La travesía de la niñez en la Montaña

Tlachinollan

Yu’u Timi se asoma entre la niebla de las mañanas. Las nubes duermen todas las noches sobre el poblado, buscando el calor de la gente de la lluvia. En los primeros rayos del sol la niebla se levanta muy despacio enrollando sus sábanas, y al mismo tiempo va dejando estelas blancas de rocío que humedecen el tejado, las láminas y los cerros que se alzan hasta las nubes. Pasan los minutos y un ligero vapor blanquecino sube a los árboles, pero se esfuma rápidamente. Al fondo, sale el humo negro de las casas con el olor a encino, soltando las cenizas en el cielo. A lo lejos aún siguen las sombras sobre algunos cerros, en otros sólo un hilo de sol golpea las arboledas.

Ángel, Lourdes y Floricelda, los más pequeños de ocho hermanos y hermanas, dejan el sueño a las cinco de la mañana, cuando las nubes aún dormitan sobre el pueblo, para ir a la escuela. La mamá, Estela, empieza a darle vuelta al molino de mano que con mucho trabajo compraron, mientras el fogón espera su turno porque después de pasar la masa en el metate las tortillas se cocen en el comal caliente; pone un poco de café para que sus niños puedan remojar la tortilla, porque en temporada de seca no hay nada de quelite para comer, es más, si no fuera por el rocío de la niebla los animales morirían de hambre.

A las 6 de la mañana se ponen la mejor ropa que tienen, Miguel una camisa blanca de manga larga, Lourdes una blusa azulada y Floricelda una blusa rosita. Los más grandes se bañan con el agua fría que casi corta sus cartílagos, en cada jicarazo sale el vapor de sus cuerpos. La más pequeña sólo se lava el rostro y se pasa el peine para alisar su cabello. A las 6:30 de la mañana empiezan a descender del cerro boludo (xi’kii ko’ondo), donde hacen la petición de lluvia del 16 al 20 de abril cada año y ahí mismo se festeja a savi ña’aa del 6 al 9 de junio para pedir buena cosecha, salud y para que no caiga ningún rayo. El canto de las aves acompañaba el ritmo de sus cortos pasos, el despunte del alba llega cuando pasan por la Piedra del Búho, significado de la comunidad de Yu’u Timi, municipio de Metlatonoc. Más abajo, en la iglesia de adobe hacen la cruz en su frente. El recorrido duró 10 minutos más para llegar a su escuela, Floricelda se quedó en el preescolar y Ángel y Lourdes llegaron a la primaria “Lucio Cabañas Barrientos”.

A las 7 de la mañana llegaron a la escuela, muchos de sus compañeros y compañeras ya estaban esperando las clases. Trataron de jugar un rato, pero enseguida llegaron las profesoras. Buenos días, dijeron las profesoras. Buenos días, repitieron sus estudiantes levantándose de sus asientos. Tomaron asiento y las clases iniciaron en las aulas de madera y láminas de asbesto.

Las niñas y niños reciben clases en dos aulas de madera que los padres y madres de familia construyeron con sus propios esfuerzos porque las autoridades municipales y estatales no les hacen caso, a pesar de que los habitantes han realizado solicitudes no han tenido eco para la construcción de una escuela digna. A pesar de estas carencias, al niño Ángel lo que más le interesa es terminar los ejercicios de matemáticas, tarda cinco minutos para resolver cualquier problema. La profesora tiene que dejarle otro ejercicio para no distraer a los demás porque, eso sí, es muy inquieto. En su mesita de madera sostiene su cuaderno para realizar las operaciones, multiplicaciones o raíz cuadrada de quinto grado.

En el pizarrón, la profesora Savi pone los ejercicios en tres bloques, uno para cuarto, quinto y sexto, porque la escuela funciona en el sistema multigrado. Nada es imposible para las niñas y los niños, son innatos para los números, en condiciones adversas imitan a Pitágoras. Los alumnos de primero, segundo y tercero tienen la misma dinámica, Lourdes, así como sus compañeras, le pregunta a la profesora si la tarea está bien. Lo primero que se debe saber son los números y la lectura para que nadie les engañe.

El ruido de las hojas del cuaderno es más intenso con el aire que entra por las rendijas que dejan las tablas de madera que sirven de pared. Las niñas y los niños tienen que estar atentos para que no se les vuele a cada rato la hoja de su cuaderno o libreta. Al filo de las 11 de la mañana esperan con ansias el receso para que jueguen con una pelota polvorienta, otros más se inventan juegos y de manojo se agrupan para hacer los minutos eternos de la recreación. Casi al final, niñas y niños hacen una gran rueda, se toman de la mano y giran tarareando o gritando para pasar el rato. Algunos se quedan con las ganas de seguir cuando el silbato suena. Las clases se reinician con las lecciones de matemáticas que quedaron pendientes porque tienen que seguir con español.

En el 2021, muchos niños y niñas aprendieron hablar español, antes sólo era el Tu’un Savi. Su lengua se sigue hablando para contar cuentos, leyendas o mitos de la comunidad, es el caso de la culebra gigantesca que salió volando de un cerro para caer en el cerro culebra (xi’kii koo), pero la gente se organizó para matarla sin lograrlo, fue hasta la comunidad de Zoyatlán que la pudieron matar.

Ángel y Lourdes consideran que hablar el español le abrirá las puertas en la vida y las autoridades les harán caso. Estuvieron presentes cuando padres y madres de familia construyeron la escuela primaria “Lucio Cabañas Barrientos”, que nació de la lucha de la comunidad. Su esperanza de que fueran las autoridades era diminuta porque desde 1930, cuando los padres de don Ramiro Ortiz Moreno, presidente del comité de padres de familia, fundaron el poblado, aprendieron a no esperar nada de los gobiernos. Nunca lograron establecer diálogos directos con las autoridades porque son mestizos, no hablan la misma lengua. Por eso, luego de que se autorizó la clave 12DPB0564G, el 20 de septiembre de 2021 con una matrícula de 29 niños y niñas, los habitantes de Yu’u Timi no esperaron que las autoridades les construyeran las escuelas. En el 2020 Ángel y Lourdes tenían que caminar tres horas para poder estudiar.

Los abuelos y abuelas de la comunidad le preguntaron a la piedra del búho si las autoridades iban a llegar para ver sus necesidades, pero ni siquiera el maíz les respondió, están lejos de “primero los pobres”. Las autoridades municipales se desentendieron de las niñas y niños que no cuentan con butacas.

Ángel, Lourdes y Floricelda se pueden cubrir de la lluvia, sin embargo, a las 12 del día la niebla empieza a bajar de los cerros más altos que lucen como volcanes y en menos de 10 minutos empiezan a caer de las nubes unas gotas gordas que hacen un ruidal que a uno casi lo dejan sordo por las láminas de asbesto que tiene el techo. Las clases se suspenden hasta que pasa la lluvia, mientras niñas y niños elaboran barcos de papel para echarlos al riachuelo que se forma de las gotas de agua que golpean la tierra, y así navegan entre las lodosas aguas de las montañas olvidadas.

Publicado originalmente en Tlachinollan

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de opinión  

Dejar una Respuesta