Los encarcelables y la guerra civil en el diluvio

Agnes de Oliveira

¿Alguien se sorprende de que, en la actualidad, la mercantilización y financierización de la naturaleza, ocurridas en el momento del Antropoceno, en medio de la capitalización del caos, estén acompañadas de la “creciente imbricación entre la ecología y la guerra”, promoviendo a los ejércitos a la condición de especialistas del caos? La pacificación securitaria y el “nuevo humanismo militar” se propagan a la velocidad de las catástrofes naturales y de la gestión de los riesgos sociales amplificados por ellas. Estos están plenamente integrados a la función de “multiplicación de amenazas”, propia de la “crisis” ecológica. Mauricio Lazzarato y Érick Alliez – Guerras y Capital.

El estado de Rio Grande do Sul (RS), entre finales de abril y principios de mayo, fue inundado por un “agua que todo arrasa”1, la mayor “catástrofe social de la naturaleza” (Kurz) de su historia2. El evento se inscribe en una serie de eventos climáticos extremos que se han vuelto cada vez más comunes, como resultado del calentamiento global, y repitiéndose, con intensidad ampliada, en períodos de tiempo cada vez más cortos, como atestigua la propia historia de Rio Grande do Sul. Como se ha observado, son eventos producidos por la propia dinámica de funcionamiento del capital global, constituido desde dentro de manera racial y cis-patriarcal. Estos eventos apuntan a la cuestión de los límites de la reproducción de la vida basada en el cis-patriarcado-racial del capital.

I. Sobre límites y reproducción

Repitiéndose a intervalos cada vez más cortos y extendiéndose a un número cada vez mayor de regiones del globo, las catástrofes de las inundaciones y las sequías anuncian los límites ecológicos absolutos de este modo de producción, así como el desempleo y la pobreza en masa, globales y crecientes, marcan sus límites socioeconómicos absolutos – Robert Kurz – El desarrollo insostenible de la naturaleza.

El límite ecológico del capitalismo es experimentado desde dentro de la reproducción social, en la medida en que los eventos climáticos extremos producen efectos traducidos en la forma de desempleo, ruptura de cadenas de producción y de la relación mercancía-dinero, colapso de estados y ciudades enteras, aumento de la miseria, de refugiados climáticos y de la insolvencia social de partes cada vez mayores de la población. Es cierto que, desde el punto de vista de su forma de relación social, el capital es indiferente a cualquier límite ecológico. Y es bajo esta indiferencia que se asienta la matriz de su destructividad: indiferencia a los efectos destructivos que su forma de (re)producción de la vida imprime sobre el mundo. El objetivo fundamental de este sistema es transformar una determinada masa de dinero global en una masa global aún mayor: acumular de manera desmedida, ampliando la quema del mundo para la producción de mercancías.

El único límite que el capital conoce es su límite lógico-interno, es decir, respecto a la forma en que la exigencia de acumulación comienza a tornarse, en los términos del propio capital, irrealizable a partir de la combustión de fuerza viva de trabajo. Los propios límites ecológicos son desplazados y traducidos en sus términos, con vistas a producir una “huida hacia adelante”: mitigar en términos cuantitativos, inscribiendo la catástrofe en el cálculo económico, los impactos ambientales producidos por la quema del mundo y la manera en que afectan la producción de dinero, capitalizando la propia destrucción y externalizando costos. Para que todo continúe.

Que el capital sea indiferente a los límites ecológicos que él mismo ha producido no quiere decir que tales límites no existan y no planteen problemas no solo para la reproducción del capitalismo – una forma social históricamente contingente y finita – sino para la vida de seres humanos y no humanos en la Tierra. La indiferencia es índice del carácter autodestructivo de la forma de habitar el mundo según la mercancía, tanto desde el punto de vista socioeconómico como ecológico. Veamos.

Por un lado, desde hace al menos cuatro décadas, el capitalismo ya no logra realizar una acumulación autosostenida a partir del consumo de la fuerza de trabajo, la única capaz de producir nuevo valor.3 Este límite lógico-absoluto condujo al capitalismo a una reproducción de su crisis mediante la multiplicación ficticia de dinero. Es decir, vivimos, desde hace al menos cuatro décadas, en un capitalismo de crisis permanente basado en burbujas especulativas que sustentan la propia producción de mercancías. Por otro lado, concomitante a este límite lógico-absoluto alcanzado, también se alcanzó un límite ecológico, profundizando cada vez más la crisis de la formación social moderna como consecuencia de inundaciones y sequías que se extienden.

