Foto: Hernán Vitenberg
Agencia Tierra Viva lanza «Minga», un banco de imágenes libres que refleja la vida y la producción de las familias campesinas, las comunidades indígenas, del sector cooperativo agrario y de las asambleas socioambientales. En esta primera etapa, doce fotógrafos y fotógrafas aportan imágenes que muestran la diversidad de la Argentina que construye soberanía alimentaria y buen vivir.
“No la ven”. Con la soltura de un streamer adolescente, Javier Milei, el cargo ejecutivo más alto de Argentina, replicó la frase desde su teléfono celular para que esas siete letras se sumen a la galería virtual de redes sociales, Inteligencia Artificial, «leones» diversos y selfies con Donald Trump y Elon Musk en su cuenta de la red X (ex Twitter).
En las últimas semanas, la consigna nacida justamente en Twitter, territorio predilecto del Presidente, traspasó el espacio virtual de las redes para instalarse también en el discurso mundano. Mientras atacan sistemáticamente a los fotógrafos en cada manifestación, cabe preguntarse entonces: ¿Qué es lo que «no ven»? ¿Por qué señalan a los supuestos «cortos de vista» y a la vez persiguen a los que quieren mostrar?
La represión es la espuma de un fenómeno que, lejos de ser inocente, tiene objetivos muy definidos. El efecto de los gases lacrimógenos no se disipa en la calle y se extiende en la batalla simbólica que el oficialismo está dispuesto a librar en cada frente. Sin fotografías, las estadísticas son las únicas que emergen de ese vapor irritante.
“Hay en el colonialismo una función muy peculiar para las palabras: ellas no designan, sino que encubren”, señala la socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui en su libro Ch’ixinakax Utxiwa como un presagio de una historia de olvidos. La fotografía es irremediablemente memoria. Apenas hecha, se convierte en registro del pasado. En un país como Argentina, en el que el vértigo de los acontecimientos nos obliga a practicar la memoria selectiva para recordar lo que sucedió apenas unos días atrás: ¿cómo construir historia colectiva si no tenemos ni siquiera las imágenes idóneas para contar el presente? En este contexto, y con esas preguntas de fondo, los integrantes de la Cooperativa Tierra Viva ideamos Minga: el primer banco de imágenes de la agricultura familiar, campesina e indígena.
Sería pretencioso decir que la iniciativa va a cumplir otra función que la de facilitar fotografías de descarga libre para organizaciones rurales, investigadores, periodistas y cualquier persona interesada en contar la ruralidad desde la perspectiva de aquellos que producen y elaboran los alimentos que la población tiene en la mesa. Las quinientas setenta imágenes que completan la primera carga despiertan la sensación de encontrarse ante un proyecto de mayor alcance y nacido para crecer.
La portada del sitio web, que ya se encuentra online y operativo, funciona como una conversación coral de autores de todo el país en un crisol de fotografías frescas y sabrosas. Imágenes que la cooperativa Tierra Viva ha solicitado según criterios específicos al fin de alimentar un conjunto de imágenes que remitan a la tierra, a lo que brota de ella y la mantiene viva.
En esta primera etapa, doce fotógrafos y fotógrafas brindaron sus imágenes para consumar esta minga de fotos y construir un sitio con un material diverso, situado y de calidad. La página web, que toma su nombre de los encuentros colaborativos para realizar una tarea colectiva con fines de utilidad social, llevó más de un año de preparación e involucró, además de los autores, a un equipo de trabajo completo para programar el sitio, elaborar las licencias, editar las fotografías, catalogar el material y terminar de construir la identidad del proyecto.
Minga se postula entonces como una poderosa herramienta, que funciona tanto como un preciso motor de búsqueda con fines prácticos, como también un amplio relato visual de la vida en el campo argentino.
En este mundo de imágenes, el rol que ocupa la fotografía es cada vez más importante en la construcción de sentidos. Un término nuevo apareció últimamente para describir esa voracidad con la que consumimos imágenes en flujo constante de redes sociales y producción masiva. La iconografía define la deglución permanente de imágenes y a la vez sugiere su capacidad de alimentarse de sus productores y engendrar nuevas fotos con la misma aptitud para ingerir y autoreproducirse. El exceso de imágenes esconde en realidad una carencia de relato. El hambre continuo e insaciable no es producto de la escasez sino de la calidad del alimento.
Este “semillero de imágenes”, como los integrantes de Tierra Viva les gusta definir en oposición a la idea lucrativa del “banco”, aspira a brindar un insumo importante para fortalecer la comunicación de la agroecología, del campo que produce alimentos y de todos los protagonistas de ese modelo rural que aboga por la soberanía alimentaria y el buen vivir.
*Editor fotográfico de Agencia Tierra Viva y Minga.
Publicado originalmente en Agencia Tierra Viva