Es, fue y sigue siendo por su obra uno de los grandes maestros que ayudó a redefinir la filosofía y su labor en el siglo XXI. Con su conciencia integradora, Luis Villoro Toranzo (1922-2014) acercó la teoría y la praxis, fue mediador entre poderes y realidades y es parte de esos universitarios que han puesto el nombre de la UNAM en los lugares más altos del mundo.
Así lo expuso, Guadalupe Valencia García, coordinadora de Humanidades, al encabezar la puesta en marcha del coloquio conmemorativo Luis Villoro a Cien Años de su Nacimiento, convocado por el Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF).
En un ambiente más festivo que solemne, ejercicio colectivo para rememorar su vida y el pensamiento que nos ha legado a través de una extensa obra teórica y también política y ética, que no sólo benefició a la academia, sino a la sociedad en general, Villoro, resaltó Guadalupe Valencia, trabajó dura y activamente en busca de la integración social, ética, justa y equitativa de esto que llamaba la paz con justicia y democracia.
“Tenía la convicción de que no podía haber una democracia moderna si no estaban todos los sectores sociales integrados de esa forma, como afirmó en una epístola dirigida al Subcomandante Marcos: la ética y la justicia han de estar en el centro de la vida social, no debe permitirse que políticos de todo el espectro ideológico las expulsen de ahí, y la conviertan en meras frases de discurso.”
Sobre esto, Valencia García recordó “el reconocimiento que le hicieron los pueblos indígenas a través de los zapatistas en 2015, en El Caracol de Oventic, Chiapas. Fue una prueba de que su labor trascendía el ámbito académico y él mismo se acercó a las comunidades con la firme convicción de que ‘los actos humanos cobran un nuevo sentido al integrarse a una comunidad y a través de esta a la humanidad’”.
Se comprometió con el cambio democrático de México, el fortalecimiento de la cultura y de la Universidad”
Actividad disruptiva
Juan Antonio Cruz Parcero, director del IIF, convocó desde el Auditorio Jorge Carpizo de la Coordinación de Humanidades a realizar un digno homenaje al filósofo, pensador universitario, militante, “no para convertir en dogma su pensamiento, sino para continuar dialogando con él”.
Hay que concebir, como él lo hizo, a la filosofía como una actividad disruptiva de la razón, y recordó: “Como lo mencionó alguna vez: la ética consiste en tomarse el mundo en serio, al igual que a los demás, pero no a uno mismo en serio; ésta es una condición, ética decía él”.
Filósofo, epistemólogo, político, teórico de la cultura, historiador, activista, multifacético universitario, agregó Cruz Parcero, nos ha dejado un enorme legado y ejemplo con su pensamiento, silencio y acción.
Investigador del IIF desde 1971, emérito desde 1989, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, es seguramente uno de los grandes pensadores, de los filósofos que se han dado en México. Se educó en Bélgica con los jesuitas y migró a nuestro país a causa de la Segunda Guerra Mundial.
“Fue aquí que el joven recién llegado a la hacienda familiar en San Luis Potosí se topó con la realidad de un México clasista y racista. Cuando un viejo indígena campesino lo trató como ‘patroncito’ y le besó la mano a aquel chamaco –según contó él mismo–, quizá esa impresión tan grande, ese agraviante suceso, diría él, fue lo que lo llevó a escribir en 1950 su libro Los grandes momentos del indigenismo en México.”
Su vida como filósofo e historiador y pensador, abundó Juan Antonio Cruz Parcero, estuvo siempre enfrentada a la dominación, asumió la filosofía como instrumento de liberación, como una forma de afirmar la racionalidad.
“Se requería de una filosofía rigurosa alejada de predicas y adoctrinamientos políticos, una filosofía crítica liberadora respecto a los sistemas de creencias que recibimos, como también a nivel político, donde se comprometió con el cambio democrático de México, el fortalecimiento de la cultura y de la Universidad”, concluyó.
El coloquio fue coordinado por los investigadores del IIF Aurelia Valero Pie y Guillermo Hurtado Pérez, como parte del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la Dirección de Asuntos del Personal Académico.
Publicado originalmente en Gaceta UNAM