Mantener el timón en medio de tormentas y colapsos
Vivimos en un mundo de tormentas sistémicas y de colapsos sociales, agravados y acelerados durante la pandemia de coronavirus. No sólo es un escenario nuevo para las fuerzas antisistémicas, que no tenemos experiencia reciente en este tipo de coyunturas, sino que también el conjunto de crisis y caos en los que vivimos hace mucho más difícil mantener el norte, guiar el timón de nuestras resistencias sin perder los objetivos de largo plazo.
Atravesamos un hondo caos geopolítico, con grandes riesgos de guerra entre potencias nucleares, ya sea entre Estados Unidos y Rusia o entre Estados Unidos y China. Los conflictos explosivos se acumulan. La OTAN está dispuesta a instalar armas en Ucrania, capaces de alcanzar Moscú en apenas cinco minutos. Rusia está dispuesta a impedirlo, aún al precio de invadir su ex república soviética.
La tensión entre China y Taiwán, azuzada por Estados Unidos, Japón, Australia, Gran Bretaña y buena parte de la Unión Europea, puede desencadenar un conflicto de grandes dimensiones. No son pocas las naciones en pie de guerra. Los disturbios en Kazajistán enseñan que las potencias están dispuestas a intervenir para defender sus espacios geopolíticos, como sucede con el despliegue militar ruso en el país asiático.
La guerra que libra Turquía contra el pueblo kurdo, la de Arabia Saudí en Yemen, por mencionar sólo dos puntos calientes, pueden desembocar en agresiones capaces de desestabilizar la región de Medio Oriente, que sigue siendo la más inflamable del planeta, donde están presentes todas las grandes potencias y aun las regionales, desde Irán e Israel, hasta Arabia Saudí y Turquía, cada una defendiendo intereses a expensas de las otras.
Mención aparte merece el agravamiento de las tensiones internas en Estados Unidos, que varios analistas consideran pueden desembocar en guerra civil, y la tendencia a la descomposición de la Unión Europea, que durante la “era Merkel” era un espacio mínimamente predecible.
Una reciente entrevista de Amy Goodman a Noam Chomsky, además de revelar su notable lucidez a los 93 años, asegura que Estados Unidos atraviesa “una enfermedad social, una ruptura del orden social y cultural, que es muy grave en el caso de la pandemia, pero, como quiero seguir insistiendo, mucho más grave en el caso de la destrucción del medio ambiente” (https://bit.ly/3fmpPHT).
Cuando se lo consulta sobre el crecimiento de las tendencias hacia el fascismo, el enorme peso del extremismo evangélico y anticientífico, y el probable retorno de Donald Trump a la presidencia, responde que se debe a la transferencia de riqueza del 90 por ciento más bajo de la población, es decir, la clase trabajadora y la clase media, hacia los más ricos, que se estima en 50 mil millones de dólares. “Deberíamos llamarlo robo”, concluye, que ha llevado a que la mayoría de la población sobreviva con los cheques de ayuda social del gobierno.
“Estos son signos de un colapso social masivo, que se manifiesta concretamente en el hecho de que la gente, literalmente, no tiene suficientes reservas financieras para afrontar una crisis. Y, por supuesto, es mucho peor cuando vas a comunidades realmente desfavorecidas. Por ejemplo, la riqueza familiar entre los negros es casi nada”, señala el lingüista.
La pandemia de desigualdad ha sido denunciada tantas veces que parece innecesario retornar a una guerra contra los pobres, que lleva ya 40 años. Menos evidente es la creciente dictadura de los medios. Que twitter haya bloqueado la cuenta del presidente de Estados Unidos, por más horrible que haya sido la gestión de Trump, revela la existencia de un poder fuera de control que día a día se ejerce con las personas comunes.
Para terminar con este breve repaso de desastres, debe mencionarse la crisis terminal de las izquierdas, la desaparición de un sector político que tuvo relevancia desde la revolución francesa, que dominó el panorama de los oprimidos durante dos siglos y que se ha evaporado, literalmente.
En este panorama de colapsos y pandemias, las fuerzas anti-sistémicas estamos sometidas a tremendos desafíos que, a menudo, sentimos nos superan. Entre ellos, la militarización y paramilitarización de nuestros entornos es quizá el más complejo. ¿Cómo mantener la firmeza sin caer en tentaciones geopolíticas, estatistas o de alianzas que, a la larga, impiden avanzar en la liberación de los pueblos?
Primero, no sabemos.
Segundo, mantener el timón orientado hacia la autonomía y el autogobierno colectivos es un buen principio.
Tercero, fortalecer la organización, mejorar las autodefensas y mantener la diversidad interna con alta participación de mujeres y jóvenes pueden contribuir a sostener la vida en medio de las ofensivas de muerte.
Raúl Zibechi
Periodista y educador popular; acompañante de las luchas de los pueblos de Amércia Latina.
Admirable coherencia y compromiso demostrando que es posible construir un sistema relacional con principios saludables, solidarios y de autonomía. Desarrollar y sostener un modelo contrahegemónico. 👏👏👏💪