El pasado 19 de octubre, se cumplieron diez años de la agresión que sufriera la comunidad de San Mateo del Mar, provocada por los conflictos territoriales intracomunitarios y agravados por la intervención del Estado y las empresas eólicas españolas que, desde entonces, pretenden imponer 132 aerogeneradores en la Barra Santa Teresa. A diez años de distancia, lejos de solucionarse, el conflicto se ha agravado, provocando que la situación de vulnerabilidad en la que viven las comunidades pertenecientes a la zona lagunar, se recrudezca.
Emprender el camino hacia la comunidad Ikoots de San Mateo del Mar es hacer un recorrido por los contrastes que asedian el entorno de la población mareña. La refinería Antonio Dovalí, la gravera que consume el cerro y las laderas agonizantes del río Tehuantepec, son parte del panorama que rodea la carretera que recorre las agencias hasta la cabecera municipal. El paisaje se transforma al paso que se avanza sobre el territorio agreste, el olor azufroso que despide la refinería da paso al aroma cetrino del mar mezclado con el verde de las cactáceas, las palmas y los matorrales, un alcaraván sobrevuela las dunas de arena, la blancura de sus alas deja rastros sobre el paisaje matinal. Las lagunas de temporal alimentadas por la lluvia, dan abrigo a los patos y las garzas, pronto, en algunos meses, las lagunas estarán secas por la temporada de viento.
Los Mero Ikoots, autonombrados “Nosotros” en Ombeayiiüts, su lengua materna, habitan la franja de tierra ceñida por las lagunas saladas que estrechan la costa del Istmo de Tehuantepec donde, en tiempos de lluvia, la laguna se fusiona con el mar vivo. Esta cultura trashumante, según registros antropológicos, se dividió, formando originalmente ocho pueblos. De estas poblaciones ubicadas alrededor de la laguna, las que sobreviven actualmente son: San Dionisio del Mar y San Francisco del Mar, que comparten la zona lagunar, así como la ubicación de las lagunas inferior y superior, lugares sagrados como la isla de Monopostioc, la Barra Santa Teresa, el canal y la bocabarra que alimenta las lagunas con agua del mar vivo, además del Mar Tileme, a donde las autoridades comunitarias van a realizar rituales sagrados relacionados con el pedimiento para la lluvia.
Este territorio milenario, abarca más allá de las fronteras entre San Pedro Huilotepec y Santa María del Mar. Su historia se puede constatar en su constante lucha por prevalecer y hacer perdurar su memoria colectiva, vinculados al territorio desde una mística que se traduce en alimentar los ritos que unen a sus habitantes con el inicio de la vida: el mar, el viento, el rayo, la lluvia. Elisa Ramírez cita el relato de Burgoa (1672) que describe la llegada de los Ikoots a la región, desplazando a los Mixes que habitaban la zona, y que fueron posteriormente desplazados por los Zapotecos hacia las montañas.
La importancia que le dan al mar, radica no sólo en la historia, sino en la memoria. Hay una relación indisoluble entre los ciclos naturales y las deidades: “la idea de que las lluvias son obra de una operación conjunta del rayo ayudado por el viento del sur. Al primero lo llaman los huaves teat Monteok/señor rayo, palabra que deriva de ateokan/ milagro y que, por consiguiente, revela en sí la cualidad mágica de esta entidad meteórica” (Signorini). La laguna es parte importante de la alimentación y la economía. Actualmente es el centro de pertenencia de las comunidades que nutren su cuerpo, y alimentan su fe: “mantenemos nuestra relación espiritual con la tierra y con el mar, desde tiempos inmemorables. San Mateo del Mar conserva sus rituales, para nosotros, el mar es sagrado, el camarón y el pescado son el corazón del mar”. De esta relación establecida por los Ikoots con la mar y con sus entidades sagradas, nacen prácticas sociales que recrean en su cotidianidad y que reproducen en sus ritos sagrados relacionados con estos elementos naturales que les rodean.
