Marcha contra Trump y el complejo llamado a la unidad

Ivonne Acuña Murillo / IBERO

El llamado unir fuerzas contra el mandatario estadounidense se ha visto rodeado de múltiples dudas y resistencias: especialista IBERO

A pocos días de que Donald Trump tomó posesión como presidente de los Estados Unidos y como resultado de sus políticas hacia México, la construcción del muro, sus ataques al tratado de libre comercio, la deportación de migrantes indocumentados, sus tuits matutinos, sus amenazas, burlas y amagues, un tema se ha colocado con fuerza en el espacio público, el “llamado a la unidad”.

El emplazamiento se ha hecho primero desde el gobierno federal; después, desde los partidos políticos, los medios de comunicación y la sociedad civil. En todas las mesas de debate se ha discutido la necesidad de presentar un frente unido ante los ataques de Trump.

Para algunos, la unidad debe darse en torno al gobierno federal, especialmente en apoyo a Enrique Peña Nieto; al secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray Caso; y al secretario de Economía, Ildefonso Guajardo Villarreal, quienes han iniciado pláticas con la administración estadounidense.

Para otros, la unidad debe venir de la sociedad civil, quien debe mostrar a Trump un país unido a pesar de su propio gobierno. Esto es, que no se debe dar al gobierno de Peña una carta en blanco para que negocie lo que quiera con la nueva administración estadunidense, pero si mostrar unión ante su mandatario.

Se ha cuestionado también el para quién, el porqué y el para qué de la unidad. El debate se ha centrado en asumir que la unidad no debe ser tabla rasa de todo aquello que diferencia a unos mexicanos y mexicanas de otros, de las diferencias políticas, de clase, ideológicas, pero sobre todo de la enorme desigualdad social que divide al país. Es decir, unirnos no supone olvidar todos los pendientes.

En este sentido, hay quien argumenta que el llamado a la unidad no debe servir para hacer a un lado los reclamos hechos a la presente administración respecto de la enorme corrupción política, de la violencia, la inseguridad, la falta de resultados, los posibles acuerdos en secreto con el mismo Trump, los intereses de Peña o sus secretarios a la hora de negociar, etcétera.

Como puede observarse, el llamado a la unidad se ha visto rodeado de múltiples dudas y resistencias, pero también de intenciones de aprovechar el momento y, como se dice, llevar agua al molino propio. Es el caso del mismo gobierno federal y su partido, que han visto en los ataques de Trump la oportunidad perfecta para reposicionar la figura presidencial y remontar sus bajos niveles de aprobación, en particular a unos meses de que se disputen tres gubernaturas que se han mantenido bajo el control del PRI: el Estado de México, Coahuila y Nayarit. Igualmente, la intención de conocida televisora y sus principales intelectuales, quienes trataron de convertirse en los promoventes de dicho proceso, convocando a una gran marcha nacional.

En este contexto, tuvieron lugar dos marchas descritas como ciudadanas, el domingo 12 de febrero. Una, “Vibra México”, Marcha Ciudadana por el Respeto a México, convocada por 69 diversas organizaciones de la sociedad civil, universidades, institutos, grupos, etcétera, con el objetivo de defender a México, anteponer los intereses nacionales, exigir al gobierno federal que informe permanentemente sobre el avance en las negociaciones con Trump, el combate a la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad y las violaciones a los derechos humanos.

Con estos propósitos las y los convocantes a esta marcha dejaron claro que no se trataba de una marcha pro Peña, aunque algunos consideraron la necesidad de apoyar al gobierno en sus negociaciones con el vecino del norte. Se dijo, asimismo, que no promoverían los ataques a Peña, pero que tampoco habría línea para lo que cada grupo convocante quisiera manifestar.

Una vez que se hubo promovido suficientemente esta marcha, una más hizo su aparición, “Mexicanos Unidos”. En esta ocasión con Isabel Miranda de Wallace, la presidenta de Alto al Secuestro, a la cabeza. De inmediato se reavivó el debate, nuevas dudas se sumaron a la discusión pública. ¿Por qué Miranda convocaba en la misma fecha que «Vibra México»? Si el objetivo era la unidad, ¿por qué esta activista no simplemente respondió a la convocatoria ya hecha y se sumó a la marcha convocada a las 12 del día en el Auditorio Nacional? ¿Por qué esta segunda marcha pretendía partir del punto de llegada de la primera, el Ángel de la Independencia, a la misma hora en que arribara ésta, para de ahí dirigirse al Zócalo?

