En las mujeres no hay una “naturaleza” o “esencia” que las haga más propensas a ser cuidadoras de los demás, y la ética del cuidado implica escuchar sus voces, narrativas e historias respecto a los compromisos prácticos y responsabilidades que les han sido distribuidos de manera desigual e injusta para sostener la vida de alguien más.
Así lo afirmó Angélica Yasmín Dávila Landa, especialista en cuidados y justicias, y doctoranda en Antropología, durante la tercera sesión del Seminario permanente sobre necesidades y problemas sociales en México “Trabajos de cuidados en contexto de desigualdad social”, organizado por la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS).
Vía remota, la académica cuestionó que los trabajos de cuidados estén relegados e invisibilizados, pese a ser importantes y brindar un beneficio integral a la economía. “La ética del cuidado es cómo hacer que haya más personas que cuiden y se distribuyan estos trabajos de manera justa y equitativa”, dijo.
Durante su participación titulada “Ética del cuidado para la vida, la política y la investigación social”, la también integrante del colectivo Cuidadoras Potosinas expuso que cuidar es mantener, continuar y reparar nuestro mundo, de tal forma que podamos vivir en él lo mejor posible.
Los cuidados son procesos complejos, organizados de manera social, política y cultural. Están orientados a valorar la existencia, es decir, que cuando se cuida algo o a alguien es porque es valorado, por eso debe atenderse. “El trabajo de cuidar es todo aquel que se realiza para mantener un mundo común”.
Es una labor práctica que implica relaciones concretas y es productiva, pues regenera la economía; es relacional y afectiva porque habla de compromisos con los otros; es moral porque no es un asunto técnico, sino que da valor a las relaciones y comporta nociones de lo justo, lo moral y lo político.
Es también un trabajo experto, que se aprende y desarrolla en la práctica. “No se conoce por naturaleza. Nadie nace sabiendo cómo cuidar y a veces se aprende de maneras muy duras”, insistió.
La integrante del Instituto Mora subrayó que en el actual sistema patriarcal se permite a diversos actores, principalmente a los hombres, que no aprendan a cuidar. Pero esta labor va más allá de saber cambiar un pañal, hacer diálisis; implica conocer cómo funcionan las instituciones, la sociedad, y el Estado, y saber realizar gestiones, entre otras acciones.
En contraste, quienes cuidan, sufren diversas violencias, entre ellas que su labor sea negada, no remunerada ni reconocida.
Cuidar, añadió, es un trabajo ambiguo, en el que hay múltiples tensiones. Por ejemplo, desde el punto de vista médico se promueve la lactancia a libre demanda, pero en los espacios laborales no hay condiciones para llevarla a cabo.
En las relaciones de cuidado hay dependencia, pero también autonomía. Además, hay vínculos entre las vidas singulares y los procesos sociales más extensos. Cuidar, recalcó, significa poder crear y sostener cosas. Hace una diferencia entre lo que es cuidado y lo que no.
La ética del cuidado implica reconocer todas las dimensiones anteriores, añadió la experta en el seminario moderado por Cecilia Zaragoza Pérez, académica de la ENTS.
Publicado originalmente en Gaceta UNAM