Las nefastas políticas económicas implementadas en los últimos tiempos por el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan han llevado a Turquía a una grave situación económica, un contexto que no augura nada bueno para la paz y la estabilidad de la región. Lo cierto es que la agitación nacionalista y las ambiciones neo-otomanistas que han motivado la agresiva política exterior de los últimos años han sido muy útiles al gobierno del AKP para esquivar sus graves problemas internos.
Ante estos problemas y una debilidad cada vez más acusada el Gobierno turco ha profundizado en una agresiva deriva militarista y expansionista que sueña con recuperar la antigua gloria del Imperio otomano a costa de desestabilizar profundamente la región. Esta deriva se ha visto, además, acompañada de un notable aumento de la represión contra opositores políticos y periodistas, que se enmarca en un intento de subvertir por completo la libertad de prensa en Turquía. Esta deriva reaccionaria ha multiplicado la represión sobre los representantes políticos kurdos, y recrudeciendo el conflicto con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que desde 1984 mantiene una lucha armada contra el Estado turco en defensa del reconocimiento de la existencia, y de los derechos civiles y políticos, del pueblo kurdo.
El Gobierno turco ha profundizado en una agresiva deriva militarista y expansionista que sueña con recuperar la antigua gloria del Imperio otomano a costa de desestabilizar profundamente la región
Las ambiciones personalistas de “El Sultán”, como se le conoce en algunos círculos diplomáticos, suponen una grave amenaza para la paz y la seguridad en Oriente Medio, el norte de África y Mesopotamia. Desde la militarización del Mediterráneo oriental y las operaciones con paramilitares en Siria, Libia e Iraq, a la compra de misiles rusos que ha tensado las relaciones con la OTAN, Erdogan ha dejado claro que es una grave amenaza para la paz regional y global. Las ideologías pan-turquista y pan-islamista promulgadas por el Gobierno turco se asientan sobre principios nacionalistas, racistas y sexistas, que son la base del fascismo turco, y que sostienen la represión y la negación de los derechos de las mujeres, y los derechos civiles y políticos del pueblo kurdo y de otras minorías. Esto no solo sucede en Bakur (Kurdistán turco) sino también en las múltiples regiones ocupadas por el ejercito turco y sus milicias islamistas y yihadistas afines en Rojava (Kurdistán sirio). Sobre estas pesan graves violaciones de derechos humanos como feminicidios, limpieza y homogeneización étnica y cambio demográfico forzoso. Estas constituyen graves crímenes contra la humanidad que en muchos casos toman forma como un régimen de apartheid, y que deben recibir una respuesta contundente en forma de sanciones por parte de organismos como la ONU y la Comisión Europea.
A su vez los avances hacia una resolución pacífica del conflicto kurdo se ven permanentemente obstaculizados por la constante vulneración de los derechos de Abdullah Öcalan, el líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, y representante de una considerable parte del pueblo kurdo. Öcalan se encuentra encarcelado por el Estado turco desde el 15 de febrero de 1999 en una isla prisión de alta seguridad tipo F en calidad de preso político y totalmente aislado de cualquier contacto exterior. La vulneración de sus derechos ha sido reconocida por organismos como el Comité para la Prevención de la Tortura (CPT) del Consejo de Europa que en un informe publicado el 5 de agosto de 2020 admite que “el sistema de aislamiento en Imrali que se aplica a Abdullah Öcalan se basa en un régimen de tortura”. El CPT insta al Gobierno turco a conceder a Öcalan más amplio contacto con el exterior y menos confinamiento en solitario. La represión de los derechos del líder kurdo no es un hecho puntual sino la extensión de las políticas represivas del AKP/MHP que alcanzan a toda la oposición democrática y progresista, y que mantienen en prisión a múltiples opositores entre los que se encuentran cientos de cargos electos del partido democrático de los pueblos (HDP).
Öcalan se encuentra encarcelado desde 1999 en una isla prisión de alta seguridad en calidad de preso político y aislado de cualquier contacto exterior. La vulneración de sus derechos ha sido reconocida por el Consejo de Europa
Pese a estas condiciones de reclusión la figura de Öcalan ha jugado un importante rol en los esfuerzos por encontrar una solución negociada para la paz. Entre 2013 y 2014 se produjeron una serie de negociaciones entre Öcalan, el PKK y el Gobierno turco que fueron paralelos a un período de alto el fuego, y que consiguieron crear una atmósfera política proclive para la discusión de una solución, así como una plataforma sociopolítica pluralista y tolerante. Todos estos elementos son urgentemente necesarios en Turquía. No obstante, es imprescindible en este camino para la paz sacar al PKK, principal partido político kurdo, de la lista de organizaciones terroristas de la UE y la OTAN, donde se encuentra por mediación del Gobierno turco, así como reconocer y apoyar al Movimiento Kurdo por la Libertad como una fuerza política imprescindible para la democratización de Turquía.
Es imperativo, en este sentido, hacer un llamamiento a la comunidad internacional para que levante su voz y exija la intervención del Consejo de Europa y el Comité para la Prevención de la Tortura ante el gobierno turco para reclamar el fin del aislamiento, y la libertad de Abdullah Öcalan. Ambas son condiciones imprescindibles para la búsqueda de una solución negociada que siente las bases para la paz y que ponga fin a las graves violaciones de derechos humanos cometidas por el Gobierno turco.
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