A diferencia de San Mateo del Mar, Santa María pertenece al distrito de Juchitán. Las abuelas y los abuelos cuentan que esta comunidad avecindada habitada principalmente por zapotecas, se pobló con gente que llegó a pedir permiso para establecerse dentro del territorio de San Mateo del Mar, con el tiempo empezó a abarcar más tierra, sin embargo, los intercambios comerciales entre las dos comunidades se daban de manera tranquila. Los conflictos intracomunitarios se agravaron por la intervención, del gobierno coludido con las empresas eólicas, de lo cual, los habitantes de la comunidad enuncian que: “a raíz de que aparecen las empresas eólicas, rompe con nuestra armonía comunitaria y se empiezan a agravar los problemas que ya existían. Querían ocupar la tierra, la laguna, el mar, lo que nosotros ocupamos para vivir, nosotros comenzamos la defensa de la tierra y el territorio”. Esta situación, sumada al conflicto por el territorio, ha provocado que los problemas entre las comunidades se agraven, ya que las instituciones gubernamentales, lejos de interceder para solucionar, entorpecen el diálogo, la gente de San Mateo lo expresa con claridad: “Santa María pertenece al municipio de Juchitán, donde los diputados tienen buena relación con las empresas eólicas, que en conjunto con las autoridades de Santa María del Mar, se encargaron de vender y de cambiar el uso de suelo para beneficiar a las empresas. A San Mateo del Mar le proponen celebrar un convenio para instalar 132 aerogeneradores en la orilla del mar muerto, llegaron a tratar de negociar con las personas. La asamblea dijo que no estaba de acuerdo porque no había información suficiente, y que este es un pueblo de pescadores, al colocar los aerogeneradores, la empresa se iba a adueñar de un espacio significativo, no se iba a poder pescar en la laguna por los treinta años del contrato, no era para nada favorable para nosotros. En Santa María llevaron la misma propuesta, ellos aceptaron y celebraron el convenio, pero como la empresa tenía que pasar por San Mateo del Mar los materiales, la comunidad se negó. Nos quieren forzar a celebrar un convenio con las empresas para poner aquí aerogeneradores, las empresas y el gobierno están ayudando para que Santa María del Mar pueda llevar a cabo eso y forzarnos a nosotros a aceptar ese convenio. La construcción de un parque eólico atenta contra nuestra vida comunitaria, aquí convergen los vientos del pacifico con los vientos del atlántico, al poner los aerogeneradores no vamos a poder entrar a pescar, al poner una base de concreto va a evitar la filtración de las aguas del mar hacia la laguna, lo cual va a provocar que haya menos camarón y pescado, nos condenan a un exterminio como comunidad”. Son varios los juicios y las instancias gubernamentales a las que las autoridades comunitarias han acudido para recuperar las tierras invadidas. A pesar de que se ha demostrado que el territorio pertenece a San Mateo del Mar, el tribunal agrario ha resuelto en beneficio de las empresas eólicas al otorgar resoluciones a favor de Santa María, que firmó un contrato de arrendamiento y usufructo con la empresa eólica en 2006.
Bajo la húmeda mañana, hacemos el recorrido para llegar a la colonia Laguna Santa Cruz, entre charcos, cruzamos el camino que atraviesa la cabecera municipal, hasta a la agencia, la mototaxi sigue avanzando, a un costado del camino, la laguna Quirio separa la franja de tierra del océano pacífico, una canoa mece su silencio sobre la tibieza de sus aguas, un par de remos cruzados, como brazos, reposan sobre su rostro de madera tallada. La carretera termina, seguimos el camino de terracería, sobre el sendero trazado por los borregos que salen a pastar entre pequeños árboles y arbustos espinosos, la tierra es un festín para las hormigas. Nos reunimos con un integrante del Comité por la defensa del territorio, desde su refugio, el canto del cenzontle acompaña la amena charla que entablamos a la sombra de la palma real tejida sobre nuestras cabezas. Arriba, el cielo anuncia el trazo limpio de la tormenta que se avecina. Extraña metáfora que de pronto me golpea.
