Montaña a cielo abierto. ¡Libre de minería!

Tlachinollan

Los yacimientos milenarios que aguardan las monumentales Montañas de Guerrero forman parte del territorio sagrado de los pueblos Me’phaa, Na’Savi y Nauas, que por siglos han preservado y defendido contra los colonizadores, para que en el mundo nunca falte oxígeno, agua, plantas y animales. Esta cosmovisión del mundo encantado, tiene como fin supremo compartir entre todos los pueblos y culturas los bienes de la tierra de manera racional, buscando siempre el equilibrio entre la madre naturaleza y la especie humana.

Las sabias y los sabios de la Montaña reconocen en la lluvia, el fuego, las nubes, el rayo, el viento y la tierra, como las potencias sagradas, como entidades que tienen una fuerza centrífuga que se transforma en vida para la comunidad. Tienen corazón, por eso su poder genera armonía entre todos los elementos de la tierra y los seres que la habitan, sin embargo, cuando se atenta contra ese equilibrio primigenio, las fuerzas de las potencias sagradas dejan caer su furia destructora contra todo lo que fue creado.

El rezo en las cimas de los cerros es la expresión más sublime de las mujeres y los hombres de la Montaña, que siempre viven agradecidos por los frutos de esta tierra. Su plegaria tiene una dimensión cósmica; presentan la ofrenda en nombre de todos los pueblos. En sus rezos enumeran los principales volcanes de México, entendidos como jefas y jefes supremos, como presidenta o presidente de la república, como gobernadora o gobernador. Popocatépetl e Iztaccíhuatl son la dualidad sagrada, el gran poder en esta parte del mundo, que tienen comunicación con el supra mundo.

Esta ecología de saberes es el sustento de la vida comunitaria, el borbollón donde nacen los ríos impetuosos, que son parte de la civilización mesoamericana. Es el paradigma filosófico del buen vivir, que pone los bienes al servicio de la comunidad. El compartir es el principio de la igualdad, que fortalece los vínculos con todas las familias indígenas de los núcleos agrarios. El trabajo comunitario es la fuente de los derechos y las obligaciones que emergen dentro de las asambleas, que es el máximo órgano del poder comunitario.

EN EL MARCO DE LAS LUCHAS QUE HAN PROTAGONIZADO LOS PUEBLOS INDÍGENAS
DE MÉXICO Y DE GUERRERO, EL CASO DE JÚBA WAJIÍN ES EJEMPLAR.

La figura del jaguar heredada desde la cultura Olmeca, que tuvo su asentamiento temprano en la región de la Montaña, es el símbolo del estado de Guerrero y la imagen emblemática de las autoridades comunitarias. Es muy significativo el ritual delcambio de comisario que realizan las comunidades indígenas de la Montaña, al iniciar el año. Además de lavar los bastones de mando y la cabeza de los nuevos comisarios en el manantial, hacen un ritual dentro de la comisaria donde sacrifican un gato y lo entierran debajo de la mesa principal, rememorando al tigrillo que habitaba en esta región sureña. Las autoridades tienen que ser como los tigres, personajes hábiles para establecer negociaciones y acuerdos con los gobiernos mestizos. También están llamados a ser guardianes celosos de los bienes de la comunidad, tienen la obligación de defender los derechos de la comunidad. Deben ser comisarios o comisarias a imagen y semejanza del jaguar, seres felinos, valientes, desafiantes, con arrojo y dispuesto a dar la batalla.

Las mujeres y los hombres de las comunidades indígenas, cuando eligen a sus autoridades, analizan las virtudes de quienes pueden ocupar el principal cargo de la comunidad. Deben tener un compromiso probado, haber desempeñado cargos menores, guardar respeto por los derechos de la comunidad y ejercer el cargo con determinación y carácter firme, para enfrentar los desafíos.

Con este temple las autoridades comunitarias de la Montaña forman parte de este reservorio cultural y político, de lo que significa el poder como servicio, que está guiado y monitoreado por la asamblea que lo eligió. Tiene que mandar obedeciendo y velar por la seguridad de la población y por la integridad de su territorio. Tienen que ser como los grandes volcanes de México, que son los cerros vigías, los protectores y protectoras de la comunidad, los que traen la lluvia buena para preñar el vientre de la madre tierra. Tienen que ser los guerreros y guerreras de la Montaña, que no sucumben ante cualquier amenaza, y que más bien, en la mesa de la justicia de la comisaria, están para aplicar la ley del pueblo.

