Foto: Una mujer cuida de sus cultivos en Jinwar, un poblado del noreste de Siria donde las mujeres trabajan y conviven con sus hijos. Encarna la liberación de la mujer que, junto con la democracia y la ecología, es un principio central de la revolución de Rojava. (Jinwar Women’s Village via Facebook)
Desde que los devastadores terremotos gemelos sacudieron Turquía y Siria en la noche del 5 al 6 de febrero causando la muerte de más de 50.000 personas y desplazando a millones, la atención del mundo ha vuelto a centrarse en la frontera entre estos dos países. Una catástrofe para todos los afectados, pero que se ha visto intensificada para los kurdos de Turquía y la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES o NES, también conocida como Rojava) como consecuencia de que Turquía y Siria han bloqueado el transporte de la ayuda de emergencia a las comunidades kurdas del norte de Siria. Una manifestación más de la continua opresión de los kurdos, la nación sin patria más grande del mundo.
Asimismo, hay otra crisis que afecta a las comunidades kurdas de la NES: Turquía ha restringido el flujo del agua a una zona ya muy afectada por el cambio climático. En un lugar que depende en gran medida de la agricultura, el resultado de esta restricción es que las cosechas se están perdiendo, los agricultores se están endeudando y la población se ve obligada a marcharse debido a la sequía recurrente.
Aun así, existe un rayo de esperanza, sobre todo por parte de las mujeres de la zona. Un proyecto denominado Agua para Rojava, organizado por la Solidarity Economy Association, con sede en el Reino Unido, financió de forma colaborativa (crowdfunding) 105.000 libras (127.000 USD) a mediados de 2022 para ayudar a las cooperativas agrícolas de mujeres a regar de nuevo las tierras afectadas por la sequía. “Queremos garantizar una buena vida a las mujeres que vivan en el poblado. Hay 13 mujeres dirigiendo este proyecto. Ahora estamos excavando y buscando agua”, escribe una portavoz del Comité Económico de Mujeres de Derik, al noreste de Rojava, sobre una cooperativa agrícola que recibe ayuda del Comité.
Con el apoyo de Agua para Rojava, el Comité Económico de Mujeres ha irrigado 75 hectáreas en una antigua granja estatal de 450 hectáreas cerca de Derik (con una población estimada de 40.000 habitantes) y 50 hectáreas cerca de al-Hasakah (con una población metropolitana de más de 600.000 habitantes). “Gracias al agua, estas comunidades pueden volver a florecer”, explica Sami Miran (utilizamos un seudónimo para proteger su identidad), que visitó la NES en octubre de 2022 como miembro de una delegación de Agua para Rojava.
“Democracia sin Estado”
Las zonas de mayoría kurda del norte de Siria declararon su autonomía en 2012, durante el segundo año de la actual guerra siria, en lo que se conoce como la “Revolución de Rojava”. Basándose en los principios de la lucha de liberación kurda, los habitantes de la NES se organizan a través de un confederalismo democrático, “un modelo social, político y económico de autoadministración de diferentes pueblos, del que son pioneras las mujeres y la juventud”, explicó el académico y activista kurdo Dilar Dirik en la revista ROAR en 2016. “Es la democracia sin Estado”.
En Rojava, cuya población se estima entre cuatro y cinco millones de personas, las decisiones políticas recaen en consejos locales que cuentan con una representación equilibrada de hombres y mujeres, en lugar de delegar el poder al Estado nación.
La liberación de la mujer y la cohesión étnica son fundamentales en Rojava. En septiembre de 2018 cambió oficialmente su nombre de Rojava (que significa “poniente” en kurdo) a Administración Autónoma del Norte y Este de Siria, para reflejar el mosaico de etnias y religiones que viven en la zona. Las mujeres son elementos fundamentales de la revolución; además de la paridad de género a todos los niveles de toma de decisiones, existe un firme compromiso para acabar con la violencia y la opresión contra ellas.
