Por: Susana Albarrán
Aura Lolita Chávez Ixcaquic es maestra y ‘defensora’ guatemalteca. Es lideresa del Consejo de Pueblos k’iche’s (CPK) por la defensa de la vida, la madre naturaleza, la tierra y el territorio. Este año fue nominada al premio Sajarov de la Eurocámara —a iniciativa del grupo de los Verdes— por su labor en defensa y promoción de los derechos colectivos de los pueblos indígenas.
Tuvo que salir de Guatemala por los atentados y las amenazas de muerte que ha recibido en su país. Desde hace algunos meses recorre ciudades de España y Europa contando el ataque de empresas trasnacionales a las comunidades indígenas al mismo tiempo que reivindica la importancia de la protección colectiva a las defensoras de derechos humanos. El Salto la entrevistó en una de sus visitas por Madrid.
La defensa del territorio es una vieja lucha en países de América Latina. ¿Cuál es el elemento nuevo que define la lucha en estos tiempos?
Estos tiempos han cambiado en relación a las expresiones de la colonización pero también de los patriarcados, que tienen sus propias características y expresiones modernas, que es lo que enfoca el neoliberalismo. En el capitalismo que tuvimos desde la invasión de Europa y especialmente de España en Guatemala, las expresiones eran otras, pero al final vemos que expresan lo mismo: exterminio, genocidio, tierra arrasada, despojo y saqueo, y mucha violencia contra los cuerpos. Eso es lo que estamos viviendo. Los pueblos estamos en la reconstitución de nuestro ser. Pasamos una época larga de colonización, una supuesta independencia que es una falsedad en los territorios de Abya Ayala [América en idioma kuna]: solo los hijos de los criollos se independizaron de sus supuestos antecesores, pero continuaron los mismos sistemas de muerte.
Luego vivimos 36 años de guerra y ahora estamos en la otra colonización, en una nueva invasión con expresiones actuales, como son las comunicaciones, los mega turismos, otra forma de guerra con otros tipos de armamentos.
A esa carrera contra el tiempo se suma la lucha por conservar el medio ambiente.
Ese es un tema por el que he sido muy atacada, estigmatizada y criminalizada, porque le hemos dicho al mundo que no nos creemos eso de que las empresas mineras trasnacionales que están contaminando la madre tierra con sus dineros, luego van supuestamente a regenerar los bosques y las montañas. Es una falsedad. Hay que decírselo a la cara al Banco Mundial, a Usaid [la agencia de cooperación de EE UU] y a todas estas corporaciones que están inyectando dinero a estas empresas saqueadoras.
K’iche es una expresión de montaña —ki significa mucho, y ché significa árboles—. Y el programa de activos forestales lo que está haciendo es provocar la mercantilización perversa de las montañas dando supuestamente una respuesta al cambio climático, lo que es mentira. Le estamos diciendo en la cara que sus propuestas no son las que los pueblos originarios queremos. Queremos vivir humanidad, queremos vivir biodiversidad, queremos vivir en plenitud y esas falsas propuestas están llevándose a cabo de nuestros territorios.
¿Cuáles son los recursos por los que pugnan estas empresas extranjeras?
Hay licencias de todo tipo. Van desde el mega turismo, en el que todo el día estás expuesta a que te tomen fotos… Te puedes imaginar, desde nuestros cuerpos como mujeres, la forma perversa de vernos de manera racista pero también como objetos exóticos. Además, está toda la banca, la hotelería y los grandes restaurantes que nos están invadiendo. Eso pasa mucho en mi pueblo, que es territorio maya, y les parece exótico a la gente que encuentra placer en vernos cómo convivimos con nuestra madre tierra. Pero no es el mismo trato que nos dan cuando salimos a defender nuestra vida para que nuestro territorio no sea invadido.
Por otro lado están las mineras. Mi pueblo es muy pequeño, pero tiene una expresión territorial muy diversa. Hay microclimas, hay especies de diferentes tamaños, formas, colores. Si tu vas y te adentras en la montaña te puedes encontrar expresiones muy diversas. Pero la minería… hay licencias para saquear oro, plata y zinc. Estamos hablando de que el Estado de Guatemala sin consultar a los pueblos concede licencias gracias a una ley de extractivismo que también está denunciada. Hay más de 32 licencias y cada día cambia. Hay de tres tipos: reconocimiento, exploración y explotación. Muchas han quedado en reconocimiento pero caducan sus tiempos y las solicitan otra vez. Hay licencias de exploración y aún hemos parado las de explotación, pero las hemos parado con nuestras vidas, porque han asesinado a gente del CPK. Las licencias mineras vienen principalmente de Canadá, pero también de Europa, de todos lados.
Luego están las hidroeléctricas, dentro de un modelo económico energético, un modelo regional que no solo es para el K’iche sino para toda Guatemala. Para empezar, solo el Estado español tiene entre 20-25 proyectos ya instalados. En el K’iche está muy presente ENEL, una empresa italiana.
