Los encierros son subjetivos y las libertades también

Raúl Zibechi

Entrevista a Eva Reinoso de Yo no fui

Su vida es la de tantas personas que son sistemáticamente perseguidas por este sistema. Conoció la cárcel por el simple hecho de ser pobre, no tener estudios y lucir piel oscura. No eligió robar, ni ninguna de las tres señas de identidad que caracterizan a media humanidad. Pero eligió la dignidad apenas se le entreabrieron puertas de luz y vida.

Eva Reinoso integra la colectiva Yo No Fui y desde esta semana es columnista de Desinformémonos.

– ¿Podés decirme algo de tu vida? Estuviste presa, ¿dónde, por qué? ¿Cuándo saliste y cómo te sentiste al salir?

Me llamo Eva, tengo 33 años. Lo que más me gusta es escribir y militar e integro el colectivo Yo No Fui desde el año 2009. Tengo nueve hermanxs, mi mamá de 49 y mi viejo de 68. Nací en Buenos Aires, Capital Federal. Siempre viví en el barrio de Almagro. Soy mamá de Bruno de siete años. Cuando cumplí 15, lejos de la fiesta, me encontré por primera vez dentro de un calabozo. Conocí el instituto de menores para mujeres Inchausti, del que entré y salí sistemáticamente por tentativa de robo o por hurto, hasta que cumplí los 18.

En el 2008, la policía, que me conocía hace tiempo, me empapeló en una causa por intervenir en la paliza que un grupo de policías le estaban dando a un pibe menor de edad, al que habían agarrado por robar un celular. En ese contexto era carne de cañón. De la comisaría me llevaron al subsuelo del palacio de justicia, donde se encuentra la alcaldía. Allí el defensor oficial me informó que estaba imputada en la causa de robo consumado agravado por el uso de arma blanca y agravado por haberse cometido con un menor de edad, que la pena mínima era de cinco años y que sería trasladada a la unidad 3 de Ezeiza.

Esperé juicio y me condenaron a siete años. Estuve cuatro años en esa unidad y un año en la unidad 13 de La Pampa, Santa Rosa. Salí en diciembre del 2012, en el proceso de salir del contexto de encierro me sentía todo el tiempo observada, extraña, ajena a todo y todxs. Perseguida e insegura, no podía comer, no podía dormir, me avergonzaba no saber sacar el boleto para viajar en colectivo ya que los años habían pasado y hasta sacar el boleto era algo desconocido. Estaba permanentemente a la defensiva con el mundo que me rodeaba.

– ¿Cuándo y cómo conociste Yo No Fui?

Conocí a Yo No Fui en el año 2009, en un taller de poesía y serigrafía en el que participé estando detenida. Durante mis años en la cárcel tuve cero en conducta y en concepto para la policía era un cachivache pese a que participé en infinidad cursos en oficio, talleres de arte, actividades deportivas y terminé mi secundario. Pero en ese espacio, en el taller de Yo No Fui, encontré un lugar de resistencia lisa y llanamente cuando Ramona, una de las dos talleristas, me contó que había salido hace algunos años de ese mismo penal. No lo creía, era más o menos como si me hubiese dicho que era de otro planeta, me voló la cabeza, traspasó el imaginario precario y desgarrado que tenía con 19 años de lado a lado y las limitaciones y la violencia que la asimilaba como algo natural para alguien como yo, marrona, empobrecida, villera y rebelde. Esta cachivache empezó a tener dudas, ¿será posible? A preguntarse “¿seré capaz?” A cuestionarse “¿hay otro horizonte posible?” María y Ramona me segundearon a llegar a que estas preguntas se hagan solas en mi cabeza, compartiendo un mate, estampando en tela, dibujando, haciendo poemas, leyendo textos, llamándome por mi nombre. Un hecho tan simple y sencillo era más que un gesto de afecto y respeto el oxígeno para dar vuelta mi historia.

Conocer el colectivo te cambió la vida.

Siempre me pregunto qué hubiera sido de mí si no me hubiese encontrado con Yo No Fui. Encontrarme con lo colectivo me cambió la mirada. Encontré un sentido crítico a la forma de vivir que llevaba, aprendí a ver y entender los vínculos, el sistema estatal y a la justicia. Todo esto fue un proceso de años que me fue despellejando poco a poco de aquellas lógicas que fui problematizando, las torturas de la cárcel como tales y el porqué llegue ahí. Transitar este proceso no fue nada fácil, dolió y sigue doliendo. El colectivo, el arte, los debates me segundearon a expresar algo de todo el ruido que traía en mi cuerpo, ese ruido que a la vez se volvía un nudo en la garganta cada vez que intentaba si quiera mencionarlo. La escritura fue una de las herramientas más vitales y más potentes que puedo reconocer en todo este proceso. Sin ella todo ese ruido me hubiese dejado aturdida y mi vida nunca hubiese sido lo que hoy agradezco que es.

