Los otros zapatismos

Diana María Perea Romo

Compartimos la introducción al libro «Los otros zapatismos», coordinado por el abogado, investigador y escritor ñuu saavi (mixteco) Francisco López Bárcenas, que reúne quince textos que ofrecen «una redefinición colectiva del zapatismo y sus significados en distintos contextos».

INTRODUCCIÓN

En su revisión al ya clásico Zapata y la Revolución Mexicana, John Womack Jr (2017) escribió un sugerente prólogo donde citaba más de cincuenta trabajos surgidos tras la primera edición de su libro (1969) y que permiten ampliar nuestro entendimiento de la Revolución del Sur. Al tratarse de una tarea casi imposible, dicha lista no abarcaba la totalidad de lo escrito sobre el zapatismo, aunque dejaba establecidos los temas aún pendientes en la historiografía.1 En dicha revisión destacaba la mención al antropólogo Francisco Pineda Gómez a quien reconocía entre los autores que más le habían enseñado tras la publicación de su obra magna.

Si bien la pluma de John Womack es una de las más autorizadas, su escritura ha caminado junto a otros historiadores que han sentado las bases para el estudio de la Revolución zapatista, entre ellos: Arturo Warman, Arnaldo Córdova, Laura Espejel, Alicia Olivera, Salvador Rueda y otros más. En esta introducción no pretendo hacer una revisión exhaustiva como la realizada por Womack en 2017, sino situar la importancia y el lugar historiográfico que permite el surgimiento de la obra Otros zapatismos, que en principio surge como un homenaje póstumo a Francisco Pineda Gómez.

En décadas más recientes, se han escrito libros que analizan de manera más detallada momentos específicos del zapatismo. Un antecedente más cercano está en Felipe Arturo Ávila Espinosa: Los orígenes del zapatismo (2001) donde el autor se concentra en el surgimiento de una rebelión popular en el ocaso del régimen de Díaz, por efecto del fin de la seguridad campesina con la modernización productiva en el porfiriato, así como la coyuntura política que permitó el surgimiento del maderismo. A partir de su análisis, Ávila Espinosa delinea los momentos de la adhesión campesina al maderismo y el surgimiento del zapatismo como un movimiento independiente tras su rompimiento con Madero.

El esquema de análisis por las fases del zapatismo conduce la obra de Francisco Pineda Gómez, quien teje un recorrido fino y a tiempo lento en sus libros: La irrupción zapatista. 1911 (1997), La revolución del sur. 1912-1914 (2005), Ejército libertador.1915 (2013) y La guerra zapatista. 1916-1919 (2019). El paralelismo de La irrupción zapatista (1997) conla obra de Ávila Espinosa (2001) es innegable en cuanto a la atención puesta a la ruptura con Madero y la germinación de su independencia política tras la promulgación del Plan de Ayala. Para Pineda, 1911 es el año en que nace el zapatismo, es el momento de quiebre simbólico de una legitimidad de antiguo cuño y de autoemancipación de los pueblos a partir de la experiencia de la guerra.

En La revolución del sur. 1912-1914 (2005), Pineda estudia la etapa entre la promulgación del Plan de Ayala y el arribo del ejército zapatista a la ciudad de México, a finales de 1914. Examina el curso de la guerra en dichos años, la conformación de un numeroso ejército popular y pone atención al papel de la política, el discurso de los gobiernos maderista y huertista, la serie de disposiciones legales que criminalizaban a los rebeldes, así como los prejuicios raciales que sustentaron la lucha contra el zapatismo. Elementos que contrasta con la voz de los actores, que rescata en los archivos, memorias y testimonios de historia oral recopilados en los proyectos de Laura Espejel, Alicia Olivera, Salvador Rueda, donde él también participó.

