A 23 meses de la desaparición de sus hijos, el grito sigue siendo “Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos”, el mismo que retumba hoy en el estacionamiento 3 del Estadio Azteca, donde bandas solidarias ejecutan sus piezas, mientras miles de jóvenes bailan y exigen la verdad sobre el paradero de los 43 normalistas de Aytozinapa desaparecidos por el Estado el 26 de septiembre del 2014.
“Son 23 meses de no descansar, mientras únicamente hemos recibido mentiras por parte del gobierno. Nosotros como padres los seguiremos buscando y por eso pedimos que nos sigan acompañando. Necesitamos saber de nuestros hijos, es una angustia no saber de ellos”, dice una de las madres, a nombre de las 43 familias que no han parado un segundo desde que no saben de sus hijos.
Ellos y ellas lucen cansados. En la entrada al concierto gratuito, una comisión de los padres, siempre con los carteles de sus hijos, recibe la cooperación voluntaria de todos los que entran. Sin duda hay quienes sólo a escuchar la música han llegado, pero los más hacen suyo el dolor de los padres, a quienes reciben con aplausos y consignas.
“A casi dos años de que los 43 fueron desaparecidos, aquí seguimos, con el mismo dolor, con la misma angustia de no saber nada e ellos. Cada mañana al despuntar el alba miramos el horizonte con la esperanza de que ese día los encontraremos, pero nos tropezamos con los funcionarios mentirosos y corruptos que nos cierran la puerta de la verdad y la justicia. Al anochecer el optimismo se desvanece, el camino es gris y oscuro”, dice una de las madres al hablar en nombre de todos.
Las preguntas siguen siendo las mismas para ellos: “¿Cómo estarán nuestros hijos? ¿estarán lastimados? ¿estarán bien? No lo sabemos. Sólo incertidumbre, vacío y tristeza acompañan nuestras noches de insomnio. Así es nuestra vida desde hace casi dos años”.
Panteón Rococó, solidario, alegra el ambiente y enciende a la chaviza. El grito de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, se repite incasablemente. Todo para “seguir exigiendo verdad y justicia”. Porque, insisten, “no nos vamos a callar”.
En 23 meses las familias de Ayotzinapa han recorrido el país entero. En los caminos se han encontrado con el México de abajo. “El 43 seguirá ondeando en la bandera que empuña el maestro que lucha contra la reforma educativa, el campesino que defiende su tierra y sus recursos naturales, el obrero que lucha por mejores condiciones de trabajo, y el estudiante que defiende el espacio público”.
Cuando los padres se refieren al gobierno, el grito de “Asesino” “Asesino”, inunda el estacionamiento y retumba en el Estadio Azteca. Sobre las investigaciones del gobierno, los padres son tajantes: “Nos han mentido, desvían las pesquisas y manosean el proceso de búsqueda”. Advierten que se construyó “una verdad histórica que pretendía convertir en cenizas a nuestros 43 hijos. No les bastó arrancar de nuestro regazo a nuestros 43 tesoros y sangrar nuestros corazón. Construyeron una mentira para encubrir a los verdaderos responsables. Usaron a los medios de comunicación a su servicio para imponer su verdad”.
Hoy don Emiliano invita a bailar a los jóvenes, quienes deben tener la edad de su hijo. Les dice que estén alegres y que no los dejen solos en su búsqueda, pues “son ya casi dos años de que llego a mi casa y un lugar está vacío”.
