Las claves detrás del conflicto bananero argentino

Revista InterNos

Banana argentina, banana norteña

La banana es la fruta tropical más consumida del planeta y su volumen de producción sólo es superado por el trigo, el maíz y el arroz. Crece en climas cálidos, húmedos, por lo general subtropicales, pero también en climas áridos. En nuestro país, la producción comercial se sitúa en áreas con baja probabilidad de heladas: el NEA (provincia de Formosa) y la región NOA (provincias de Salta y Jujuy). En Formosa, la mayor zona productiva se encuentra en la localidad de Laguna Naineck y alrededores, abarcando parte del departamento de Pilagás. En la provincia de Salta los cultivos se localizan en Orán y San Martín, mientras que en Jujuy se realizan principalmente en el departamento de Ledesma.

Datos del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) indican que la producción nacional alcanza las 5.400 hectáreas (donde se generan 105 mil toneladas anuales de banana). Salta cuenta con el 66.2% de la elaboración total; Jujuy aporta un 6.2% y Formosa, 27.2%.

Si bien la superficie trabajada tuvo un fuerte crecimiento durante la década del sesenta, en los últimos años este número descendió precipitadamente a partir del ingreso de fruta ecuatoriana, boliviana y paraguaya. Un ejemplo representativo de esto lo da Formosa, quien en 1960 alcanzó el número de 7.500 hectáreas producidas, las cuales se vieron reducidas a unas 1.500 ha. en la actualidad.

Pero además de este factor, es importante destacar que la producción de banana en el norte de nuestro país se encuentra dividida entre pequeños y mediados productores, quienes poseen numerosas dificultades para adaptarse a los cambios técnicos. Su realidad señala un contexto de difícil acceso a la información técnica y créditos para modernización, mientras que los mercados demandan cada vez más cantidad y calidad. Los bajos niveles de utilización tecnológica colocan a la región en una situación de desventaja frente a los principales países exportadores, donde, a diferencia de la producción local, las compañías trasnacionales controlan la elaboración y comercialización del producto.

La necesidad de importar

En nuestro país la banana ocupa un lugar de predilección frente al resto de las frutas. Tanto, que se calcula un consumo promedio de 12 kilos por habitante al año (según FAO), volviéndola una de las más elegidas por los argentinos. Ésta es una de las razones por las cuales ingresa fruta extranjera al territorio nacional: el elevado nivel de demanda no puede ser cubierto por la producción local, que sólo abastece un 23% del total consumido.

En este contexto, comercializar banana en Argentina se ha vuelto un gran negocio para los países exportadores. Se calcula que nuestra nación gasta alrededor de 200 millones de dólares al año para ingresar el total de fruta requerida. Los números oficiales de importación indican que en 2015 entraron más 404.279.000 kilos de banana extranjera, representando un 91% del total de la fruta importada. Más de la mitad del volumen de bananas llega desde Ecuador (252 mil toneladas) y Bolivia (95 mil toneladas). Además, ingresan importantes cantidades desde Paraguay, Brasil e incluso Chile.

El conflicto

La falta de condiciones para competir frente a empresas trasnacionales coloca a las economías regionales norteñas en una situación desesperante.

A pesar de elaborar un porcentaje importante de banana nacional, hoy los productores no pueden colocar su fruta porque los mercados se encuentran colmados de mercadería extranjera que ingresa a un precio muy bajo.

Así lo explicó Juan José Ortega, dirigente de la Asociación de Productores de Frutas y Hortalizas de Salta, al ser consultado por los motivos de esta situación. “Hay una superproducción de banana en Centroamérica, lo que hace que Europa y Rusia, principales compradores de banana ecuatoriana, estén saturadas del fruto. Como consecuencia, Ecuador deriva su producción hacia la Argentina. La destina a un valor muy bajo. El piso del valor que ellos ponen, es nuestro techo”, afirma el dirigente.

A la hora de comercializar el fruto cosechado, la ausencia de tecnología en los procesos productivos y la falta de control e inventario en los insumos se suman a una estructura de costos elevada. “Por más que estemos a 2.000 km del Mercado Central de Buenos Aires, los costos siguen siendo muy altos”, asegura Ortega. Actualmente el kilo de banana producida localmente se está pagando $1,50. Se estima que, para cubrir costos de producción y obtener ganancias, debería pagarse $3,50. Es decir que sólo un porcentaje mínimo de lo abonado en góndola se asigna al productor, lo que no permite recuperar lo invertido y mejorar las condiciones de elaboración.

El sector bananero reclama la necesidad de regular la importación de banana extranjera durante los momentos de cosecha local y respetar las barreras al menos en la zona de producción (NOA y NEA). La demanda exige estas barreras para fortalecer la producción argentina y controlar el ingreso de frutas. De esta manera se reduciría el exceso de oferta en los mercados argentinos y el producto nacional se revalorizaría, mejorando las ganancias para el productor.

Con medidas de este tipo, las economías regionales tendrían dónde colocar su mercadería, que muchas veces se tira o regala porque no puede comercializarse. El fruto que ingresa a valores tan bajos desde otros países determina el precio mínimo en el que debe ofrecerse también la fruta del norte. Al no poder competir, las provincias deben buscar nuevos mercados (en muchas ocasiones, en otras zonas productoras de banana) lo cual agrava aún más una situación crítica para el sector.

No es menor resaltar ante tanta información , que gran parte del reclamo está dirigido a la entrada indiscriminada de banana sin buenos controles sanitarios, producida con mano de obra más barata y menor carga impositiva, que compite directamente con la mercadería local. Esta fruta proviene principalmente de Paraguay por su cercanía geográfica con Formosa. Los productores reclaman que se considere la emergencia del sector y se implementen políticas para limitar su ingreso.

Hacer visible lo invisible

La importación indiscriminada desde los años noventa produjo la disminución de la superficie trabajada en un 60% en el norte argentino. En las últimas semanas crecieron las gestiones por parte del sector bananero para reunirse con el presidente Mauricio Macri. Las escasas propuestas realizadas por el Ministerio de Agroindustria (ofreció trasladar 1.000 cajones semanales al Mercado de Buenos Aires para descomprimir la sobreproducción, cuando la oferta excede los 15.000 cajones diarios) no resuelven el conflicto estructural que atraviesa la economía regional.

El “bananazo” realizado en Plaza de Mayo tiene como objetivo instalar la problemática a nivel nacional y exigir a las autoridades soluciones concretas que permitan a los productores seguir existiendo como sujetos agrarios. Los trabajadores del sector reclaman inversión por parte del Estado que habilite mejores condiciones de producción y una reducción de los costos laborales para volver rentable la actividad.

La banana norteña, históricamente de gran sabor y valor nutritivo, ha perdido competitividad frente a la gran cantidad de fruta importada, lo que pone en peligro la cantidad de hectáreas utilizadas y el trabajo de casi 5.000 familias.

En la actualidad, los pueblos del interior solicitan rápidas respuestas y continúan a la espera de políticas que fortalezcan la producción del sector en el NOA y NEA. Lo que es importante entender es que no se trata de limitar las posibilidades de elección de los consumidores, ni privar a estos de poder consumir fruta de calidad reconocida como la ecuatoriana; si no de definir políticas de Estado que apunten a fortalecer la producción local para que esta logre un producto competitivo y rentable. Recuperar las condiciones de producción y optimizar la situación en que
comercializan su mercadería son los principales reclamos que motorizan la unión entre las provincias en pos de transformar un escenario de retroceso.

*Este material se compartió con autorización y fue publicado originalmente en Revista InterNos

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