Las viudas del 1º de Mayo

Chema Álvarez Rodríguez

“El 11 de Noviembre se ha convertido en un día de importancia internacional, acariciado como un día de martirio en los corazones de todos los amantes sinceros de la libertad. En este día fueron sacrificados, en el cruel árbol de la horca, unos mártires a causa de sus ideales, como jamás antes había sucedido en la historia. Los escritores habrán de reconocer que la generación actual está muy poco informada acerca de los detalles que condujeron al 11 de Noviembre, a causa de las muchas ocupaciones que hay en esta época. Veinticinco años es mucho tiempo para recordar los detalles de cualquier suceso, por muy importante que sea”.

Con estas palabras iniciaba Lucy E. Parsons el memorial publicado con motivo del 25 aniversario del ajusticiamiento de los conocidos como “Mártires de Chicago”, los cinco hombres ahorcados el 11 de noviembre de 1887: George Engel, Adolf Fischer, Albert Parsons, August Spies y Louis Ling, este último muerto por su propia voluntad (según informó la policía) la víspera del ahorcamiento mediante la explosión de una cápsula de fulminato en su boca. Un juicio amañado les llevó a un veredicto equivocado, pues eran inocentes. No se condenaron los hechos por los que se les juzgaba, sino sus ideas anarquistas y socialistas, así como su relación con la prensa obrera, que tanto auge tenía en aquellos días. Su historia la sabemos de sobra y sabemos que el 1º de Mayo se lo debemos a su sacrificio. Lo que apenas se nos ha contado es la historia de quienes compartieron su lucha y estuvieron con ellos hasta el final y más allá: sus esposas, sus madres, sus hijas, unas compañeras sentimentales cuyo protagonismo y nombre fueron arrastrados por el fuerte oleaje de la relevancia masculina, hasta quedar enterrados en la playa del olvido donde se oculta la historia de las mujeres.

Lucy Parsons, la compañera de Albert Parsons, fue la más destacada. Su verdadero nombre era Lucía Eldine González, nacida en Texas alrededor de 1853, poco tiempo después de pasar este estado a formar parte de la Unión Americana. Se cree que sus padres eran esclavos, una mexicana y un indio creek. Murieron cuando ella apenas tenía tres años y pasó a vivir con un tío suyo que tenía un rancho en Texas, donde se cree que vivió y trabajó en condición de esclava. Trabajó en la recogida del algodón y fue en los campos algodoneros de Austin donde conoció a Albert Parsons, con quien se casó en 1870, si bien el matrimonio nunca fue legal, pues las leyes no permitían el mestizaje, y ella pasaba por negra. Ambos se trasladaron a Chicago, ciudad industrial, donde la depresión motivaba el contrato de mano de obra inmigrante a bajos salarios. Lucy trabajó como costurera y Albert como tipógrafo para el Chicago Times.

Lucy Parsons, la compañera de Albert Parsons, fue la más destacada. Su verdadero nombre era Lucía Eldine González, nacida en Texas alrededor de 1853, poco tiempo después de pasar este estado a formar parte de la Unión Americana. Se cree que sus padres eran esclavos, una mexicana y un indio creek

Se implicaron de lleno en la organización del movimiento obrero y en la reivindicación de las 8 horas. Lucía Gonzales, como era también conocida (le gustaba reivindicar su ascendencia mexicana), abrió una tienda de ropa cuando Albert fue despedido del periódico por su significación como líder de la lucha obrera. Participó también en la International Ladies’ Garment Workers Union (ILGWU), un sindicato textil de mujeres que en 1909 protagonizaría una de las mayores huelgas de Estados Unidos, con 14 semanas de duración.

Lucy Parsons comenzó a escribir y a publicar en los periódicos obreros, principalmente en The Socialist y The Alarm, este último un semanario anarquista editado por Albert tras ser echado del Chicago Times. Ambos –Lucy y Albert– contribuyeron a afianzar la International Working People´s Association, la AIT en Estados Unidos.

