Foto: Cuartoscuro
Aun cuando el maltrato infantil ya ocurría desde antes de la pandemia, debido a la actual situación de confinamiento se ha agudizado dentro de la problemática familiar, afirmó Milca Judith Calzada Lemus, docente en el área de Posgrado en Derecho y en Política Criminal de la Facultad de Estudios Superiores (FES)Aragón.
Según cifras del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef México, en 2015 al menos seis de cada 10 niños, niñas y adolescentes de uno a 14 años experimentaron algún método violento de disciplina; y uno de cada dos sufrieron agresiones psicológicas.
En este sentido, la académica expresó que con la reciente publicación en el Diario Oficial de la Federación de las modificaciones a la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes queda prohibido que quienes tengan trato con ellas y ellos ejerzan cualquier tipo de violencia en su contra, en particular el castigo corporal y humillante como una forma de corrección o disciplina.
La universitaria recordó que en esta ley se reformó la fracción IV del artículo 105 y se agregó el apartado VIII al artículo 47, en los cuales los legisladores de ambas cámaras (diputados y senadores) realizaron una amplitud en la descripción de aquellas conductas -que pueden ser sancionadas por considerarse actos de violencia- ejercidas por padres o tutores en contra de menores de edad.
Esa descripción, puntualizó, hace referencia a aquellas que hasta cierto punto pueden observarse como parte del día a día en la educación de un infante. En la cultura mexicana se tiene esa visión de que educar con algún procedimiento como “jalón de orejas” o “dar un coscorrón” no es propiamente violencia, sino de corrección de conducta o para aprender valores sociales.
Calzada Lemus hizo ver que aun cuando la familia es el grupo primario donde se encuentran las mejores aptitudes y capacidades para que una persona se desarrolle, es en esta institución donde se ejerce la mayor violencia en contra de ellos.
En el país, agregó, culturalmente hay una relación de suprasubordinación en la cual se tiende a callar a los menores porque “su opinión no cuenta”; sin embargo, esto puede causarles alguna afectación.
“Esta ligera modificación a la ley no es derivada del confinamiento; sin embargo, sí es un tema más notable porque la educación básica ha tenido que migrar a lo digital y, por tanto, se deja ver lo que sucede al interior de los hogares”, indicó la especialista.
Los cambios a esta ley, apuntó, tienen como propósito asegurarles su derecho a tener una vida libre de violencia e integridad personal, desde recién nacidos hasta los 18 años.
¿Se debe criminalizar al adulto?
La universitaria explicó que la forma de sancionar este tipo de violencia está regulada en el Código Penal Federal y en la legislación penal de cada entidad federativa, incluyendo Ciudad de México, y dependiendo de la acción cometida se aplicará la sanción penal correspondiente, la cual puede ser desde multa, pérdida de la custodia del menor y hasta prisión.
“La criminalización de los adultos puede darse debido a que ya es común encontrar noticias en las que los padres matan a golpes a sus hijos porque estaban llorando o usan formas muy violentas para la crianza, y con esto se vino una ola de defensa por parte de los organismos protectores de Derechos Humanos a los menores.”
La experta en derecho opinó que, partiendo de la ley, se puede hablar de una violencia extrema, pero también deben emplearse nuevos métodos de educación libres de agresión, porque éstos han evolucionado y ahora quienes educan son los medios de comunicación digitales, videojuegos o celulares; de hecho, ya no existe la familia tradicional, también ha cambiado, y el común denominador puede ser que los padres de familia jóvenes aún no tienen la madurez suficiente para criar a un menor de edad.
“El maltrato infantil es un fenómeno criminal; una herramienta para prevenirlo es la educación, inclusive para cualquier delito, aunque falta mucho por hacer en ese sentido. Por tanto, creo que en algún momento un ser humano necesita una corrección, pero que no esté desproporcionada o genere violencia, y eso dependerá de lo que individualmente se piense”, resumió.
Publicado originalmente en Gaceta UNAM