Lo que estamos viviendo las mujeres es que dentro de las cosmovisiones del pueblo maya tenemos muchos principios, valores y procedimientos, pero aparte de las violencias de las empresas transnacionales se vive violencia cotidiana
Luego están los monocultivos, la palma africana ya llegó al territorio k’iche por el norte, en Ixcán. Ya no solo hablamos de Santa Cruz, sino de todo el departamente del K’iche. También hay licencias petroleras. Pero también se está generando explotación laboral a través de todos esos centros de comunicación manejados por empresas de Estados Unidos en donde hay explotación y esclavitud, es decir, también son mega proyectos de comunicación. Mucha gente, la juventud principalmente, está trabajando en esas empresas de comunicación.
También han incorporado en su lucha el feminismo como una herramienta vital. ¿Qué ha significado eso en el movimiento?
Lo que estamos viviendo las mujeres en los territorios es que dentro de las cosmovisiones del pueblo maya tenemos muchos principios, valores y procedimientos, pero aparte de las violencias de las empresas corporativas transnacionales se vive violencia cotidiana. Hay violencias en los territorios. Yo vengo del movimiento de mujeres, después de las masacres y las violaciones hacia familiares y vecinas, las torturas y todo lo que vivimos en la época de la guerra. Pues el pueblo k’iche se ha organizado. Nos tratan de exterminar, nos desafían porque la sangre que corre por nuestras venas es de rebeldía, es de resistencia y es de reconstitución. Nos hacen algo y llevamos a cabo un fuerte proceso de sanación y volvemos a caminar. El neoliberalismo se topó con el pueblo k’iche.
El problema es que ese neoliberalismo encuentra sus nichos o la alianza perfecta y perversa en los territorios con las violencias. Entonces, las mujeres que estamos siendo protagonistas como defensoras de los territorios y siendo activistas pero también como autoridades nos damos cuenta de que el enemigo también está dentro. Y no vale que tengamos una doble moral y que en asambleas de movimientos sociales, en organizaciones e instituciones se hable de la defensa del territorio-tierra, al mismo tiempo que el territorio-cuerpo de la mujer está siendo violentado. ¿Por qué me están violando sexualmente en la cama y dicen que están defendiendo a la madre tierra? Así como las empresas extractivas violan los derechos de la madre tierra, así es como los hombres machistas patriarcales y neoliberales violan nuestros cuerpos.
Pues el pueblo k’iche se ha organizado. Nos tratan de exterminar, nos desafían porque la sangre que corre por nuestras venas es de rebeldía, es de resistencia y es de reconstitución
Desde el feminismo comunitario estamos luchando para que no se vea a la tierra solo como una dadora de vida, que solo genera hijos e hijas y que se multiplica y que todo lo puede y se sacrifica, no. Estamos hablando de Madre Tierra Feminista, estamos hablando de mujeres feministas que estamos analizando las múltiples opresiones de los patriarcados. Yo quiero seguir viviendo una vida digna, quiero dejar una semilla, si no ¿qué estamos dejando? ¿Una semilla transgénica? Esos son debates fuertes que estamos llevando a las asambleas. No les gusta mucho por supuesto a los machistas porque se les paran los pelos y se ponen incómodos cuando empezamos a decir «¿quieres que hable fuerte?, pues no me quites la fuerza en la cama o en la casa».
¿Qué pasa con los cuidados en la cotidianidad de las familias? Otras compañeras dicen: «Yo no quiero tener hijos, yo cuido de mi vida, pero no quiero tener otras vidas. ¿Qué pasa con eso? La gente pensará que estas cosas son tabú en los pueblos indígenas. Sí, son tabú porque nos están jodiendo. Entonces hay que hablarlos. Aún y cuando eso nos lleve a momentos críticos de enojos y llantos, pero luego igual la sonrisa y el amor vienen pero en igualdad de condiciones.
Por eso analizamos territorio-cuerpo, territorio-tierra, el patriarcado originario, el patriarcado ancestral y el occidental. Luego también la filosofía de los pueblos, hablamos de sexualidad en las asambleas porque son temas tabú que han hecho que por años y siglos las mujeres seamos las sacrificada, y sigamos siendo botín de guerra.
El problema es que ese neoliberalismo encuentra la alianza perfecta y perversa en los territorios con las violencias. Nos damos cuenta de que el enemigo también está dentro
Eres maestra de primaria, ¿cuándo pasaste a ser lideresa?
Yo digo en mi pueblo que las mujeres que estamos ahora desafiando a los poderes de opresión, lo mamamos. Mi mamá también ha estado activa en luchas en su contexto y en su historia. Era una gran desafiante de todas las opresiones. Toda esa generación de mujeres con esa valentía y esa fuerza, la he mamado. De niña fui muy rebelde, yo siempre cuestioné todo a lo que me obligaban. Por eso yo saludo la formación desde niñas, porque yo no recibí formación que te dijera tus derechos como niña… yo fui a una escuela donde te prohibían tu idioma, te trataban como una niña ‘indita’, piojosa y patarajada… entonces esa era la concepción de mi vida.