En Ejército libertador.1915 (2013) la revisión de estos y otros archivos como los documentos internos del Ejército Libertador, compuestos por: cartas, telegramas, relaciones, circulares, decretos y manifiestos se vuelven fundamentales. A partir de la derrota del huertismo y la ocupación de la Ciudad de México, la posibilidad de una alianza con las tropas del Norte se vuelve tan fundamental como la serie de códigos y disposiciones que debían regir a los hombres y mujeres de los territorios conquistados por el zapatismo. En 1915 Pineda estudia todas las aristas de un año que marcó el vuelco decisivo en la lucha zapatista: la pérdida de la Ciudad de México, la disolución y el repliegue de la División del Norte encabezada por Villa y el reconocimiento norteamericano al gobierno de Carranza.

Poco antes de que la muerte lo alcanzara, Francisco Pineda pudo concluir el último libro de esta tetralogía: La guerra zapatista. 1916-1919 (2019), donde abordó uno de los momentos más cruentos de la lucha armada: el repliegue de las tropas del ejército libertador a Morelos para sufrir las consecuencias de una cruenta guerra civil. En 1916 las tropas carrancistas invadieron Morelos destruyendo y saqueando lo que encontraban a su paso. En este momento de quiebre del poder central del zapatismo, Pineda hace una pausa para reflexionar sobre las posibilidades de su estudio en las regiones y lo que él denominó “la periferia más lejana” correspondiente a Veracruz, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo y partes del Estado de México, el entonces Distrito Federal y Guerrero, que quedó aislada tras la derrota del ejército en 1915.

Estas reflexiones sobre el curso de la guerra y la atomización de las fuerzas zapatistas hacían eco de una tendencia historiográfica innegable en cuanto a los estudios del zapatismo, por el reconocimiento de la diversidad del fenómeno y las posibilidades para su análisis. En el conjunto de su obra, Pineda puso el acento sobre aspectos socioculturales, territoriales y étnicos de la lucha simbólica y la guerra campesina que sirven como inspiración a los autores de Otros zapatismos, una obra-homenaje al legado de quien enriqueció la historia del zapatismo desde su mirada antropológica.2

Este libronace de un diálogo académico y personal con la obra de Pineda Gómez. Es un aporte respecto a estudios precedentes como los ya mencionados y un afortunado diálogo con la historiografía de corte antropológico y cultural que presta atención a “la cultura, la familia y la vida diaria de los campesinos para explicar las relaciones entre éstos y el Estado” (Barrón, 2004, 31).

El mejor homenaje al autor radica en rebasar sus expectativas, resignificar lo ya estudiado y adelantar nuevas rutas de trabajo. En Otros zapatismos hay una redefinición colectiva del zapatismo y sus significados en distintos contextos. En este trabajo la zona zapatista se extiende desde la región mayo-yoreme en el noroeste mexicano a la península de Yucatán. El zapatismo se teje en las relaciones ideológicas, adhesión al Plan de Ayala y alianzas estratégicas con el ejército libertador. Es una forma de memoria colectiva, bandera de lucha campesina, un grito de justicia por la restitución de tierras y solución a agravios centenarios que se extiende a inspita a otras rebeliones regionales. Al mismo tiempo es un grito antimaderista o una forma de lucha anticonstitucionalista, un movimiento de defensa de la matria; incluso sirve como estandarte de grupos contrarrevolucionarios; en otros casos es un grito salvaje que los grupos conservadores no dudan en descalificar.

Otros zapatismos se delinean en este libro integrado por quince escritos extraordinarios. La obra inicia con: “¿Por qué los otros zapatismos?”, donde Itzam Pineda comparte algunas reflexiones. Desde la lectura y los recuerdos personales en torno al trabajo de su padre, recrea el recorrido de más de treinta años “que lo llevó por los caminos de la historia en la búsqueda de sentido”. Como nos cuenta Itzam, él encontró acervos que le permitieron conocer la voz de las mujeres y hombres que protagonizaron esta lucha, los cuales le maravillaron desde el inicio y permitieron construir una nueva historia.