Antes de la revolución de 2012, el Gobierno sirio controlaba enormes explotaciones agrícolas estatales, parte de las cuales son las que utiliza la cooperativa cercana a Derik. “Cuando estás allí, hasta donde alcanza tu mirada es la tierra que se extiende hasta el horizonte”, rememora Miran, quien visitó la granja de 450 hectáreas.
El Comité Económico de Mujeres, uno de los comités organizadores regionales de la NES, apoya a las cooperativas de mujeres para hacer reverdecer estas tierras. “Las mujeres lo hacen todo, desde cavar pozos y bombear el agua hasta construir infraestructuras resilientes al clima, como proteger del sol los almacenes o plantar cultivos resistentes al clima. Luego, las mujeres transportan las cosechas [entre las que se cuentan trigo, fruta, verduras y lentejas] al mercado y las venden. Como trabajan en cooperativas, no hay jefas ni subordinadas. Los beneficios se reparten”, afirma Miran.
Sequía por decisión humana y guerras por el agua
“La sequía está siendo provocada por Turquía, la crisis climática y las políticas hídricas locales [del Estado sirio antes de 2012]”, explica Ercan Ayboga, coautor de Revolution in Rojava y activista del Movimiento Ecologista Mesopotámico.
Ayboga afirma que cuando Siria se encontraba bajo el régimen del partido Baaz (dirigido por la familia al-Assad desde 1971) siguió una política de agricultura industrial que incluía la deforestación a gran escala y la excavación de decenas de miles de pozos. Sin embargo, sugiere, es posible revertir esta situación: “Con vegetación, especialmente bosques, el agua permanece en la naturaleza. No se escurre”.
Miran, que creció en la zona, reflexiona sobre cómo era antes la vida en el “granero de Levante”: “Este suelo tan rico cultivaba antaño aceitunas, trigo, lentejas, guisantes, algodón, judías y garbanzos, básicamente cualquier cosa que se sembrara. No solo alimentaba a Siria, sino también a Jordania, Turquía y otros países”.
Turquía es acusada de utilizar el agua como arma contra los kurdos al restringir su flujo hacia la NES. El Estado turco lo niega, a pesar de que existen pruebas como el programa turco de construcción de presas que inunda y destruye ciudades kurdas en Turquía, por ejemplo, Hasankeyf en 2020.
“Que Turquía utilice el agua como arma es un hecho único. No conozco otro Estado que corte el agua de forma tan sistemática durante periodos tan largos”, afirma Ayboga.
El Éufrates, río de gran importancia regional e histórica, nace en Turquía y fluye a través de Siria e Irak, y es una fuente esencial de vida para los dos Estados que se encuentran aguas abajo. En 1987, Turquía se comprometió a garantizar un flujo de 500 metros cúbicos de agua por segundo hacia Siria. Este volumen supone aproximadamente la mitad de lo que fluía antes de la década de 1960, cuando Turquía empezó a construir grandes presas, regadíos y centrales hidroeléctricas.
Ayboga afirma que entre 1987 y 2012 Turquía solo incumplió este acuerdo una vez, debido al llenado del embalse de su presa Atatürk a principios de la década de 1990. Sin embargo, “desde 2012, Turquía solo ha liberado entre 200 y 250 metros cúbicos por segundo, especialmente en primavera y verano, privando [al norte de Siria] de agua para el riego”.
Desde 2016, Turquía y las milicias que respalda han ocupado y atacado el norte de Siria, y ocupado específicamente el cantón de Afrín, desplazando a más de 300.000 personas. Desde entonces estos grupos han sido acusados de limpieza étnica y crímenes de guerra. Estos ataques forman parte de una larga historia de opresión contra los kurdos que se remonta a la formación del Estado turco en 1923. Turquía define la lucha de liberación kurda dentro del país como “terrorismo” y utiliza el mismo argumento para atacar a la NES .
Preocupaciones sanitarias
En enero de 2023, el caudal medio del Éufrates era de 125 metros cúbicos por segundo, según declaró Hammoud al-Hammadi, administrador de la presa de Tishrin, en NES, la segunda más grande de Siria, a la North Press Agency.
