Foto: Según la Organización Internacional del Trabajo, en el mundo hay alrededor de 40,3 millones de víctimas del trabajo forzoso, el 71% de las cuales son mujeres. (Martin Delacoux)
Daniela* es una joven búlgara que, como tantos otros jóvenes de su generación, comparte cada minuto de su vida en Facebook. Un día, un hombre algo mayor que ella le envía una solicitud de amistad en esa red social. Hablan con frecuencia y él acaba por conocer todos los lugares a donde va la chica, todas sus costumbres. Haciendo varios clics, este tiene acceso a su vida entera. Un día, Daniela se cruza con este hombre en una calle de Bulgaria. En poco tiempo, la secuestra, le confisca el teléfono, la viola y la lleva a Francia, donde la obliga a mendigar. Daniela conseguirá salir de sus garras gracias a una señora mayor, que se percata del lamentable estado de salud de esa muchacha que mendiga desde hacía poco frente a la panadería donde cada día compra el pan.
Este caso, tristemente habitual, relatado por Nagham Hriech Wahabi, psicóloga de la Organización Internacional contra la Esclavitud Moderna (OICEM), es típico del uso de las nuevas tecnologías por parte de quienes se dedican a la trata de personas. Aunque el uso de Facebook sigue siendo relativamente rudimentario, los traficantes van mucho más allá en su uso de las tecnologías: publican falsos anuncios de trabajo para atraer a jóvenes que desean irse al extranjero, realizan transacciones a través de criptomonedas, recurren al GPS para hacer un seguimiento en tiempo real de las personas que explotan, etc.
Estos usos están en constante evolución, como se señala en un informe de junio de 2020, titulado El uso de la innovación para combatir la trata de seres humanos, un análisis exhaustivo de las herramientas tecnológicas, redactado por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y por Tech Against Trafficking, un grupo que reúne a Amazon, Microsoft y AT&T, el gigante de la telefonía estadounidense, entre otras, con el objetivo de “contribuir a erradicar la trata de personas con la ayuda de la tecnología”. El informe se publicó en junio, antes del Día Internacional contra la Trata de Personas (el 30 de julio).
La lucha contra la trata de personas se ve obstaculizada por la diversidad de formas que esta puede adoptar: entre la familia del sur de Sudán que puso a subasta la mano de su hija menor de edad a través de Facebook, a las mafias internacionales organizadas en redes, hay todo un mundo.
Según Naciones Unidas, se entiende por trata de personas “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas recurriendo a la fuerza, la coacción, el engaño u otros medios… con fines de explotación”. Por lo tanto, incluye desde eltransporte de migrantes en el Mediterráneo por contrabandistas, en condiciones atroces, al reclutamiento de jóvenes au pairs que se transforman en “esclavas modernas”.
Esta disparidad no debe ocultar la magnitud del problema: según la Organización Internacional del Trabajo, en el mundo hay 40,3 millones de víctimas del trabajo forzoso, el 71% de las cuales son mujeres. Además, como se detalla ampliamente en el informe, “los traficantes de personas cada vez están más familiarizados con la tecnología y la utilizan en su beneficio, al contrario que quienes luchan contra este tráfico”.
Explotar a más personas minimizando los riesgos
Cierto es que así suelen ser las cosas en materia de criminalidad. Los delincuentes dictan el ritmo, los investigadores se adaptan para desenmascararlos y rápidamente sus herramientas se vuelven obsoletas, y así sucesivamente. Pero, en este caso, la balanza de poder presenta un claro desequilibrio. La tecnología permite a los traficantes explotar a más personas y mantenerse más en la sombra.
En el informe se menciona, por ejemplo, que existen grupos privados de miles de personas en aplicaciones cifradas como Telegram y Whatsapp, en las que se propone realizar “tours sexuales” a varios países o pagar a una prostituta durante un mes. Por ejemplo, en las últimas semanas, la justicia uruguaya ha destapado una red de explotación sexual de adolescentes, en la que presuntamente participaban unos 20 empresarios y personas influyentes, que utilizaban esas herramientas digitales. A estos grupos sólo se puede entrar por invitación o de la mano de un padrino, lo que asegura la discreción de sus miembros. La Dark Web es también un lugar preferido por las redes delictivas, por su confidencialidad, en particular para la difusión de pornografía infantil.
Nagham Hriech Wahabi, miembro desde 2007 de la OICEM, organización con sede en Francia, subraya que internet permite, además, manipular constantemente a las víctimas.
“Los traficantes amenazan con enviar videos o fotos degradantes a los padres o amigos de las mujeres forzadas a prostituirse. Incluso si la explotación tiene lugar lejos de su región de origen, puede haber un rastro, a veces para siempre”, explica a Equal Times. Es como añadir sal a la llaga de los recuerdos, con la vergüenza que producen las imágenes.
