“Las autoridades no hacen su trabajo; si se roban a tu hija, debes buscarla tú”

Marcela Salas Cassani

Mi hija tenía 14 cuando me la robaron.  Salió a cenar, a comprar unos tacos y ya no regresó. Casi me volví loca buscándola por todos lados. En ese tiempo, vivíamos en el hotel Universo, que está sobre la avenida Circunvalación, esquina con Manzanares. Yo trabajaba cuidando a los bebés de las mujeres que se dedicaban al trabajo sexual en ese hotel. Fueron estas  mismas mujeres quienes me informaron que un explotador, apodado El Bombacho se había llevado a mi hija.

Fui a levantar una denuncia y, a pesar de que les dije a las autoridades que se la habían llevado contra su voluntad, me dijeron que debía esperar a que pasaran 72 horas para darla por desaparecida, porque cabía la posibilidad de que se hubiera ido por su voluntad, con un novio, o algo así.

Pasaron como 15 días después de que procedió la demanda. Los judiciales asignados al caso, buscaron al Bombacho, pero él les dio 50 mil pesos para que no lo detuvieran.  Fue entonces cuando comprendí que debía hacer las cosas yo sola, porque yo nunca, ni por un  instante, pensé que estaba muerta. Me decía a mí misma que pensar que estaba muerta era como meterla en un cajón yo misma.  Entonces me dije: “tengo que encontrarla”. Y empecé mi búsqueda sola. Anduve por toda la zona preguntando dónde estaba ese tipo, cómo trabajaba, y quiénes eran sus mujeres. Pague por información a todos los malandrines del barrio de San Pablo, aunque muchas veces me engañaron y me dieron información falsa.

Empecé a trabajar como trabajadora sexual para tener acceso a más lugares y a más información para poder encontrar a mi hija. Llegué a muchos lugares donde me decían “estuvo aquí, pero se acaba de ir”, o “estuvo en la mañana, o ayer, pero ahorita no está”. Empecé a conocer personas que mueven drogas, armas, Empecé a conocer ese ambiente, y vi de todo.

Durante mi búsqueda, conocí un lugar al que llaman Espíritu Santo que es una construcción rectangular en donde tienen a niñas y jóvenes desde los nueve hasta los 24 años. Pagué a dos hombres para que me llevaran ahí.  Les pagué tres mil pesos a cada uno, y me llevaron hasta el lugar con los ojos vendados, en un coche agachada para que no viera en dónde era. Me dijeron que si  encontrábamos ahí a mi hija, les tendría que pagar a cada uno diez mil pesos para poder llevármela. Me enseñaron el lugar. Había muchas niñas y jóvenes desnudas, a algunas las estaban violando, pero mi hija no estaba allí.

Con los contactos que hice en el trabajo sexual, dos mujeres se ofrecieron a llevarme a un lugar llamado La Fortaleza, que está en Puebla, a donde El Bombacho se lleva a las niñas que se roba, las tortura, las encadena de las muñecas y de los tobillos y las maltrata psicológicamente para someterlas, pero ahí tampoco estaba.

Habían pasado ya cinco meses desde que mi hija desapareció, era día de muertos, cuando llegaron dos mujeres y me dijeron que si no retiraba la demanda contra El Bombacho, me iban  a entregar a mi hija en una caja de muertos. Yo les dije que no me importaba, que viva o muerta se las iba a quitar. Yo ya estaba decidida. Había pensado, o la encuentro o lo mato, porque al Bombacho yo ya lo tenía muy ubicado.