El límite ecológico alcanzado -y es preciso decirlo una vez más: no estamos en vías de alcanzarlo, la catástrofe ya ocurrió- se da en un registro global, al igual que la forma social conformada por la relación capital. No hace falta ir muy lejos para entender esta conexión global: las recientes inundaciones de Rio Grande do Sul ocurrieron al mismo tiempo que inundaciones golpeaban Kenia, dejando 210 personas muertas, 90 desaparecidas y 165.500 desplazadas;4 en Somalía, con 160.000 personas afectadas; en Tanzania; en Afganistán, con al menos 354 muertos; en Indonesia, Arabia Saudita, Emiratos Árabes, etc.5

Además, la acumulación de las catástrofes ambientales recorre como una sombra o un reverso la acumulación de mercancías que pesan sobre la tierra. Y sus efectos son intensificados por las prácticas locales de los más diversos gobiernos. Como bien observó Felipe Mattos Johnson, “Rio Grande do Sul es un estado cuyos biomas de la Pampa y de la Mata Atlántica vienen siendo destruidos por la minería, por los monocultivos de soja y eucalipto y por la ganadería. Además, los gobiernos estatales y municipales de las ciudades afectadas, con el aval de los diferentes gobiernos federales de turno, fueron responsables por la tala de bosques ribereños, la acumulación de sedimentos en los ríos, la destrucción de Áreas de Preservación Permanente, la violación de los derechos de los pueblos indígenas, quilombolas y demás pueblos tradicionales, además de vender las ciudades para la privatización de las empresas de agua, luz e inmobiliarias”6.

En este contexto de catástrofe, y en la manera en que se manifiesta en Rio Grande do Sul, es visible la emergencia de solidaridades insurgentes. Pero también es visible el recrudecimiento de la violencia constitutiva de este sistema y la manera en que experimenta su límite ecológico desde su límite interno. En este sentido, me gustaría destacar aquí dos formas de mantenimiento y modulación de la violencia total (Denise Ferreira da Silva) en las catástrofes climáticas: 1) cómo el colapso socioecológico, que afecta el papel del Estado como regulador, intensifica formas de fragmentación de la soberanía, que se convierte en terreno fértil para la emergencia de milicias como formas de administración armada de la reproducción social en crisis; 2) cómo los cuerpos cautivos en los sistemas penitenciarios se enfrentan a una indiferencia ética que impide que la solidaridad llegue – más allá de la de los familiares – incluso en momentos de colapso de infraestructuras y ciudades enteras.

II. Encarcelamento en el diluvio: “operando dentro de la normalidad”

El día 30 de mayo el alcalde de Muçum emitió una alerta para que la población fuera evacuada. Una de las muchas alertas que se generalizarían por todo el estado. Ciudades enteras fueron inundadas y se volvieron inhabitables. Eldorado do Sul, por ejemplo, tuvo el 98% de la ciudad inundada7. Los números más recientes apuntan a 2.281.830 millones de personas afectadas (20.95% de la población total); 618.300 personas tuvieron que dejar sus hogares, siendo 540.192 desplazados y 78.165 personas distribuidas en 875 refugios. Las inundaciones afectaron al 92,7% (461) de los 497 municipios de Rio Grande do Sul8. Además, las inundaciones afectaron principalmente a las regiones más pobres y racializadas9.

La orden de evacuación, sin embargo, no llegó a las unidades penitenciarias. Al menos 10 unidades penitenciarias fueron inundadas, sufriendo con falta de suministro de agua, comida, energía y condiciones mínimas de higiene.10Una de ellas fue el complejo penitenciario de Charqueadas, con una población de 6.000 personas privadas de libertad. Ante el riesgo de ahogamiento, 1,067 presos fueron trasladados, una parte a una penitenciaría de alta seguridad y otra a los pisos superiores del complejo. Una parte de las personas presas, que cumplen condena en régimen semiabierto, fueron «liberadas» con el uso de tobilleras electrónicas11.

Todo esfuerzo se movilizó para mantener a las 43.298 personas privadas de libertad en Río Grande del Sur cautivas en medio del diluvio, enviando policías penitenciarios y servidores federales y de Minas Gerais al RS.12 Como quedó explícito en el comunicado de la Secretaría de Sistemas Penales y Socioeducativos, el objetivo es hacer que las penitenciarías continúen “operando dentro de la normalidad”, aunque estén aisladas o inundadas.13 No por otra razón, incluso en medio del colapso, no solo continúa la contención, sino también la expansión del encarcelamiento, con al menos 130 personas arrestadas por delitos «relacionados con las inundaciones».

