Ni cientos, ni miles de amigos en Facebook, o de seguidores en Twitter, pueden eliminar la soledad en las redes sociales; donde muchas, por no decir la mayoría, de las relaciones, son como las plataformas: virtuales.
El Padre José María Rodríguez Olaizola, jesuita español, sociólogo y autor, entre otros, del libro Bailar con la soledad, considera que las redes sociales pueden generar mucha soledad en mucha gente. Y los lazos interpersonales son muy delgados, por ejemplo, en Facebook, donde “cómo vas a tener cinco mil amigos; tienes cinco mil contactos”.
La trampa de esto es que hay quienes reprenden a otros que no les contestan sus mensajes privados, pese a ‘ser amigos en Facebook’, pues vuelcan en ellos expectativas “porque para mucha gente esos lazos se han vuelto una alternativa a lazos que no se tienen” en la vida real.
La manera de relacionarnos se ha transformado mucho con la comunicación digital, virtual; al grado de que ahora vivimos en una sociedad mediática. La cuestión es que en este mundo mediático los temas de conversación en las redes sociales se determinan con base en el trending topic, o sea, se habla de lo que hablan todos.
Y aunque es una conversación, no necesariamente es una que produzca encuentro, “porque hay muchas cosas en las cuales lo personal cuesta afrontarlo. Es decir, la conversación personal llega. No la primera vez que te sientas al lado de alguien y quieres hablar, llega después de tiempo; pero no tenemos ese tiempo”.
Más todavía, en la actualidad ciertas conversaciones personales inevitables se tienen; pero por el WhatsApp. Por ejemplo, en el trabajo muchos conflictos se solucionan o afrontan por WhatsApp, donde la gente discute las cosas; pero luego las mismas personas se ven cara a cara y no se dicen nada. “Gestionas los problemas de otra manera, y a lo mejor evitas un enfrentamiento que produzca mal ambiente, pero también dificulta el decir, ‘vamos poniéndonos muros’. Todo eso es este mundo digital”.
No obstante, las conversaciones en las redes sociales muchas veces son tremendamente estridentes, brutales y terribles. “Y dónde encuentras gente con la que hablar de manera constructiva sobre tantos temas necesarios, dolorosos, hirientes; ciertamente no en el mundo mediático. Pero en el mundo mediático estamos, y es el mundo mediático el que genera a veces discusión, diálogo, titulares, y eso deja muy sola a la gente que está en todos los campos en ‘tierra de nadie’”.
Este ambiente mediático de debates es el que funciona, como se ve en la política y otros tantos ámbitos, con exabruptos que pasan sin pena ni gloria, algo que hubiera sido impensable hace 10 o 15 años. “Esto va generando ese mundo en el cual es muy difícil el encuentro, que ciertamente no en las redes; pero el tema es que mucha gente pasa en las redes buena parte de su vida y tienen pocas posibilidades de encuentro”.
En los jóvenes el mundo gira entorno a las redes sociodigitales
El Dr. Manuel Guerrero, director del Departamento de Comunicación, asevera que cada vez más, los jóvenes interactúan con la realidad a través de las redes sociodigitales, por lo que el teléfono inteligente y las nuevas tecnologías son ahora herramientas a las que están todo el tiempo conectados, porque les permiten establecer relaciones de todo tipo (personales, familiares, escolares), por lo que “el conocimiento del mundo y su entorno gira o se media a través de estas nuevas tecnologías”.
Estudioso de la dinámica de información que está en las redes sociales: qué hacen con ella los jóvenes, para qué les sirve y cómo la socializan, se ha encontrado cada vez más un componente emocional muy fuerte, al estar sirviendo la emoción como un filtro previo para descartar, leer y/o socializar cierta información. En lo que se llaman cámaras de eco, “yo sólo estoy estructurando mi diálogo, mis fuentes informativas y mi socialización informativa con aquellos que piensan, sienten y ven el mundo de manera semejante a mí; no tengo voluntad ni vocación de abrirme a otros puntos”.
Por ello recomienda que como parte de la educación racional que ofrece (datos, conocimientos, información), la Universidad tiene que vincular a los jóvenes con experiencias significativas, a lo mejor en el servicio social, que les cambien el punto de vista. Es decir, brindar una educación integral que no sólo tenga la parte cognitiva, sino que también esté ligada a la creación de experiencias y a otro tipo de experiencias.
Además, es importante entender el papel de mediación que tienen las tecnologías, para plantear los procesos de enseñanza-aprendizaje, “aliándonos con esta forma de los jóvenes de ver el mundo, y no contra ellos”.
