Foto: Jorge Luis Baños
En residencias estudiantiles, cuarteles del servicio militar, cárceles y otros espacios donde conviven, muchos jóvenes cubanos oyen hablar y se colocan la llamada “perla”, una pequeña bola de acrílico que se introduce en el pene mediante una microcirugía casera.
“Cuando estábamos en la cama para tener sexo por primera vez, él me dijo: ´No te asustes´, y me mostró que tenía una perla”, cuenta la profesora universitaria Carmen Rodríguez, de 24 años, que tuvo un novio con ese implante cuando cursaba el bachillerato.
Consiste en una o más canicas de acrílico, que después de una pequeña incisión y a presión, se colocan debajo de la piel a lo largo del eje del pene, en el prepucio o el escroto y que en algunos ambientes masculinos cubanos se considera “un talismán” sexual.
“A ese muchacho se la puso un amigo en su misma casa, con un método súper doloroso”, recordó Rodríguez. “Él no presumía de tener una perla pero tampoco lo ocultaba. Decía que en su barrio de Buena Vista (en el municipio Playa, al oeste de La Habana) casi todos los hombres se la ponían, incluso algunos, más de una”, amplió.
“Muchos jóvenes lo hacen por moda y por el mito de que hace sentir más cosas (placer) a las mujeres”, valoró la docente. “Es cierto que puede tener algún efecto porque es un cuerpo extraño, pero tener relaciones sexuales satisfactorias depende de muchos factores personales, emocionales y físicos”, concluyó.
Aunque en Internet se le puede encontrar bajo el calificativo de “invento cubano que vuelve locas a las mujeres” y están disponibles hasta gráficas que explican cómo lograr un pene “perlado”, esta peligrosa práctica sexual no es una invención de esta isla caribeña, según especialistas.
“Falta más investigación, pero todo indica que este fenómeno fue traído por marineros que visitaron países de Asia, como Filipinas y Japón”, explicó el historiador Enmanuel George, coordinador de proyectos de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM).
RIAM reúne sobre todo a investigadores y activistas, que buscan superar el machismo en los hombres, con nodos más consolidados en Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, España, Ghana, México Nigeria y Uruguay.
“Lo que sí es muy particular de Cuba que exista todavía esta tendencia extendida en el presente, y se realice de una forma muy rústica”, alertó a este especialista de 27 años, que ha ejecutado estudios y audiovisuales con testimonios sobre el problema que amenaza a la franja joven masculina de la población cubana.
George señaló que muchos jóvenes suelen incorporarse la perla a los 17 o 18 años, aunque se registran casos en edades más tempranas.
Destacó, además, que el fenómeno aparece tanto en los campos como en las ciudades, pero sobre todo en espacios “donde socializan grandes grupos de hombres” como las residencias estudiantiles, el servicio militar, obligatorio en este país para varones mayores de 17 años, y las prisiones.
Y también usan este implante los trabajadores sexuales, un oficio que no está penalizado pero tampoco es legal en el país donde se prohíbe el negocio del sexo con fuertes condenas por proxenetismo y la trata de personas, que se agravan para delitos donde impliquen a menores de edad.
George explicó que varios factores negativos rodean el fenómeno de la perla, que se relaciona estrechamente con el fuerte machismo en esta nación caribeña.
En primer lugar, alertó que esta práctica “comienza en edades muy tempranas, casi en la iniciación sexual, sin la necesaria comunicación con sus familias sobre sexualidad ni conocimiento sobre los riesgos para la salud”.
Por otro lado, planteó, la educación sexista que prevalece en la sociedad cubana inculca que “el hombre tiene que ser un Kama Sutra viviente, un experto en sexualidad por naturaleza y satisfacer a las mujeres a toda costa”.
A su juicio, el uso de la perla y el consumo del medicamento del viagra entre los jóvenes son “respuestas a esa presión social”. RIAM alerta que los chicos, sin prescripción médica, toman ese fármaco usado para tratar la disfunción eréctil y que en Cuba se vende en el mercado informal.
George remarcó que, a diferencia de los “piercings” (perforaciones en la piel de diferentes partes del cuerpo para colocar formas de metal u otros materiales), la perla suele colocarse todavía con “un método rudimentario, sin las condiciones de higiene”.
El joven investigador compartió sus propias vivencias durante el servicio militar. “Vi cómo se colocaban alrededor de seis u ocho perlas. Usaban acrílico de ventana para hacer las bolas y las pulían en el piso. A veces usaban anestesia, otras no”, describió.
“Vi infecciones, peligro de amputación y supe de casos de amputaciones de parte del miembro. Todas estas situaciones se empeoraban porque los muchachos demoraban en acudir al médico por vergüenza”, especificó.
En sus investigaciones, George conversó con mujeres y muchas aseguraron que “no hay tal satisfacción asegurada, incluso, algunas revelaron que (los implantes) pueden causar dolor durante el coito”.
Tras consultar a un profesional con más de 15 de experiencia en el oficio del piercing, muy de moda en la isla como en el resto del mundo. Aunque nunca las colocó ni conoce a alguien que lo haga profesionalmente, Enrique López, de 43 años, explicó que “las perlas pueden ser consideradas un tipo de piercings llamado implante”. En este caso particular, el profesional coincide en que “hay muchos mitos y es parte del machismo cubano”.
López, que dispuso hasta 2015 de un local con todas las condiciones higiénicas, considera que “son prácticas ancestrales”, que responden a diversas necesidades y gustos humanos. “Hoy se pueden realizar con menos riesgos si quienes los colocan y quienes los usan cumplen normas sanitarias”, aseguró.
Durante sus años de trabajo, López colocó hizo perforaciones y colocó adornos en lenguas, ombligos, orejas, cejas, narices, genitales y otras partes del cuerpo. “El uso del piercing como objeto sexual está parejo en hombres y mujeres”, detalló.
En mayo de 2015, López decidió cerrar su estudio luego de que inspectores estatales visitaron una docena de locales dedicados al tatuaje y piercing en La Habana y otros en provincia. Estas actividades carecen de las vías legales para solicitar permisos sanitarios y comerciales.
“Aunque poco después nos permitieron reabrir, yo me cansé de estar en un limbo”, indicó el profesional. A su juicio, las autoridades deberían legalizar la actividad y realizar inspecciones sanitarias para evitar que muchas personas, sin conocimientos ni condiciones, pongan en peligro la salud de los clientes.
Fuentes científicas indican que el uso de piercings trae riesgos como la transmisión de enfermedades víricas como hepatitis (B, C y D) y el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), infección de bacterias u hongos, rechazo a los aditamentos incorporados por parte del organismo y cicatrices y queloides. Señalan entre los más peligrosos a aquellos colocados en los cartílagos, la lengua, la campanilla y los genitales.