México ante el terremoto y el régimen.
Hacerle frente a los escombros desde abajo por la vida y la libertad.
A México lo levantan de la destrucción, del dolor y del despojo, escombro a escombro, la solidaridad, el compromiso, la organización y la fuerza de su pueblo. A la fecha, se reportan 337 muertes como consecuencia de este fenómeno y sus réplicas. Como vemos en la Carta Abierta que nos comparten y compartimos para adherir firmas a la misma, así como en los reportes, testimonios, imágenes, vivencias, que observamos y nos comparten a diario, el pueblo mexicano, se enfrenta a dos terremotos: uno, el más reciente, causado por los sismos, y el otro, el terremoto de esa maquinaria ilegítima, abrasadora, destructiva, criminal y mucho más asesina y perversa que el sismo reciente, que es el Régimen mexicano. Un terremoto que venía enfrentando en lo cotidiano, desde las esferas más altas del capital transnacional y del Estado, convertidos a todas luces en estructuras criminales y de despojo y que ha demostrado durante esta emergencia, no sólo su inoperancia y su ineptitud, sino que es un estorbo y una amenaza en curso contra el bienestar y la supervivencia de las y de los mexicanos. Todo el horror que ha causado el sismo palidece ante el horror cotidiano, sistemático y permanente que se ocupa de causar de manera establecida el régimen mexicano. Horror e ineptitud que aplica a partir del sismo, dejándolo en evidencia y reiterando una verdad que la gente que reconstruye ahora mismo sus vidas, escombro a escombro, dolor a dolor, hombro con hombro, reconoce y hace realidad en actos maravillosos.
Solamente el pueblo organizado salva a México del terremoto y el terror, la devastación y la muerte que impone el régimen es una amenaza tan grave y aún mayor que la del sismo, por horroroso que este haya sido. El pueblo de México, se acostumbró a que le agrietaran la tierra y le destruyeran su vida desde el poder siempre. Ahora, ante el sismo, otro México se ha levantado y con sus propias manos, cuerpo a cuerpo entrelazados, por fin, se miran de nuevo a los ojos, se re-conocen, se ayudan, se organizan y, ojalá, sepan, como algunos ya lo gritan, “Estas tragedias han confirmado lo que la guerra, los despojos y las muertes, que el Estado no sólo no funciona, sino que es un obstáculo violento y permanente para la organización ante las múltiples tragedias que hoy se resumen en una palabra: México.” De ahí que compartamos abajo una carta para adherir (no sólo firmar). Para sumarnos, no sólo solidarizarnos…En Tiempo Real. Pueblos en Camino
Pero el gobierno, tal como lo hiciera ante su crimen en la noche de Iguala contra los normalistas, no sólo encubre, intenta aprovecharse del horror y del trabajo de la gente: “al Estado solo le interesa el control y la verdadera preocupación del gobierno de Enrique Peña Nieto es la de limpiar la imagen del Ejército mexicano para poder aprobar su Ley de Seguridad Interior y legalizar la militarización de la vida cotidiana y la de aprovecharse de esto para que olvidemos todo lo demás. Están afanosamente tratando de lavarle la sangre de las manos al ejército y hacernos olvidar que lo único que saben hacer es esconder la realidad, echando tierra y escombro sobre más vidas.” Porque México no es un “estado fallido”, sino un régimen exitoso y ejemplarizante del capitalismo que elimina lo que le sobra para capturar a sangre y muerte lo que necesita para acumular. No hay confusión posible, el sismo de septiembre ha puesto en evidencia el terremoto que arrasa con el pueblo y el territorio mexicanos:
El 31 de agosto de 2017 un artículo de La Izquierda Diario titulado México: larga historia de impunidad y desaparición forzada, empezaba con la siguiente afirmación: “Difícil pero cierto, México tiene más desapariciones forzadas que ningún otro país”. Más adelante se lee:
“El mes de julio, trece organizaciones internacionales colocaron a nuestro país como el de mayor impunidad en materia de desaparición forzada, conclusión derivada de la intervención y observación en el caso de Ayotzinapa, de la reunión con familiares de las víctimas, con organizaciones defensoras de derechos humanos y por la experiencia al diálogo con funcionarios del gobierno mexicano, ante las recomendaciones emitidas.
Oficialmente la Secretaría de Gobernación reconoce la existencia de casi 31 mil desapariciones, hasta el mes de marzo, que en cifras del gobierno figuran también como “extravíos” o “ausencias”. El Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, señala que de éstas, más de 6 mil son niños y adolescentes. Sin embargo, la realidad no oficial es evidentemente mayor.”
Las más diversas fuentes de información están abarrotadas de evidencias, datos, relatos absolutamente aterradores no sólo por su crueldad y cotidianidad, sino por el carácter masivo y sistemático de la guerra que se ha desatado en México contra el pueblo mexicano. Una guerra que se profundizó de manera dramática a partir del sexenio de Felipe Calderón y continúa igual o peor a partir del de Enrique Peña Nieto. Un artículo de Animal Político del 27 de septiembre de 2017, se refiere, por ejemplo, al informe de la organización internacional Open Society Justice Initiative Atrocidades innegables (Ver informe completo aquí: https://www.opensocietyfoundations.org/sites/default/files/undeniable-atrocities-esp-20160602.pdf): Confrontando crímenes de lesa humanidad en México, como su nombre lo indica, aborda la comisión de crímenes de lesa humanidad en el país tanto por funcionarios de los distintos niveles de gobierno como por organizaciones criminales. El informe confronta el argumento insostenible y recurrente del Estado y de los gobiernos de México cuando aseveran que se trata de “casos aislados”. Al respecto, el citado artículo pregunta:
“Reconocer que en México se han cometido crímenes de lesa humanidad implica asumir que los casos de tortura, desaparición forzada y ejecuciones extrajudiciales (asesinato por servidores públicos en ejercicio indebido de sus funciones o por motivo de estos), que se han cometido en el contexto de la política vigente de seguridad no son casos aislados. Por el contrario, se trata de una acumulación no accidental de actos que se repiten con metodologías similares y por autoridades similares con recursos públicos.
