La virtud del MIR fue la autoridad moral de resistir

Antonella Álvarez / Hernán Ouviña

Un 15 de agosto de 1965 nacía en Chile el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Esta es una entrevista realizada y publicada en agosto de 2015, cuando se cumplieron 50 años del movimiento a  Carlos Sandoval, ex-integrante de la organización y autor de una de las obras más rigurosas y documentadas sobre el proyecto y la experiencia mirista: Historia del MIR (publicada por la editorial Quimantú en cuatro tomos).

Carlos Sandoval formó parte del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), organización político-militar creada el 15 de agosto de 1965 en Chile. A 50 años de su nacimiento, conversamos acerca del contexto en el que se gestó el MIR, las diversas iniciativas políticas que dinamizó durante el gobierno de la Unidad Popular, su papel en la resistencia al golpe de Estado instaurado el 11 de septiembre de 1973, la figura de Miguel Enriquez, secretario general del MIR caído en combate en octubre de 1974, y las enseñanzas que nos deja la cultura mirista para repensar la militancia revolucionaria desde nuestro presente.

Queríamos conversar contigo acerca del MIR, debido a que se avecinan los 50 años de su nacimiento. ¿Cuál es el contexto en el que surge y en qué se diferencia de la izquierda tradicional?

El MIR es creado como todo el mundo sabe en agosto del 65, pero la verdad es que las primeras vertientes revolucionarias empiezan a nacer por los años ’30, con las reiteradas decepciones que del Partido Comunista pro-soviético teníamos en Chile. Uno de los más potentes sectores son los que más tarde se llamaron trotskistas, y cuya figura más importante fue un compañero argentino, Lucho Vitale, que fue además mi profesor, que llegó a Chile por la década del 50 y fue un hombre que se destaco mucho por la lucha social, pero sobre todo por la lucha ideológica que desplegó en este país, que logró de una u otra manera, junto con el doctor Sepulveda y con el compañero trotskista dirigente municipal Valenzuela, generar una de las corrientes más potentes de la izquierda revolucionaria de los ’50 y parte de los ’60.

Ellos son una primera vertiente del mirismo, y la otra es un grupo de jóvenes, organizados en Concepción, que se llamaba GRAMA (Grupo Avanzada Marxista), entre los que estaba un compañero de nombre Aníbal Matamala, y el resto son jóvenes que salen frustrados desde el Partido Comunista y el Partido Socialista, fruto de la derrota electoral del doctor Allende en 1964.

Estos sectores ven que la vía electoral es una especie de quimera, e influidos naturalmente por la gesta de los compañeros cubanos, Fidel y todo lo que es el Movimiento 26 de Julio, empiezan a darse cuenta de que el camino electoral es muy estrecho. Pero esto es todo un proceso que viene de mucho antes. Nosotros para el año ’65 estábamos viviendo también en Chile el inicio de un proceso de cambio profundo en las estructuras sociales y políticas de nuestro país. Que con una resignificación del pasado, podríamos decir que para los tiempos que se vivían aquí era una transformación muy profunda, propuesta por el presidente Eduardo Frei Montalva, con quien para ese entonces nosotros éramos tremendamente críticos, porque queríamos generar el atajo a la historia, irnos de una a lo que era el socialismo.

Pero eso permitió que muchos jóvenes, particularmente de los sectores poblacionales, de los sectores más pobres, accedieran a la información política, a la información cultural, se generaron muchos programas de desarrollo social, a través de la política pública que tenía el presidente Frei que se conoció como promoción popular. A todo eso se agrega el contexto de que teníamos una educación pública, que de una u otra manera daba cierta “protección de desarrollo” a los saberes, e hizo que naturalmente llegasen a conocerse en los sectores medios fenómenos como los de Althusser, de la Simone de Beauvoir, o la propuesta del Che Guevara en El Socialismo y el hombre nuevo en Cuba.

