de atención y disminución del enfoque cognitivo de las personas, así lo dijo Ana Rosa Moreno Sánchez, profesora de la Facultad de Medicina de la UNAM.
En ese sentido, Moreno Sánchez apuntó que al disminuir el dióxido de azufre del aire aumentan las horas de trabajo de los individuos en el mercado laboral. La integrante del Departamento de Salud Pública refirió que a nivel mundial 92 por ciento de la población respira una mala calidad del aire, en consecuencia, ocho millones de personas mueren al año.
De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Salud Pública en México 21 mil personas mueren al año por esta causa. De hecho, existe una gran diversidad de canales a través de los cuales la contaminación afecta el funcionamiento de varios sistemas orgánicos e incluso la expresión genética en los seres humanos.
Entre los agentes contaminantes destacan las partículas (sólidas, líquidas, polvo, cenizas, hollín, metálicas, cemento o polen y que miden PM10 y PM2,5), el ozono, dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre y el monóxido de carbono.
El cáncer pulmonar, afecciones cerebrovasculares y degenerativas como la diabetes mellitus, la enfermedad de Alzheimer y el autismo, se han identificado como padecimientos relacionados con la exposición a contaminantes ambientales.
Los casos
Existe una estrecha relación cuantitativa entre la exposición a altas concentraciones de pequeñas partículas (PM10 y PM2,5) y el aumento de la mortalidad así como morbilidad diaria y a largo plazo.
En ese contexto, los límites de la directriz de 2005 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se orientaron para conseguir que las concentraciones de partículas estén en los niveles más bajos.
Actualmente, el ozono es de uno de los contaminantes atmosféricos que más preocupa a Europa. Estudios han revelado que la mortalidad diaria y por cardiopatías han aumentado un 0.3 por ciento y un 0.4 por ciento, respectivamente, con un aumento de 10 μg/m3 en la concentración de ozono.
Por otra parte, estudios epidemiológicos han revelado que los síntomas en niños asmáticos aumentan en relación con la exposición prolongada al dióxido de nitrógeno (NO2).
La disminución del desarrollo de la función pulmonar también se asocia con las concentraciones de este contaminante registrado en ciudades europeas y norteamericanas.
En cambio, el dióxido de azufre (SO2) afecta al sistema respiratorio, funciones pulmonares y causa irritación ocular. La inflamación del sistema respiratorio provoca tos, secreción mucosa y agravamiento del asma y bronquitis crónica; asimismo, aumenta la propensión de las personas a contraer infecciones del sistema respiratorio.
Los ingresos hospitalarios por cardiopatías y la mortalidad aumentan en los días donde los niveles de dióxido de azufre son más elevados. Se piensa que las deficiencias menores de la función respiratoria y cardiovascular aumentan la fatiga, disminuye el enfoque y afecta la cognición, incluso, en poblaciones aparentemente sanas disminuye la capacidad de realizar el trabajo.
Igualmente, respirar niveles altos de monóxido de carbono puede ser fatal, por ejemplo, mujeres embarazadas podrían experimentar un aborto; al mismo tiempo, inhalar niveles más bajos del mismo contaminante causaría daño permanente en el corazón y cerebro, y si se aspira durante el embarazo podría afectar el desarrollo mental del niño.
Los impactos de larga duración por contaminación ambiental durante la vida temprana son muy importantes, por lo que los proveedores de atención médica y los funcionarios de salud pública deberían desempeñar un papel más prominente en la difusión de información relevante, y en facilitar el acceso a tecnologías, como los filtros de aire domésticos, concluyó la académica.
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