Las sombras de la exitosa campaña de vacunación israelí que excluye a los territorios palestinos

Sarah Babiker

Israel iniciaba el 19 de diciembre su plan de vacunación, tomando la delantera del impulso global para inmunizar a su población ante el covid-19. Poco más de un mes después, más de la cuarta parte de su población habría recibido al menos la primera dosis, y se está avanzando en el suministro de la segunda. El Gobierno israelí se ha permitido en estos últimos días vacunar masivamente a una población que no es de riesgo, la de los estudiantes de 16 y 18 años, para que puedan examinarse presencialmente. En definitiva, los titulares alabando la sobresaliente gestión de la vacunación en Israel salpican la prensa de estos tiempos pandémicos.

El país reúne ciertas características que facilitan el desarrollo de los programas de vacunación: un territorio poco extenso y bien comunicado, buenas dotaciones tecnológicas en general y en el ámbito sanitario en particular, y un ejército provisto de personal y medios suficientes para facilitar la distribución de la vacuna. Vacunas tampoco faltan, el gobierno israelí se ha hecho con 10 millones de dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech, seis millones de la Moderna, y un número aún desconocido de la AstraZeneca. La ciudadanía israelí puede estar segura de que antes o después será alcanzada por la campaña de vacunación. Los palestinos de los territorios ocupados no pueden celebrar lo mismo.

Netanyahu se propondría tener a toda la población mayor de 16 años vacunada para finales de marzo, coincidiendo prácticamente con la celebración de elecciones, donde se juega la continuidad al frente del gobierno

Según medios israelíes, Netanyahu se propondría tener a toda la población mayor de 16 años vacunada para finales de marzo, es decir, antes de las elecciones del día 23 de ese mes (las cuartas en menos de dos años). Las últimas semanas están siendo testigo del fervor vacunatorio del presidente Benyamin Netanyahu, que no pierde ocasión para hablar de la operación. “Israel va a convertirse en un modelo para el mundo, una experiencia piloto, y va a ser el primer país en emerger del coronavirus”, se enorgullecía el mandatario. De fondo, aplazados por la situación de emergencia y eclipsados por la situación pandémica, los procesos judiciales pendientes del político, acusado de fraude, cohecho y abuso de confianza, procesos que tendrían que haberse retomado en enero, y que han sido pospuestos por la emergencia sanitaria. 

La población palestina excluida

La población palestina de los territorios ocupados, sin embargo, no verá la primera vacuna hasta probablemente marzo. Pese a que, como han recordado numerosas organizaciones, la IV Convención de Ginebra obliga a Israel como estado ocupante a prestar servicios médicos a la población que vive bajo ocupación, extremo que el país no admite argumentando que es la Autoridad Palestina quien tiene las competencias sanitarias.  Las autoridades israelíes acuden al Acuerdo de Oslo II en 1995 para respaldar sus argumentos. Sin embargo, el mismo documento aduce que las dos partes están obligadas a cooperar en la lucha contra las pandemias.

“Israel es un Estado racista, que negaría a palestinos como mi abuela la vacuna”, decía la congresista Rashida Tlaib al medio estadounidense Democracy Now en una entrevista el 19 de enero. La política estadounidense se sumaba así al reclamo que exige a Israel vacunar a la población palestina que ha quedado relegada de los planes de un Estado ocupante que sí que ha incluido a los colonos en los asentamientos ilegales de la Cisjordania ocupada.

“Moral y legalmente, este acceso diferencial a servicios de salud necesarios en la peor crisis sanitaria del último siglo es inaceptable”, denuncian expertos de Naciones Unidas

El 14 de enero, expertos de Naciones Unidas instaban a Tel Aviv a proveer de vacunas a la población palestina. “Moral y legalmente, este acceso diferencial a servicios de salud necesarios en la peor crisis sanitaria del último siglo es inaceptable”, afirmaban en el documento. “Nada puede justificar la realidad actual en algunos lugares de Cisjordania, donde las personas de un lado de la calle están recibiendo vacunas, mientras las del otro lado, no, en base a si son judíos o palestinos”, denunciaba el responsable de Human Rights International en un comunicado de la organización.

Mientras, los esfuerzos de la Autoridad Palestina para hacerse con vacunas para su población se está topando con numerosos obstáculos.  En primer lugar, no puede optar a las vacunas de Pzifer ante la incapacidad de mantener la rigurosa cadena de fío. Las 5.000 dosis de la rusa Sputnik V que se habrían contratado para suministrar al personal médico han sufrido varios retrasos. El contingente de AstraZeneca se espera para marzo, aunque hay cierta inquietud sobre el cumplimiento de los plazos. La farmacéutica está teniendo problemas para satisfacer sus compromisos con la Unión Europea, hecho que dibuja un panorama complicado para las autoridades palestinas. 

