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Los estragos de una guerra, más allá de lo noticiable

Natalie Volkmar Ossa

Fotografía (propia) de la obra de Gervasio Sánchez en su exposición Los ojos de la Guerra

El campo de visión en la fotografía ampliado 180 grados con Álbum de Posguerra*

La potencia de toda pieza cultural, pensativa, inquieta, rebelde, crítica…, es que rebosa de esos detalles capaces de sacudirnos para (re)pensar ideas, y es en este riego de creaciones que vamos construyendo un espacio neutro, compartido y recíproco; una biblioteca de inagotables reflexiones que se manifiestan en los más variopintos formatos. Es aquí donde sitúo al reciente documental, Álbum de Posguerra, que arranca desde otra hermosa biblioteca, solo que esta –bombardeada en la guerra de Bosnia– no alcanzó a dejarnos ideas; nos quedan, sin embargo, las historias de los supervivientes y un interesante tema a explorar; extensible a todos los conflictos armados, banderas y fronteras.

Lejos de referirse a entrañables fotografías que avivan los recuerdos encajonados, este documental nos conduce a aquellas historias que laten invisibles en la actualidad; silenciosas ellas, desapercibidas ante nuestra mirada; en definitiva, ignoradas por aquel mercado que decidió determinar en qué debemos o no reflexionar, categorizando el drama, y resolviendo que las consecuencias de la guerra no interesan.

Acostumbrados a observar las fotografías en las salas de exposiciones y en las páginas de gruesos libros habitados de miradas que no nos ven, de gritos que no nos escuchan, y de manos que no podemos estrechar; Gervasio Sánchez libera sus imágenes para devolverlas, entre quienes fueron tomadas, a su lugar de origen: Sarajevo, compleja ciudad que flota entre un pasado y futuro incierto.

Es en Álbum de Posguerra que este periodista y fotógrafo del mundo –incansable e incisivo en esa búsqueda de respuestas entorno a los estragos de las guerras– nos embarca en un recorrido transfronterizo y temporal para ofrecernos otro ángulo con el que percibir sus imágenes, y el significado de una guerra.

No será desde la heroica literatura que este documental nos hable de las cicatrices del conflicto bélico, sino desde las heridas que siguen sangrando en silencio; ocultas a la mirada ajena y refugiadas en ese compartimento clandestino que conlleva toda intimidad.

El reencuentro entre aquellos que fueron niños bajo las bombas, la suciedad y el hambre en el Sarajevo de los años noventa, con la imagen de su infancia, será lo que desate la memoria de sus protagonistas: recuerdos que abrigan su alma y dan cobijo a lo que fueron, y a quienes ya no están.

Edo, Saban, Damir, Jasmin, Alma, Selma, Danko… son los rostros de una generación que forma parte de aquella historia sigilosa, hija de la guerra, que sigue haciendo de ellos lo que son. Ni el escritor más carismático lograría recrear a tal altura las genuinas confidencias, reflexiones y elocuencias que con admirable generosidad nos comparten sus protagonistas en esa regresión en el tiempo y pasarela al presente.

Son sus vivencias de la guerra las que nos ayudarán a completar aquellos fuera de campo, connaturales a la fotografía pero que, inevitablemente, no dejan de seducir a toda imaginación inquieta: ¿qué había detrás de esa mirada?, ¿cómo eran los sótanos en los que se refugiaban?, ¿dónde estaban los padres?, ¿qué sucedió antes y después de haber sido captados por el objetivo de aquel fotoperiodista español?; muchas de estas preguntas, predestinadas a evaporarse en las salas de exposiciones ante la ausencia de sus protagonistas, serán respondidas en este espacio de reencuentro que logra, al unísono, romper el blindaje de ese otro fuera de campo que es el tiempo.

Gervasio Sánchez, a lo largo del documental, deja su batuta de testigo/autor, intrínseca a todo intermediario o traductor–diría Giorgio Agamben–, y da un paso atrás con esa peculiar nobleza que trae consigo el acto de ceder la palabra y la cámara, para situarse en un segundo plano desde el cual invita a contar; convirtiéndose él mismo, en oyente y espectador.

El magistral tratamiento que hace el equipo creativo de los recursos audiovisuales para entretejer los saltos en el tiempo, con Ángel Leiro y Airy Maragall como directores, y el diálogo que despierta la música de Xabier Capellas en ese puente entre el pasado y el presente, nos sumerge con cautela y delicadeza,en la realidad desmaquillada de sus protagonistas, no por ello exenta de tonalidades, poesía y de una elegante serenidad. Siendo así, Álbum de Posguerra aleja a la fotografía de esa concepción que la encajona en un instante fosilizado, mudo, insonoro y limitado, para otorgarle una inusual elasticidad e interacción que consigue ampliarnos el campo de visión de lo fotografiado 180 grados.

En contra de las imágenes inmediatas, crudas, urgentes y de escaso pudor que tienden a sintetizar los patrones del horror de una guerra, ese profundizar en las historias y trascender en el tiempo acaba por demostrarnos que el mercado se equivoca al detener prematuramente el cronómetro de lo noticiable: no se habla de ellos pero ahí están; en el aire y belleza de Sarajevo, y en tantos otros lugares, conformando su historia, encadenados entre un pasado persistente y un futuro acelerado, con esa fortaleza y talante que da la resistencia y que nos ayuda a comprender la permeabilidad en el tiempo de los estragos de una guerra.

*Nota: Álbum de Posguerra está disponible en Movistar Plus

Publicado originalmente en Desde Abajo

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