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México uno de los países con mayor desigualdad e inequidad en el ingreso en el mundo

Universidad Iberoamericana

En México, la desigualdad económica es tan grande que incluso hay empresarios con ingresos mensuales inferiores a $2,819.88 pesos, es decir, que están debajo de la línea de pobreza oficial. Para que una persona en nuestro país se considere que puede tener un nivel de vida digno y adecuado debe percibir al menos $4,275 pesos al mes.        

Lo anterior fue revelado por la investigación «La distribución del ingreso en México: una propuesta de estimación», elaborada por el doctor Miguel Santiago Reyes Hernández, colaborador del Instituto de Investigación para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, y director del Observatorio de Salarios de la Universidad Iberoamericana Puebla.

En su trabajo, el economista encontró que la desigualdad entre los empresarios es mucho mayor de lo que se pensaba. “En México contamos con empresarios muy muy ricos, con grandes ingresos mensuales; y empresarios muy muy pobres, que incluso ganan a veces menos que un trabajador asalariado”.

Su estudio mostró que los dos sectores empresariales con mayores ingresos son: el corporativo, donde se pueden estar ganando 138 millones de pesos en promedio al mes; y el minero, donde el promedio de ingresos mensuales es de 13 millones de pesos.

En la parte baja de la distribución entre los empresarios, el promedio mensual es: entre 20 mil y 8 mil pesos, los del sector de servicios de la educación; entre 12 mil y 11 mil pesos, los dueños de hoteles pequeños; entre 12 mil y 8 mil pesos, los pequeños comerciantes; entre 8 mil y 6 mil pesos, los dedicados a servicios culturales, y entre 6 mil y 2 mil pesos, los pequeños productores del campo.

Capital y trabajo, y otras desigualdades

Otra desigualdad importante en México es la existente entre los factores de la producción: ‘capital’ (inversionistas y dueños de empresas) y ‘trabajo’ (empleados). En 1976, ‘capital’ y ‘trabajo’ se apropiaban cada uno del 50 por ciento del ingreso nacional; lo que mostraba un equilibrio. Pero en 2016, el ‘capital’ se adjudicó el 74 por ciento y el ‘trabajo’ el 26 por ciento, lo que “te habla de una desigualdad tremenda que se ha incrementado”.

Dicha desigualdad es de suma importancia si se considera que el 75 por ciento de la población ocupada en México son empleados; pero a ellos, o sea al ‘trabajo’, sólo le corresponde el 26 por ciento de los ingresos del Producto Interno Bruto generado.

Lo anterior muestra que México es uno de los países donde el ‘trabajo’ tiene menor participación en el ingreso nacional. Esto quizá no es tan sorprendente si se considera que América Latina es la región más desigual del mundo y con la peor distribución entre ‘capital’ (65 por ciento en promedio) y ‘trabajo’ (35 por ciento en promedio); en tanto que las economías de mercado de países capitalistas y desarrollados como Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia y Reino Unido tienen promedios entre el 56 y el 60 por ciento para el ‘trabajo’, y entre el 44 y 40 por el  para el ‘capital’.

Por otra parte el Doctor Reyes resaltó que aunque México es una nación con leyes antidiscriminación, a favor de la igualdad y la equidad, permanecen desigualdades que no deberían de existir. Es el caso de la remuneración por género, donde los hombres perciben en promedio un salario 16 por ciento mayor que las mujeres por realizar el mismo tipo de empleo; la desigualdad entre un empleo formal y otro informal es del 12 por ciento; y la desigualdad entre quienes trabajan en la ciudad y quienes trabajan en centros menos urbanizados es entre el 11 y el 12 por ciento.

“Tienes desigualdades e inequidades en la sociedad por todos lados. Lo que mi investigación reveló es que los datos presentados en estudios económicos realizados en América Latina, Estados Unidos y México que decían que la desigualdad en nuestro país se estaba reduciendo no estimaban correctamente el tamaño y la magnitud de la desigualdad real, al basarse en información capturada a través de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), la cual se suponía que estaba capturando con fidelidad todos los ingresos de la gente; y resulta que no”.