Francisco Pineda consagró sus esfuerzos a destacar la participación de los pueblos en la guerra, sus formas de organización y creatividad militar. Rescató la vida cotidiana en medio de la lucha y aspectos como el racismo que motivó la guerra de exterminio contra los pueblos. Otros zapatismos surgen de aquello que motivó los afanes de investigación y escritura de Francisco Pineda. A contrapelo de la historiografía oficial, el legado de Pineda es un llamado de reconstrucción de la memoria “desde nuestros pueblos y nuestras voces”.

En la misma tónica “Otros zapatismos. Pancho Pineda, In memoriam” de Diego Priteto Hernández es un emotivo recorrido por los años de juventud, los ideales y la amistad con Pineda. Es un testimonio de la admiración compartida por la experiencia socialista chilena en la decada de 1970, sus convicciones marxistas y posturas en apoyo a la clase obrera. Para Diego Prieto el pensar en los Otros zapatismos implica hacer una historia de las conexiones intelectuales entre el movimiento obrero y el zapatismo, un análisis de sus similitudes y diferencias centrales como aquellas en torno al ferviente catolicismo zapatista en oposición al jacobinismo obrero.

Otro aspecto fundamental donde Pineda se diferencia de la corriente marxista es al ampliar su concepción del zapatismo, de un moviento campesino (de acuerdo al paradigma de lucha de clases) a uno de carácter indígena. Este desplazamiento por supuesto implicaba atender la dimensión étnica y simbólica del movimiento. Diego Prieto sabe leer la intención de Pineda, por rescatar la perspectiva indígena del zapatismo, así como los zapatismos históricos en las regiones indígenas como la mixteca oaxaqueña. De ahí surgen los Otros zapatismos, los de otras regiones, como el norte o el noroeste que también se rescata en este libro.

Como lo indica en el título de su escrito “El zapatismo como memoria en los pueblos surianos y sus prácticas culturales como espectros de contrapoder en la construcción de lo común”, Víctor Hugo Sánchez Reséndiz explora la presencia del zapatismo en el territorio y la memoria suriana. Esta memoria convive con otras expresiones e interpretaciones a lo largo del país, tanto oficiales, como independientes. De este escrito se desprenden interesantes pasajes sobre la disputa y tensión permanente entre el Estado y los pueblos por la memoria del zapatismo, así como la propia imagen de Zapata. En este sentido el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional implica un revés para el Estado, al arrancarle el dominio del símbolo zapatista.

Sánchez Reséndiz hace notorio que la publicación de La irrupción zapatista. 1911 (1997)de Francisco Pineda ocurre tras la coyuntura zapatista en Chiapas. En medio de este contexto histórico y social, Pineda busca trascender la memoria indivual en torno a Zapata y rescatar la de los pueblos -indígenas-, así como la acción colectiva en el Sur. Este escrito plantea el análisis de la memoria del zapatismo como espacio de resistencia y de resignificación, de fortalecimiento de las tramas comunitarias. La memoria del zapatismo se entrelaza con las creencias, símbolos y tradiciones históricas de las comunidades, reafirma la autonomía de los pueblos.

“Zapata desde abajo” de Mario Martínez Sánchez explora los testimonios orales que dan cuenta de los recuerdos de segunda o tercera generación en torno al zapatismo, de la memoria colectiva y el imaginario que persiste en las comunidades. Que en palabras del autor permiten ver a Zapata desde abajo “desde esas historias que prevalecen y mantienen las familias como un verdadero tesoro”. En dicho escrito se teje un diálogo con la obra de Pineda, con su revisión de dichos testimonios orales y memorias archivadas en diferentes documentos.

El zapastismo se guarda en la memoria a través de fotografías, documentos y archivos. Las imágenes evocan recuerdos que se cuentan de una generación familiar a otra, donde Zapata es símbolo de justicia y redención. Así mismo, los recuerdos generan imágenes mentales sobre Zapata y el zapatismo. En este aspecto se sugiere una metodología de trabajo que englobe a la imagen y memoria del zapatismo. Por otra parte, acudir a la memoria desde abajo implica también una redefinición de la historia y el campo historiográfico, en este escrito se destaca esta postura y el aporte legado por Francisco Pineda.

