Mathieu Asselin retrata a Monsanto

Javier Domínguez Reguero

Foto: Mathieu Asselin

Mathieu Asselin escuchó a su padre hablar de cómo Monsanto demandaba a los agricultores por el uso ilegal de semillas. La conversación fue el inicio de un camino de cinco años en los que el fotógrafo francovenezolano ha documentado las actividades de la corporación agroquímica estadounidense. Un trabajo que se ha materializado en el libro Monsanto: una investigación fotográfica, que recientemente ha sido nominado al Mejor Libro de Fotografía del Año por PHotoEspaña 2018.

“Me interesé y empecé a investigar. Pronto me di cuenta que era un monstruo de historia y que iba mucho más allá de las semillas”, dice Asselin a El Salto sentado en una de las salas de la londinenseThe Photographers Gallery.

Asselin se encontraba frente al reto de cómo recoger las distintas ramificaciones de una compañía que empezó fabricando sacarina en 1901. En la actualidad, Monsanto es conocida mundialmente por sus productos transgénicos y por el desarrollo de una agricultura química incrustada en el sistema alimentario. Más de 180 millones de hectáreas de plantas transgénicas son cultivadas en todo el mundo y la firma asentada en Ohio monopoliza el 90% de esas semillas. Como se explica en la introducción del libro, Monsanto está detrás de casi todo lo que comemos o bebemos.

El fotógrafo debía poner en orden una cronología de sucesos, informes, casos judiciales, testimonios, recortes de prensa y campañas publicitarias. Tiró de internet, guías telefónicas y contactó con asociaciones como Centre for Food Safety que realiza un monitoreo de las operaciones de la empresa. “Una vez localizada la gente fue muy sencillo. Están dispuestos a hablar y a contar la historia para que se conozca”, explica el fotógrafo.

La tarea se presentaba mastodóntica pero su pasado como documentalista le llevó a pensar en el proyecto como si fuese una película. Sin constricciones mediáticas e inspirado por en el filme de Marie Monique Robin, The World According to Monsanto, Asselin siguió escarbando. Aunque reconoce que ya había mucho investigado, tomó su cámara para plasmar el abuso de poder de la multinacional estadounidense. “Hice este trabajo porque estaba indignado como ciudadano, fotógrafo y como artista y tenía que reaccionar a ello”.

EVASIÓN DE RESPONSABILIDADES HUMANAS Y MEDIOAMBIENTALES

Asselin no solo muestra las presiones a la que están sometidos los agricultores que utilizan las semillas transgénicas y patentadas de la compañía. El fotógrafo visitó distintas localizaciones de los Estados Unidos donde Monsanto había llevado a cabo sus maniobras. También quiso conocer los efectos del herbicida Agente Naranja utilizado por la aviación estadounidense durante la Guerra de Vietnam. Alrededor de 80 millones de litros se vertieron en los bosques vietnamitas.

En el hospital de obstetricia Tû Dû de Ho Chi Minh Asselin se encontró con una sala llena de frascos en la que se conservan bebés para su estudio científico. Todos son víctimas del agente químico, al igual que Nguyên Lé Phuó´ng Quynh o Thuy’ Linh que nacieron con diversas malformaciones y desórdenes genéticos. “Fotografiar a los niños en el hospital fue lo más impactante. Sin embargo, tienen una vitalidad increíble y pasé muy buenos momentos con ellos a pesar de sus discapacidades”, recuerda.

Las imágenes son una contextualización y no una manera de victimización, recalca el fotógrafo. “Cada una de las historias que fotografíe tiene su propio drama. Los granjeros, a pesar de no tener ningún problema físico, sufrieron la mano de hierro de Monsanto que casi los lleva a la quiebra. Los hijos de los veteranos del Vietnam tienen secuelas físicas muy parecidas a la de los niños vietnamitas. En el pueblo de Anniston la población tiene cáncer, diabetes, problemas de aprendizaje. Es un lugar arrasado que se está convirtiendo en un pueblo fantasma”.

Monsanto monopoliza el 90% de las semillas transgénicas vendidas en el mundo
Monsanto monopoliza el 90% de las semillas transgénicas vendidas en el mundo. MATHIEU ASSELIN

Anniston y Sauget son dos ejemplos de los efectos de la contaminación derivada de los policlorobifenilos (PCB) y cuya producción está prohibida desde 1977. Los PCB son bioacumulativos provocando el depósito de sustancias químicas en los seres vivos y se transmite por la cadena alimentaria. También son un agente teratógeno por lo que afecta al desarrollo embrionario dañando así el feto y provocando malformaciones, problemas hormonales y endocrinos. Miles de toneladas de PCB fueron a parar a la atmósfera, a los acuíferos y a los vertederos en los alrededores de estos municipios. Monsanto conocía de los peligros del componente desde 1937 pero no hizo nada para proteger a la población local.

Las laxas regulaciones medioambientales en Estados Unidos han favorecido a la multinacional que durante décadas ha alargado los procesos judiciales para normalizar la compensación económica para sus demandantes. “Las cantidades forman parte del presupuesto de Monsanto a la que le sale más económico dar ese dinero que asegurarse de que no se comentan todos estos crímenes”, dice Asselin.

Monsanto: una investigación fotográfica desgrana la evasión de responsabilidades medioambientales y humanas de la multinacional y presenta las devastadoras consecuencias de sus operaciones. El trabajo de Asselin es, además, una denuncia que esconde enfado y frustración. “La mayoría de los afectados quieren que sus derechos se reconozcan y que Monsanto asuma los hechos”.

“LIFE IS CHEMICAL”

El libro cuenta con un apartado que recoge las distintas campañas publicitarias de Monsanto de finales de la década de 1970. Eslóganes como “Los químicos te ayudan a comer mejor” o “Sin químicos, la vida sería imposible” favorecieron la maniobra de desinformación de una compañía cuyo lobby está tan ocupado como su bufete de abogados.

Para Asselin, la población civil reacciona ante lo drástico pero el cambio se produce de manera pausada. La educación, propone, es el objetivo a largo plazo mientras expresa algo tan sencillo como difícil de llevar a la práctica de forma inminente: “Si la gente para de comprar productos que tengan químicos, Bayer, Syngenta, Dow y Monsanto se van a la mierda. Lo que pasa es que este sistema está sostenido por los gobiernos que promueve este tipo de agricultura química”.

Monsanto cuenta con una firme relación con el gobierno estadounidense y en especial con la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA en sus siglas en inglés). Es el hermanamiento de la política y el dinero que, como explica el fotógrafo, favorece la creación de leyes moldeadas para encajar los intereses de estas empresas. “En muchos casos, sobre todo en los EE UU, son estas multinacionales las que escriben las leyes”.

La sociedad civil ejerce presión de manera conjunta. El individualismo, dice Asselin, es muy conveniente para el sistema capitalista. Por ello trabajos como Monsanto: una investigación fotográfica dan la oportunidad para encarar los desafíos sobre derechos humanos, salud pública, seguridad alimentaria o sostenibilidad a los que se enfrenta nuestro planeta a la vez que se exponen los intereses económicos de estas corporaciones. “La fotografía no va a cambiar el mundo. La gente lo cambia. La fotografía está para hacer reflexionar, pensar de una manera distinta y preguntar”.

 

Este material se comparte con autorización de El Salto

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