Según relatos de familiares, los presos de Río Grande del Sur dependen, para sobrevivir, del envío de alimentos por parte de parientes, contradiciendo el discurso oficial del Estado de que no faltan ni comida ni agua en las cárceles.14 Es una situación de externalización para la familia, especialmente para las mujeres, de la responsabilidad de la reproducción en medio de la catástrofe: además de la pérdida de sus hogares, pertenencias, empleos, etc., las familias son responsables de mantener la supervivencia de sus parientes encarcelados. Esto se hace muchas veces arriesgando la propia vida para llegar a las unidades penitenciarias. En medio del colapso y sus escombros, a las mujeres, especialmente a las racializadas, se les delega, una vez más, el papel de “barrenderas de la crisis” (Scholz), para garantizar la reproducción en medio del colapso15.

Todo esto compone lo que podemos, recurriendo a Denise Ferreira da Silva, llamar acumulación negativa: la producción continua de una desventaja económica, política, simbólica y ética. En un contexto de repetición de eventos climáticos extremos, que, como dije, son al mismo tiempo eventos raciales y patriarcales, «perder todo» se convierte en un evento anual, al cual se superpone la necesidad de garantizar la supervivencia de parientes presos. Es lo que relata una de las familiares:

Perdí mi casa otra vez. Las frazadas que tengo las recibí de la donación del año pasado. Tuve que pedir prestado dinero para comprar cosas para mi marido y tendré que correr ese riesgo.”16

III. Pacificación securitaria en la catástrofe: la amenaza de contaminación y la imposibilidad del refugio

No es una cuestión de prejuicio. No puedo haber 15 mil personas acogidas, niños, mujeres, hombres, trabajadores, y contaminar con gente del sistema penal. No, eso es papel de Susepe17, es un papel de policía, es un papel del poder judicial” – Sebastião Melo (MDB), alcalde de Porto Alegre

Uno de los discursos propagados para no liberar a los presos y albergarlos junto con las demás parcelas de la población afectada por las inundaciones, evoca la amenaza de la contaminación. Ante la gestión securitaria del “riesgo” producido por las catástrofes climáticas, la “gente del sistema penal” figura como una amenaza contagiosa que, por ello, debe ser contenida de cualquier forma, para que no contamine al resto de la población. Esto se agrava ante los casos de saqueos en medio de una situación de emergencia. Otro motivo evocado es la amenaza de “violencia sexual”, aunque la violencia sexual sea en su mayoría cometida por familiares y parientes, y no figure como un tipo penal responsable del encarcelamiento masivo (como sí lo son el tráfico de drogas y los crímenes contra el patrimonio)18. Así, hay una refiguración del mito del violador negro (Davis) en tiempos de encarcelamiento en masa19. Todo esto convierte la administración de los refugios en una administración hecha desde el punto de vista penal, existiendo una relación de vecindad entre refugio y cárcel.

De todos modos, la determinación categorial de cuerpos como criminales –como “gente del sistema penal”– transforma la violencia del propio sistema de criminalización, que es inseparable de la racialización y sexualización, en un dato inherente a los cuerpos criminalizados como fuentes de violencia. Tal determinación justifica y autoriza la exposición a la muerte de miles de cuerpos cautivos por parte del Estado, pues amenazan con “contaminar” – incluso desde el punto de vista sexual – al resto de la población. Por ello, antes de que cualquier crimen de hecho ocurra, y para autopreservar el orden social y moral, la población y la «sociedad civil» (léase: mercancías y propiedades) deben ser preservadas recurriendo a la violencia y a la permanencia del encarcelamiento. Así, a los cuerpos cautivos en el sistema penitenciario, en su mayoría pobres y racializados, se les niega el derecho al refugio ante el colapso climático.

Esta situación muestra que en las catástrofes producidas por el límite socioeconómico y ecológico del capital, es decir, en situaciones en que la forma de relación social experimenta de manera “inmediata” su límite y los efectos destructivos de su socialidad, se intensifican los recursos a las violencias totales de autopreservación. Tales violencias son empleadas tanto por parte del Estado, que recurre a una administración securitaria por la cual no solo se niega a liberar a las personas aprisionadas, sino que busca hacer que su sistema de criminalización y aprisionamiento continúe “operando en la normalidad”, como por parte de parcelas de la población civil (hombres blancos, sobre todo) en la formación de milicias para el combate “a los vagabundos”.