Ante las críticas, Miranda de Wallace afirmó, en entrevistas a medios de comunicación, que su intención de ninguna manera era boicotear la primera marcha, sino continuarla y apoyarla en número para que Trump viera que mucha gente en el país rechaza sus agresiones, de ahí la idea de salir al Zócalo, desde el punto de llegada de «Vibra México», pues, según dijo, a ambas marchas las unía el mismo objetivo. Sin embargo, aclaró, que su movilización no sería en contra del presidente Peña, sino de apoyo a su gobierno y sus acciones frente al gobierno de los Estados Unidos.

Esta última declaración resolvió las dudas en torno al objetivo principal y oculto de esta segunda marcha, en opinión de quien esto escribe. Al buen entendedor pocas palabras: el propósito central de esta movilización no era mostrar un frente unido en torno a las agresiones de Trump, sino contrarrestar los reclamos ciudadanos que durante la primera marcha pudieran presentarse en contra de Peña Nieto, la corrupción, los gasolinazos, la violencia, la inseguridad, la falta de resultados, ante el temor fundado de que en las pancartas y consignas reapareciera el “fuera Peña”.

¿Para quién trabaja Isabel Miranda? Es una pregunta ya respondida, de ahí la molestia que su convocatoria causó. En la mesa de debate denominada “Tertulia política”, que se lleva a cabo todos los jueves, pasadas las 9 de la mañana, en el programa Enfoque Noticias, primera emisión, dirigido por Leonardo Curzio, uno de los contertulios, Ricardo Raphael, se refirió a Miranda como “Wallace la útil”, haciendo referencia a sus acciones en favor, primero del gobierno de Calderón, y luego del de Peña, razón por la cual su organización Alto al secuestro, recibe fondos públicos, a decir del mismo experto.

Apoyando esta postura, el sitio de Internet La Silla Rota publicó un artículo titulado ¿A quién obedece Isabel Miranda de Wallace?, el 2 de mayo de 2016, donde su autor, Roberto Rock L., hace referencia a personajes como Javier Sicilia, Alejandro Martí, Emilio Álvarez Icaza, a quien Miranda ha buscado desacreditar para restar legitimidad a sus reclamos al gobierno federal, por violaciones a los derechos humanos, a decir del mismo Rock. El autor comenta igualmente sobre sus nexos con asesores y ex funcionarios de las administraciones citadas y su trabajo en favor de éstas.

La conclusión de este artículo, Miranda de Wallace y su organización no velan por los derechos de mexicanos y mexicanas que han enfrentado este terrible mal, sino por los intereses del gobierno federal sirviendo de contrapeso a los reclamos y acusaciones de que es objeto, bajo la cara de un supuesto compromiso social y la popularidad y altura moral que le dio la búsqueda de su propio hijo, Hugo Alberto Wallace, quien fue secuestrado y asesinado.

En este contexto y dado lo reiterado de las críticas, Miranda acordó con «Vibra México» unirse a su marcha. El contingente de ella saldría del Hemiciclo a Juárez a la misma hora que la primera marcha lo haría del Auditorio, para después confluir en el Ángel, a las 14:00 horas, para cantar el Himno Nacional.

Sin embargo, Miranda de Wallace llegó a las cercanías del Ángel a la 13:30 horas y después de rodear el monumento y colocarse, pues la policía capitalina le impidió acercase desde el punto donde había llegado, comenzó a cantar el Himno junto con el grupo de «Mexicanos Unidos» sin esperar el arribo del contingente de «Vibra México». Lo anterior desconcertó a mucha de la gente ahí reunida que pensó que el evento había terminado y comenzaron a retirarse. Lo que ocurrió después es explicable.

La gente que ya se encontraba en el Ángel cuando Isabel Miranda llegó y después de oírla cantar el Himno comenzaron a gritarle “asesina”, “vendida” y “corrupta”, por lo que ella y su equipo cercano salieron corriendo, se refugiaron en un negocio para luego salir por la puerta de atrás.  

El relato anterior y todas sus aristas no son un ejemplo simple que luego podrá ser agregado al anecdotario, sino una muestra de lo complejo que resulta, en un país convulsionado por sus problemas internos, hacer un llamado a la unidad.

Con excepción de los hechos aquí narrados y los datos proporcionados por otros expertos, lo dicho aquí es opinión de quien esto escribe.

La Doctora Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

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