Yo me formé ya grande, mi caminar empezó en mi juventud en donde empecé a conocer mis derechos, y luego a conocer las expresiones feministas y luego empecé a caminar con mi pueblo en la reconstitución. En mi pueblo hubo una fase en que, como hubo descabezamiento, se rompió el tejido social por un tiempo después de la guerra. Se quedó el terror, el miedo, la culpa… Después, empecé a luchar contra el Tratado de Libre Comercio con EE UU. Pues ese fui mi camino, así que puedo decir que lo mamé.
En una sociedad racista como la guatemalteca, ¿ese racismo se sigue expresando de la misma manera?
Las expresiones del Estado de Guatemala son racismo puro. Si vemos el índice de desarrollo de Naciones Unidas, cuando hablan de exclusión social en el capítulo de derechos sociales, económicos, políticos y culturales, quienes menos acceso hemos tenido a los derechos más básicos somos los pueblos originarios k’iche, maya, xinka y garífuna. No hay acceso al agua, no hay acceso a la salud, la educación está privatizada, el deporte y el arte están anulados. Eso es racismo institucional que te pone un rango de ‘no gente’. Entonces en la cotidianidad los medios transmiten constantemente mensajes racistas, canciones y literatura racistas, tiendas, bebidas, comida racistas…
Cuando no tienes claro quién eres y tu autoestima está baja o desequilibrada, si eres mestiza o ladina que no encuentra su identidad, entonces te vinculas con el racismo
Cuando no tienes claro quién eres y tu autoestima está baja o desequilibrada, si eres mestiza o ladina que no encuentra su identidad —es decir que te estás tambaleando por toda la opresión— entonces te vinculas con el racismo. El odio que ha generado el racismo es profundo, profundo. El odio está ahí, esa es la cotidianidad de Guatemala, en los mercados, en las tiendas, en los buses… pero también el racismo está vinculado con las empresas. En la mercantilización del ser también está presente el racismo.
¿Ha cambiado algo desde 1992?
Sí, mucho. Ahora el racismo desde dentro de los pueblos se está tomando de otra forma. Ya no existe la sumisión que le enseñaron a mi abuela o a mi madre. Hoy mi pueblo, a pesar de las desigualdades que vivimos, me está diciendo ‘aquí estoy yo, aquí está tu identidad, aquí está tu filosofía, aquí está tu cultura, tus raíces, tu semilla’. Esa expresión de ser sujeto de derecho y con una reivindicación y reconstitución del ser maya. Me pueden estar diciendo muchas cosas afuera, pero la fuerza que está generando la comunidad y la territorialidad me toda la fuerza.
El odio está ahí, esa es la cotidianidad de Guatemala, en los mercados, en las tiendas, en los buses… pero también el racismo está vinculado con las empresas. En la mercantilización del ser también está presente el racismo
Otro mensaje que me encanta es el de ‘la sabiduría ancestral tiene vigencia actual’, son expresiones de vida que dicen que este es un camino lindo, liberador. Y luego conectado a eso, esta generación a la que pertenezco tiene sabiduría, conciencia, ciencia, filosofía, astronomía, matemáticas… Podemos trascender y decir que tenemos un estilo de vida propio, ese que está chocando con el neoliberalismo. Es lo que me hace creer que en mi pueblo podamos parar en colectivo, en comunidad, a una expresión del neoliberalismo.
Otra expresión hermosa es la de cómo tejemos con otros pueblos, con pueblos de Canadá, de EE UU que dicen que nos admiran, que somos la “luz para el mundo”. Cuando la gente alienta nuestro caminar, nos conectamos porque hay dolor también en las expresiones neoliberales de Europa donde sus derechos también están retrocediendo.
¿Cuál es la fuerza que te une a las defensoras de derechos humanso con las que has compartido en diversas ocasiones durante estos meses aquí en Europa?
Nos decimos entre todas: seguir tejiendo redes es el camino. Pero igual de importante es que en los territorios nos acuerpemos mutuamente. Aquí hemos venido también a compartir y decirnos “ah, ¿eso también pasan en sus territorios?”. Tuvimos una reunión donde hablábamos sobre nuestra criminalización y cómo había actuado cada una. Esos caminos son muy importantes, analizando los contextos locales, generando los vínculos regionales y globales. Pero también procesos de autocuidado, de sanación, de ver cómo opera la institucionalidad, las violencias, los mecanismos de los Estados, pero también los mecanismos internacionales de derechos humanos y de denuncia por los que podamos tener algunas oportunidades de desafiar a estas corporaciones.
Y reconocer que también se tejen redes aprendiendo de todas las expresiones del feminismo. Seguimos diciendo “ni una menos, no queremos más víctimas”, pero vamos a honrar a las que han dado su vida. Vamos a saludar el vientre, la memoria, la historia, la sangre de las ancestras que ha dado su vida y, en honra a ellas, vamos a seguir caminando y a cuidarnos entre todas y en todos lados. Aquí en Europa, pero también allá. Yo agradezco profundamente todas las expresiones de solidaridad. Yo tuve que venir acá por la situación de persecución y amenazas de muerte que tuve en mi territorio. El encontrarme con amor acá ha sido muy importante.
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