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Macron amenaza con una expulsión selectiva de la zona ocupada contra el aeropuerto de Nantes

Enric Bonet

Foto: Notre-Dame-des-Landes. Foto: Joëlle Ronnet-Nicolle

La “carretera de los obstáculos” fue durante casi una década el espacio más emblemático de la zona a defender (ZAD) de Notre-Dame-des-Landes, en el noroeste de Francia. Los neumáticos, bloques de piedra y otros obstáculos a la circulación simbolizaban la resistencia de cientos de militantes ecologistas en contra del aeropuerto de Nantes. Dos meses después de que el Gobierno de Emmanuel Macron renunciara a construir este proyecto aeroportuario, esta carretera ha sido limpiada y parece una vía local cualquiera. Pero con una peculiaridad: una cincuentena de policías custodia su acceso y obliga a identificarse a los que circulan por ella, lo que refleja el cerco al que están sometidos ahora los habitantes de la ZAD de Notre-Dame-des-Landes.

Desde el pasado 1 de abril, prácticamente todos los habitantes de la ZAD pueden ser expulsados de las 1.600 hectáreas de bosques y campos ocupados en esta pequeña localidad al norte de Nantes, cuya propiedad pertenece al Estado. Ese día concluyó la tregua invernal establecida a mediados de enero por el primer ministro francés, Édouard Philippe, tras haber anunciado el abandono del proyecto del aeropuerto.

Después haber cedido ante las reivindicaciones de los opositores al aeropuerto, Macron quiere hacer una demostración de fuerza llevando a cabo “expulsiones selectivas” en la ZAD

Según el diario Le Monde, unos 2.500 gendarmes serán desplazados para penetrar en la zona ocupada a partir del próximo lunes 9 de abril. Después haber cedido ante las reivindicaciones de los opositores al aeropuerto, Macron quiere hacer una demostración de fuerza llevando a cabo “expulsiones selectivas” en la ZAD, constituida en 2009.
“Para el Gobierno, haber renunciado a la construcción del aeropuerto es un síntoma de debilidad. Ahora quiere reconstruir su relato mediático llevando a cabo algunas expulsiones y transmitiendo así la imagen del restablecimiento del orden”, asegura Benoît (pseudónimo), un histórico habitante de la ZAD, que acogió a este periodista de El Salto en una gran cabaña de madera, dotada de internet y de electricidad proporcionada por un aerogenerador. Bautizada los “Sin Nombre”, viven en ella de manera colectiva una decena de personas. De los 300 habitantes de la ZAD, repartidos en una setentena de cabañas de madera, caravanas o granjas rehabilitadas, “ahora casi todos somos considerados como residentes ilegales”, denuncia Benoît, originario de Nantes y que forma parte del colectivo de prensa.

Después de que la Administración gala arrastrara durante décadas el dossier del aeropuerto de Nantes, Macron renunció a construirlo por la obsolescencia de un proyecto ideado en los años setenta. Sin embargo, el Gobierno francés mantiene desde mediados de marzo unas tensas negociaciones sobre el futuro de las tierras de la ZAD. El deseo de las autoridades y de los grandes sindicatos de campesinos de que se erijan en explotaciones agrícolas convencionales choca con la voluntad de los “zadistas” de preservarlas como un espacio de experimentación social, focalizado en los pequeños cultivos. “Es muy difícil mantener un diálogo sereno cuando nos amenazan con expulsarnos”, lamenta Benoît.

Durante un desplazamiento a Nantes a finales de marzo para reunirse con una delegación de opositores al aeropuerto, Sébastien Lecornu, el secretario de Estado adjunto al Ministerio de la Transición Ecológica, ratificó la voluntad del Ejecutivo centrista de “restablecer el estado de derecho”. Es decir, expulsar “un centenar” de habitantes de la ZAD, calificados de “militantes de ultraizquierda, con un comportamiento violento y contrario a la República”. La prefecta (delegada del Gobierno) en la región del Pays de la Loire, Nicole Klein, ha aprobado una serie de decretos prohibiendo el transporte en Notre-Dame-des-Landes de combustible, petardos, productos inflamables y armas de caza.

El secretario de Estado Sébastien Lecornu ratificó la voluntad del Ejecutivo de “restablecer el estado de derecho”, es decir, expulsar “un centenar” de habitantes de la ZAD, calificados de “militantes de ultraizquierda, con un comportamiento violento y contrario a la República”

De hecho, las autoridades francesas ya evacuaron a finales de febrero otra ZAD en Bure, nordeste de Francia. Allí desplazaron 500 gendarmes para desalojar una quincena de militantes ecologistas que ocupaba un bosque en esta localidad para evitar la construcción de un cementerio de residuos radioactivos. Esta intervención policial, muy mediatizada, reflejó el temor del Gobierno de Macron de que siente precedente el triunfo histórico de los ocupantes de Notre-Dame-des-Landes —para muchos militantes ecologistas representó la primera victoria política de sus vidas—. En Francia hay una decena de ZAD, territorios ocupados permanentemente para evitar la realización de proyectos agresivos con el medio ambiente.