Lucy Parsons acudió a la manifestación de Haymarket en mayo de 1886 en compañía de su compañero y de sus dos hijos pequeños, Lulú y Albert Jr. Sin embargo, no participaron en los altercados por los que los mártires serían juzgados y ahorcados. Sí participó y protagonizó, no obstante, la campaña de denuncia del juicio y apoyo a los encarcelados. Según cuentan las crónicas de la época, cuando en el juicio se dictó la sentencia, con la condena a la horca de su marido y de sus compañeros, Lucía permaneció impávida, serena. Cogió un cordón de una cortina de la sala y trenzó una pequeña horca que arrojó por la ventana a la multitud obrera que esperaba afuera el veredicto. Inmediatamente lo conocieron por la señal enviada. Un grupo multitudinario de policías que se agolpaba a las puertas de la sala gritó un ¡Hurra! cuando supieron que a los condenados les aguardaba la soga.

El día de la ejecución, el 11 de noviembre de 1887, quiso asistir a la misma junto con sus hijos y acudió a la cárcel donde se hallaba el patíbulo. Sin embargo, varios policías la detuvieron y la encerraron en una celda junto a sus hijos hasta que su marido murió ahorcado. Antes de encerrarlos, a modo de humillación, les hicieron desnudarse por completo.

Tras la ejecución, Lucy se dedicó a una doble labor: mantener vivo el recuerdo de los mártires de Chicago y reivindicar la causa que les llevó a la horca. Mantuvo serias diferencias con Emma Goldman en cuanto a la reivindicación del feminismo y la opresión de la mujer, que ella consideraba consecuencia del capitalismo, y fue una de las dos únicas mujeres presentes en la fundación de la IWW en 1905 (Trabajadores Industriales del Mundo). La otra fue Mother Jones.

Su activismo continuó a la par que aumentaba su protagonismo. Defensora a ultranza de la libertad de expresión, fundó junto a Lizzi Jones la revista Freedom: A Revolutionary Anarchist-Communist Monthly. Fue más allá de la reivindicación de la jornada laboral de las 8 horas y reclamó un máximo de 5 horas por día trabajado. Denunció el racismo en la sociedad norteamericana y participó en el movimiento por la defensa de los derechos civiles hasta el final de su vida, que perdió en un desafortunado incendio, el 7 de marzo de 1942, cuando tenía 89 años. El FBI expolió toda su biblioteca al día siguiente de su muerte. Contaba con más de 1.500 libros sobre sexo, socialismo y anarquismo.

Nina Stuart Van Zandt, nacida el 21 de enero de 1862, pertenecía a una familia de abolengo. Por parte de su madre era descendiente de la escocesa Casa de Estuardo, y por parte de su padre de una de las familias más antiguas de Nueva York

Otras de las mujeres que acudieron al juicio de los mártires de Chicago fueron Christine Spies y Nina Stuart Van Zandt, madre y compañera respectivamente de August Spies. Nina Stuart Van Zandt, nacida el 21 de enero de 1862, pertenecía a una familia de abolengo. Por parte de su madre era descendiente de la escocesa Casa de Estuardo, y por parte de su padre de una de las familias más antiguas de Nueva York. La familia se dedicaba a la fabricación y venta de productos químicos.

En el verano de 1886 asistió al juicio de los anarquistas junto a su madre y a otras dos amigas de la familia, invitadas por el juez. Aunque ella pensaba encontrar entre los acusados hombres incultos y embrutecidos, pronto se dio cuenta de que no eran criminales, sino hombres muy inteligentes con nobles ideales. Dos años antes había conocido a August Spies, al acudir al periódico donde este trabajaba, el Arbeiter Zeitung, a poner un anuncio sobre una mascota perdida. En la sala de juicio se reconocieron y comenzaron una relación a través de correspondencia y con encuentros difíciles, pues la ley sólo permitía que los presos pudieran tener contacto con familiares. De ahí surgió la idea del matrimonio. 

