La verdad perdió a un amigo tras la muerte de Osvaldo Bayer

Claudia Korol

Don Osvaldo fue amigo de la verdad. Por eso tuvo muchos enemigos. Cada vez que algunos oligarcones trataban de escribir o contar la historia de la propiedad privada, Osvaldo les respondía con la historia plebeya de la gente de la tierra. Cuando la poderosa familia Martínez de Hoz le hizo juicio, Osvaldo se defendió con el apoyo de su amiga. Dijo en esa oportunidad, al ganar el juicio: “Se demostró lo cierto con documentación fielmente histórica, la verdad siempre triunfa finalmente”.
Era feliz Osvaldo desmonumentado a Roca. Se llevaba mal con los genocidas de antes y de ahora. La verdad andaba con él llamando asesinos a los asesinos, y marcando las calles, los pueblos, las esquinas que rinden pleitesía al coloniaje. La Patagonia rebelde lo cautivaba, por los ecos que allí quedan del Gallego Soto, de Facón Grande, de los y las combatientes de Trelew, y por la fuerza, el newen, del pueblo mapuche con quien tejió lazos íntimos de solidaridad en la resistencia. Osvaldo sacó del olvido los nombres de Arbolito, y de tantos jefes de distintos pueblos originarios que con creatividad y firmeza lucharon por la libertad. Y marcó en sus responsabilidades criminales a los Rauch, tanto como a los Sarmiento.
Don Osvaldo andaba abrazado a la verdad como a una novia. Arqueólogo de la memoria, revisaba bibliotecas, museos, buscando pistas que documentaran la historia de los vencidos y vencidas. “La verdadera historia. Quien quiera oir que oiga”.
Como pidió alguna vez Walter Benjamin, Osvaldo peinaba la historia a contrapelo.
Osvaldo vivía con la nostalgia de los compañeros y compañeras que partieron antes, porque los milicos o porque la parca… Rodolfo Walsh, Paco Urondo, David Viñas, Osvaldo Soriano… tantas Madres de Plaza de Mayo…
Los presos y presas de todos los tiempos lo conocieron en las cárceles donde los visitaba, y sabían que siempre contaban con su apoyo, estuviera en Argentina o en Alemania. Como contábamos con él todas y todos quienes necesitáramos su presencia para defender alguna causa que para muchos intelectuales y políticos cuentavotos figuraba en la lista de las causas perdidas. Una de las últimas veces que nos encontramos, fue en la puerta de la Embajada de Chile, exigiendo la libertad de la machi Francisca. Todavía después, cerca de su cumpleaños de 90, estuvimos en su casa, en el Tugurio, donde grabó un mensaje de solidaridad con los presos y presas kurdos/as, y pidió por la Libertad de Öcalan, líder del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán).
Osvaldo tenía un compromiso como laburante, y como luchador clasista. Por eso entre 1959 y 1962 fue titular del Sindicato de Prensa, y en la actualidad era secretario honorario del Sindicato de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (SIPREBA).
Don Osvaldo era, también un aventurero. Por eso se hizo parte de muchas aventuras teórico políticas, como el Juicio Ético Popular a las Transnacionales, que varias organizaciones realizamos en el año 2011. Su presencia y su palabra, siempre estaba acompañada de la verdad.
Osvaldo hizo libros, discos y películas sobre la lucha anarquista. Hizo escuela. Más de una vez lo invitamos para que diera clases sobre educación anarquista. Él venía y se quedaba hablando horas de todo lo humano y lo rebelde. Por eso, no creo que sea el último anarquista. Por suerte hay quienes en éstas y en otras tierras levantan banderas libertarias, a pesar de la estigmatización y la criminalización. Y si no, pregunten a Santiago…
Don Osvaldo dolió la desaparición forzada, el asesinato, y luego la impostura –la mentira una vez más- de plantar el cuerpo de Santiago en el río. La dolió como dolió a Simón Radowitsky. Como dolió el crimen de Rafita Nahuel.
Nos va a faltar su palabra, su gesto, su ternura, su abrazo. Ya lo estamos extrañando.
La verdad perdió a un amigo del alma. Y todas, y todos, tenemos que abrazarla.
24 de diciembre, 2018
Link de una entrevista a Osvaldo Bayer realizada por Claudia Korol:
Publicado originalmente en Alerta Territorio

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