Ante las constantes invasiones dentro de su territorio, en el año de 2009, la autoridad comunitaria de San Mateo del Mar, acompañadas por la población, decidió visitar las mojoneras que delimitan su terreno con Santa María, lo que provocó que, como represalia, habitantes de Santa María y algunas personas de la comunidad de San Pedro Huilotepec, colocaran piedras, grava y tierra, y rompieran el asfalto de la carretera que comunica a la agencia municipal con el puerto de Salina Cruz, a donde las mujeres de San Mateo del Mar se dirigen para vender los productos que se pescan dentro de la laguna. El integrante del Comité por la defensa del territorio tiene fresca la presencia de esos diez años que han transcurrido, recuerda aquel diecinueve de octubre:
“Más adelante sobre este mismo camino está nuestro lugar sagrado en el Paso Tileme, a donde se va a pedir la lluvia y la pesca, y también en Boca Seca, cuando empezamos a recuperar la tierra, construimos una capilla, en esta fecha se organizaron los de Santa María, por el lado oriente y poniente, taparon el camino a la salida de Huazantlán para Salina Cruz; se convocó a todo el pueblo y fuimos con una máquina, con palas, para sacar la grava y tener el paso a Salina Cruz, ellos llegaron a atacarnos, a echar balas, muchas personas fueron heridos, muchos balazos pasaron cerca de mí pero ahí nos quedamos, abrimos el camino, pero no regresamos bien, regresamos con muchas personas heridas. Desde ese entonces, San Mateo del Mar supo responder para seguir viviendo normalmente, pero en el lado del gobierno no le conviene que nosotros sigamos viviendo unidos, aceptó otro grupo y así llevamos esta vida de división, creemos que al gobierno le conviene. El año pasado Laguna Santa Cruz dijo: “vamos a nombrar un comité para defender la tierra” y así fuimos nombrados, platicamos con la autoridad de San Mateo y también hay personas que pertenecen a nuestro grupo, nos reunimos con los hermanos de San Dionisio, San Francisco, de Álvaro Obregón, nos apoyamos en la lucha por defender el mar, pero Santa María no deja de hacernos daño, con balazos sacan a los pastores, tomaron la casita de los pescadores que están en la orilla de la playa, quemaron todo, tiran su basura en la capilla que construimos en nuestro lugar sagrado, quitan la ofrenda que nosotros vamos a llevar. Siempre enseñan las armas para que la gente salga, no dejan que vayan a pastorear, vigilan si entramos con nuestros animales. Hace menos de un mes agarraron a un muchacho, lo soltaron más allá de la Boca Seca, como el muchacho sólo habla lengua materna, regresó asustado y no volvió a ir a pastorear. Nosotros estamos en pie, queremos que el pueblo se una como anteriormente, que haya esa unidad, vamos a seguir defendiendo hasta donde dios quiere. No nos dejan pasar a pescar, no podemos ir a sacar leña, impiden el paso. Nosotros tenemos cimientos en los lugares sagrados, donde está una cruz cada tres de mayo vamos a celebrar allá, pero ellos la quitan, ponen sus marcas y dicen que es de ellos, en Boca Seca sacan la cruz y la tiran, no respetan el lugar sagrado. Ellos dicen que la tierra es de ellos y que nosotros no hacemos nada, pero esto todavía no termina. Yo lo cuento porque vivo la lucha que hacemos, desde que empezó he estado presente en todas las asambleas, las reuniones, los ataques, los vi con mis propios ojos”. Las palabras tiemblan y se detienen en un largo suspiro, la emoción se desborda por la mirada serena al recordar los conflictos que rodean a su pueblo. El conflicto por el territorio ha agravado la situación de vulnerabilidad de muchas familias.