En “el eco de la montaña: estrategias de expansión territorial del ejército libertador y el plan de Ayala”, Juan Luis Toledo Sánchez, Luz Isela Aquino Mendoza y Cecilia Bautista Miguel estudian las estrategias de expansión y medios de supervivencia del zapatismo en el territorio bajo su dominio. Como ocurre con los demás escritos del libro, esta preocupación está presente en la obra de Pineda y es analizada desde diferentes ámbitos por los autores. En el territorio zapatista se propagaban epidemias y problemas de salud que, junto con la guerra, diezmaban la población. El ejército libertador avanzaba sobre el espacio abierto por las ideas, entre ellas las magonistas. Así mismo, el Plan de Ayala sentó las bases para la expansión de la guerra revolucionaria.

En este capítulo se hace notar que las fronteras para el zapatismo no eran territoriales, sino de principios de lucha, de prácticas y redes culturales. La conjunción de ideas, estrategias militares de avance y atención a las necesidades de la población, permitieron la expansión del zapatismo en un área mucho más vasta que la zona de nuclear de Morelos, llegando a la parte norte de la Ciudad de México, Puebla, el Estado de México, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Tlaxcala, Hidalgo, Michoacán, Tabasco, Chiapas, Querétaro, San Luis Potosí, Aguascalientes, Sinaloa, Nayarit, Colima, Campeche, Yucatán.

En el capítulo “El zapatismo lacustre: la actividad del Ejército Libertador al sur de la Cuenca de México” Baruc Martínez Díaz estudia a los zapatistas chinamperos quienes al sur de la Cuenca de México, una región lacustre hasta ahora inexplorada en la historiografía sobre el tema. Baruc Martínez se esfuerza por rescatar los nombres y apellidos de quienes se sumaron al zapatismo en los pueblos de esta región cuya historia, cultura y economía estaban fuertemente ligadas al entorno acuático.

Si bien con el correr de los años, la estrategia de combate acuático fue adoptada por el bando enemigo huertista y posteriormente por los carrancistas, la adhesión local al zapatismo marcó la diferencia y se mantuvo incluso hasta 1919. En la cuenca de México la causa del ejército libertador encontró un caldo de cultivo para sumar adeptos, producto de agravios morales y económicos, intentos reiterados de desecar el lago de Chalco y con ello una forma de vida milenaria, así como los abusos del hacendado español Iñigo Noriega, con la complacencia del gobierno porfirista. A través de este interesante capítulo seguimos las acciones militares que se apoyaron en el uso de chinampas, canoas y canales por los que también transitaban armas e información y que servían de refugio ante los embates del enemigo.

En la misma tesitura, en el capítulo “Los origenes del zapatismo entre los pueblos mixtecos” Francisco López Bárcenas nos lleva por territorios zapastistas y relaciones étnicas poco exploradas. En primera instancia muestra la adhesión al zapatismo en la región que abarca desde la Mixteca Costeña hasta la Mixteca Alta y Baja, tanto en el estado de Puebla, como en los de Guerrero y Oaxaca. Estudia al pueblo mixteco como una unidad sociocultural, que se identifica con el zapatismo y participa en la firma del Plan de Ayala a partir de sus propias condiciones económicas, políticas y sociales. Las cuales hundían sus raíces en los agravios perpetrados por los hacendados, rancheros, caciques, grandes comerciantes y usureros regionales, con la connivencia de las autoridades porfiristas.

López Barcenas estudia las peculiaridades del alzamiento revolucionario en la zona mixteca, en primera instancia fomentado por los hacendados y rancheros que quisieron participar en la revolución maderista, antes de que esta se convirtiera en gobierno y para ello armaron a los campesinos de los pueblos bajo la promesa de que sus tierras serían devueltas. Cuando Zapata firma el plan de Ayala en noviembre de 1911 y se expresa la inconformidad contra el licenciamiento de las tropas que lucharon por Madero, los mixtecos se apropiand del documento y su simbolismo, para hacen la revolución zapatista en la región e intentar reconstruir el Reino Mixteco, así como autoridades mixtecas que los gobernaran. Es así como se demuestra que el zapatismo adquiere especificidades propias de acuerdo a la región y el componente étnico-cultural de quienes hacen la revolución en su nombre.