Al estar los jóvenes hoy en día permanentemente conectados y al mismo tiempo tener la capacidad de seguir lo que se les está diciendo en clase, los docentes deben pensar en la interactividad “como un concepto central en el proceso de enseñanza aprendizaje”.
Y ahora que los grandes medios de información son una fuente más entre muchas otras, porque se tiene una enorme fragmentación de plataformas, y ya no se puede distinguir con claridad lo que es verdad de lo que no lo es, los profesores deben dotar a los universitarios de las herramientas críticas necesarias, vinculadas con los conceptos de alfabetización multimedia, “para que los chicos puedan ser capaces de leer críticamente el entorno mediático y digital que enfrentan, para poder distinguir la información que sea valiosa, útil y pertinente, de la que no lo es”.
Ser críticos con el uso de la tecnología y la información
En esa misma tesitura, el Dr. Faraón Llorens, académico de la Universidad de Alicante (España) y experto en tecnología, considera que en este momento en que el mundo está fuertemente implicado por lo digital, los docentes deben enseñar a la juventud universitaria a ser crítica con el uso de la tecnología y la información que se difunde y comparte a través de las plataformas electrónicas.
Hoy en día los millennials -como tantas personas, independientemente de su generación- tienen acceso a mucha información, pero deben preguntarse si esa información es válida y si cabe criticarla, además de tener que contrastarla; y esto es lo que ahora deben aprender de sus profesores.
Al haber nacido con la tecnología, los millennials carecen de miedo a ésta y acostumbran relacionarse entre sí a través de dispositivos móviles, pero eso no significa que sepan utilizar la tecnología de manera adecuada. Por eso hay que invitarlos a valorar su información y a reflexionar en torno a si al estar interconectados lo hacen con la debida protección a su privacidad; o si, por ejemplo, son capaces de poner cualquier fotografía de ellos al instante en internet sin saber sus repercusiones, o de dar sus datos personales con tal de conseguir algo gratis.
También deben saber cómo se está diseñando el mundo con la tecnología, para aprender a ser críticos y no dejarse llevar por lo que leen y ven en las redes sociales, como Facebook, “una burbuja en la que todo el mundo opina como tú o crees que opina como tú, porque te enseñan las noticias de los que opinan como tú o como quieren que opines”.
Es un hecho que la tecnología ha acelerado el mundo, pero la inmediatez del mundo digital conectado a internet no siempre es buena, al ser a veces muy superficial. Por ello hay que enseñar a los estudiantes a planificar, a buscar información, “a profundizar más en los temas, a ser más lentos en la toma de decisiones, en analizar las cosas”. De ahí que los profesores deberán decidir qué enseñar a los estudiantes para paliar los efectos negativos de la tecnología y qué hacer para potenciar sus efectos positivos.
Llorens también piensa que la transformación digital debe calar en los contenidos de los programas de estudio de todas las licenciaturas e ingenierías. Todo universitario “debería de conocer las características del mundo en el que va a vivir, en el que va a vivir como ciudadano y va a desarrollar su labor profesional”.
Por tanto, las instituciones de educación superior deben contar en sus planes de estudio con materias en las que se abra el debate en torno a las tecnologías. Los estudiantes deberán preguntarse, por ejemplo, los de derecho, si en el futuro tendrán derechos las inteligencias artificiales; los de contaduría, si las inteligencias artificiales deberán pagar impuestos; y los de actuaría, quién pagará el seguro del coche autónomo.
Respecto a si una universidad debe incrementar su oferta de programas online, el doctor dijo que sí, si ésta forma parte de su estrategia; lo que implica tener: un modelo educativo que se sustente en las tecnologías, diseñado para que los estudiantes aprendan con el uso de éstas; interacción entre los profesores y los estudiantes, aunque sea a distancia; e interacción entre los propios estudiantes.
Esta transformación digital de las universidades no pone en riesgo la creación de comunidad, “es más, debería reforzarla, porque daría nuevas formas de relacionarse, de reforzar esa comunidad”.
No obstante, destacó la ventaja de tomar clases presenciales, porque al final de cuentas los profesores y estudiantes son seres humanos que se transmiten mensajes al mirarse a la cara, al mirarse a los ojos, al interactuar por medio de preguntas.
Asistir al campus es tener vida universitaria, es ponerse en contacto con otros, de diferentes puntos del país, con intereses distintos, de distintas carreras, y sería un error reducir la visión de acudir a la universidad sólo para obtener un título. Por eso, la vida universitaria es mejor presencial que online. Quizá, para no sentirse sólo, valga la pena de vez en cuando desconectarse.
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