Caminos de la Memoria

Marina Mejía

Los estudiantes y la memoria

Ser estudiante implica siempre una responsabilidad con uno mismo, pero también un compromiso con la sociedad, implica asumirse como parte de ésta, lo que a su vez conlleva múltiples tareas.

Me encontraba a mitad de la carrera de Letras Clásicas cuando comenzaron a llegar a mi escuela compañeros y familiares de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa a contarnos lo sucedido el 26 de septiembre de 2014. De inmediato me sentí muy cercana a ellos, como si fuesen mis propios compañeros a quienes estaban buscando, incluso llegué a sentir por un momento como si fuesen mis padres quienes estaban ahí pidiendo ayuda para encontrarme. Si ya desde antes simpatizaba con el proyecto Huellas de la Memoria, el caso Ayotzinapa fue determinante para que decidiera formar parte del colectivo.

Hace apenas unos meses, a casi seis años del ataque a los estudiantes el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero; se dio a conocer una noticia en la que, tras identificar parte de los restos de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, se desmintió la llamada «verdad histórica» de Murillo Karam, no obstante el caso sigue abierto.

Desafortunadamente los 43 no son los únicos que nos faltan, hay muchos otros estudiantes desaparecidos, como es el caso de Diego Maximiliano Rosas Valenzuela, quien vivía con su madre en Ecatepec de Morelos, Estado de México, ahí fue desaparecido cuando contaba apenas 16 años de edad.

Como estudiante, resulta doloroso ver cómo poco a poco se van rezagando algunos compañeros, otros van dejando de asistir por falta de recursos, es doloroso ser uno mismo quien tenga que abandonar todo por la necesidad económica que nunca puede faltar, pero es simplemente inconcebible que varios compañeros dejen de asistir por una razón desconocida, y que nadie sepa su paradero, e irremediablemente llega el miedo abrasador por asumirse uno mismo en esa condición de estudiante, cuando te das cuenta de que estás parado justo en el mismo punto donde se encontraba aquel que hoy no está, y que nadie sabe dónde se encuentra. Pero en esta realidad no hay tiempo nunca para detenerse a sentir miedo, no, hay que hermanarse y hay que volvernos uno con el otro, hay que salir de las aulas a buscar a los compañeros que nos faltan, hay que acompañar a sus familiares y hay que buscar la justicia en donde sea necesario.

Hoy ya hace algunos meses que logré concluir mi carrera, y no dejo de pensar en cada uno de mis compañeros que sigue batallando para llegar al final del camino, en aquellos que dejaron la escuela por el trabajo, y pienso siempre en esa generación de futuros maestros que no se concretó, en cuántos más casos similares habrá que ni siquiera conocemos.

Palabras y mensajes

Las palabras siempre han llamado mi atención, me maravilla cómo pueden ayudarnos a expresar sentimientos tan complejos, por eso decidí estudiarlas más a profundidad.

En este camino de las letras llegué a ver que en otros idiomas existen palabras individuales que pueden expresar lo que en español sólo podríamos decir con más de un vocablo. Según mi opinión la lengua griega está profundamente impregnada de significado en cada una de sus palabras, por ejemplo, una de mis favoritas es αλήθεια (alétheia), que según el diccionario significa «verdad» pero si la desglosamos podemos ver que se compone de una «a» privativa que significa «no» y el verbo λήθω (létho) que significa olvidar, entonces podríamos decir que alétheia, por su etimología, es «lo que no se olvida», es decir, «la verdad». Dicho de otra manera, la palabra griega aletheia es el resultado de una especie de simbiosis entre la verdad y la memoria.

Y quién mejor para contar la verdad que aquellos que la viven o la vivieron, aquellos que la padecen y no están dispuestos a dejarla en el olvido, quién mejor para contar la historia de cada uno de los buscadores que el propio desgaste de los zapatos que recorren a diario infinidad de caminos con una esperanza.

Y es que la esperanza palpita no sólo en el color verde, sino en la certeza de un receptor; un mensaje no se emite si no se tiene, por lo menos, la posibilidad de que llegará a su destinatario. Incluso hemos aprendido a emitir mensajes, para aquellos que han perdido la vida y sin embargo nos queda la certeza de que los recibirán, aunque sea a manera de ofrenda.

El proyecto Huellas de la Memoria consiste en parte en resguardar esas verdades que por el hecho mismo de ser verdades no deberían ser olvidadas, pero si se requiere otra razón, también está el hecho de que las palabras grabadas en las cansadas suelas no son sólo un acervo de datos de fechas y nombres, sino que también representan lazos familiares y de amor entre quienes «están en algún sitio» ignoto y quienes buscan incansablemente porque no conciben la vida sin aquellos.

Es ahí, en esa búsqueda, donde podemos integrarnos todos los demás, podemos acompañar en esa marcha, podemos gritar, recordar, luchar contra el olvido.

Colectivo Huellas de la Memoria

Colectivo que registra las historias de personas desaparecidas y los procesos de búsqueda de sus familiares en México y América Latina. La propuesta es grabar mensajes de lucha y esperanza en las suelas de los zapatos, usados por los familiares durante la búsqueda y denuncia de las desapariciones, y convertirlos en objetos de memoria viva.

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