Continuando con el estudio de esta región en “Once días que conmovieron a Pinotepa Nacional: La rebelión mixteca de mayo de 1911” Álvaro M. García Ruiz estudia los once días de mayo de 1911 en que los mixtecos de Pinotepa Nacional se levantaron en armas como maderistas. Marcando una notable excepción respecto a la falta de adhesión al maderismo en Oaxaca, el autor trata de reconstruir los motivos y pormenores de esta rebelión local. Tras el grito de guerra de los mixtecos se contenían años de agravios y se temía una guerra de castas e incluso el intento de nombrar un nuevo reinado mixteco.

Como demuestra Álvaro García, al levantarse en armas los indígenas reclamaban la restitución de las tierras cedidas a la comunidad y la búsqueda de derechos como ciudadanos. En su ideario hablaban de una constitución, la de 1857, de la lucha de sus antepasados en batallas, seguramente en las guerras contra conservadores y la intervención francesa. Buscaban acabar con los excesos de los poderosos, hacendados, rancheros y comerciantes con quienes los indígenas de Pinotepa convivían desfavorablemente. Como el autor nos muestra, la historia de este levantamiento termina sin el apoyo del jefe maderista de la región Enrique Añorve y el advenimiento del ranchero Juan José Baños quien se apropió de la bandera maderista enarbolada por los rebeldes de Pinotepa.

En esta revisión de los movimientos armados en las regiones, “Zapata y la toma de Chilpancingo, marzo 1914” de Francisco Herrera Sipriano aporta una panorámica sobre la presencia zapatista en el estado de Guerrero. Ante los embates del ejército huertista en Morelos, en el año de 1914 Zapata y su Estado Mayor se refugian en Guerrero, donde toman la capital en el mes de marzo. En su escrito Herrera demuestra que dicha ocupación tuvo un peso fundamental en la reorganización del diezmado ejército zapatista, que a partir de dicho momento adquiere el dominio del territorio estatal y el posterior avance hacia la Ciudad de México.

La conquista del territorio guerrerense involucró la lealtad de los jefes rebeldes de la región, que en algunos casos ya operaban como adeptos al carrancismo, una concentración inusitada de fuerzas revolucionarias y la consiguiente desmoralización del ejército huertista que había concentrado la mayoría de sus fuerzas por medio de la leva. Como muestra Herrera, la unificación de fuerzas zapatistas en Guerrero abrió un nuevo momento para la lucha suriana, que en adelante recuperó sus fuerzas, provocando un cambio moral favorable al movimiento.

En su escrito “Los vínculos del zapatismo con el movimiento de soberanía en Oaxaca, 1915-1919” Miriam Herrera Cruz estudia la reacción defensiva de los soberanistas oaxaqueños ante la incursión del ejército carrancista en su territorio y la alianza estratégica que para dichos fines se estableció con tropas zapatistas. El levantamiento de los soberanistas entre los años 1915 a 1919 resulta de particular interés, dado que en años previos la Revolución en Oaxaca se había limitado a levantamientos aislados, a excepción de la región mixteca que como hemos visto en otros trabajos se rebeló desde el inicio.

Sólo la incursión de tropas carrancistas dispuestas a tomar el control del Estado desató una respuesta de los grupos locales que operaban en coordinación con zapatistas que se refugiaban en regiones como la mixteca. Un aspecto problemático de dicho vínculo era la confusión que despertaba el tránsito de grupos rebeldes que se identificaban como soberanistas, zapatistas o carrancistas, a quienes las autoridades y población civil no distinguían con facilidad. Es importante notar que Oaxaca era un reducto del liberalismo y que la lucha de los soberanistas era por la defensa de los principios enunciados en la Constitución de 1857; en dicha lógica política, el zapatismo fue una bandera de lucha que permitió unificar la defensa estatal.

