¿Te acuerdas de cuando vimos los Juegos del Hambre? El cuento es el mismo. Desde hacía décadas, el gobierno francés quiso construir un aeropuerto en unas tierras agrícolas, pero sin preguntar a unos habitantes que nunca estuvieron de acuerdo. Se hizo la típica campaña espectacular para convencer a la población, pero ésta se organizó en un movimiento tan diverso como determinado que ha empleado felizmente todas las formas de resistencia, legales e ilegales. Ya en 2012 hubo un intento de desalojo, la Operación César, al que los vecinos respondieron con marchas, piedras, sentadas y barricadas de tractores. Un mes de enfrentamientos obligaron a la policía a retirarse, dejando paso a la reocupación del terreno y al cultivo de una nueva comunidad fundada en esa revuelta. Después de años de vacilaciones, el gobierno ha tenido que capitular y retirar el proyecto de construcción del aeropuerto. El Distrito 12 venció al Capitolio ganándole a su propio juego. Un todopoderoso presidente Snow claudicando ante una panda de campesinos sacados de Astérix y Obélix.
Ahí poseer propiedades no es fuente de orgullo ni reconocimiento, lo que se valora son los vínculos, la confianza y el compromiso
Durante estos años de resistencia, en estas mil y pico hectáreas de campo centenares de agricultores, sindicalistas, naturalistas y jóvenes han construido una comuna fuera de la ley. Ahí poseer propiedades no es fuente de orgullo ni reconocimiento, lo que se valora son los vínculos, la confianza y el compromiso. Ahí no hay ni centros comerciales ni títulos académicos, sino huertos, talleres, panaderías, molinos, ganado y aprendizaje de saberes. La gente no quiere gobernar, sólo habitar el territorio, más allá de los planes del management empresarial. Y por lo que sé, creo que nunca he conocido lugar más bello, porque ahí se repuebla el mundo.
Pero aquí el presidente es Macron: un apuesto hombre de negocios al que han dejado en ridículo. Ante esa humillación está sediento de venganza, e igual que en la peli ha decidido arrasar con el distrito que se atrevió a desafiar al imperio. La semana pasada desalojó violentamente algunas cabañas en el centro y el este del territorio, hiriendo centenares de personas a base de palizas, botes de gas y granadas de cerco. Pero con el mismo cinismo de Snow, propone negociar a los proyectos agrícolas dispuestos a regularizarse. La vieja estratagema del palo y la zanahoria. Intentan separar a los buenos ocupantes de los malos, salvo que en el boscaje esas categorías no existen, porque todos saben que la línea del frente está en la vida misma. Como en los contratos inmobiliarios, pretenden negociar con individuos aislados, pero el movimiento sólo está dispuesto a dialogar como un todo, y ésa es su fuerza principal. Porque saben que sólo juntos se puede vencer al imperio romano.
Los ferroviarios, que empezaron hace dos semanas una huelga intermitente, se han solidarizado con éstos fletando trenes gratuitos para desplazar a miles de jóvenes precarios hasta ahí
Pero madre, el viernes el presidente anunció un paro provisional de la operación, cumpliendo la prometida “evacuación parcial y selectiva de los elementos radicales”. Apaciguar la zona, ponernos el cuchillo en el cuello, pero también calmar la reacción que podría haber suscitado un desalojo total. Macron quiere mostrar mano dura ahora que los grandes líderes vuelven a estar de moda. Quiere ser como Putin, Erdogan o Trump, encarnando el azote neoliberal en un país que es el ejemplo planetario del estado del bienestar desde el fin de la Guerra Fría. Por eso, esta primavera pretende reformar el estatuto de los trabajadores del tren, la selección universitaria, y desalojar a los zadistas en un único golpe de efecto. Pero los estudiantes llevan un mes de huelga con las facultades ocupadas, y este sábado llamaron a una mani nacional en Montpellier para unir fuerzas y sacudirse el polvo. Los ferroviarios, que empezaron hace dos semanas una huelga intermitente, se han solidarizado con éstos fletando trenes gratuitos para desplazar a miles de jóvenes precarios hasta ahí. El sábado miles de personas salieron a las calles en solidaridad con la ZAD, a conciencia de que no se está desalojando una casa, sino más bien destruyendo una forma de vida. Ayer mismo, miles de personas acudieron a la ZAD pese a los cordones policiales y comenzaron la reconstrucción y reapropiación de diversos lugares.
La ofensiva del gobierno ataca como un relámpago en distintos puntos a la vez, esperando sorprender a una población confundida, incapaz de abarcar todos los frentes. Nunca antes se había visto una policía tan chunga como éste sábado. Su estrategia contra-insurgente apuesta por llevar el umbral de violencia más allá de lo soportable. Traumatizarnos, paralizar toda organización posible. Pero esa simultaneidad puede volverse en su contra en cruces tan inesperados como explosivos: véase a la enfermera jubilada curando a manifestantes heridos, estudiantes abriendo peajes o currelas ferroviarios fletando trenes para ir a Nantes el domingo. En una guerra asimétrica, cuando el enemigo es superior en efectivos y medios, atacar a sus infraestructuras, en sus bordes, es infinitamente más efectivo que buscar la confrontación directa. Y contar con ese distrito 13 que aguarda en la sombra, cargado de munición, el momento preciso para desplegar su potencia.
Generalizar el bloqueo y el sabotaje por todo el país
Katniss Everdeen fue por todo Panem animando a sus habitantes a rebelarse: no en una convergencia de luchas bajo un mismo mandato como soñaba la estalinista Alma Coin, sino contando con la autonomía de los focos de lucha para conectarse entre sí. En ellos albergan los deseos de liarla parda. El Sinsajo supo desplegar un arte de la conversación entre mundos, organizando la ofensiva por lo sensible, con percepciones y no discursos. La victoria dependerá de esa capacidad de contagio y circulación. Y de generalizar el bloqueo y el sabotaje por todo el país.
Madre, espero que me entiendas. Estoy preparando los pertrechos con los colegas: linternas, tiendas, cascos, botas goretex, guantes, chaqueta de cuero, máscaras antigas y gafas balísticas. La gasolina ya la pillaremos por el camino. Lo básico para protegernos de las agresiones de un ejército dispuesto a cualquier cosa. Algo me dice que tengo que ir. Es la decisión justa. Nunca se está suficientemente preparado, pero tenemos que ser audaces en esta gigantesca cárcel que es Europa. ¿Que por qué ir a pelear a la ZAD? Porque quiero aprender, porque te amo a ti y a mis amigos, y porque hay que tomar partido en el desierto de esta época.
¿MADRE, POR QUÉ NO TE VIENES?
OS ESPERAMOS EN LA ZAD.
AGUARDAMOS VUESTRA LLEGADA.
P.D. Empezamos la sección “Crónicas Partisanas” del Sobresalto. En la medida de lo posible iremos publicando crónicas de lo que nos llegue de la ZAD. Estad atentas.
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