Compartimos en esta publicación una experiencia inédita que han escrito los comuneros y comuneras de Júba Wajiín, cuyo nombre católico fue bautizado como San Miguel del Progreso. Los sabios y las sabias son quienes guían a la comunidad. Anualmente recrean los hechos del pasado para reavivar la memoria de quienes heredaron este territorio. Hay un imperativo ético que es parte de la memoria colectiva de honrar a las autoridades y ciudadanos que fueron asesinados por defender su territorio. Es un agravio, que a lo largo de los años las autoridades municipales tienen que acudir a la comunidad a darle posesión a su nueva autoridad. Es una forma de honrar a sus antepasados y una garantía de no repetición. Es memorable el momento en que los sabios y sabias relatan a las nuevas generaciones está historia para reavivar el celo por el terruño.

En el marco de las luchas que han protagonizado los pueblos indígenas de México y de Guerrero, el caso de Júba Wajiín es ejemplar. Ante la amenaza se acuerparon y desafiaron al gobierno federal y a las empresas trasnacionales, que los ignoraron al concesionar su territorio y autorizar la explotación a cielo abierto del mineral que se encuentra dentro de su núcleo agrario. Las sabias y los sabios ejercieron un papel determinante, no solo como consejeras y consejeros sino como guías espirituales, como los Xiña los hombres y las mujeres que tienen el don de comunicarse con las potencias sagradas. Fortalecieron estos vínculos a través de las ofrendas rituales y pidieron que iluminaran su camino para emprender la lucha contra las empresas extractivistas.

Para los pueblos indígenas de Guerrero ha sido muy difícil remontar las acciones que emprenden los gobiernos liberales y caciquiles, orientadas principalmente al saqueo y el despojo de sus riquezas naturales. Persiste esa visión racista entre la clase política guerrerense que se traduce en tratos discriminatorios y abusivos, que violentan sus derechos fundamentales. Ante esta muralla de la inequidad la comunidad Me’phaa de Júba Wajiín apeló a sus sistemas normativos y se reapropió de la legislación agraria, utilizando los instrumentos internacionales que forman parte ahora de la legislación nacional. Su asamblea agraria se erigió en el núcleo duro de la resistencia y fue el escudo para la defensa jurídica. Recurrieron al amparo para pedir la protección de la justicia federal, exigieron ser reconocidos como pueblo indígena y como los titulares de este territorio. Evidenciaron la actuación autoritaria y etnocéntrica del gobierno federal, al no respetar los derechos colectivos y violentar su derecho a ser consultados.

Esta lucha en los tribunales fue exitosa porque contó con el respaldo de un movimiento de comunidades agrarias que se constituyó como un Concejo Regional de Autoridades Agrarias en Defensa del Territorio (CRAADET). En este diálogo intracomunitario, reactivaron sus asambleas agrarias para impedir la entrada de las empresas mineras y mantener una vigilancia permanente en sus límites territoriales. Sus alianzas con organizaciones nacionales y el intercambio de experiencias con autoridades agrarias de otras entidades, ha nutrido este movimiento para preservar sus derechos y mantener en alto la defensa de sus derechos y ejercer su autonomía por encima de cualquier ideología o sello partidista de los gobernantes.

Agradecemos a la Doctora Yacotzin Bravo Espinosa, investigadora del CIESAS Ciudad México, quien con mucho entusiasmo asumió el desafió de sistematizar esta lucha protagonizada por la comunidad de Júba Wajiín. Se integró al equipo y se involucró en la dinámica de trabajo que llevamos cotidianamente en el Centro de Derechos Humanos de la Montaña “Tlachinollan”. Estableció comunicación con las autoridades de la comunidad y participó en algunas asambleas, donde pulsó el ánimo de las comuneras y comuneros que la recibieron como parte de este movimiento. Reconocemos su gran esfuerzo y el compromiso asumido para publicar este libro. Fue una ardua tarea por todo lo que implica contextualizar la lucha de Júba Wajiín y enmarcarla dentro de los movimientos de resistencia que han abanderado los pueblos de la Montaña. Le reiteramos nuestro aprecio y agradecimiento por su contribución académica, que será una herramienta útil para retroalimentar entre los pueblos indígenas y las organizaciones sociales, está lucha que florece en el corazón de la Montaña y que forma parte de la riqueza cultural que le dan vida al México profundo.

Publicado originalmente en Tlachinollan

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de méxico  

Dejar una Respuesta