Esto muestra que la crisis absoluta de la forma social moderna no implica por sí ningún proceso de “emancipación” más allá de la forma social. De manera distinta, secreta reacciones que buscan defender a toda costa la base de su metafísica real en crisis (enraizada en la mercancía y el dinero), exponiendo el núcleo de la violencia que le es constitutiva como nexo social. La relación entre violencia y metafísica real es explicitada por la actuación penal del Estado y por la formación de milicias: las ruinas producidas por las inundaciones – sean las ruinas de masas de mercancías albergadas en los supermercados, sean las de las casas inundadas y abandonadas – son protegidas de manera armada y con la manutención del encarcelamiento.

La intensificación de la administración armada y del encarcelamiento en medio de las “catástrofes sociales de la naturaleza” muestra que el Estado y el Capital están dispuestos a proteger a las ruinas en detrimento de los cuerpos cautivos y tornados superfluos, para que a las ruinas no se les dé ninguna otra vida que aquella determinada por la relación mercancía-dinero, como forma fundamental de establecer vínculos colectivos.

IV. Guerra civil en el diluvio: intensificación de la guerra “a los vagabundos”

¿Está en el caos y está asaltando en esta situación? ¡Desgraciado!”20.


Grupo armado garantiza la seguridad de un barrio cerrado inundado y a oscuras en la zona norte de Porto Alegre | Foto: Ponte Jornalis

Ante el agua que arrasa todo, incluidas las relaciones sociales mediadas por la mercancía y el dinero, parte de la población civil ha comenzado a reaccionar de manera armada, como medio para hacer valer las relaciones sociales en crisis. Es preciso enfatizar: no se trata de una violencia cualquiera y disfuncional, sino de una violencia cispatriarcal y racial de la sociabilidad a través del dinero y la mercancía, que ante la crisis de su reproducción social solo puede imponerse recurriendo a una violencia ampliada.

Así, comerciantes y propietarios empezaron a contratar a policías fuera de servicio para proteger sus barrios cerrados y comercios. Otros se organizaron por su cuenta en grupos armados con el objetivo de “combatir vagabundos” y defender los comercios y las residencias abandonadas. En los refugios, también se formaron grupos de “luchadores de artes marciales” con el objetivo de combatir “vagabundos”, quienes fueron responsables de la agresión a un hombre trans21.

La ampliación de la formación de milicias, como formas armadas de gobierno (Mbembe), tanto en las ciudades como en el campo, es algo que se ha vuelto cada vez más común. Además, existe un nexo interno entre tales bandas armadas y la manera en que la crisis afecta al Estado y su autoridad como forma de regulación social. El capitalismo de crisis implica también una crisis del Estado cuyas consecuencias aún se están desarrollando y son poco consideradas. No se trata de decir meramente que las “milicias son el Estado”, como si sus formaciones fueran solo una extensión extralegal y totalitaria del brazo armado del Leviatán22. Al contrario, son síntomas de un proceso de descomposición estatal y dispersión del monopolio de la violencia, dentro del cual no solo hay una autonomización creciente de la actuación del aparato represivo y policial del Estado, sino también donde el Estado se convierte en una “soberanía” entre otras, una banda armada al lado de otras que pretenden desempeñar las funciones de regulación de las relaciones sociales en crisis. Esto es lo que vemos en Río Grande do Sul.

Los sujetos de las mercancías, propietarios, blancos y masculinos, ante la crisis, exponen cada vez más a la luz del día el núcleo de la violencia constitutiva de la forma-sujeto moderna. Se trata de una forma basada en la autodeterminación y libertad como principios ético-políticos fundamentales: ser un sujeto es ser capaz de darse a sí mismo la propia ley, autodeterminarse. Sin embargo, la capacidad de autodeterminación y libertad es indisociable de los encadenamientos económicos y jurídico-políticos que la garantizan. Así, la forma-sujeto está ligada a la solvencia mercantil y la regulación jurídico-política entre “sujetos propietarios”. Cuando la ruptura de tales encadenamientos se propaga, el núcleo del Sujeto y su autodeterminación se revela un referente de fuerza, de violencia. La subjetivación de la guerra civil “contra los vagabundos”, emprendida durante tanto tiempo por el propio Estado en su «guerra al crimen y a las drogas», cuyo vínculo de enemistad está racializado y sexualizado, se extiende más allá de él.