Digamos que durante la década del ’60 hubo un crecimiento del pensamiento revolucionario muy potente, que logró enraizarse con las propuestas de mayor radicalidad que venían de los sectores no comunistas de la izquierda chilena. Es por tanto un contexto de crecimiento de la movilización social, cuyo hito mas importante es una huelga en una industria de nombre SABA, en la que por primera vez los trabajadores hacen una resistencia activa a lo que es el desalojo, a la prepotencia policial. Y está también la lucha de los trabajadores, y particularmente la lucha de los estudiantes por la reforma universitaria, que esta sin duda recibiendo las señales de los movimientos juveniles internacionales, de París o de EE.UU, asimismo esta la gesta del comandante Guevara en Ñancahuazú.

Digamos que nosotros los miristas nacemos en una cuna que esta muy movediza desde el punto de vista de las propuestas revolucionarias, porque entre medio esta también la disputa Moscú-Pekín, donde nosotros tomamos una posición equidistante, tratando de enfilarnos entre los países no alineados. Ese es el contexto tanto nacional como internacional que nosotros logramos ver, y te cuento todo esto no solo por haberlo vivido, sino también por haberlo investigado. Terminé el año pasado el libro en cuatro tomos de la historia del MIR, que llega hasta el año 86. Entonces tengo no solo la vivencia, sino también la certeza científica de que lo que estoy diciendo no está tan lejos de la realidad.

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En general cuando se habla del MIR se lo referencia con la lucha armada, que desde ya fue una dimensión no menor en su proyecto revolucionario. Te queríamos preguntar por algo que quizás quedó un tanto eclipsado, o no se conoció en detalle, que fueron todas las iniciativas de construcción de poder popular en el movimiento poblacional, a nivel estudiantil y también en las fábricas, ¿Qué puedes decirnos respecto de las diferentes expresiones de poder popular que desarrolla el MIR tras su surgimiento, sobre todo en esa coyuntura tan movilizante que recién mencionabas, que era la de la Unidad Popular?

Lo que pasa es lo siguiente: hasta mayo del 70 el MIR tuvo de preferencia la opción armada. El diagnóstico que se hacía era que Allende corría el riesgo de no ganar las elecciones, pero por alguna razón, seguramente de análisis político, se concluyó luego que existían posibilidades de ganar, toda vez que los sectores hegemónicos del país se habían dividido en dos candidaturas, la de Radomiro Tomic y Jorge Alessandri.

El MIR da entonces un vuelco, que yo te diría que ese vuelco fue en las direcciones del partido, en el sentido de darse cuenta de esto, pero al resto, a las bases particularmente, no nos llegó la información suficiente y recibimos el triunfo del doctor Allende con cierto desconcierto, porque aparentemente con su triunfo se validaba la lucha electoral.

Pero ahí viene la sabiduría de la dirección del partido, al decir que se abre un nuevo período, un período pre revolucionario. Aunque nosotros ya antes habíamos hecho un trabajo de masas entre los mapuches, entre los campesinos pobres, entre los sectores más empobrecidos de la ciudad, es a partir de esta apertura de un nuevo período, un período pre revolucionario como lo llamábamos en aquel momento, que nos volcamos al trabajo social, fundamentalmente el trabajo social en los sectores más periféricos de la sociedad chilena.

Incentivamos el trabajo entre los campesinos, particularmente en las regiones del Sur (Valdivia, Temuco, Concepción), algunos sectores de la zona central como Talca y Chillán, pero también lo hicimos en las ciudades con los sectores fabriles, un poco como para ir a la disputa de este segmento social, a lo que nosotros llamábamos en ese tiempo el reformismo obrero representado por el partido comunista.

Ahora bien, el gobierno de la Unidad Popular, nosotros lo respetábamos en tanto era un triunfo de la clase trabajadora, pero sabíamos que ese triunfo -lo dijimos ya en noviembre del año 1970, cuando recién salió elegido el doctor Allende- generaba un impasse en la lucha de clases, que había que resolverlo a través de un mecanismo que permitiera inclinar la balanza de la correlación de fuerzas en favor de la línea revolucionaria. Y esa política iba a ser sin duda la creación de poder popular. La generación del poder popular autónomo y alternativo al poder burgués. Autónomo respecto al gobierno del doctor Allende, pero alternativo, y obviamente para hacer la confrontación definitiva, del poder burgués.

