Los Folkloristas cumplen 50 años

Beatriz Zalce

Los Folkloristas celebran sus bodas de oro con la música de México y de América Latina. Celebran en grande, a toda música, el sábado 10 de septiembre en el Palacio de Bellas Artes. José Ávila, Olguita Alanis, Enrique Hernández, Omar Valdez, Valeria Rojas, Sergio Ordóñez y Diego Ávila; recién terminaron de grabar un álbum doble. Preparan el concierto ensayando las piezas que forman parte de su ADN como Tierra Mestiza y Raíz Viva, como La Paloma, pero también piezas nuevas, de las que guardan el secreto para sorprender al público.

Minutos antes de iniciar el ensayo, el pequeño departamento cercano al Ex Convento de Churubusco, hoy Museo de las Intervenciones, ya está lleno de música no sólo por los casi tres cientos instrumentos que guarda, no sólo porque las paredes conservan los ecos de las voces humanas e instrumentales.

Enrique afina un arpa chiquita con la que se interpreta la música chiquita de San Luis Potosí. El arpa es chaparrita, muy delicada la figura de una ardilla que la adorna. La tradición quiere que el instrumento se haga a machetazos, en la oscuridad de una cueva. Eso explica que el diapasón, es decir la medida entre cuerda y cuerda, no sea parejo. Eso exige al arpista conocer perfectamente su instrumento. El acabado es rústico, por decir lo menos. No hay dos clavijas iguales: lujo de lo hecho artesanalmente y tormento al momento de afinar. Si Enrique presiona más de la cuenta puede romper la clavija. Pepe Ávila, fundador de Los Folkloristas, lo mira. Recuerda sus dedos ampollados al hacer lo propio con el Arpa Chamula cuyas clavijas son cilíndricas, como quien dice resbaladizas. Uno sólo puede preguntarse cómo le hizo para tocarla después, con los dedos lastimados. Dicen los que de esto saben que la tensión que ejercen las cuerdas sobre un arpa clásica es el equivalente a dos toneladas.

Entretanto Olguita Alanis se tapa una oreja y repasa la letra de La Celedonia Batista, que habla de una mujer del norte de Argentina que va con su huahuita dormida, su chilpayatito, a cuestas. “Vende por pocas monedas tanta paciencia tejida, sabe que no hay quien le pague su antigua sabiduría”. Dicen que es un canto de trabajo, pero también dicen que es Nuevo Canto o Canción de Propuesta, como aseguraba Mercedes Sosa cuando presentaba esta misma pieza.

Diego Ávila abraza su guitarra. Camina entre marimbas, instrumentos de aliento, guitarras de todos tamaños: desde el guitarrón hasta el mosquito veracruzano. Camina abrazado a su guitarra. Va cantando muy quedito Vientos del Pueblo de Víctor Jara, en un arreglo muy mexicano. Sigue siendo absolutamente vigente: “De nuevo quieren manchar mi tierra con sangre obrera los que hablan de libertad y tienen las manos negras, los que quieren dividir a la madre de sus hijos y quieren reconstruir la cruz que arrastrara Cristo”.

Desde la puerta, fumando su cigarro eléctrico, Pepe mira. Se sabe completito el repertorio de Los Folkloristas, el repertorio que se ha tocado lo mismo en Bellas Artes, que en los grandes escenarios de Italia, de Alemania, de España, de Estados Unidos, de tantos países de nuestra América, el repertorio que se ha paseado también por los pueblitos de allá y de acá, por los barrios como Cuautepec el Alto, porque la vocación del grupo ha sido llevar la música a todas partes, a todos los públicos. Pepe se sabe completito el repertorio musical y también el anecdotario. Todo lo ha vivido. Intensamente.

Su composición Raíz Viva cumple 40 años de haberse estrenado. A Pepe lo inquietaba que los instrumentos que tocaban nuestros antepasados estuvieran mudos y silenciosos en las vitrinas de los museos, vestigios de una prehistoria musical. Cuando el Arqueólogo Juan Sánchez, del Museo de Xalapa, lo invitó a tocarlos para hacer fichas sonoras, a Pepe le temblaban las manos porque estaba tocando la historia.

-Sonarlos es una experiencia única, muy difícil de describir. La sensación interna de echar aire por donde ya lo habían echado hace miles de años otros hombres, eso era lo más intenso –dijo Pepe a esta reportera hace ya algún tiempo. En el año 2001 Los Folkloristas pudieron poner otra pieza compuesta por Pepe Ávila, Pilcuicatl.

Valeria Rojas le ha dado su voz a la Malagueña Curreña pero también a La Carta, la composición de Violeta Parra. El grupo decidió retomar, remontar, algunas piezas del repertorio “histórico”: “Me mandaron una carta, por el correo, temprano, en esa carta me dicen que cayó preso mi hermano y que sin compasión, con grillos, por la calle lo arrastraron. Sí.” De niña Valeria tuvo que migrar con su familia a Estados Unidos. Allá oía los discos y los casets de Los Folkloristas. No perdió el idioma, tampoco su raíz y mucho menos su amor por México. Inquieta, siempre está buscando aprender.

La vocación musical de Sergio se definió desde el kínder cuando pusieron en sus manos una guitarrita de palo con cuerdas de metal para que la pintara. Pasó un tiempo antes de conseguir su primera guitarra para interpretar las canciones de los Beatles. Su mamá no quería que se hiciera roquero: lo empezó a llevar a conciertos de Los Folkloristas. El recuerdo tiende un puente entre la primera chacarera que escuchó y el momento en que, con una amplia trayectoria musical, y con el poncho de Folklorista bien puesto, el grupo recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la rama de Tradiciones Populares, en diciembre pasado.

Durante el ensayo Omar platica un poquito más que durante las entrevistas pero se concentra en tocar los instrumentos de aliento. En algún momento recomienda revisar los videos de Los Folkloristas en Youtube, concretamente donde cantan La Paloma con los chilenos de Quilapayún.

Pero de la historia de Los Folkloristas, de los encuentros, de cómo fueron marcando la pauta, hablaremos en la próxima entrega, es decir el próximo 10 de septiembre, tantito antes del concierto de aniversario en Bellas Artes.

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