En una situación en la que la heteronomía y vulnerabilidad de las existencias demandan acciones de solidaridad y apoyo mutuo, aquellos que pueden y aun buscan valerse como Sujetos libres y propietarios, lo hacen recurriendo a la fuerza y las armas.

La solidaridad y el apoyo mutuo en este contexto no deben ser pensados solo como mecanismos para garantizar la supervivencia, sino como una forma de combatir también la “guerra del antropoceno” que se perfila, ensayando otra imagen de la existencia. Una existencia en la cual la vida pueda ser vida más allá de la métrica de la mercancía, del dinero, de la violencia soberana y de la correlativa encarcelabilidad a la cual se destina ciertos cuerpos: aquellos pobres y determinados por la racialización y sexualización, que constituyen desde dentro el funcionamiento del aparato jurídico-político y de las relaciones económicas del valor en crisis.

1Ver el texto de Silvia Adoue para Desinformémonos: https://desinformemonos.org/brasil-el-agua-que-todo-arrasa/

2http://www.obeco-online.org/rkurz108.htm

3Ver A. Jappe; Aumercier; S. Aumercier; C. Homs; G. Zacarias. Capitalismo em quarentena: notas sobre a crise global, p.24.

4https://www.cnnbrasil.com.br/internacional/governo-do-quenia-enfrenta-raiva-da-populacao-afetada-por-enchentes/

5https://www.cartacapital.com.br/mundo/alem-do-brasil-outros-paises-registram-enchentes-devastadoras/

6Ver: https://desinformemonos.org/brasil-solidaridades-insurgentes-x-neoextractivismo-las-inundaciones-en-rio-grande-do-sul/

7https://www.bbc.com/portuguese/articles/cqlnjd87q2go

8https://agenciabrasil.ebc.com.br/geral/noticia/2024-05/chuvas-no-rs-deixam-154-mortos-e-6183-mil-pessoas-fora-de-casa

9https://quilomboinvisivel.com/2024/05/17/a-agua-que-tudo-arrasta/

10 Aunque el secretario del Sistema Penal y Socioeducativo de RS, Luiz Henrique Viana, haya dicho que no hay falta de agua y comida, la realidad es otra, como muestran los relatos de presos y familiares. https://oglobo.globo.com/brasil/sos-rio-grande-do-sul/noticia/2024/05/10/celas-inundadas-mais-de-mil-transferidos-e-interrupcao-no-monitoramento-eletronico-a-situacao-dos-presidios-no-rs.ghtml

11https://agenciabrasil.ebc.com.br/geral/noticia/2024-05/mais-de-1-mil-presos-sao-transferidos-apos-penitenciaria-inundar-no-rs

12https://estado.rs.gov.br/sistema-prisional-gaucho-recebe-reforco-de-servidores-do-governo-federal-e-de-santa-catarina-e-minas-gerais

13El comunicado puede ser leído aquí: https://www.instagram.com/p/C6tkxpfuRmM/

14 https://ponte.org/presos-do-rs-dependem-da-familia-para-nao-morrer-de-sede-dizem-parentes/

15http://www.obeco-online.org/coronavirus_e_o_colapso.htm

16https://ponte.org/presos-do-rs-dependem-da-familia-para-nao-morrer-de-sede-dizem-parentes/

17 Susepe: Superintendencia de Servicios Penitenciarios.

18Es lo que ocurrió en los refugios: los casos de violencia sexual fueron cometidos por familiares de las personas refugiadas. Ver: https://ponte.org/alem-de-inundacoes-presos-do-rs-sofrem-com-discriminacao-e-fake-news-de-politicos-e-moradores/

19Ver el libro de Angela Davis, Mujeres, Raza y Clase.

20La frase se refiere a la declaración de un Policía Civil que aborda a un hombre que estaba saliendo con una mochila de un supermercado abandonado. Ver en: https://ponte.org/em-meio-a-enchentes-do-rs-moradores-criam-grupos-armados-para-combater-vagabundos/

21https://ponte.org/em-meio-a-enchentes-do-rs-moradores-criam-grupos-armados-para-combater-vagabundos/

22Sobre este tema, consultar Botelho, M. “Economia de pilhagem: milícias, crise urbana e destruição ambiental”

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