– ¿Qué actividades hacen dentro y fuera de las cárceles? ¿Quiénes integran Yo No Fui?

En el barrio de Flores tenemos nuestra hermosa casa, donde funcionan parte de nuestros proyectos artísticos y productivos. Actualmente alrededor de 100 compañerxs que salieron de la privación de libertad, en arresto domiciliario, compañerxs que pasaron por la situación de calle o de violencia de género, familiarexs de detenidxs y disidencias sexuales transitan semanalmente nuestros talleres de formación y de cooperativismo. Contamos con la unidad productiva de Textil, Serigrafía, Encuadernación, Escritura y Comunicación (Editorial Tinta Revuelta) y Fotografía (Luz en la Piel). También nos encontramos en proceso de construcción de Bell, Toda Belleza Es política, un espacio donde les chikes podrán trabajar y brindar un servicio en el rubro de la estética. Quienes integramos el colectivo somos personas que pasamos por el contexto de encierro y otras que no, es un colectivo de cuerpos tan intensos como sensibles que entendemos que los problemas y los conflictos no son individuales. Encontramos en el estar juntes el deseo común de habitar políticamente el sentido humano y la convicción de que un mundo sin centros de tortura es posible, aunque no vivíamos para verlo.

¿Se definen como feministas? ¿Qué tipo de feminismo defienden?

Para nosotres la forma de definirnos no es algo estático. A lo largo de los años fuimos recreando el modo de autopercibirnos al calor de las discusiones que llegaron con la consigna #NIUNAMENOS. Este proceso dejó en evidencia que, cuando las mujeres y disidencias organizadas salimos a la calle, logramos intervenir e interrumpir los intereses patriarcales de cualquier gobierno de turno, como lo demostramos con la aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Hoy nos percibimos como colectivo transfeminista y anticarcelario que ha encontrado más que una agenda dentro de los movimientos transfeministas y de disidencias sexuales en Argentina, que se encuentra integrado por una pluralidad de intereses, voces e interpretaciones que provocan sensaciones ambiguas. Fuimos felices en la calle con las 800 mil marchando que supieron llegar a un paro nacional. Pero como no todo lo que brilla es oro, en este movimiento tan grande también nos encontramos con la lógica punitiva que quiere dejarnos por fuera por tener antecedentes penales, como si esto fuera motivo suficiente para tolerar la violencia que recibimos por parte del monstruo patriarcal del servicio penitenciario. Más bien diría machos violentos organizados y a sueldo. Hoy más que nunca y pese a quien le pese salimos a incomodar cuando gritamos a los cuatro vientos NI UNA MENOS EN LAS CÁRCELES TAMBIEN, todx preso es político. No creemos que hay un feminismo o un transfeminismo, entendemos que hay feminismos y transfeminismos heterogéneos en un proceso de transformación.

– ¿Qué es la cárcel?

La cárcel es un negocio de pocos que perjudica siempre las personas empobrecidas, a lxs pobres. No es casual que las cárceles llegaron con los fines de la abolición de la esclavitud y con la colonización. Vivimos en una sociedad extremadamente punitiva, que avaló migrar un modo de castigo a otro. Antes se hacía en las plazas, se mutilaban y castigaban a las personas frente a todxs en público, como un espectáculo. Hoy la cárcel sigue cumpliendo ese rol, pero esta vez con la sutileza que supieron concebir los muros que cubren los cuerpos que las habitan, rejas para dentro la tortura 24/7. El Estado, la justicia y los sectores con más recursos económicos necesitan mantener subjetivamente a la comunidad fragmentada entre buenos y malos, víctimas y victimarios, sujetos de derechos y sujetos criminalizadxs, la concentración del poder patriarcal para sostener el “orden social“, aunque está más que demostrado que la cárcel no reduce el delito no previene ningún daño y por sobre todo no repara.

La libertad para mí no pasa por salir de la cárcel. La libertad para mí es la capacidad empática que podemos desarrollar en la percepción del otro, mirando a ese otro como mirándose uno mismo. Juzgando a ese otro como juzgándose a si mismo. Los encierros son subjetivos. Las libertades también.

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