Entonces, efectivamente nosotros iniciamos ese trabajo de crear los cordones industriales, por ejemplo en Vicuña Maquena, Cerrillos, Talcahuano, etc., en aquellas industrias que habían sido estatizadas por el gobierno de Allende y en aquellas donde se cometían tropelías por parte de los empresarios de manera evidente, pero lastimosamente el poderoso peso histórico que tenía el sindicalismo, nosotros no lo supimos aprovechar lo suficientemente bien, para los efectos de, con el sindicalismo a cuestas, ir fortaleciendo el poder popular, alternativo al poder burgués.

Porque en definitiva, los trabajadores fabriles, los trabajadores de la administración pública, donde teníamos el FTR (Frente de Trabajadores Revolucionarios), el gran peso de la masa se inclinaba por la lucha estrictamente económica, y nosotros fuimos incapaces de llegar a politizar plena y mayoritariamente a estos sectores. Así dicho entonces, más allá de la campaña de desprestigio que la derecha desplegaba, particularmente a través de diarios como Tribuna y Que pasa, quienes decían que las industrias que estaban en manos del FTR, o mas bien que las industrias donde el FTR tenia cierto peso, eran una trinchera para la fabricación de armas.

Lo cierto es que no fuimos capaces de volcar ese poder popular a conducir efectivamente, por ejemplo, la lucha por el abastecimiento. Salvo puntuales -muy puntuales- experiencias como la Población Lo Hermida o como en algunas industrias del sector Cerrillo. No pudimos armonizar de manera bien adecuada lo que es la lucha estrictamente político revolucionaria, con lo que es la lucha reivindicativa, que era en ese momento el abastecimiento, que sin duda soportaban mucho más los sectores populares que los sectores pudientes.

Por consiguiente, no fuimos capaces de hacer eso, no se armonizó de manera amplia, pero también contribuyó a que el gobierno popular del doctor Allende, esta crisis del año 72, octubre del 72 con el paro de camioneros, toda la asonada fascista, la trató de resolver por arriba. Es decir, nombra jefe de las JAP (Juntas de Abastecimientos y Precios) al general Bachelet, padre de la actual mandataria, y el general por su formación le llevaba a resolver sus asuntos por arriba. Y nosotros no fuimos capaces de imponer con la fuerza y con la movilización de los sectores populares, las políticas de abastecimiento y control directo de la producción para resolver la crisis.

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Así entonces, yo quiero decirles que como idea en términos de desarrollo político, el concepto de poder popular tuvo un gran progreso, pero ese gran progreso fue relativo a la experiencia histórica que siempre había canalizado la izquierda vía sindicalismo, vía negociación tripartita, etc. las inquietudes del pueblo, pero sin duda alguna que fue insuficiente en relación a los requerimientos que la coyuntura política exigía. Es decir, en ese minuto cuando tu tienes un auge, y un enfrentamiento crucial de la lucha de clases, cuando la pugna por el poder es tan virulenta, nosotros no logramos en definitiva generar esa organización que permitiera un dominio territorial.

Es cierto, salíamos y hacíamos la barricada, cortábamos la calle, pero llegaban los pacos y despejaban la cuestión, la ocupación militar terminaba por desalojar el territorio proletario para ser controlado por las fuerzas del estado hegemónico. Fue un gran avance, pero fue un avance relativo en términos históricos. Fue muy insuficiente para la exigencia de la lucha de clases de ese momento. Yo te diría que el poder popular es una tarea pendiente de los revolucionarios de Chile, y que de una u otra manera ,salen hoy día a la luz publica más como consigna, que como idea política para generar organizaciones populares autónomas, de dominio territorial y de identidad propia.

Yo te diría que fue la experiencia más importante que tuvimos, pero a la luz de la historia no pasa de ser un experimento de laboratorio. En el campamento Nueva La Habana nosotros tuvimos la experiencia fundamental en términos de autonomía. Y cuando me refiero a autonomía no me estoy refiriendo a que sea una patria libre, sino respecto de decidir los futuros, ser autónomos desde la ornamentación de las calles, hasta decidir la luminaria, pasando por las escuelas, incluyendo el anecdótico momento del tribunal popular.

