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«Me dijo que yo estaba ahí para escuchar al viento»: Laberinto Yoéme un documental sobre la Tribu Yaqui

Juan V. Iborra / Diagonal

“Padre sol, lleva con tu luz mi palabra, / haz que mi voz llegue a todos los rincones de América, /que los guerreros de la tierra, de agua, de viento, de fuego, /escuchen mi invocación nacida en el Samawaka de la Nación Yaki. In jíawi (Mi invocación) Santos García Wikit (poeta yaqui)

«Los yaquis siempre han estado determinados a no ceder, resistir y seguir existiendo” comenta Sergi Pedro Ros, autor del documental sobre la resistencia de la tribu yaqui al noroeste de México. Cómo han resistido al despojo de sus tierras y su defensa del agua.

Yoéme es el término que utilizan los yaquis para autonombrarse, significa ser humano, indio, aquel que ama y que defiende la tribu yaqui. Nos encontramos en la Ciudad de México con el director de cine Sergi Pedro Ros (Les Alqueries, Castelló, 1990), quien nos presenta su último documental, Laberinto Yoéme, el largometraje en el que ha estado trabajando los últimos tres años y que retrata la resistencia de la tribu yaqui frente a los proyectos de muerte y de despojo que el Gobierno mexicano lleva años intentando imponer en los territorios ancestrales de la tribu.

La tribu yaqui, que nunca fue conquistada durante el periodo colonial, enfrenta hoy una profunda fase de violencia y de mal gobierno que amenaza su propia forma de vida. Durante siglos la tribu ha logrado preservar una forma de organización comunitaria, caracterizada por la vinculación con la tierra y la preservación de sus lugares sagrados. Frente al colonialismo y el despojo han mantenido una actitud combativa que todavía hoy se mantiene intacta, a pesar de las múltiples estrategias de contrainsurgencia que el Gobierno mexicano ha dirigido o promovido con el objetivo de socavar la resistencia de la tribu. El documental Laberinto Yoéme se encuentra en su última fase y necesita del apoyo colectivo para terminarse. Si deseas aportar hazlo aquí. 

¿Cómo decide un valenciano iniciar un proyecto de estas características?

Al conocer más a fondo a la tribu yaqui me di cuenta de algo particular que compartimos, y es que ellos tienen una lengua, una identidad cultural y un territorio que defienden, al igual que en el País Valencià tenemos nuestra lengua y cultura propia y nuestra manera de entendernos. Nos dimos cuenta de que, salvando las distancias, compartimos una historia similar, por formar parte de culturas que necesitan estar continuamente defendiendo la existencia y la identidad. En lo personal considero muy importante mantener viva la identidad cultural de los pueblos.

Quinientos años de resistencia frente al colonialismo y al despojo.

La tribu yaqui ha sufrido varios intentos de exterminio. Primero, durante el intento de colonización, pues no fue conquistada a través de la guerra. A finales del siglo XIX, la Guerra del Yaqui fue un deliberado intento de exterminio y etnocidio hacia la tribu. Terminada la guerra, Porfirio Díaz –dictador durante el período anterior a la Revolución mexicana–, inició una deportación masiva de yaquis a Yucatán, en un régimen esclavista y de trabajos forzados en el cultivo del henequén. Sin embargo, los yaquis, con una mentalidad muy aguerrida y defensiva hacia su cultura, identidad y territorio, siempre estuvieron determinados a no ceder, resistir y seguir existiendo.

¿Cómo ha sido tu vinculación con la tribu yaqui?

Siempre ha sido desde la afinidad y el respeto que tengo hacia su cultura. Políticamente he estado cerca de su lucha en defensa de los derechos humanos y el derecho al acceso al agua, siempre tratando de aportar con mi trabajo cinematográfico. Aun siendo un pueblo de referencia en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, es una tribu muy desconocida, pues son muy reservados. Durante muchos años han entendido que el yori (el hombre blanco) no puede llegar a exterminarlos porque no puede conocerlos en su totalidad. Por eso ellos mantienen viva su lengua y no han permitido que se hagan muchos trabajos antropológicos y cinematográficos sobre su cultura. Nosotros pudimos acceder a algunos espacios reservados del mundo ritual y cultural; sin embargo, no se nos concedió permiso para filmar otros, algo que entendimos con respeto.

¿Cómo se organiza la tribu yaqui?

La tribu yaqui cuenta con una sólida estructura política, tiene gobernantes propios a los que se conoce como la Autoridad Tradicional. La tribu yaqui se integra por ocho pueblos tradicionales (Cócorit, Bácum, Vícam, Pótam, Tórim, Huírivis, Ráhum, Belem) y cada pueblo tiene su Guardia, el centro neurálgico de la decisión política en el interior de la tribu. Es la asamblea integrada por las Autoridades Tradicionales. Esta Autoridad Tradicional es elegida por la tropa yoéme, como ellos denominan a la gente, al pueblo. Cada yaqui, sea hombre, mujer, niño o anciano, de cualquier condición, es susceptible de guerrear en favor de la tribu yaqui, de levantarse en armas por la tribu. Por eso, desde el recién nacido hasta el anciano más grande es tropa y puede pasar a ser soldado de la tribu en cuanto ésta lo requiera. Tienen una organización colectiva muy fuerte. Ellos dicen que la tribu no se puede vender al Estado, puesto que la decisión no está en manos de un gobernante, sino en la tropa que, junto a las Autoridades Tradicionales, son las que deciden.