Como consecuencia de la falta de agua, la generación de energía hidroeléctrica, principal fuente de electricidad de NES, está paralizándose. Según Miran, los habitantes de la zona dependen ahora de generadores alimentados por combustible, que provocan contaminación y enfermedades respiratorias. “Si el Éufrates fluyera [de forma eficiente] ese problema desaparecería de la noche a la mañana”.
De hecho, la escasez de agua está poniendo en peligro la salud. El 10 de septiembre de 2022 se declaró una epidemia de cólera en Siria, que afectó tanto a la NES como a otras partes del país. Tras más de una década de guerra, los daños en las infraestructuras son un problema importante. Una de las principales preocupaciones de UNICEF es la estación de bombeo de Alouk, ahora en territorio ocupado por Turquía. Calculan que cerca de un millón de personas en la NES dependen de esta fuente para obtener agua potable. En el curso del año 2022, UNICEF denunció que durante 128 días, esta estación no bombeó agua en absoluto, y que solo funcionó parcialmente 54 días. Para evitar nuevas epidemias de cólera, UNICEF propone un “mecanismo de supervisión dirigido por la ONU [en Alouk] para garantizar servicios ininterrumpidos y apoyar el mantenimiento, según sea necesario. Esta propuesta se está discutiendo actualmente”.
La delegación de Agua para Rojava visitó la ciudad de Al-Hasakah, un foco de la epidemia de cólera, y uno de los lugares donde las mujeres están excavando pozos. “Los niveles de cólera bajaban cuando trataban el agua de los camiones cisterna con cloruro”, explica Miran. “La ciudad necesita la estación de agua de Alouk, pero a menudo no bombea agua. Esta situación perdura desde octubre de 2019, cuando pasó a estar controlada por el Ejército Libre Sirio, apoyado por Turquía. La población local se vio entonces obligada a sacar agua del río Jabur, el cual estaba lleno de aguas residuales de Turquía”.
Soluciones sobre el terreno y geopolíticas
Otra forma en que la NES está intentando resolver la crisis del agua es revirtiendo el legado de las políticas del Gobierno sirio centradas en los monocultivos, especialmente de trigo y algodón para la exportación. “En la NES también se está discutiendo la reducción del consumo de agua. Los Comités Económicos también están fomentando la plantación de árboles [frutales] para sus propias necesidades. Las organizadoras están plantando pequeños bosques alrededor de las ciudades”, afirma Miran.
Ayboga cree que Turquía no cambiará de rumbo a menos que el presidente Recep Erdoğan pierda las elecciones previstas para mayo de 2023: “Su estrategia actual es destruir infraestructuras y reducir el acceso de la población al agua y a los alimentos para que la gente se harte, cambie de filiación o se marche; piensan que cuanta menos gente viva [en NES], mejor”.
Turquía ha defendido la legitimidad de su construcción masiva de presas, regadíos y otros proyectos hídricos como formas de aportar desarrollo económico. Sin embargo, el Gobierno turco también niega toda una serie de abusos contra los kurdos y sus políticas autoritarias cada vez más duras. Entre ellas, la matanza de kurdos en Turquía, Siria e Irak, la prohibición de partidos de la oposición, los ataques contra los derechos de las mujeres y la represión de los medios de comunicación críticos.
Ayboga sugiere que Estados Unidos y sus aliados europeos pueden presionar a Turquía para que deje de retener el agua: “Sabemos que Estados Unidos permitió a Turquía atacar [las ciudades fronterizas] de Serê Kaniyê y Tell Abyad en 2019. Sin embargo, en los últimos meses, los informes sugieren que EEUU presionó a Turquía para que detuviera su última invasión [más avanzada en el norte de Siria]. Estados Unidos y la Unión Europea quieren un equilibrio de fuerzas [en la guerra de Siria]. No quieren que Turquía destruya este proyecto [NES], pero tampoco quieren que se haga demasiado fuerte desde el punto de vista político, militar o económicamente”.
Este artículo ha sido traducido del inglés por Patricia de la Cruz
Publicado originalmente en Equal Times