También se espera que en marzo, lleguen vacunas a través del programa COVAX por el cual la OMS aspira a facilitar el acceso a la vacunación a 92 países de bajos recursos. La llegada de las vacunas se ve supeditada a la voluntad israelí a través de cuyos aeropuertos deberían entrar, y a quien la Autoridad Palestina debe pedir permisos de importación.Y es que no tener soberanía sobre las propias fronteras en plena pandemia mundial dificulta la salida de la crisis. Mientras los sucesivos confinamientos en territorio palestino han agravado la estructural crisis económica y empeorado los altos índices de desempleo, el confinamiento del lado israelí, dificulta el acceso de miles de palestinos tanto a sus puestos de trabajo —durante el primer confinamiento fueron muchos quienes tuvieron que pernoctar en condiciones insalubles en sus lugares de trabajo para no perder el empleo— como a la atención sanitaria que precisan.  A esto ha de añadirse el bloqueo que Israel ejerce desde hace 14 años sobre la franja de Gaza, donde se hacinan dos millones de personas, de las cuales muchas residen en campos de refugiados, y cuyas infrastructuras y hospitales están seriamente dañadas como consecuencia de las múltiples ofensivas israelíes y los obstáculos para introducir los materiales necesarios para la reconstrucción. 

Una campaña de vacunación polémica

El debate en Israel no circula en torno al hecho de que los vecinos palestinos hayan quedado fuera del plan israelí. Si no que se centra en otros tres ejes: el uso político de la campaña de vacunación en plena campaña electoral, el costo que el ejercicio de propaganda internacional ha tenido para el Estado y la población, y la resistencia de los sectores ultraortodoxos a la vacuna y a las restricciones.

Así no pasa desapercibida para la oposición la capitalización política que pretende hacer Netanyahu de la cuestión. El líder, que fue el primer israelí en vacunarse, el 19 de diciembre, hizo de ello un acto público. En su afán inmunizador, el lunes 25 de enero desde su perfil de Facebook, encabezado por una foto suya sonriente en la vacunación, instaba a los mayores de 60 años que no se hubiesen vacunado a dejarle sus datos para llamarles personalmente y convencerles. El post fue borrado por la propia red social al infringir las cláusulas de privacidad.

Israel habría pagado a la alemana Pfizer-BioNTech las dosis a un precio muy superior al fijado para la Unión Europea. También acordó la cesión de datos médicos a la farmacéutica 

Liderar la carrera de la vacunación, mientras las farmacéuticas no alcanzan con su capacidad de producción para cumplir con sus compromisos y empiezan a recibir reclamos y denuncias por parte de cada vez más Estados, tiene un costo. Israel habría pagado a la alemana Pfizer-BioNTech las dosis a un precio muy superior al fijado para la Unión Europea. El costo no se reduce a lo económico, el mismo Netanyahu anunció que se había acordado con la farmacéutica la cesión de datos de las personas vacunadas, algo que ha despertado críticas en el país. Mientras que desde el gobierno se insiste en que los datos médicos se usarán exclusivamente con fines de control epidemilógico, y se tratará de estadísticas anónimas, el pasado 19 de enero se vio forzado a mostrar el contrato, un documento de 20 páginas del que había tachado el precio pagado por las dosis.Con las elecciones en mente un tercer elemento podría complicar las opciones de Netanyahu de ser elegido de nuevo primer ministro: la rebelión de los ultraortodoxos ante las restricciones impuestas para afrontar las pandemia. La pretensión de que este sector de la población, que tiende a seguir sus propias normas, aplicara las restricciones en sus centros de estudio y reuniones religiosas, han generado descontento.

En la última semana, los ultraconservadores han causado incidentes, en manifestaciones que han acabado con enfrentamientos contra la policía. La noche del domingo llegaron a prender fuego a un autobús tras expulsar a su conductor árabe del mismo. Mientras, algunos rabinos extremos, lanzan proclamas contra la vacunaciones que incluyen extraños miedos, como un supuesto cambio de orientación sexual. Netanyahu depende de los partidos que tienen como base electoral a este sector de la sociedad para permanecer en la presidencia por lo que tampoco se puede permitir una condena frontal a sus acciones. 

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