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Lenguaje, herramienta poderosa para los cambios sociales

UAM

Los cambios que se han dado en las prácticas, en las narrativas y en las estructuras lingüísticas tienen que ver con el impacto que han tenido los feminismos como movimientos de lucha social, sostuvo la doctora Fabiola Camacho Navarrete, académica de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

La doctora en Sociología por la Unidad Azcapotzalco de la Casa abierta al tiempo se refirió a la democratización de la lengua; no obstante, la Real Academia Española establece que las modificaciones en ésta no responden a transformaciones sociales porque éstas no se dan de manera inmediata.

Las instituciones educativas tienen el cometido de transmitir la norma culta, es decir, las configuraciones del español que se reproducen en cada una de sus esferas, apuntó durante el Ciclo de charlas Universidad sin violencias: la perspectiva de género y sus herramientas, que organiza el Departamento de Sociología en la Unidad Iztapalapa.

La académica citó a la doctora Hortensia Moreno Esparza cuando sostiene que la voluntad política por instituir medidas hacia la igualdad entre mujeres y varones y hacia el combate decidido contra el sexismo y la diversofobia encuentra en las prácticas discursivas un territorio peculiar.

No se trata de imponer fórmulas exactas para hacer un uso de lenguaje inclusivo, sino de sensibilizar sobre las posibilidades de éste y la potencia comunicativa del español, que muchas veces termina siendo como una entrada a lo políticamente correcto, como si se cumpliera con una cuota de género.

El mapa de los feminismos está configurado por cuatro olas: la primera surge como una propuesta en contra de la negación de los derechos civiles, jurídicos y políticos hacia la población femenina, que tampoco tenían potestad sobre sus cuerpos ni sus condiciones laborales.

Esta primera ola comenzó a finales del siglo XVIII y se extendió hasta finales del XIX, en el que destacan Mary Wollstonecraft, escritora del libro fundacional del feminismo La Vindicación de los Derechos de la Mujer, y quien fuera madre de Mary Shelley, escritora de la famosa novela Frankenstein.

La segunda comenzó a finales del siglo XIX y continuó hasta el inicio de la Guerra Fría, después de la Segunda Guerra Mundial, y se marca por el movimiento sufragista y el reclamo por la visibilidad política de las mujeres en el que resaltan pensadoras de los feminismos negros y de las féminas racializadas.

Hacia finales de la década de los sesenta del siglo XX aparece la tercera ola caracterizada por la pugna por la libertad de ellas para decidir sobre sus cuerpos, sobre los derechos sexuales y reproductivos, de los que también se desprende la división sexual del trabajo y pone en relieve la desigualdad laboral.

El feminismo interseccional que abraza las luchas de raza y clase social es formulado por pensadoras como Angela Davis, filósofa, política marxista y activista afrodescendiente estadounidense, cuya postura exige cambios radicales en las instituciones y la total reestructuración del Estado desde el principio de no más patriarcado.

La cuarta ola se eleva con el comienzo del siglo XXI, en el que se destacan los roles de género y las identidades sexuales desde la Teoría queer que ha alimentado Judith Butler, así como las violencias de género y la relevancia de la vida en el mundo de lo digital, ya sea por ejercer agresiones o como herramientas de denuncia y movilización, tal y como sucedió con el movimiento MeToo.

La doctora Camacho Navarrete advirtió que, lamentablemente, las denuncias han caído muchas veces en vacíos legales y los acompañamientos han sido ineficaces, pero socializar estas acusaciones en las redes sociales puede ser un instrumento de presión para procesar los casos de manera adecuada.

Un concepto orgánico de los feminismos es la sororidad, esta búsqueda por la hermandad entre mujeres para hacer un solo frente en estas luchas de género para impulsar cambios verdaderos.

La fuerza que hoy en día han adquirido los movimientos feministas es un hecho fáctico porque hay una historia de tres siglos de luchas que han pugnado por visibilizarlas como seres humanos con igualdad de capacidades y oportunidades. El centro de estas disputas está ahora en los mecanismos de denuncia y en la estructura lingüística.

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