USO DE TODAS LAS FORMAS LEGÍTIMAS DE RESISTENCIA

Cerca de 30.000 personas (8.500 según las autoridades), procedentes de todos los rincones de Francia, se manifestaron el 13 de febrero en Notre-Dame-des-Landes para celebrar el abandono de la construcción del aeropuerto. El pasado 31 de marzo fueron unas 600 personas las que se concentraron en Nantes en contra de la expulsión de los habitantes de la ZAD. Tras casi una década de una lucha muy mediatizada en Francia, los ocupantes de Notre-Dame-des-Landes se han erigido en un símbolo del ecologismo francés, lo que dificulta aún más su eventual evacuación durante las próximas semanas, probablemente delicadas para el Gobierno de Macron ante la reactivación de las protestas en Francia, con la huelga ferroviaria y el movimiento de ocupaciones en las universidades.

Además, el sindicato de abogados de Francia ha denunciado “la ilegalidad” que representaría un desalojo de la zona ocupada en Notre-Dame-des-Landes. “Mientras los ocupantes no reciban ninguna orden de expulsión dictada por un juez, los habitantes de la ZAD no nos parecen expulsables”, ha asegurada un colectivo de abogados de París, Nantes y Rouen. Estos han presentado un recurso en el tribunal administrativo de Nantes para forzar a la Administración a hacer públicos los documentos que autorizarían los procedimientos de expulsión.
“Si las autoridades intentan echarnos, recurriremos a todas las formas de resistencia legítimas”, defiende Benoît. “Pediremos a la gente que forme escudos humanos, que suba encima de los árboles o de las casas para evitar su destrucción”. ¿Una resistencia exclusivamente no violenta? ¿O también contemplan el uso de la fuerza física? “No queremos entrar en las consignas que consisten en distinguir entre acciones violentas o no violentas”, reconoce Benoît, quien se pregunta: “¿Entrar en un campo ocupado y destruir una casa de madera con una excavadora es violencia?”.

“Nos oponemos a la división del trabajo clásica del capitalismo y defendemos otra manera de vivir, con una visión más solidaria de la agricultura”, explica Benoît

Ante un eventual intento de expulsión, los zadistas evocan la resistencia titánica con la que se opusieron a un intento de desalojo en 2012. Con la denominada Operación César, el Gobierno de Nicolas Sarkozy envió a centenares de gendarmes y recurrió a la brutalidad policial para evacuar la zona. Pero la sucesión de múltiples formas de resistencia y la llegada de nuevos ocupantes frustraron este intento. “Invitamos a la gente a que se instale en la ZAD de manera provisional durante esta semana”, afirma Benoît, quien se instaló de manera definitiva en la zona ocupada en 2012 después de la Operación César. Él se vanagloria ahora de la decepción del Gobierno “porque casi nadie se ha ido tras la renuncia a construir el aeropuerto”.

AMENAZADO UN ESPACIO DE EXPERIMENTACIÓN SOCIAL

“¿Cómo vamos a resistir ante una intervención policial? De esta forma”, afirma lacónico Hartzea Arana, mientras muestra las obras de una casa de madera. Este activista del País Vasco está construyendo en uno los prados de la ZAD una gran cabaña, bautizada La Ambazada, que servirá como lugar de acogida para otros militantes extranjeros. Junto con otros compañeros del colectivo vasco Amankomuna, se desplazaron el 24 de marzo a Notre-Dame-des-Landes para avanzar en este proyecto y ayudar a los habitantes a resistir ante un posible desalojo. “Aquí hemos descubierto un gran territorio ocupado que funciona a través de la autoorganización”, reconoce Arana, quien recuerda que “no hace falta ir a Chiapas para descubrir colectivos que intentan liberarse de la autoridad del Estado”.

Una vez la Administración francesa renunció al aeropuerto, la finalidad de la ocupación reside en preservar el espacio de experimentación social construido durante casi una década en la ZAD. Se trata de un ensayo de utopía de lo real, regido por una democracia asamblearia e inspirado en el ecologismo y las teorías del decrecimiento. “Nos oponemos a la división del trabajo clásica del capitalismo y defendemos otra manera de vivir, con una visión más solidaria de la agricultura”, explica Benoît.

Descrita como una agricultura comunista y ecológica, el modelo agrícola de la ZAD compagina pequeños terrenos que pueden ser cultivados por unas pocas personas u otros de más extensión labrados de manera colectiva. Los cereales, verduras o frutas obtenidos se destinan sobre todo al autoconsumo. Pero también utilizan los excedentes para ofrecer banquetes gratuitos a colectivos, como los refugiados que buscan cobijo en Nantes o los movimientos en contra de la reforma laboral de 2016. También han creado una cooperativa para compartir las herramientas agrícolas y un grupo de gestión colectiva de los espacios boscosos.

Una biblioteca, una panadería, una escuela para enseñar a construir, la redacción de un semanario… Es casi terminable la lista de actividades que realizan los habitantes de la ZAD. Y ahora preparan la puesta en marcha de una tienda de comestibles solidaria. Un proyecto que sólo verá a la luz en el caso de que resistan ante una posible expulsión por las autoridades francesas.

 

Este material se comparte con autorización de El Salto

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