Al principio, enterada la prensa, presionó para que esto no aconteciese, si bien aconsejada por los defensores de Spies, finalmente Nina y August contrajeron matrimonio el 29 de enero de 1887, por poderes, en una ceremonia en la que fueron representados por familiares y que procuraron mantener en secreto. Sus padres no se opusieron al matrimonio, si bien su abuelo materno la desheredó. No obstante, Nina apenas pudo ver a Spies durante todo aquel tiempo. Sólo se le permitió un último encuentro la víspera de la ejecución, ambos en la celda. Curiosamente, el semanario español Acracia, editado en Barcelona por el Círculo Obrero La Regeneración, publicó en enero de 1888 un número dedicado a los mártires de Chicago en el que aparece en la portada Nina, con un testimonio de su historia en las páginas interiores (copia literal traducida del Discurso de August Spies ante el juzgado, publicado por Nina Van Zand en Chicago en 1887 y hoy conservado en la Biblioteca de la Universidad de Illinois). Después de muerto Spies, su familia materna le ofreció de nuevo su herencia, si renegaba públicamente de su matrimonio y realizaba los trámites para declararlo nulo, algo a lo que ella se negó. Muerto Spies, se casó con un importante abogado, Stephen A. Malato, siendo muy criticada por la prensa de la época, pues el abogado era un capitalista enriquecido con el negocio de árboles frutales y flores. Poco tiempo después se divorciaría del abogado y recuperaría el apellido Spies. Murió el 9 de abril de 1936 y está enterrada junto al memorial de los Mártires de Chicago.

Johanna Pfauntz
Johanna Pfauntz y Adolph Fisher junto a su familia en 1881, Maplewood, Missouri

Johanna Pfauntz fue la esposa de Adolph Fischer. Conocida como Hanna, vino al mundo el 27 de junio de 1860, a bordo del barco SS Johanna. Su padre se llamaba Carl y su madre, Caroline (nacida Heidel), dio a luz mientras esperaban a desembarcar como inmigrantes en la Bahía de Chesapeake, en aguas estadounidenses. Eran austriacos. Hanna recibió el nombre del barco. Inmigración le cambió el apellido por Pfountz, pero ella siempre mantuvo Pfauntz.

Recién desembarcada, la familia se estableció en San Loiuis, Missouri. Allí conoció a Adolph Fischer, también inmigrante alemán que pertenecía a la Unión de Tipógrafos Alemanes. Se casaron en 1881y en poco tiempo tendrían tres hijos (una niña y dos niños). Tras pasar un tiempo en Nasville, donde Fischer trabajó para un periódico dirigido a los inmigrantes alemanes, se trasladaron a Chicago, donde comenzaría a trabajar en el Arbeiter Zeitung, dirigido por August Spies y Michael Schwab.

De Eda Muller (o Mueller) poco se sabe. Según parece se enamoró de Louis Lingg durante el proceso, manteniendo ambos una relación sentimental. Según narró Ricardo Mella en su opúsculo sobre los Mártires de Chicago, era “hermosa, joven y elegante”, aunque se intuye que tuvo mucho que ver en los últimos escritos de Lingg

Tras el ahorcamiento de su marido, regresó a su hogar materno en Missouri y vivió con su hermano. Allí crió a sus hijos y murió el 13 de julio de 1940, a la edad de 80 años. Está enterrada en el cementerio Mount Lebanon.

De Eda Muller (o Mueller) poco se sabe. Según parece se enamoró de Louis Lingg durante el proceso, manteniendo ambos una relación sentimental. Según narró Ricardo Mella en su opúsculo sobre los Mártires de Chicago, era “hermosa, joven y elegante”, aunque se intuye que tuvo mucho que ver en los últimos escritos de Lingg. Durante mucho tiempo se la consideró como la persona que le facilitó a Lingg el explosivo (posiblemente fulminato) que hizo estallar en su boca, causándole graves heridas al destrozarle la mandíbula y hacerle pasar una terrible agonía durante seis horas, hasta que murió. Existen pruebas de que no fue ella quien le facilitó aquel explosivo, sino un compañero de celda.

De George Engel sabemos que se casó en Rehna, Alemania, en 1886. Zapatero de profesión, emigró junto a su esposa e hijos a Estados Unidos y allí montó una juguetería, en 1876. En su autobiografía, escrita antes del ahorcamiento, dejó escrito que su mujer regentaba dicha juguetería, pero en ningún momento menciona su nombre y ha sido imposible encontrarlo.

La historia de los Mártires de Chicago nunca habría sido posible sin el movimiento organizado que les apoyó. En ese movimiento participaron, codo con codo, las mujeres, tal y como reflejan la prensa y las crónicas de la época. Quien desee imbuirse de tales hechos puede leer Dinamita, Historia de la violencia de clases en los Estados Unidos, 1826-1934, de Louis Adamic, traducido por Rubén Fernández Rojo y editado por La Linterna Sorda. Apenas se encuentran referencias en las redes. El Blog Somos Evas nos puso sobre la pista de algunas de ellas. La historia de todas estas mujeres aún está por escribir.

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