En “El zapatismo en Sinaloa 1912-1913”,Saúl Armando Alarcón Amézquita estudia las causas del levantamiento zapatista en esta región periférica respecto al núcleo zapatista. De acuerdo al autor, son múltiples las causas del estallido zapatista en Sinaloa, entre ellas los agravios contra el campesinado, el descontento contra los tratados de Ciudad Juárez y la política del maderismo, así como el encarcelamiento del jefe maderista Juan M. Banderas. Como lo destaca Amézquita Alarcón, entre los meses de junio y julio de 1911, los intentos de licenciamiento de las tropas revolucionarias, así como la eminente llegada de fuerzas federales al Estado crearon tensiones irreconciliables entre el gobierno maderista y quienes hicieron la revolución en su nombre.

Esta y otras situaciones de orden político y militar, llevaron al estallido de una rebelión en nombre del Plan de Ayala y adherida al zapatismo. Dicho levantamiento fue liderado por ex maderistas con motivos para seguir luchando, quienes en 1912 se insubordinaron contra el gobierno de José María Rentería en las partes norte, centro y sur de Sinaloa. Durante el primer semestre de 1912, en Sinaloa se vivieron intensos episodios de enfrentamiento contra el zapatismo, hasta que a partir de mayo, los rebeldes empezaron a sufrir derrotas y solicitar la gracia del indulto. La minoría de estos jefes se mantuvo al pie de guerra, mediante la estrategia de guerra de guerrillas, hasta que el asesinato de Madero marcó un nuevo episodio de la lucha revolucionaria en Sinaloa.

En su trabajo “Lucha por la tierra: magonismo y zapatismo en Sinaloa”, Norberto Soto Sánchez y Guadalupe Espinoza Sauceda, comparan las ideas y acciones revolucionarias de tres personajes: el General Juan Banderas, originario de Tepuche, Culiacán; el General Felipe Bachomo, yoreme nacido en la comisaría de La Palma, Charay, distrito de El Fuerte; y el liberal (magonista) Fernando Palomarez, originario de Buena Vista, Cajeme, Sonora, también yoreme-mayo. La base de dicha comparación es la conexión entre las motivaciones agrarias, raíces indígenas y apego al ideario liberal/ anarquista del magonismo.

Para los autores, la participación indígena y reivindicaciones campesinas durante la Revolución en Sinaloa, se originan en las contradicciones sociales del Porfiriato, momento en que arranca la biografía de los tres personajes estudiados. La del anarquista mayo yoreme Fernando Palomarez se conecta con los intentos de insubordinación magonista; el líder mayo yoreme Felipe Bachomo, establece alianzas sucesivas con el maderismo, constitucionalismo y finalmente el convencionismo, peleando como villista en el norte de Sinaloa. En dicho momento su historia se conecta con la del General maderista Juan Banderas, partidario de Zapata y Villa durante la convención, a quien los rebeldes liderados por Bachomo le otorgan el mando militar. A través de estas historias paralelas, conectadas en ciertos momentos, los autores buscan arrojar nuevas luces sobre la historia de las sublevaciones indígenas en Sinaloa, los vínculos ideológicos y alianzas militares estratégicas, que lo acercaron al magonismo, zapatismo y villismo.

“Morir en tierra extraña: los desterrados zapatistas a la Siberia Tropical” de Gilberto Avilez Tax aborda el exilio de morelenses y zapatistas de regiones aledañas a la Península de Yucatán entre 1909 y 1913. Desde los años porfirianos Yucatán era conocida como la “Siberia Tropical”, por ser la región oriental del país y tierra donde niños, mujeres, hombres y ancianos yaquis cumplían trabajos forzados y el castigo de morir en tierra extraña. A partir de 1909 y durante los gobiernos sucesivos de maderistas y huertistas, campesinos e indígenas de la zona zapatista fueron enviados a las haciendas de la península junto a yaquis, mayas y coreanos.