Para combatir la trata con mayor eficacia, la OSCE y Tech Against Trafficking analizaron 305 instrumentos. Los objetivos son muy dispares entre sí, al igual que el origen de los fondos que permiten financiar el desarrollo de los instrumentos: algunos están financiados directamente por los gobiernos, otros por ONG. Sin embargo, una gran parte (40%) de estos instrumentos los desarrolla el sector privado. Uno de los muchos ejemplos es el de la empresa francesa Ecovadis, que ofrece a las empresas un sistema de evaluación de su responsabilidad social (RSE), en concreto para verificar, por ejemplo, que ningún niño sea explotado por los subcontratistas de una empresa multinacional.
Otra herramienta identificada en la larga lista propuesta en el informe es la web Slavery From Space, desarrollada por la Universidad de Nottingham. Su objetivo consiste en identificar, mediante imágenes satélites, los hornos de ladrillo de Asia del sur, sobre todo de la India. En estos lugares, clave para acompañar el crecimiento galopante de las ciudades de Asia meridional, se estima que el 68% de la mano de obra realiza trabajos forzosos y el 19% es menor de 18 años. Con este método, 115 voluntarios han analizado unas 400 imágenes ofrecidas a través de Google Maps y la universidad está tratando de replicar el experimento con instrumentos más precisos.
A pesar de estas interesantes herramientas, que a veces conducen a resultados concretos, los efectos siguen sin ser convincentes. “Aún seguimos un paso por detrás de los traficantes. Por el momento, no podemos decir que estemos progresando mucho en esta lucha”, aseguró Radu Cucos, autor del informe de la OSCE, a Equal Times. Esta observación se basa en el aumento exponencial de los beneficios de la trata de personas en los últimos 15 años: “La Organización Internacional del Trabajo estima que, en 2005, los beneficios del trabajo forzoso y la explotación sexual ascendieron a unos 31.600 millones de dólares al año. En 2014 los beneficios alcanzaron los 150.000 millones de dólares al año”, añadió.
Según indica el experto en su informe: “la tecnología para combatir la trata de personas existe. (…) Ahora tenemos que utilizarla realmente; ir más allá de los proyectos piloto y profundizar a conciencia en las iniciativas que dan resultado”. Eso pasa por financiar estas iniciativas a lo largo del tiempo. De hecho, varios de los sitios web con las herramientas indicadas en el documento estaban fuera de servicio cuando Equal Timesintentó acceder a ellos, apenas dos semanas después la publicación del mencionado informe.
Aprovechar las herramientas existentes
“Es indispensable actualizar estas herramientas constantemente”, insiste Nagham Hriech Wahabi. Si una víctima utiliza uno de estos instrumentos que sirve para denunciar un abuso o pedir ayuda y no obtiene una respuesta inmediata, puede sentir que se topa contra un muro. Otro riesgo con consecuencias similares es la “sobreproducción de herramientas”, por utilizar la expresión empleada por Nagham Hriech Wahabi. “Las víctimas ya no saben qué hacer, a dónde acudir, y esto se vuelve contraproducente. Sería interesante desarrollar herramientas de la mano de las víctimas, para que puedan llegar al meollo del asunto”, dice.
Aunque la trata existe en todo el mundo, resulta sorprendente que la mayoría de los instrumentos estén disponibles en inglés y, a veces, sólo en inglés. Otros se dirigen a una zona geográfica concreta, como este newsgame informativo, pensado para los países balcánicos, que explica los mecanismos de la trata de personas; una aplicación traducida al inglés, francés, ruso y otros seis idiomas balcánicos, que parece estar cumpliendo bien su propósito.
Una de las vías para ser más eficaces pasa por la cooperación entre los múltiples actores en la lucha contra la trata. Bénédicte Lavaud-Legendre, investigadora adjunta de la Universidad de Burdeos, ha elaborado un software que permite visualizar los vínculos entre los distintos agentes que intervienen en la trata.
Concretamente, permite visualizar cada rol, el séquito que rodea a los proxenetas o prostitutas, para clasificar estos vínculos en función de sus relaciones económicas, de sus vínculos delictivos o familiares. La investigadora no pretende detenerse ahí: “En estos momentos, estamos respondiendo a una convocatoria europea de proyectos, dentro de un grupo que reúne a encuestadores, ONG e investigadores”, explica. Este software, si resulta seleccionado en la convocatoria de proyectos, permitiría agrupar todos los conocimientos sobre el tema de la trata de personas y, paralelamente, realizar búsquedas mediante palabras clave, para comparar los casos encontrados por los agentes sobre el terreno.
Por su parte, Nagham Hriech Wahabi se mantiene cautelosa ante la proliferación de tantas herramientas. “Hay menos fondos para realizar el acompañamiento cotidiano que para producir bellas herramientas visuales que sólo se usan una vez”. Para paliar este problema, las instituciones están impulsando un diálogo entre los distintos actores de la lucha contra la trata. Un diálogo más fluido entre las ONG, los encuestadores, los investigadores y los gobiernos para atender mejor a las víctimas y alcanzar el objetivoque se han marcado los países miembros de las Naciones Unidas: erradicar todas las formas de trabajo forzoso y poner fin a la esclavitud moderna y a la trata de personas de aquí a 2030.
Este artículo ha sido traducido del francés.
* Nombre ficticio.
Publicado originalmente en Equal Times