“Si se revisa información de censos económicos y de cuentas nacionales se observa que hay una parte importante del ingreso que no se está capturando; porque se está subestimando en mayor medida y magnitud a los más ricos. Es una cuestión importante, porque nadie en las encuestas de hogares está entrevistando a los grandes empresarios y multimillonarios de México. Por eso nos dimos a la tarea de hacer este trabajo y decir: la desigualdad tiene una magnitud más profunda, más fuerte de la que nosotros pensamos y creemos”.

Con menos pobres, pero sin reducir la pobreza

Los datos censales también son incorrectos en cuanto al número de pobres que hay en México, que la ENIGH establece 53.20 por ciento de la población, pero que el EQUIDE y el Observatorio de Salarios estiman en 43.60 por ciento; mas no por tratarse de una reducción del 10 por ciento de la pobreza, sino porque “la gente no reporta a los encuestadores los ingresos que tiene, quizá por miedo a la inseguridad generalizada en el país”.

“Entonces se está haciendo una sobreestimación del número de pobres. Y más que reducir la pobreza con programas sociales o por efectividad del gobierno, no se contabiliza bien el ingreso de la gente, que por ejemplo, dice ganar 2 mil 500 pesos mensuales, pero en realidad sus ingresos son de 5 mil pesos al mes. Eso muestra que personas consideradas por debajo de la línea de pobreza en realidad están un poco por encima de la misma”.

No obstante, el número de pobres en el país sigue siendo muy alto si incluso se toma en cuenta la cifra de 43.60 por ciento estimada por la investigación de Reyes Hernández, quien para abatir la pobreza propone repensar completamente la política pública en México. “No es posible que la pobreza no se haya reducido significativamente de 1997 a la fecha, un periodo en que se quintuplicó el tamaño de los programas sociales y los recursos que se destinaron a los mismos”.

“No es posible tampoco que sigamos siendo un país de salarios bajos, de salarios de hambre, de salarios mínimos que son los peores de América Latina. Tenemos que generar políticas en los mercados laborales que permitan una redistribución más justa entre capital y trabajo, para que a los trabajadores se les asignen salarios vinculados a su productividad, es decir, que desde los mismos centros de trabajo comience la redistribución del ingreso”.

El académico e investigador de la IBERO también considera que no puede ser que el motor de crecimiento de la economía de México continúe siendo solamente la inversión extranjera directa en las grandes empresas manufactureras que exportan sus productos, principalmente a Estados Unidos.

“Tenemos que voltear a nuestro mercado interno para que sea éste el que genere riqueza. Para eso se tienen que cambiar muchas políticas públicas que hay en México, comenzando por las de subsidios, para que éstos se redirijan de las grandes empresas a las pequeñas y medianas. En cuanto a las políticas de impuestos, hay que cobrarle una mayor tasa a quienes más tienen, o sea, que a las grandes corporaciones se les aplique una tasa impositiva efectiva y real más alta que las pequeñas empresas”.

En resumen, hay que tener, primero, una política en el mercado laboral que contemple salarios más justos, dignos, adecuados y vinculados a la productividad que se genera en las empresas. Segundo, repensar la política industrial para fortalecer los mercados internos.

Y tercero, tener  una política social que compense las desigualdades generadas en los mercados, y que esa compensación sirva para que a las personas se le garanticen de manera amplia y universal los mínimos de bienestar: salud, universal y efectiva universal para toda la población;  educación, universal y de calidad para toda la población; y programas efectivos y eficientes en materia de vivienda y servicios para la misma, para que la gente no tenga que trasladarse tres horas desde su casa a su trabajo, y tenga servicios adecuados de alcantarillado, de agua potable, de electricidad, entre otros.

“Tenemos que repensar completamente nuestra política pública para que ésta realmente sea redistributiva; y cuando lo sea, va a bajar la pobreza. Eso es lo que tenemos que hacer, pero para ello se tiene que vencer la resistencia en ciertos estratos de la sociedad, en una parte de las élites económicas y políticas del país que no quieren perder sus privilegios; y también entre los más pobres, quienes al ser capturados por el clientelismo político no son libres de decidir su futuro”.

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