Al abordar el destierro de los zapatistas a Yucatán, el autor brinda nuevas luces sobre las deportaciones a dicho territorio, así como de las conexiones con el movimiento morelense, las cuales suelen centrarse en el paso de Felipe Carrillo Puerto por el campamento zapatista entre los años de 1914 a 1915, así como la influencia de las ideas de Zapata, Palafox, Soto y Gama, Montaño, en su gobierno socialista de años posteriores. En la época estudiada por Avilez Tax, Yucatán padecía los efectos de revueltas campesinas que se mezclaban con el recuerdo de la guerra de castas y que a la luz de los nuevos tiempos eran descalificadas como la guerra de “salvajes” y “zapatistas”. Lejos de tratarse de una rebelión zapatista, lo que se vivía en dichos años era una práctica punitiva y racista que se extendió a los prisioneros zapatistas, condenados como los yaquis a “morir en tierra extraña”.

“Zapatismo y felicismo en Veracruz” de Alfredo Delgado Calderón rescata el peso historiográfico del zapatismo en el estado, realizando además una distinción entre al menos tres corrientes que se autodenominaron zapatistas. La primera de carácter agrario, reivindicando demandas de restitución o reparto de tierras comunales; la segunda como rechazo al poder central levantando la bandera zapatista, felicista o villista, y la tercera, era en realidad una facción de terratenientes que se apropiaron de las demandas zapatistas para evitar o simular el reparto agrario.

Todas estas corrientes convergieron entre liberales, zapatistas maloteños, felicistas, carrancistas y tejedistas, cuyo rasgo en común era la identidad “jarocha”, de hombres y mujeres que compartían una misma cultura aunque estuvieran enfrentados por cuestiones históricas, políticas e ideológicas. Particularmente los carrancistas norteños eran el enemigo en común y culturalmente ajeno al mundo de quienes se levantaron en armas. En cambio, como lo demuestra el autor, los grupos más ligados al sentido de lucha magonista y zapatista, operaron en los llanos de Acayucan, Sayula y San Juan Evangelista, donde los indígenas nahuas y popolucas se unieron a los afrodescendientes de los antiguos vaqueros de las haciendas y exigieron el reparto agrario, para que todos pudieran tener derecho a un pedazo de tierra.

En “El juicio de amparo como arma de lucha” Carlos Barreto Zamudio analiza el recurso al amparo entre los miembros del zapatismo, explorando la información que en esta materia existe en los archivos históricos del Poder Judicial de la Federación. Un aspecto peculiar abordado por el autor se relaciona con la criminalización temprana de los disidentes morelenses, como en el caso de la contienda electoral por la gubernatura de Morelos en 1909, el comerciante Pablo Torres Burgos y Emiliano Zapata fueron apresados y asignados al servicio de las armas, justo después de haber apoyado al candidato opositor Patricio Leyva, quien contendía contra el hombre fuerte de Díaz, Pablo Escandón. En ambos casos, interpusieron el recurso de amparo, el cual fue negado a Torres Burgos y concedido a Zapata.

Como explica el autor, a partir de 1909 la animadversión contra Zapata va en escalada y se reafirma tras el rompimiento con el gobierno maderista en noviembre de 1911. Las desaveniencias con Madero y la condena de las élites y grupos de intelectuales de la Ciudad de México contribuyeron a la criminalización creciente de los seguidores de Zapata. En este capítulo se revisa el caso específico de Santiago Orozco acusados por el delito de “apología” en favor de dicho personaje. A partir de la revisión del expediente del juicio de amparo el autor rescata el papel de intercesora de la madre del acusado, como representante de las voces de los de abajo y la defensa contra los abusos de la autoridad política.

Hasta aquí se delinean los aspectos generales de Otros zapatismos, un esfuerzo colectivo por analizar el movimiento zapatista a la luz de nuevas investigaciones en el ámbito regional. Lejos de ser un movimiento homogéneo tiene matices propios de acuerdo a la región donde se inserta, las ideas, cultura política, grupos social y étnico de quienes se pronunian como zapatistas. Lo que se delinea en este libro es un homenaje inteligente y sentido, que honra y dialoga con el gran legado historiográfico de Francisco Pineda Gómez.