En la tribu yaqui nadie manda solo, todo pasa por consensos entre Autoridades Tradicionales y Tropa Yoéme. Por lo tanto, aunque un político o un grupo empresarial pueda llegar a comprar a una persona, no puede comprar a la tribu. Se trata de un ejercicio muy fuerte a nivel de decisión colectiva, horizontalidad, etc.

Cuentan con tres estructuras de poder: el poder religioso, el político y el militar; los tres operan de forma similar a una estructura de Estado-nación, con particularidades propias. En el espacio espiritual detentan una religiosidad propia prehispánica que guarda pequeñas relaciones con lo que ellos denominan ‘catolicismo’. El sincretismo existe, pero resulta casi imperceptible, sobre todo en la forma en que llevan a cabo sus rituales. Los yaquis nunca fueron colonizados a través de las armas, pero permitieron la entrada a los jesuitas con la condición de mantener sus tradiciones espirituales, sobre todo aquellas como la danza del venado y de pascola, que no tienen absolutamente nada que ver con el cristianismo.

Los yaquis han conservado y defendido su propia forma de expresar su espiritualidad, vinculada con la madre naturaleza; su verdadera guía a la hora tomar decisiones políticas. Esto es muy importante, pues cuando se toman decisiones políticas la autoridad espiritual, ligada a una cosmogonía ancestral, juega un papel fundamental. El espacio político está delimitado por la Ramada (lugar de la asamblea), la Guardia Tradicional y las Autoridades, que en colectivo toman decisiones en común con la tropa y el consejo de los sabios ancianos. En un tercer estrato está el brazo armado o militar, conformado por un ejército propio que se dedica a evitar y resolver los conflictos al interior de la tribu. De igual manera se enfrentan a las agresiones externas, defendiendo con su vida y de manera armada los intereses de la tribu.

Todo ocurre rodeado por una mística que tiene que ver con su lenguaje, pues no se habla absolutamente nada de ‘la castilla’, como los yaquis denominan al castellano, dentro de estos espacios, se habla totalmente en yaqui, con la intención de que el yori no sepa qué decisiones se están tomando.

¿A qué problemáticas se enfrenta hoy la tribu yaqui?

A un choque cultural con un modelo político y estructural en el cual vive inmerso México, que es el capitalismo devastador y totalmente voraz. Un capitalismo que no puede más que exterminar todo lo que encuentra a su paso e imponer un único pensamiento a nivel cultural y económico. El Acueducto Independencia es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la tribu, una obra declarada ilegal por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en México. Este acueducto se está llevando alrededor de 75 millones de m3 de agua al año, con la idea de construir el parque industrial más grande de América Latina. Esa agua es del río Yaqui y la necesitan para vivir, para poder cultivar, para beber agua. Hoy en día no cuentan con agua potable y el agua que consumen está totalmente contaminada, lo que está provocando enfermedades sobre todo en ancianos y niños.

Al mismo tiempo, este despojo de agua no viene solo, sino acompañado de estrategias desde el poder que tienen que ver con la violencia y la coerción. En los últimos años una droga que prácticamente no existía en la Tribu Yaqui, el cristal, la metanfetamina, ha llegado para quedarse. Y esta droga viene de la mano del crimen organizado, de la violencia, de los asesinatos, de las muertes en el interior de la tribu. Durante el rodaje del documental, estuvimos durante un mes y medio en territorio yaqui, hubo asesinatos y balaceras constantes.

¿Qué paralelismos encuentras con otros escenarios en donde la guerra contra las drogas se convertiría en una estrategia de contrainsurgencia como forma de debilitar la resistencia armada?

Lo que quiero retratar en este documental es una situación silenciada durante décadas. En cualquier circunstancia histórica, en la que grupos que se levantan contra poderes hegemónicos, de una manera u otra, aparece algún tipo de droga. De un tiempo hacia acá, toda guerra ha tenido su droga. En el caso de los Black Panthers, lo que podemos ver es que toda esa legislación estadounidense centrada en extirpar el cáncer de las drogas de la sociedad norteamericana no tiene que ver con la sustancia en sí, sino con el consumidor. Lo que ocurrió no fue una ilegalización de todas las drogas por igual. Por el contrario, en una etapa en la que los negros en Estados Unidos están peleando por sus derechos, queriendo terminar con un régimen de segregación, lo que hace EE UU es desplazar la segregación hacia el consumo.

