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Metodologías participativas y trabajo colaborativo con niñez en contextos de desaparición 

Andrea Cárdenas

“A las niñas y los niños también nos duele… saber de mi hermano y hacer cosas para ayudar a mi familia a encontrarlo también son cosas de niños”.

B. 11 años, hermana de persona desaparecida.

En México, contextos de guerra y narcotráfico impactan la vida de miles de niñas, niños y niñes con familiares de personas desaparecidas. El marco legal no reconoce la agencia política y civil de las niñeces: construye en torno suyo y reproduce narrativas adultocéntricas y paternalistas que legitiman una concepción social de las niñeces como personas incompletas, con potencialidad de <ser> persona, incapaces de sentir, percibir y comprender los impactos de esta vivencia dolorosa, la desaparición de su familiar. 

Los espacios de acompañamiento psicosocial constituyen un recurso posible para contrarrestar dichas narrativas pues permiten desprivatizar el dolor, despatologizar los impactos fisiológicos, reconocer las formas de resistencia, fortalecer los vínculos familiares y la articulación comunitaria, e identificar los impactos de la violencia sociopolítica como la criminalización y estigmatización a través de procesos reflexivos de la historicidad de contextos desde un marco estructural, político y económico. 

En este mismo sentido, los espacios de acompañamiento psicosocial a niñeces familiares de personas desaparecidas pretenden, a través del acercamiento a sus experiencias, reconocerles, escucharles y comprenderles; dentro de estos espacios se comparten estas preguntas: ¿Cómo perciben a las personas adultas y su contexto? ¿Cómo viven la desaparición de su familiar? ¿Cómo viven la ausencia de sus familiares que salen en la búsqueda de su familiar desaparecido? ¿Qué es importante que las personas adultas aprendamos de elles? 

Escuchar a las niñeces, reconocer sus experiencias, entender desde dónde le dan sentido a lo que atraviesa su corazón, su cuerpo, su familia y su comunidad, será un gran paso para la garantía y protección de los derechos de las niñeces familiares, y la construcción de caminos reparadores que respondan a sus necesidades. Los espacios psicosociales con niñeces implican también la posibilidad de gestar procesos psicosociales de escucha con las personas que les cuidan donde puedan reflexionar y cuestionarse sobre: ¿Cómo perciben a la niñez y su contexto frente a la desaparición de su familiar? ¿Cómo se recuerdan en su niñez? ¿Cuáles son sus preocupaciones? ¿Cuáles son sus miedos? ¿Qué han hecho para acompañar a las niñeces? ¿Qué les ha funcionado? ¿Qué no les ha funcionado?

La niñez es amplia y diversa, por lo que es importante reconocer los diferentes contextos que enmarcan sus dinámicas familiares, y las formas de afrontar y resistir frente a la desaparición de su(s) familiar(es). Esto nos permite alejarnos de una psicología inspirada en realidades europeas-norteamericanas que poco o nada tienen que ver con la que enfrentan niñas, niños y niñes.

Es importante señalar que las experiencias de hermanas, hermanos, hijas e hijos sobrevivientes a una situación dolorosa a causa de la desaparición de su familiar, se desarrollan de forma constante, dinámica y no lineal, en contextos complejos de impunidad, criminalización y desigualdad social, por lo que la estructura logística de los procesos de acompañamiento psicosocial debe preponderar la flexibilidad y un trabajo constante de cuestionar los privilegios que nos otorga la adultez. 

Generar espacios seguros de escucha psicosocial para las niñas, niños y niñes, es fundamental para acercarnos a la relación que tienen las niñeces con las dinámicas familiares y comunitarias en torno a la desaparición. En paralelo este espacio también permite la desprivatización del dolor, dando oportunidad a les niñes de acompañarse, escucharse en colectivo y hablar de sus sentimientos, percepciones, y algunas prácticas “cosas de adultos” que han aprendido (tales como no hablar del tema, no llorar) y que reproducen en un intento por proteger a las personas adultas que les cuidan. 

¿Sus mamás también van a marchas? A mí me gustan porque es donde veo la foto de mi papá… porque en la casa las quitaron todas”

A. 8 años, hijo de persona desaparecida 

A consecuencia de la impunidad, revictimización y el no acceso a la justicia, en las dinámicas familiares es común que las niñeces familiares de personas desaparecidas cuiden a las personas adultas, ya que las madres, hermanas, abuelas y/o tías, se ven obligadas a hacer las diligencias de procuración de justicia, procesos de búsqueda. Las adolescencias y las niñeces mayores asumen la responsabilidad de cuidados hacia las niñeces más pequeñas, pero también hacia las personas adultas, haciendo labores del hogar, priorizando el bienestar emocional de las personas adultas evitando preguntarles por su ausencia en la casa, por la desaparición de su familiar, o por la ruptura de rituales familiares-comunitarios cómo dejar de festejar: cumpleaños, navidad, Año Nuevo, bautizos, el día de la madre, el día del padre, el día del niñx, y cualquier otra fecha festiva que la familia tuviera la costumbre de festejar, dentro de los espacios de escucha psicosocial las niñeces suelen preguntar: ¿Qué está pasando?, ¿Por qué nos dicen esas cosas de mi familiar?, ¿Por qué yo no puedo preguntar?, ¿Por qué mi mamá llora?, ¿Por qué mi abuela marcha?, ¿Por qué les tienen miedo a los policías? ¿Por qué es peligroso hablar? 