Además de presentar patrones similares en su ejecución, gozan del respaldo de instituciones al negar los hechos, modificar las escenas de los crímenes, así como por la omisión en la investigación de los delitos.
¿Quién en su sano juicio puede decir que más de 4,000 denuncias por tortura ante la Procuraduría General de la República entre 2007 y 2014 son aislados? 79 recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos por casos de tortura en el mismo periodo donde en 44 señala a la Secretaría de Defensa Nacional como responsable, 16 a la Secretaría de Marina, 14 a la Secretaría de Seguridad Pública y 6 a PGR no pueden ser aislados.
¿Quién puede decir que más de 70 mil asesinatos y que 60 recomendaciones que involucran a 161 víctimas de ejecuciones extrajudiciales son casos aislados? ¿Quién puede decir que 28 mil desapariciones y 11 recomendaciones que implican a 54 víctimas son casos aislados?
La definición más simple de aislado es que es único, es excepcional, que se presenta o se produce separado en el tiempo y el espacio. El informe prueba que los casos documentados por las organizaciones, mecanismos internacionales de derechos humanos y la propia CNDH no pueden ser considerados como casos asilados, sino como actos que forman parte de un ataque sistemático y generalizado en contra de la población civil…”
Mientras tanto, el feminicidio es una verdadera “epidemia nacional”, como lo asevera, a partir de la evidencia aterradora Nidia Bautista. Sin pretender presentar datos actualizados, basta con citar los que esta autora resaltaba en su texto que, además, tituló acertadamente, “El otro Ayotzinapa…” haciendo referencia al asesinato de 5 personas y a la desaparición por parte del Estado mexicano de 43 normalistas:
“Aunque las estadísticas oficiales y los de grupos de derechos humanos varían, informes documentan un aumento de feminicidio que se remonta por lo menos veinticinco años. A escala nacional, el feminicidio ha aumentado un 55 por ciento entre 1990 y 2011. De acuerdo con un informe elaborado por ONU-Mujeres en el año 2012, los casos de feminicidio en el país han visto un aumento constante desde el año 2007. Y, más recientemente, El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), una coalición de 43 grupos que documentan la violencia, identificó que sólo el 24 por ciento de los 3.892 feminicidios identificados por el grupo en 2012 y 2013 fueron investigados por las autoridades y donde sólo el 1,6 por ciento de los cuales dio lugar a condenas.
Además, de los aproximadamente 4.000 mujeres desaparecidas en todo el país en el período 2011-2012, sobre todo en Chihuahua y en el Estado de México, la mayoría se presumen asesinadas o víctimas de la trata sexual.”
La “guerra contra el narcotráfico”, lanzada por Felipe Calderón, había provocado por lo menos 150.000 muertos y unos 28.000 desaparecidos solamente durante su sexenio de terror. Como bien lo ha reconocido la periodista Alejandra Guillén (1) en la introducción a una reciente investigación, este aparato criminal es en realidad una estrategia contrainsurgente. Contrainsurgente, sin duda, pero también una estrategia articulada a una mayor, más compleja y perversa, cuyo sentido es, simple y llanamente, un modelo de acumulación capitalista a sangre y fuego, cuyo elemento esencial, aunque definitivamente no el único, es el terror y la muerte. Sin corrupción, despojo, autoritarismo, mafiosidad. Sin una estructura patriarcal, patrimonial, mafiosa que pernee todos los ámbitos de la sociedad, desde los medios mentirosos o el periodismo amenazado y asesinado, sin una cultura dominante y prevalente desplegada para sacar ventaja aprovechando cualquier discurso y toda evidencia -aún este y estas- para fines de poder y acumulación, esa relación social criminal sería inexplicable.
“Fue el Estado” era el grito que se escuchaba por las calles de México y el mundo a partir del crimen de Ayotzinapa. Mientras las víctimas y el pueblo reconstruyen a pesar y en contra del estado sus vidas y así elaboran su duelo, hacemos eco a lo que Jorge Fabricio Hernández (Ficho) dice titulando su columna “Cuando duele México”, pero el dolor que nos evoca y convoca a la distancia es sobre todo admiración ahora, por la capacidad y fuerza solidaria de su pueblo ante la ruina y el llamado a sumarnos no sólo con ellas y ellos desde allí sino en todas partes, a organizarnos para levantarnos del terremoto con quienes lo han estado implementando y aprovechando en México y reconocer de una vez por todas el horror que nos imponen para retomar nuestros territorios para la vida y para la libertad. No alcanza con exigirle al estado mexicano, como lo hace esta carta -que en realidad anuncia una verdad abrasadora- mientras exista el estado, México será arrasado. Pero también está claro lo que nos dicen quienes nos comparten la carta anexa para convocar firmas: “La realidad es que los esfuerzos de ayuda no sólo han servido de apoyo para los afectados por los terremotos, sino para todos, ha sido un despliegue impresionante de solidaridad en un país que tan sólo hace unas semanas se sentía desesperanzado, paralizado por el miedo y enfermo de violencia; y el Estado está tratando de desbaratar toda esperanza y solidaridad.” Firmar, en este caso, es mucho más que firmar, es sumarse a reconstruir desde los escombros y a levantarnos con México, más allá y mucho más acá del régimen por la libertad. En Tiempo Real. Pueblos en Camino
Publicado originalmente en El México que la solidaridad colectiva saca de los escombros y el Estado entierra