Este año presenta un panorama con dudas e incertidumbre –algunos factores internos y otros externos–, aunque continuará la debilidad de la economía interna, lo que dificulta hacer frente a la volatilidad internacional.
El primer factor externo es la continuación de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). México enfrentará las siguientes rondas con un Estados Unidos fortalecido y en plena etapa expansionista; además de los resultados de la reforma fiscal estadounidense, que entre sus principales aspectos están el considerarse integral, es decir, que benefician a empresas y a personas físicas por igual, destacando la disminución de 35% a 21% del impuesto sobre le renta (ISR). La creencia de que tendrán mayores inversiones y mayor generación de empleo, seguramente, afectará a esas mismas variables en México.
En este mismo contexto de renegociación del TLCAN, los estadounidenses y canadienses seguirán presionando con el nivel salarial que existe en México. No se vislumbra que nuestro país pueda mejorar las condiciones para obtener un mayor beneficio de las negociaciones y será determinante la sexta ronda durante el primer trimestre del año para saber si se continuará en un tratado multilateral o se tendrá que implementar el plan B (si es que lo tienen considerado las autoridades) de negociar acuerdos comerciales bilaterales e independientes con Estados Unidos y Canadá, respectivamente.
De consumarse el rompimiento comercial, México se vería fuertemente afectado en su actividad productiva y comercial, y esto se reflejará en las variables macroeconómicas como son la tasa de interés, el tipo de cambio, crecimiento e inflación; obviamente el deterioro será negativo con una demanda interna limitada y con el principal mercado comercial limitado, seguro el país tendrá un freno en su paupérrimo crecimiento económico.
Aquí es donde entra la política en juego: el beneficio del entorno electoral del primer semestre del año, desde las precampañas hasta casi el día de las elecciones, podría jugar un papel importante en la reactivación económica del país y hacer de manera momentánea más llevadero el rompimiento del TLCAN. El incremento en el gasto para financiar las campañas (cumpliendo o no con los límites del INE) y el manejo de los recursos (legal o ilegal) para conseguir votos (no importando que partido político) puede impulsar al país, sin embargo, este impulso se termina, o no, en el momento de saber quién ocupará la Presidencia.
El oasis del primer semestre puede acabarse si gana la izquierda y los mercados financieros se podrían poner nerviosos ante este suceso. De igual forma, pueden ser volátiles si en el escenario electoral existiera fraude, por lo que, tanto las autoridades como la actual administración deben actuar de manera responsable y transparente y en beneficio de la sociedad y no de sus intereses cupulares y personales.
Todo este contexto nacional e internacional, el cual no es limitativo, hace que el pronóstico de crecimiento para 2018 sea, en el mejor de los casos, de acuerdo al consenso de especialistas de 2.5%. Tengo mis reservas, ya que la debilidad del mercado interno me hace pensar que a lo más se alcance 2%.
Las expectativas del Banco de México y de analistas con respecto a la inflación en este año se estima en 3.85%, sin embargo, con el contexto descrito y con la continuidad en el alza de los combustibles, principalmente, es difícil que pueda estar por debajo de 4%. Aunado a esto, la expectativa del precio internacional del petróleo, en los mismos niveles que en 2017 (alrededor de los 60 dólares por barril), y nuestra clara dependencia en la importación de gasolina hace que la meta del banco central se vea muy lejana.
Esta visión hace también inminente que la tasa de referencia se siga incrementando durante el año venidero; primero, porque se tiene la visión de que el último incremento en diciembre de 2017 quedó por debajo de lo necesario, es decir, insuficiente el aumento en 25 puntos base; por lo que al menos llegaría a 7.50% y a un máximo de 8%, con lo cual se podrá contar, en cierta medida, al incremento generalizado de los precios.
El último factor en esta ecuación macroeconómica que toma relevancia en las perspectivas de 2018 es el tipo de cambio. Durante 2017, las autoridades tardaron muchos meses en reconocer y aceptar que la relación peso-dólar afectó negativamente a la inflación, por lo que es crítico contar con el estimado para 2018. Además, se debe considerar la escalada de aumentos a servicios otorgados por las autoridades.
Exactamente hace un año me aventuré a escribir que en 2017 el dólar cerraría muy cercano a los 21 pesos, a muy pocos días del fin de año el promedio en ventanilla es de 20.20 pesos por dólar, por lo que considerando el contexto descrito para 2018, considero que estará por encima de las expectativas del banco central y de la mayoría de los especialistas, rondando para finales de año los 20 pesos en lugar de los 18.66.
Este año no será fácil, por el contrario, será un calendario lleno de retos, pero también de oportunidades, pues una vez más tendremos la oportunidad de elegir y darle trabajo a más de uno –me refiero a nuestros representantes–. Tenemos que hacer que el poder conferido mediante el voto genere beneficios para todos los mexicanos y no únicamente para unos cuantos.
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*El Mtro. Abraham Isaac Vergara Contreras es coordinador de la Licenciatura en Finanzas y Licenciatura en Contaduría y Gestión Empresarial de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México
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