Foto: El nacimiento del río Tinto. (Javier de Frutos)
El aumento de la demanda de cobre, grafito y otros metales está generando una nueva vuelta a las minas, ya sean subterráneas o a cielo abierto. El uso de estas materias en nuevas tecnologías, como las energías renovables, está haciendo que los mercados echen la vista atrás a minas abandonadas hace ya muchas décadas. Es lo que está ocurriendo en la Faja Pirítica Ibérica que atraviesa Portugal, Extremadura y Andalucía. En concreto, en el norte de Huelva está generando que poblaciones que habían basado su desarrollo en sectores sostenibles como la agricultura tradicional, el turismo rural o en la riqueza cultural y antropológica de la zona teman por su futuro. Miran al sur y ven todo lo sucedido en torno a Riotinto: una mina que dio trabajo y esplendor durante unos años, pero que ha dejado un rastro de residuos y desolación en el medio ambiente.
Las balsas que filtran en Riotinto, el desastre de Aznalcóllar y las aguas ácidas que se vierten a los ya malogrados ríos dibujan un horizonte muy oscuro. “El proyecto aprobado en Valdegrama significa un avance de las fronteras de la extracción”, explica el antropólogo y profesor de la Universidad de Sevilla, Félix Talego. Este proyecto, ya aprobado por la Junta de Andalucía, permitirá que la empresa Geoland Services busque grafito en la rivera de la Alcalaboza, que comprende poblaciones como Cortegana, Almonaster y Aroche, así como otras poblaciones aguas abajo y todas sus pedanías. Ocupará 1751 hectáreas en total.
Precisamente de Aroche, es Talego, que explica que la mayor oposición es por las consecuencias que pueda traer medioambientalmente. “Terminarán yendo las aguas ácidas a los reservorios de agua que abastecen a Huelva entera, como el embalse de Chanza y Romanera”, explica. También está la preocupación de los propietarios de muchas fincas que, previsiblemente, serían expropiados si el proyecto sigue adelante.
“La tecnología actual hace que la minería tampoco de muchos empleos. Siempre es poco cualificado, como la limpieza, y cada vez es más corto el plazo de preparación de la mina, que es el que más trabajo puede necesitar”, señala Félix Talego
Es el caso de Alex Tedesqui, que actualmente es el único habitante de la aldea de El Cincho, pedanía de Acebuche y perteneciente al término municipal de Almonaster la Real. Este profesor de inglés de origen boliviano vino a este rincón de la Sierra de Huelva hace ocho años y construyó su vida en torno a una casa autosostenible. Paneles solares, energía eólica y agua de manantial le permiten llevar una vida plena aunque sin grandes comodidades. Él se planteaba comprar la casa en la que reside, pero la posibilidad de que expropien su zona —cerca de dos antiguas bocas de minas abandonadas de grafito— ha hecho que dirija sus pasos hacia otras montañas, a Gredos. “Yo no quiero indemnizaciones, lo que quiero es tener un proyecto de vida”, comenta, porque “en el momento que empiecen a perforar, afectaría a esta zona conocida como Los Veneros y me quedaría sin nada de agua”.
El agua no solo es la mayor preocupación de Alex, también lo es de los demás vecinos y de los ecologistas. Después de un año especialmente seco y las restricciones de agua que han sufrido más de una docena de pueblos en esta zona este verano, todos miran al agua de la sierra como el verdadero oro que hay en esta tierra. “No sabemos nada de cómo ha afectado esta actividad en la zona y de cómo podría afectar a los acuíferos”, explica Talego en referencia a la poca información que hay de las reservas, del estado de calidad de esas aguas o de los usos que se dan. Entre ellos, el regadío industrial o el excesivo consumo de agua de la minería están señalados como culpables del mal estado actual. “Ellos —asegura el antropólogo en referencia a los responsables de la empresa minera— prometerán que no tendrán accidentes, pero el principio de la precaución de la ecología dice que deberíamos preservar la reserva de agua limpia”. Una posible contaminación de aguas afectaría no solo a Huelva, también a Portugal, ya que el agua del Chanza pertenece al país vecino, por lo que sería catalogado como “desastre transfronterizo”.
Presente incierto, futuro imposible
“Nos oponemos porque los intereses de las empresas mineras van, en esta ocasión, contra el desarrollo sostenible de la región”, explica Luisa María Romero, miembro de la plataforma Alcalaboza Viva. Se trata de una agrupación a la que se han unido vecinos, regantes, ganaderos y muchas personas de la zona interesadas en conservar las riquezas que estaban impulsando la región. “En la zona se dan el clima atlántico y mediterráneo, que genera una diversidad de primera categoría”, explica Romero, quien enumera los cuantiosos atractivos tanto medioambientales como turísticos del área, pero también sociales. “Directamente, pone en peligro la vida que hemos tenido hasta ahora”, concluye.