Pero, insisto, eso significaba tener “bajo dominio” al 0,1% de la población santiaguina. De tener una presencia de convicción, de conciencia y de organización social y política, e incluso filomilitar, en el 1% de la población santiaguina, no más. Por eso yo hablo más de una experiencia de laboratorio, no en el sentido de que fuimos a experimentar allí como conejillos de indias, sino que me refiero a lo pequeña que fue esa experiencia. Ahora, cosas ricas de lo que fue esa experiencia: tribunales populares, milicias, decisión directa de la base en la organización urbana que se dio, hasta el tipo de educación y los contenidos que se estaban viendo.

Pero esa es una experiencia única y muy pequeña, que no se repitió en otras poblaciones donde el MIR tuvo también presencia a través del MPR (Movimiento de Pobladores Revolucionarios). No obstante esta microscópica experiencia ha trascendido a través del tiempo, muchas tesis sobre esto, estudiantes jóvenes que se dedican a estudiar, a entrevistar, pero se repite el asunto de lo que yo te estoy diciendo. Grandes camaradas que allí estuvieron por ejemplo, como Víctor Toro, Enrique Villalobo que fue asesinado, dirigente de la Población La Nueva Habana y del MPR, porque uno al final tira la raya para saber cuánto bueno fue, o cuanto malo fue. Para el 11 de Septiembre el campamento Nueva La Habana fue rápidamente sitiado y neutralizado, sin resistencia mayor. Mas resistencia hubo en la Población La Legua, pero en esta población se logró resistir por la presencia de compañeros combatientes miristas en la industria del lugar. Yo te diría que más allá de la experiencia de poder popular en campesinos, o en el campamento Nueva La Habana, no tengo más datos que me puedan generar cierto grado de alegría y de orgullo, pero fueron muy poquitos.

Porque bueno, lo del Partido Comunista y el Partido Socialista era brutal en las poblaciones y en las industrias. Y como Miguel Enríquez lo dijo en algún momento: el 11 de septiembre no fue una derrota de los revolucionarios, fue más bien una derrota del reformismo. En otra ocasión, cuando sacamos un porcentaje de votos ínfimo en la CUT (Central Unica de los Trabajadores), Miguel Enríquez salió también con una frase que a mi me parece, ademas de pintoresca, anecdótica: “lo que pasa es que somos una vanguardia ideológica, pero no somos una vanguardia política; entonces como partido, mejor hagamos un centro de estudios”.

Por lo tanto, se elabora mucho en torno al poder popular, efectivamente es una consigna que convoca, en términos de experiencias fue muy importante para el desarrollo histórico, pero muy insuficiente para enfrentar la lucha de clases que nosotros vivíamos en ese momento. Y esta claro, la derrota fue brutal.

En ese sentido, ¿cómo fue el proceso de resistencia al golpe por parte del MIR?

Nosotros para el 29 de junio del 73 llegamos a un momento en que el MIR pudo, en conjunto con otras fuerzas políticas, haber enfrentado cualquier acción del golpismo. Pero una vez pasada esta coyuntura, que fue un alzamiento de un grupo de tanquetistas de uno de los cuarteles de Santiago, empezó un reflujo y un desencanto de los sectores más radicalizados de este país. De modo tal que para el 11 de Septiembre, el golpe viene, el golpe viene, el golpe viene, a lo ultimo nadie creía que venia el golpe, y vino el golpe y nos pilló a todos de sorpresa.

La cantidad de anécdotas que hay en ese sentido son numerosas. El MIR por ejemplo no tenía armas en ese momento, las fue a buscar a la Embajada Cubana Andrés Pascal Allende junto a otro compañero. Asimismo, está la relación con el Partido Comunista chileno. Les voy a contar otra anécdota, que a lo mejor puede ilustrar: nosotros estando en Concepción teníamos la disposición de resistir por la fuerza al golpe, pero cuando nos tratamos de coordinar con el resto de los partidos políticos de la Unidad Popular, el partido más importante, que nos podía permitir tener una mayor fortaleza, que era el Partido Comunista, la respuesta que nos dan los compañeros de este partido a nivel local (Concepción) y a nivel nacional fue… que había que esperar si los militares cerraban o no el Congreso. Eso significó quedar uno perplejo.

