La terapia musical que sana y salva las vidas de los niños

María Camila Paladines

El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) se encarga de garantizar el restablecimiento de los derechos de los niños, niñas y adolescentes que han sido víctimas de violencia sexual, desde, por ejemplo, el acompañamiento psicosocial. Pero no es el único actor que puede aportar a la sanación de estas personas, también lo puede hacer y lo hacen fundaciones como la Fundación Juanpa.

Desde 2015 y de manera autogestionada, esta organización trabaja transformando la vida de personas, en especial de menores de 18 años, que han sufrido o sufren de diferentes afectaciones, desde violencia sexual, violencias de guerra, depresión hasta síndromes como la Gilles de la Tourette. Su herramienta es la música y su efecto se genera en niveles psicológicos, físicos y emocionales.

“Una canción puede ser un salvavidas para cruzar este horror del abuso sexual”: Juan Pablo Ruíz

PACIFISTA! habló con el músico y maestro Juan Pablo Ruíz, fundador y director de la fundación, quien por más de 30 años se ha preparado y, apoyado en las neurociencias, ha ejercido esta labor titánica de sanar dolores físicos y emocionales a través de canciones compuestas por él.

Al preguntarle sobre qué pasa en el cerebro y en el cuerpo de una persona con estas terapias musicales, lo primero que dijo fue: “todos tenemos una historia sonora que nos acompaña”, y prosiguió contándonos el caso de, lo llamamos Julián (no nos dio su nombre y nosotros tampoco lo pedimos), un niño de 6 años que fue víctima de abuso sexual.

“No podemos allanarle el camino, ni tapar todos los baches. Lo que sí podemos, es llenarle las orillas de ese camino, de flores de mil colores. Una canción puede ser un salvavidas para cruzar este horror del abuso sexual”, expresó Ruíz.

Julián se ausentó de las sesiones durante tres meses, lo que le pareció extraño a Juan Pablo porque lo conocía desde que nació y eso nunca había sucedido. Al pasar el tiempo, el niño llegó muy agresivo y difícil de tratar. Entre sus reacciones, lloró, le pidió a Juan Pablo que lo alzara, lo golpeó y lo mordió. En efecto, había actividad irregular y algo no andaba nada bien. Al hablar con la mamá, ella le contó que estaban atravesando un proceso legal y psicológico, tratando de determinar si había abuso sexual por parte del padre.

Ruíz le pidió que lo llevara a una sesión y le compuso El Caracol:

“Yo soy el caracol, feliz caracol. Voy despacio por la vida, voy. Vivo lento y sin preocupación. Siempre muy tranquilo porque sé que todo tiene solución. El caracol sabe muy bien que, después de la lluvia sale el sol, después del frío siempre viene el calor. Vive tranquilo como el caracol, que siempre pasa el dolor”, dice una parte de la canción.

Julián oyó El Caracol cuatro veces en una sesión. Luego, la mamá, en plena angustia y destrozada, lo tuvo que llevar y dejar en visita dominical con el papá. Pero a los diez minutos el niño la llamó: “¡devuélvete mamá!”. Se devolvió, él se subió al carro, ella rompió en llanto y Julián le dijo: “mamá, no llores, acuérdate del caracol, todo tiene solución”.

“De esta manera opera nuestra metodología. Ahí hay un momento supremamente importante que es la puerta de entrada a la sanación y es cuando logramos que el niño haga palabra del hecho traumático. Es profundamente eficaz. Lo veo, lo vivimos, permanentemente, con todo el equipo de trabajo. Cómo una canción le cambia la vida a un niño, ¡le cambia la vida!”, nos aseguró Juan Pablo.

“Donde hay minas, no te metas”: Juan Pablo Ruíz

El músico y maestro nos compartió otros casos. Esta vez al protagonista de uno de ellos lo llamamos Felipe (tampoco nos dio su nombre). Tenía 12 años y fue víctima de una mina antipersonal. Llegaba a las sesiones con sacos de mangas muy largas para ocultar que le faltaba la mano izquierda.

En Colombia, al menos 11.466 personas fueron víctimas de minas antipersonal, desde 1990 hasta el 31 de mayo de 2021, de acuerdo al portal Acción Contra Minas de la oficina del Alto Comisionado para la Paz.

Del total, 879 eran niños, niñas o adolescentes. De ellos, 706 vivieron, pero, como Felipe, sufrieron diferentes afectaciones, entre ellas: amputación, pérdida de alguno o varios de sus órganos, pérdida de alguna o varias partes de su cuerpo, trauma físico o psicológico, heridas profundas o leves, fracturas, inflamación de tímpanos, quemaduras, estrés postraumático, entre otras.

El otro caso es de un grupo de niños. Un día, uno de ellos, encontró un objeto particular y curioso. Lo recogió y lo empezó a observar para saber qué era. No supo, entonces se lo llevó para la escuela. Se metió al baño con algunos de sus compañeros y entre todos concluyeron que era un repuesto para bicicletas. Al intentar desarmarlo, explotó.

En ese momento, a Juan Pablo le interesó entregarle una herramienta a los niños, niñas y adolescentes para prevenir que cayeran ante esos “soldados perfectos”, como los llaman según él. Para ello compuso Las Minas y la grabó con Andrea Echeverri de Aterciopelados:

“Si por tu escuela o tu vereda pasa la guerra, debo explicarte, mejor que sepas, qué es una mina. Se la inventaron pa’ segar vidas, arma explosiva, pisas y explotas; que está escondida entre la hierba, y siempre hay otra. No me preguntes por qué, que ni lo entiendo ni lo sé, pero mejor que sepas que donde hay minas, no te metas”, dice al principio de esta canción.

Hacia el final del proceso, Felipe ya llegaba a la clase con camiseta.

El sueño dorado

A Juan Pablo Ruíz no le interesa afrontar los procesos desde una postura política, sino desde lo humanitario. Aún así, vale la pena mencionar que en el pasado ha trabajado con instituciones estatales a las que, al parecer, lo que les importa es presentar a la fundación en su lista de resultados de gobierno. Ese fue el caso de la Personería de Bogotá, hace un par de años, según nos contó:

“Todo el esfuerzo, el sacrificio de trabajar sin remuneración, entregar los derechos de las canciones, con el sueño de construir un baúl de herramientas con las canciones y una cartilla instructiva de metodología. Se trabaja mucho para ello. Y la experiencia termina en 20 baúles para los ejecutivos, en un cambio de gobierno y en parte de unas estadísticas de resultados”.

Pero esos hechos no han acabado con el sueño dorado que tienen en la Fundación Juanpa y al que llamaron Misión Humanitaria Musical. Es una camioneta 4×4 con un tráiler enganchado en la parte de atrás –como el de la portada–. Con ella ya han ido a algunos territorios, pero todavía se encuentra en desarrollo y hace falta equipar el tráiler con herramientas e instrumentos.

Entre los objetivos de la misión está llegar a los niños que más lo necesitan, los que viven en zonas rurales, en contextos violentos y a los que “la vida y la sociedad, les ha privado el derecho de soñar”, como dijo Ruíz. También, esperan construir un material de apoyo para las canciones y que este se trabaje, sí o sí, en todas las escuelas del país.

“Ese es el llamado a la sociedad: necesitamos juntar manos para que esta herramienta de transformación social, llegue a donde tiene que llegar, ¡a los niños!”: Juan Pablo Ruíz.

Publicado originalmente en Pacifista TV

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