Decidí ir con Jorge Garralda, del programa de televisión A quién corresponda y ahí exhibí al Bombacho públicamente. Le dije, por medio de la televisión, “ya sé quién eres, tú tienes a mi hija,  la sueltas o te mato”.  El programa se transmitió un jueves, y el domingo la soltaron.  Unas señoras que se habían  solidarizado con mi búsqueda  me dijeron que mi hija estaba en la calle de Pradera, de la colonia Merced- Centro, y me fui enseguida para allá. Había puras niñas como de 13 años, vestidas de negro y de blanco, estaban todas formadas. Y no podía reconocer a mi hija: tenía el pelo diferente y estaba muy maquillada; además, por la ropa, todas se veían iguales. Pero logré reconocerla gracias a una cicatriz de viruela que tiene en la cara, a un lado del ojo. La tomé del brazo, y me la llevé. Había mujeres cuidándola, pero nadie me detuvo. Me la llevé… Cuando crucé la calle, mi hija se iba orinando por el miedo que tenía, le dije que si nos disparaban me iban a disparar a mí, que no tuviera miedo. Le dije que si me disparaban, corriera, que se escapara. Teníamos miedo de entrar al metro Merced porque ellos conocen muy bien por ahí, y  nos subimos a un taxi en Pino Suárez. Nos bajamos hasta San Cosme, y ya de ahí nos fuimos a la casa a donde yo me había mudado, por Tlalpan.

A partir de entonces, mi hija ya nunca fue la misma, se veía muy mal. Tenía, y hasta la fecha sigue teniendo, cicatrices en las muñecas y en los tobillos que muestran que estuvo encadenada. Estaba deprimida. Una semana después de rescatarla  me dijo que el tipo que se la llevó estaba afuera esperándola, que le dijo que se fuera con él de nuevo, estaba muy asustada. Cerramos la puerta, y pusimos a calentar agua. Le dije: “si trataba de entrar lo vamos a quemar con agua caliente”, pero ya no regresó y desde entonces no hemos vuelto a saber de él.

Después, de encontrar a mi hija,  ya no tuve ningún motivo para dejar el trabajo sexual, me iba  bien y además, de algo tenía que vivir. Durante la búsqueda de mi hija, como tenía que trabajar e investigar, ya no me quedaba tiempo para nada más y perdí mi trabajo como cuidadora de los bebés de las demás trabajadoras sexuales.

Mi hija también decidió dedicarse al trabajo sexual. Mi otra hija, la mayor, es perito forense  y le ofreció a la menor pagarle cualquier cosa que quisiera estudiar, pero a ella ya  le había gustado el dinero, y como ganaba bien decidió dedicarse a esto.  Pero ya fue decisión suya, porque tuvo otras opciones. Ahora, si quiere trabaja y si no, no, pero ya nadie la obliga.

En este país, las autoridades no hacen su trabajo, si alguien se roba a tu hija, debes buscarla tú. Es inútil confiar en ellos. Yo les di información confiable a policías federales, y nunca hicieron nada. En sus narices se llevaron a 15 niñas que trajeron de Oaxaca, primero se las llevaron a Cancún, a Laredo y a Tijuana, y después, con el conocimiento de las autoridades, las sacaron del país.

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4 Respuestas a ““Las autoridades no hacen su trabajo; si se roban a tu hija, debes buscarla tú””

  1. Valdir dos Santos

    Dá-me a entender que a prostituição deve ser regulamentada, de alguma maneira tem que se ver a prostituição como tráfico humano. Primeiro identificando os agenciadores, exploradores e os que se beneficiam com o trabalho sexual. Se a escolha for da própria pessoa é mal mas se a escolha não é sua os criminosos tem que perder a liberdade.
    Difícil é encontrar gente séria para cuidar. Policia?

  2. Anonimo

    Buenos días:

    Por mi casa hace unos días se robaron a una niña creo que de 10 u 11 años no sabemos más pero la verdad me gustaría poderla ayudar a esta señora, solo que tengo miedo que le pase algo a mi familia y aparte de todo no se como ni donde, leyendo tu historia se me hace demasiado impactante y bendito Dios que encontraste a tu hija.

    Yo solo pido mucho a Dios para que esta niña de Tlahuac aparezca porque pinero que ha de ser un martirio que te roben a tu hijo y vivas esa situación tan fea que a nadie se la deseo.

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