Mis tías nos dicen: “a ustedes ni les afecta… siempre andan juegue y juegue”

P. 11 años hermano de persona desaparecida 

Mi abuela me dice: “ni se da cuenta usted mija, váyase a jugar… usted era una bebé cuando desaparecieron a su mamá”

L. 7 años hija de persona desaparecida 

Mi mamá le dice a mi maestra: “no sabe nada… le digo que su papá anda en un trabajo… pero yo sé que a mi papito se lo llevaron los guachos”

J. 10 años hija de persona desaparecida 

En espacios de escucha psicosocial que utilizan metodologías participativas es posible que las niñeces puedan hablar y, que a su vez, las personas adultas podamos escuchar acerca del miedo por la salud de sus personas cuidadoras, por no saber qué hacer, por no saber qué es lo que pasa, así como de su necesidad de ser incluidas en esfuerzos que les hagan sentir que también están ayudando a encontrar a sus familiares desaparecidos. Elles también mencionan la importancia de compartir con las personas adultas la posibilidad de encontrar a su familiar sin vida. Se puede reconocer en elles una necesidad de hablar sobre lo que perciben y escuchan, ya que mencionan en repetidas ocasiones que no tienen acceso a espacios donde puedan compartir sus preguntas, sus temores, o enojos.

Las niñas, niños y niñes hablan sobre la preocupación que tienen por las dinámicas en sus contextos, como la escuela, al no sentirse bienvenides en ella, y con dificultades para hacer amigos a raíz de la desaparición de su familiar. También mencionan que no les gusta cambiarse de lugar de residencia, algunos comparten que perdieron amigxs en su barrio porque ya no los dejan salir a jugar con ellxs. Expresan tener dificultad para hacer preguntas y, si las hacen, experimentan culpa por ver a sus personas cuidadoras llorar o enojarse, “por andar de preguntones”. Algunas de las niñeces mencionan que se sienten abandonadas por sus personas cuidadoras porque “solo están haciendo cosas por el familiar desaparecido”. De la misma forma, externan las formas que han construido para hacerle frente tanto a la desaparición de su familiar, como a la ausencia de quienes les cuidan. Describen que suelen guardar sus sentimientos, llorar a escondidas porque no les gusta preocupar a quienes les cuidan, y expresan sentir impotencia por no saber qué está pasando y solo ser parte de decisiones y/o acciones que ya fueron tomadas.

“a mí me dicen: ‘usted no pregunte, obedezca y ya… mijo, lo tenemos que cambiar de escuela, esas decisiones son de nosotros… allá hace otros amiguitos”.

C. 9 años familiar de persona desaparecida 

En los espacios de acompañamiento psicosocial, las niñeces tienen la posibilidad de tener amigxs que también tienen un familiar desaparecido, con quienes pueden hablar de cosas que con otros amigxs no es posible, porque sienten vergüenza o miedo. En estos entornos, se identifican con otras personas que viven una experiencia similar, al respecto expresan sentirse con sentimientos encontrados por un lado tristes, porque ellos también tienen roto el corazón, y por otro lado felices, porque no son los únicos que pasan por eso. 

Las niñeces que tiene condiciones para hablar, preguntar, ser escuchada y llorar con sus personas cuidadoras en torno a la desaparición de su familiar, muestran un significativo fortalecimiento emocional que contrarresta el enojo, miedo e incertidumbre. Esto les resulta de gran ayuda para sobrellevar los dolores y fortalecer los vínculos familiares. 

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Andrea C. Cárdenas Domínguez  es maestrante en psicología social por la Universidad Autónoma Metropolitana y perito en violencias políticas. Se especializa en procesos psicosociales y forenses en contextos de guerra, narcotráfico e impunidad.  Ha realizado publicaciones sobre las formas de resistencia y afrontamiento de las niñeces y sus redes de cuidado frente a la desaparición. 

El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador, estudiantes asociados a los proyectos del Grupo y personas columnistas invitadas (Ver más: http://www.giasf.org)

La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición de adondevanlosdesaparecidos.org o de las personas que integran el GIASF.

**Foto de portada:  Una niña coloca un ficha de búsqueda junto con otras más durante una manifestación. (ObturadorMX)

Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos

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