Yo no voy a ponerle piropos a los milicos de que nos pillaron de sorpresa, fue sin duda una debilidad política nuestra de no darnos cuenta cuál era la coyuntura que estábamos viviendo, y que teníamos que enfrentar de alguna u otra manera, con alguna organización, la lucha armada. Así entonces los focos de resistencia en donde el MIR participó fue en una industria en La Legua, donde estuvo Miguel Enriquez, el primer combatiente nuestro muerto fue un chofer de Miguel, donde había algunos compañeros socialistas y no había nadie del Partido Comunista. Se supo más tarde que Miguel había ofrecido al doctor Allende un salida, ir a rescatarlo para el resistir en las poblaciones.

Todos sabemos cuál fue la respuesta del doctor Allende. Como para hacerlo corto, te diría que fue más bien una resistencia simbólica en esa industria, porque rápidamente, tipo cuatro de la tarde o antes, la comisión política y Miguel Enríquez daban una orden a nivel nacional de que sus cuadros se replieguen, porque ya no había mucho que hacer, la lucha armada como tal habrá durado unas cinco horas, no más.

Por lo tanto, las resistencias que hubo fueron muy atomizadas, muy dispersas, algún que otro compañero como francotirador, muy poquitos, por no decir nada, en el centro de Santiago, mucho por iniciativa propia. En Neltume con el comandante Liendo, en Valparaíso con una bajada que se realizó a uno de los cuarteles de marinería, pero hasta ahí llegamos.

Luego vino el gran repliegue que en el MIR fue ordenado en marzo del año 74, hasta ese momento logramos mantener nuestras estructuras, de hecho yo la mantuve de pie todo ese tiempo, a pesar de que no tenía mucha significación desde el punto de vista de la dirigencia del partido. Pero en marzo empezó la debacle política, militar, de inteligencia en el MIR, y al año 76-77 el MIR había desaparecido porque efectivamente habían sido desactivadas todas sus instancias orgánicas, ya en el año 74 tenía dos tercios de su comité central preso, muerto o desaparecido.

La virtud del MIR fue la autoridad moral de resistir, y ahí viene muy bien la consigna, que desde el punto simbólico fue buena, “el MIR no se asila”, pero desde el punto de vista político fue una decisión que nos llevó a pagar un costo extraordinariamente alto. De forma que ya al año 76 no quedaban mas de treinta o cuarenta cuadros, muchos de ellos desconectados, en libertad.

Yo diría que la derrota empezó a vivirse mucho antes, quiero decir que el copamiento militar, el copamiento golpista no empezó en septiembre del 73, sino que empezó ya con el paro de octubre del año 1972, en marzo del ’73 ingresan los militares al gabinete del doctor Allende, en mayo hay una serie de allanamientos a lo largo y ancho de este país, albergados en la ley de control de armas. De forma que el dominio militar sobre la sociedad civil, ya en agosto del año 73 era total y absoluto.

Entonces las posibilidades de generar algún dique de contención al avance golpista sólo por el MIR era prácticamente imposible. Con esto no quiero justificar, sino simplemente describir. Yo logré en el tomo II de mi libro detectar que todos los presos miristas caían en una sola casa de seguridad, de a 6, 7, 8, 10 compañeros, entre los cuales había 3 o 4 del comité central. ¿Qué te refleja eso? Te refleja sin duda una organicidad muy famélica, y una infraestructura por demás endeble.

En esa condición no sos capaz de resistir nada ni a nadie, y menos al ejército chileno, que fruto de su dislocación nacional es capaz de tomar territorios enteros en muy poco tiempo. La resistencia armada fue simbólicamente muy importante, y se mantuvo a través de panfletos, pintadas, algún que otro disparo a algún cuartel de manera esporádica, como cuestión absolutamente simbólica, esa es la palabra.