Bibliografía

Arnal, Ariel. (2010), Atila de tinta y plata. Fotografía del zapatismo en la prensa de la Ciudad de México entre 1910 y 1915, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Ávila Espinosa, Felipe Arturo. (2001), Los orígenes del zapatismo, México, El Colegio de México-Universidad Nacional Autónoma de México.

Barrón, Luis. (2004), Historias de la Revolución mexicana, México, Fondo de Cultura Económica.

Córdova, Arnaldo. (1973), La ideología de la Revolución mexicana. La formación del nuevo régimen, México, Editorial Era.

Pineda Gómez, Francisco. (1997), La irrupción zapatista. 1911, México, Editorial Era.

Pineda Gómez, Francisco. (2005), La revolución del sur. 1912-1914, México, Editorial Era.

Pineda Gómez, Francisco. (2013), Ejército libertador. 1915, México, Editorial Era.

Pineda Gómez, Francisco (2019), La guerra zapatista. 1916-1919, México, Editorial Era.

Rueda Smithers, Salvador. (2010), “La perspectiva en las formas del paisaje: miradas al zapatismo”, en Independencia y Revoluciones en nuestra América. Tomo II, Marco Antonio Samaniego (coordinador), Instituto de Cultura de Baja California, Universidad Autónoma de Baja California-Instituto de Investigaciones Históricas, Mexicali, Baja California.

Womack Jr., John. (2017), Zapata y la Revolución mexicana, México, Fondo de Cultura Económica.

1 Entre ellos: la cultura política, la religiosidad, la demografía y el componente afro-mestizo de este movimiento. En el presente trabajo dichos aspectos son fundamentales en la definición de los zapatismos en las regiones, donde las formas rituales de la política, el componente poblacional, étnico y religioso son definitorios en los comportamientos de los sublevados.

2 Al tiempo que la tetralogía de Pineda fue escrita, surgieron otros trabajos que aportaron al estudio del zapatismo desde aspectos socioculturales. Entre ellos quisiera destacar: Atila de tinta y plata. Fotografía del zapatismo en la prensa de la Ciudad de México entre 1910 y 1915, de Ariel Arnal (2010), quien reconstruyó la Historia visual del movimiento suriano y el papel de la prensa de la ciudad de México como generadora de una significación negativa sobre el zapatismo. En este ámbito de percepciones mutuas, Salvador Rueda Smithers (2010) ha estudiado los “paisajes imaginarios” o las formas de imaginar nuevos mundos a partir de la producción y discurso de los documentos de los pueblos zapatistas, de las actas de restitución de tierras, montes y aguas que se oponen al paisaje idílico y de despojo de los hacendados.

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Una Respuesta a “Los otros zapatismos”

  1. Rigoberto Rodríguez Benítez

    Gracias a Francisco López Bárcena, coordinador de Los otros zapatismos, por la edición y publicación de esta obra generada en el centenario del asesinato de Zapata y en homenaje a Francisco Pineda Gómez, autor de extraordinaria tetralogía sobre el tema. Se advierte en la introducción de los 15 textos los nuevas rutas de la investigación que articula antropología e historia, historia política e historia cultural y la distinción entre campesinos e indígenas. La historiografía sobre el tema en Sinaloa se enriquece con las colaboraciones de Saúl Armando Alarcón Amézquita, Norberto Soto Sánchez y Guadalupe Espinoza Sauceda, quienes nos ayudan a entender las distintas corrientes políticas participantes en la Revolución Mexicana y en particular las actuaciones de Juan M. Banderas, Felipe Bachomo Y Fernando Palomarez. Los autores, se nos dice, muestran la desilusión con el maderismo y el transito al zapatismo y villismo, otros tránsitos serían del maderismo al constitucionalismo y al convencionismo y el del liberalismo al anarquismo magonista. también se distinguirían las reivindicaciones campesinas de las indígenas. Gracias a Diana María Perea Romo por compartir esta «Introducción».

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