Ser estudiante no es fácil, algunos deben viajar distancias lejanas para llegar a la universidad. Durante el día toman varias horas de clase y el gasto energético es alto, sin embargo, los jóvenes no comen a sus horas debido al exceso de trabajo escolar, situación que los lleva al estrés y a un desajuste del organismo con graves consecuencias.
No obstante, en temporada de exámenes se sienten más nerviosos y comen más de lo debido, sobre todo, alimentos ricos en carbohidratos y grasas, afirmó en entrevista Alberto Manuel Ángeles Castellanos, jefe del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Regularmente, consumen alimentos disponibles en los alrededores de la escuela como tacos, tortas, tamales, que es lo más común y económico,
pero con altos contenidos en grasa, carbohidratos y bajos en nutrientes.
Al mismo tiempo, sus horarios de comida son distintos en cada día, y todo esto podría llevarlos a un desequilibrio del reloj circadiano (sistema que regula temporalmente al organismo para su buen funcionamiento).
Además, el estrés los lleva a buscar una salida, y está comprobado científicamente que los alimentos ricos en azúcares y grasas generan un proceso de bienestar y activación neuronal en la parte límbica y prefrontal del cerebro.
Ángeles Castellanos señaló que se realizaron algunos estudios en el Laboratorio de Cronobiología y concluyeron que el acto de comer es un placer. El proceso es generado por las sustancias que segrega el cerebro que son dopamina y endorfina, y éstas ayudan a los jóvenes a sentirse mejor.
Una necesidad fisiológica
El hambre es una respuesta a la disminución de energía de la glucosa, si existe la cantidad necesaria para mantener el funcionamiento del organismo no hay necesidad de comer, pero cuando el cerebro detecta que disminuyó se generan señales centrales para la ingestión de alimentos. “Una vez alcanzados los niveles de glucosa nos detenemos”.
El caso de los jóvenes es complicado, porque debido a la carga de trabajo y sus bajos recursos no comen bien durante el día. Al llegar la noche y ser el único horario disponible para estudiar, la ansiedad los lleva a consumir alimentos en un horario donde no tienen funciones metabólicas para digerir y utilizar tanta energía.
Los sistemas fisiológicos como las enzimas digestivas no están programados para trabajar durante la fase de oscuridad y se encuentran en reposo, sobre todo, el sistema digestivo. En consecuencia, el organismo sufre una mala digestión y no se asimilan los nutrientes, lo que derivará en gastritis, colitis y otras enfermedades.
De hecho, durante la noche se activa el sistema nervioso central y el hormonal, se activa la producción de melatonina (que regula el ciclo del sueño, controla el ritmo cardiaco y fortalece el sistema inmunológico), además de implementarse la reparación celular.
Cuando los jóvenes estudian, su cerebro necesita glucosa y mucho oxígeno, pero al ingerir alimentos la sangre se redistribuye hacia el intestino, se disminuye la dirigida al cerebro y se les dificulta concentrarse, “se trata de una contradicción”. Por esto, se recomienda no comer mientras se estudia, aunque los jóvenes tengan sólo ese momento para concentrarse y comer.
El buen estudiante
El académico universitario recomendó a los jóvenes programar sus horarios de estudio. Lo ideal sería dedicarse a esta actividad por la tarde y hacerlo con dos compañeros para mejorar el proceso. “Siempre es más fácil trabajar en equipo, porque se pueden explicar entre ellos mismos los problemas”.
Además, aconsejó que lleven su propia comida a la escuela, y si estudian por la noche, evitar el consumo de bebidas energéticas como Redbull; tal vez, tomar té o una taza de café, “pero siempre será mejor levantarse y caminar para mantenerse despiertos”.
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