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¿Podrías contarnos quién fue Miguel Enríquez y qué recuerdos tienes de él?

Yo siempre les digo a mis alumnos aquí en la Universidad que lo peor que le pudo haber pasado a los sectores revolucionarios fue la muerte de Miguel Enríquez, y no por una cuestión romántica nomás. Sin duda que la capacidad intelectual, la capacidad de generar ideas políticas, pero sobre todo la capacidad de unir a los sectores revolucionarios, enaltece su figura hasta el día de hoy.

Te diría que dentro de las figuras nacionales de la historia moderna hay dos personajes que se disputan el primer plano: una es el doctor Allende, el presidente mártir, y otra es Miguel Enríquez, que también era médico; especialmente por su claridad política, más que por haber muerto en combate, por su capacidad de ir adaptando al partido a las distintas coyunturas que estaba viviendo el país.

Miguel era fruto de su tiempo, tenía una condición muy verticalista que hoy día no la resistiría nadie, hoy día prima la horizontalidad y la asamblea, y el centralismo democrático cada día pierde terreno. Pero no me cabe duda alguna, haciendo historia contrafactual, de que si Miguel Enríquez viviera, se habría adaptado a estos nuevos tiempos y sería un revolucionario, aunque eso es imposible de probar.

Lo que sí Miguel es una figura y un ícono entre los jóvenes de la actual generación universitaria, entre los 18 y 25 años. Más allá que tengo mis profundas diferencias respecto a algunas propuestas del secretario general -fruto de una resignificación de la historia, porque yo también me quede resistiendo-, como la consigna “el MIR no se asila”. Pero hoy día, como he resignificado la historia, veo que se cometieron errores que tuvieron un impacto estratégico horroroso.

Por ejemplo, Miguel jamás se tendría que haber quedado en Chile. Ahora se dice que estaba a punto de salir en el mes de septiembre, y que lo pillaron en octubre, pero eso es la construcción histórica de hoy para atrás, y no lo que estábamos viviendo en ese momento. En sí Miguel era un tipo que ejercía la fuerza moral, la política de manera muy discrecional dentro del MIR. En Concepción nosotros teníamos un comité regional, que de alguna manera cayó en disidencia con la política oficial del MIR, que era el reagrupamiento del Polo Revolucionario para enfrentar el golpismo en febrero de 1973. En marzo Miguel Enriquez ordena intervenir el comité regional de Concepción y llega a dirigirlo el compañero Pérez, integrante del comité central e incondicional de Miguel.

El resultado de esta intervención, entendiendo que el comité regional de Concepción era el más grande después de Santiago, fruto del intervencionismo, entre el 11 de septiembre y noviembre del año 73 Manuel Vergara (secretario regional del comité) se asila, y debemos nosotros asumir responsabilidades que no estábamos en condiciones de hacerlo. Si bien es cierto que resuelve una crisis de manera muy musculosa interviniendo esta regional, se genera una desafeccion brutal en la parte alta del partido en Concepción, fruto de la decisión de Miguel, que terminan asilándose y fueron considerados luego desertores, traidores, y todo ese cuento.

Entonces para que se pueda hacer una real descripción de lo que significó Miguel Enríquez, en la historia en general y en la historia del MIR, tendrían que haber pasado muchos años y muchas generaciones. Yo he dicho que Miguel Enríquez era un machista, patriarcal, hoy día molesta mucho, lo dije en un seminario y eso causó un desagrado profundo entre los miristas.

Pero si Miguel Enríquez no hubiese sido machista y patriarcal en la década del 50 y del 60, habría sido un marciano, porque era fruto de su época, no era otra cosa. Entonces hoy día, a la luz de los avances ideológicos, éticos, filosóficos, etc. es que impresiona como tal, pero lo que pasa es que se tiene una adscripción a la figura de Miguel Enríquez más -y voy a ser muy irreverente- de carácter sacro, como una especie de santito, que la de un revolucionario.