Desde la plataforma están haciendo lo posible por impedir que el plan minero de Valdegrama se lleve adelante: “El proyecto se publicó de la noche a la mañana. Nos hemos personado para poner alegaciones y entendemos que, si hay un movimiento ciudadano de envergadura y somos capaces de llegar a los otros grupos ecologistas del Parlamento Europeo, podremos pararlo”. Preguntada por si hay parte de la ciudadanía que pueda apoyar este proyecto con el argumento del empleo, Romero cree que “hay personas que miran por los territorios donde las instituciones han fracasado y solo se vive de ayudas”. “Es ahí donde este tipo de desgracia puede triunfar”, se lamenta.
“No somos un grupo de románticos que quieran mantener esto como vivían nuestros abuelos —advierte Luisa María Romero—, si no que queremos fomentar la riqueza que hay en cosas como con el corcho, las setas, el sector forestal, la ganadería, las empresas agroalimentarias…”
Se trata de un argumento, el de los puestos de trabajo, que Talego rebate. “La tecnología actual hace que la minería tampoco de muchos empleos. Siempre es poco cualificado, como la limpieza, y cada vez es más corto el plazo de preparación de la mina, que es el que más trabajo puede necesitar”. Él considera que el empleo indirecto tampoco debe ser un reclamo, ya que actividades como la reparación de maquinaria o el tratamiento de los recursos extraídos se acaban haciendo lejos de la mina. “La extracción de cobre de Riotinto nada revirtió en la riqueza de la zona. Es más, esta minería de sulfuro devasta la tierra, arruina el agua y deja la zona sin alternativas”, explica el antropólogo en referencia a que en muchas de estas zonas la única actividad económica que ha quedado es la de almacenar basura.
Transición ecológica, ¿para quién?
Otro argumento de los que defienden esta minería es la necesidad de los materiales para seguir avanzando. Incluso en el plano medioambiental en referencia a la transición energética, ya que si el grafito es imprescindible para las placas solares, el sulfato de níquel lo es para la base de las baterías de los vehículos eléctricos. La disyuntiva entre apoyar estos avances y productos tecnológicos y vetar la extracción minera de los recursos que lo hacen posible lleva a pensar en la externalización de los problemas a lugares como Latinoamérica o África. “Existe una respuesta a este debate desde la ecología política”, advierte Félix Talego, que hace referencia a las posiciones que sostienen que con todos los materiales extraídos ya y con una buena política de reciclaje se podría cubrir la demanda. Lo sostienen, entre otros, Ecologistas en Acción en un último informe. “Aunque yo insisto en debería ir de la mano con una política de consumo responsable —añade—, con un impuesto que desanime los artefactos innecesarios”. Para ello pone el ejemplo de una silla de ruedas eléctrica y un patinete eléctrico de uso recreativo.
“Está también el tema de salud —suma a la lista Romero—, que tiene relación con los trabajos de riesgo, casos de cáncer y demás que tienen que ver con los metales pesados”. Una serie de argumentos entre los contrarios al proyecto minero que se une a la actual situación de la Faja Ibérica en Huelva y hace preguntar si realmente es necesario abrir nuevas minas. “Lo que está detrás es especulación de mercado, porque muchas minas que se venden como rentables no creemos que lo estén. Compran otras minas para que parezcan que estén en auge y jugar con los mercados”, comenta la integrante de la Plataforma Alcalaboza Viva ante las trece minas abandonadas, las cuatro inoperativas y las cuatro activas que hay en Huelva en la actualidad.
Podría pasar que se encontraran recursos valiosos, incluso oro o plata, y que el auge de la minería cambie por completo esta zona serrana. Podría pasar que después de las prospecciones no se encuentren materiales suficientes o sea poco rentable su extracción, quedando la zona tocada y sin riqueza. Podría pasar que se frene el proyecto y el esfuerzo público y económico se destine a otras actividades. Hacía esa última resolución camina la plataforma Alcalaboza Viva. “No somos un grupo de románticos que quieran mantener esto como vivían nuestros abuelos —advierte Luisa María Romero—, si no que queremos fomentar la riqueza que hay en cosas como con el corcho, la riqueza de las setas, el sector forestal, la ganadería, las empresas agroalimentarias, etcétera. Se trata de crear empleo, fijar población en la zona, mantener el bosque y desarrollarse. Incluso atraer personas con teletrabajo, pero esto solo puede pasar si hay agua, aire limpio y vegetación. ¿Quién va a querer dejar su ciudad para irse a vivir al lado de una mina?”.
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