Al igual que hay automóviles para clase media y automóviles para clase alta, hay drogas para negros y drogas para blancos. Y eso se ve reflejado en la legislación estadounidense, siendo muchísimo más severas las penas de prisión relacionadas con crack, consumida en mayor porcentaje por la población negra, en comparación con la cocaína. Es decir, que los blancos de corbata que consumen cocaína en Wall Street nunca irán a la cárcel por llevar unos gramos en su bolsillo, mientras que los consumidores de crack cumplirán hasta diez años de prisión. Eso evidencia una segregación racial respecto al consumo de drogas. No se lucha contra todas las drogas por igual; algunas sirven para criminalizar a ciertos grupos de personas en relación a su raza. Y eso es lo que está ocurriendo con la tribu yaqui. Si el cristal no existía hace 20 años, y aparece precisamente en el momento en que comienza el despojo del agua, alguna relación con este despojo podría llegar a tener. Además, la geopolítica mexicana, marcada por el narcotráfico y el crimen organizado se presta para este tipo de estrategias y repartición de plazas.

Alguna anécdota que quieras compartir…

Muy al inicio del proyecto, cuando apenas hacía uno de los primeros viajes para conocer a la tribu yaqui en su territorio, uno de los sabios ancianos y jefe de los soldados yaquis vino a buscarme y me pidió que me subiera a su camioneta. Agarré mi cámara y comenzamos a subir al monte. Al llegar a un páramo lleno de saguaros (cactus típico del desierto de Sonora), bajamos de la camioneta. Tras caminar un trecho nos sentamos cerca de uno de los saguaros. En ese momento comenzó a explicarme cómo ve él la vida, cómo los yaquis entienden el mundo, el monte, los animales, el viento, el agua y la tierra. Me dijo que cuando vino a buscarme no sabía exactamente por qué motivo lo hacía, pero al llegar al páramo se dio cuenta enseguida. Él estaba entendiendo a través de sus ancestros. Me dijo que yo estaba ahí para escuchar al viento. Obviamente yo no podía dejar de pensar en lo mágico del momento, cuando a los pocos segundos de quedarnos en silencio se levantó un gran vendaval. En ese momento llegó el golpe de realidad y el gran aprendizaje: no se trataba de una metáfora grandilocuente, sino de algo muy básico. Este soldado yaqui me había dado una importante lección: debemos, como seres humanos, aprender a escuchar de nuevo al viento, a la tierra, a los animales. Yo vine a México porque quería ser documentalista, y el documentalista tiene que aprender a escuchar. Esa ha sido una de mis metas durante todo el rodaje. Escuchar al viento, escuchar a los demás, escuchar qué me están diciendo y cómo me lo quieren decir.

¿Con qué esfuerzos has podido contar para la realización de la película?

El documental ha sido posible gracias a mucho esfuerzo, al apoyo de instituciones y personas importantes de la cinematografía mexicana, compañeros estudiantes, amigos y, sobre todo, gracias al apoyo incondicional de la tribu yaqui, que nos abrió las puertas de su nación y de su cultura y que nos dejó acompañarla en momentos muy intensos y muy especiales. El documental cuenta con un gran equipo humano de alto nivel profesional y ha obtenido importantes reconocimientos por parte de la industria cinematográfica, como dos menciones honoríficas en la Sección Incubadora del Festival Internacional de Cine de Guanajuato y Mejor Proyecto en la sección Nuevas Miradas del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba. Ha sido financiado principalmente por el Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad, que es un estímulo público que forma parte del Instituto Mexicano de Cinematografía. También hemos recibido apoyo de Mantarraya Producciones, quienes han mostrado un gran interés en la distribución de la película a través de una de sus distribuidoras: ND Mantarraya, una de las principales del país en cuanto a cine de autor, que alberga en su producción a directores como Amat Escalante o Carlos Reygadas, que son para mí un referente a la hora de hacer cine.

¿Por qué es importante financiar y dar a conocer este proyecto?

Para nosotros es muy importante que esta historia se conozca, y para que eso suceda tiene que terminarse, siendo fundamental el proceso de postproducción. Por eso decidimos iniciar este proceso de financiación colectiva. La película se encuentra en su fase final de trabajo, ya está filmada en su totalidad y está terminando de editarse. El dinero que se recaude va a ir destinado íntegramente a la postproducción, para que haya una buena corrección de color, diseño sonoro, música original, para poder asistir a los mejores festivales del mundo, a las pantallas de cine y a plataformas con el mayor número de espectadores posibles. Hacer llegar este mensaje al mayor número de personas y preguntarnos qué está ocurriendo en México, qué está ocurriendo con los pueblos indígenas y la madre naturaleza. Pensamos que el agua no sólo es un medio económico; es aquello que hace posible la vida y las identidades culturales. El esfuerzo colaborativo es vital para hacer posible este proyecto.

Aquí el trailer de Laberinto Yoéme

 

Entrevista publicada en el Periódico Diagonal.net 

 Para realizar alguna aportación al proyecto Laberinto Yoéme lo puedes hacer aquí. 

 

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