Bajo el resguardo de la lluvia volvemos sobre nuestros pasos, la mototaxi nos lleva por las calles donde todavía se observan casas con fracturas visibles que nos dicen que no todas las viviendas afectadas por los sismos de 2017 tuvieron la posibilidad de acceder a la reconstrucción, sobre los montones de tierra y escombros florecen el tiempo y la desidia, en las grietas de las bardas quebradas prospera el musgo y el sereno de la hierba auspiciados por el temporal. Las huellas del sismo persisten, palpables en la memoria que engendra su contacto con el territorio. El mercado municipal, abierto nuevamente apenas hace un par de meses, hierve de gente, las mujeres ataviadas con sus faldas de colores deambulan con sus enormes bandejas decoradas con servilletas de telar de cintura, que transmuta los hilos en tejidos de animalitos y detalles marinos, entre el aroma de la tortilla de camarón, el pescado ahumado y la fragancia de las flores recién cortadas, llegan a mercar el producto de la pesca. A pesar de la lluvia, el camarón y el pescado han escaseado todo el año, “y para abril la cosa se va a poner peor”, presienten.
Una mujer Ikoots que ha dedicado parte de su vida a defender el territorio, comparte ante la Misión de Observación y Documentación de la situación de Personas Defensoras de Derechos Humanos en Oaxaca: “Esto vino a perjudicar en la parte económica de nuestro pueblo, la gente de Santa María venía a vender sus productos, al igual los pescadores iban a los lugares que colindan con Santa María, se quedaban tres cuatro días en sus ranchitos a la orilla del mar, Santa María prohibió que los pescadores de San Mateo fueran a pescar hasta allá, a raíz de esto, se han quedado sin producto, allá en la parte profunda es donde hay mejor pesca, aquí los pescadores apenas pescan un poco para vender y un poco para el alimento diario de cada familia. Parte de nuestra cultura es hacer el pedimento a través de los rituales, nuestra creencia es que, por este problema no tenemos camarón, estamos muy mal en cuestión de producto, la economía de las mujeres, porque las mujeres son las que salen a vender, en el pueblo, fuera del pueblo, ante la escasez ya no se puede vender”.
Desde que habitan esta franja de tierra rodeada por agua salada, las mujeres y los hombres de la comunidad Ikoots ha emprendido diversas luchas por la defensa de su territorio. Una de ellas es la relacionada con el conflicto territorial con Santa María, cuyo ataque a las personas de la comunidad ha cumplido diez años en completa impunidad. La incidencia externa, latente y constante, se traduce en la violación de los derechos de las comunidades, en aras de la aceptación sin cortapisas de los proyectos del capital dentro de sus territorios. El tratamiento de colonia interna al que son sometidas las comunidades desde la seducción y el discurso institucional tiene el propósito no sólo de explotarlas, sino de socavar su composición comunitaria.
Sin embargo, las y los habitantes de San Mateo del Mar siguen alimentando sus ritos milenarios, ponen la esperanza en sus deidades, en el mar y en el viento, en su palabra de resistencia que lleva gestándose por siglos, y que ha presentado un reducto de resistencia ante los megaproyectos que pretenden imponerle, saben que la defensa de la tierra se expresa desde sus actos cotidianos, desde las redes y el canasto, desde la atarraya y el telar. Es desde aquí, desde este lugar donde las tortugas anidan y el carrizo danza al compás del ulular del viento, que las mujeres y los hombres Ikoots, las comunidades de la zona lagunar están de pie, dispuestos a poner el cuerpo y el corazón, para defender no sólo la franja de tierra que les pertenece, sino la zona lagunar que les alimenta y les arropa en esa relación indisoluble con su territorio mítico que les hace ser Ikoots, habitantes y defensores de su tierra, de su viento y de su mar.
Astrid Paola Chavelas
UAM-Xochimilco
Ciclo lunar de octubre, 2019
Este material se comparte con autorización de La Minuta