La estructura política que existe en México es un pastiche de corrupción en el que, con frecuencia, el gobierno es indistinguible de los infames carteles del narcotráfico. Algunos dirán que esto es sólo retórica. Pero espérense. ¿Se acuerdan de los 43 normalistas de Ayotzinapa que fueron desaparecidos en aquella masacre en Guerrero hace tres años? Piénsenlo.
Tal vez esto tuvo que ver con el surgimiento de figuras que llaman a desafiar al poder gobernante para que se escuchen las voces de los millones de personas que estaban ahí antes de la llegada de los españoles.
La mujer indígena conocida como ‘Marichuy’ está viajando por todas partes del país mientras se juntan las firmas necesarias para tener registro en las próximas elecciones presidenciales. Pero ella no se considera “candidata”, sino una vocera que promueve la organización indígena.
Nacida en una familia nahua con el nombre de María de Jesús Patricio Martínez, ella forma parte de una campaña que ha recibido un apoyo entusiasta de cientos de comunidades indígenas y de otras personas que buscan cambios profundos en la sociedad.
Cabe destacar que Marichuy tiene el respaldo del influyente movimiento de liberación Zapatista y de los grupos indígenas que trabajan con él.
Cuando Marichuy visitó a las comunidades autónomas zapatista en Chiapas en octubre, miles de compañeras y compañeros la recibieron con gozo, en pleno respaldo a la campaña para irrumpir en las elecciones presidenciales de 2018.
Marichuy es vocera del Concejo Indígena de Gobierno, el cual representa más de 50 pueblos indígenas en 17 estados; varios de sus integrantes la acompañan en su gira.
Tal vez esta no-candidata que surge de los pueblos originarios de tierras sureñas es justamente lo que México necesita.
Desde la nación encarcelada soy Mumia Abu-Jama