Lo llaman soberanía alimentaria y no lo es

Gustavo Duch* y Marta Soler**

En algunas declaraciones, manifestaciones y pancartas, las administraciones, patronales, sindicatos y partidos políticos de todos los colores, afirman que la salida a la actual crisis alimentaria en Europa pasa por la “soberanía alimentaria”. Según sus discursos, este paradigma equivale a alcanzar la autosuficiencia alimentaria del continente desde el más absoluto egoísmo y sin cuestionar el modelo agroganadero dominante, ni las desigualdades socioeconómicas, ni los destrozos ecológicos que genera. Nada de esta autosuficiencia neoliberal es soberanía alimentaria, de hecho podríamos decir que son conceptos totalmente opuestos.

Para entender la dimensión del concepto “soberanía alimentaria” es fundamental contextualizar su origen. Hace ahora 25 años, el huracán de la globalización ganaba intensidad impulsado por los intereses de algunos sectores dominados por empresas multinacionales de los países del norte. A partir de patrones de libre comercio, los poderes económicos urdían toda clase de mecanismos para mantener sus privilegios en el sistema alimentario, respaldados por la OMC en el ámbito internacional y por la PAC en el europeo. Ejemplos de estos mecanismos son el desmantelamiento de las protecciones o destinar grandes partidas económicas a subvencionar una agricultura y ganadería industrial diseñadas para que los potentados —llámense terratenientes, grandes corporaciones o fondos de inversión— acaparen los beneficios. Otra muestra son las subvenciones a la exportación, que han permitido que alimentos artificialmente abaratados desplazaran las producciones locales en todo el mundo, provocando hambre sobre todo en el sur global. Como respuesta a todos estos procesos que acababan con sus formas de vida, las organizaciones campesinas del mundo, reunidas bajo el paraguas de La Vía Campesina, concibieron el concepto de soberanía alimentaria.

La soberanía alimentaria rechaza frontalmente el modelo agroganadero derivado de todas esas políticas neoliberales. Por ejemplo, rechaza la ganadería industrial vinculada a dietas insostenibles y dependiente de importaciones masivas de materias primas para la alimentación animal

La soberanía alimentaria rechaza frontalmente el modelo agroganadero derivado de todas esas políticas neoliberales. Por ejemplo, rechaza la ganadería industrial vinculada a dietas insostenibles y dependiente de importaciones masivas de materias primas para la alimentación animal producidas en monocultivos desforestadores, como la soja, el trigo o el maíz. Ahora, la guerra de Ucrania ha interrumpido el flujo de cereales para alimentación animal que recibía España de ese país. Con la argumentación de la urgencia de recomponer esos procesos productivos, estamos viendo que se aprueban directrices para importar o producir más cereales, pero ¿de qué manera? Con uso masivo de fitosanitarios hasta ahora no permitidos, con regadíos que agotarían nuestros ya dañados acuíferos, con maquinaria dependiente de combustibles fósiles y sin apenas mano de obra ¿Es esto soberanía alimentaria? No. 

La soberanía alimentaria, al contrario, propone reconectar el consumo alimentario con el territorio, aprovechando al máximo sus posibilidades pero teniendo en cuenta su capacidad de regeneración y sus límites. Así han alimentado históricamente a la población las comunidades campesinas, a partir de modelos agroganaderos agroecológicos. La soberanía alimentaria, en la actual situación se pregunta, ¿no es el momento de desintensificar la agricultura y la ganadería para integrarlas haciéndonos menos dependientes de las importaciones de granos? ¿No es el momento de democratizar las dietas haciéndolas menos cárnicas y por tanto más baratas en términos ecológicos además de monetarios? ¿No es el momento de una ganadería de pastoreo que en lugar de depender de fertilizantes de síntesis derivados del petróleo, es productora de abonos naturales que tanto necesitamos para devolver vida a una tierra que agoniza? 

La soberanía alimentaria, al contrario, propone reconectar el consumo alimentario con el territorio, aprovechando al máximo sus posibilidades pero teniendo en cuenta su capacidad de regeneración y sus límites

Lo explican los manuales de historia. Cuando una civilización entra en crisis,  en colapso, como la fantasía neoliberal, capitalista, patriarcal, individualista y competitiva en la que vivimos actualmente, su única respuesta es el “sálvense quien pueda” con estrategias destructivas de tierra quemada. Y eso es justamente lo que estamos viendo con esas propuestas de “autosuficiencia”, que, como una suerte de autarquía franquista, llegan para agrandar la dictadura alimentaria. Llegan para perpetuar la dependencia de cuatro corporaciones y unas élites que seguirán haciendo negocio gracias al  empobrecimiento de cada vez más gente y a la destrucción de la naturaleza y los territorios. Eso sí, en sus etiquetas relucirá orgullosamente la “gloriosa marca España”.

*Profesor de veterinaria en la Universidad Autónoma de Barcelona

**Profesora de economía agraria en la Universidad de Sevilla
Forman parte de la revista Soberanía Alimentaria

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