Objetivar la presencia de Miguel Enríquez en la historia es una deuda que tenemos que pagar todos, los que hemos militado en el MIR o los que hemos seguido su historia. Sin perjuicio de todo lo que dije, Miguel es una figura no solo nacional, sino también latinoamericana.

Primero tengo que decirles que yo provengo de los sectores populares de la década del ’60. El MIR me convirtió “de mono en hombre”, parafraseando a Federico Engels cuando dice que el trabajo convierte al mono en hombre. Lo que pasa es que la posibilidad de construir un imaginario distinto en los años 60 para los sectores populares era extremadamente difícil, con un ambiente muy hostil.

Entonces, en mi caso particular, los compañeros del MIR irrumpen, fracturan mi cultura y me hacen leer el Manifiesto Comunista, y de ahí para adelante se genera una especie de parto permanente de un ser humano que va metiendo en su cabeza ideas nuevas, que de otra manera no la hubiera conocido. De ver tantas chicas irreverentes en los congresos estudiantiles, de ver el gran verbo de los dirigentes jóvenes miristas como Bautista Van Schouwen, todo eso fue generando un gran impacto en mi. Yo me hice mirista por una rebeldía natural que venía de familia, no podía ser comunista porque sino mi papa me echaba de la casa. Me hizo un lector, casi mordido, me permitió conocer historias de vida distintas, tuve acceso a situaciones y escenarios sociales que ampliaron mi horizonte, lo alejaron de mi nariz.

Me significó aprender conceptos tan fundamentales como la lealtad, la consecuencia, el trabajo laborioso, por lo menos en la estructura donde yo viví mi militancia, que por lo demás yo le debo la vida a tres compañeros que están desaparecidos, y que en el medio de la tortura pudieron haber entregado mi nombre y mi lugar, y sin embargo callaron, y ellos están desaparecidos. Yo estoy vivo, estoy hablando con ustedes gracias a Fabián Ibarra, a Héctor González y a Roberto Chavela.

Entonces para mi el MIR es más que un partido político, es un estado de sentimientos. Pero eso no me lleva a ser obsecuente con lo que hizo el MIR en tanto partido. ¿Qué me significa? Yo trabajo con compañeros que están tratando de construir alternativas revolucionarias, y me permiten transmitir los errores que cometimos nosotros, las fallas, las debilidades que nos llevaron al colapso definitivo. Por ejemplo la subestimación del enemigo, nosotros nos creíamos imbatibles.

Desde el punto de vista personal me generó una “vida espartana”, que no necesariamente fue generalizada en el MIR, pero yo le debo a mis tres o cuatro compañeros de estructura esta vida. Cuando digo “espartana” no digo que ando agarrándome a cachos con todo el mundo, sino esta disciplina social, esta disciplina vital, que me permite que si yo te digo “nos juntamos a las ocho de la mañana”, no son ni ocho y media ni cinco para las ocho, y eso es fruto de mi vida bajo la dictadura. Si no eras respetuoso con la disciplina te mataban.

En términos personales me permite abrir una grieta en mi cultura marginal, y por esa grieta meter nuevos pensamientos, nuevos conocimientos, nuevos saberes, encontrar una ruta de desarrollo no solo en lo político, sino también en lo personal, intelectual, profesional. Y me permite además darle un valor enorme a lo que significa militar en una organización política.

Yo no he vuelto a militar en el MIR, no he vuelto a militar en ninguna organización política, no solo por razones políticas de coyuntura, sino además por razones éticas.

Yo considero que la militancia es un estado casi apostólico que puede ser compartida solamente con aquellos que están dispuestos a entregar la vida por ti. Entonces yo no milito hoy día; trabajo con compañeros, soy un voluntario de los nuevos tiempos, pero me significa tener muchísima cautela con esto de asumir una militancia política así casi de manera espontánea.

Todo eso me significa darle un tremendo valor a mi familia; mi compañera, con quien somos compañeros hace 39 años, las ha pasado conmigo todas, estoy muy enamorado de ella. Y a mis 65 años de edad quizás no es para empezar a hacer el balance, porque tal vez no estoy preparado.

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Texto publicado en Latinta.com.ar

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