La Merced: «Por donde pasa el diablo»

Punto Ciego Films

“Por donde pasa el diablo” es un cortometraje  que hace una crónica visual participativa de un barrio y un mercado cuya historia fue y es el comercio. Con un pasado que data de los orígenes de la Ciudad de México, La Merced se aferra a vivir.

Varios eventos definen su historia, entre ellos, la creación de la Central de Abasto y los sismos de 1985 marcaron la vida de este barrio. Después vienen más, entre ellos, varios incendios en las naves principales del mercado. El último en 2013.

Hoy, existe un proyecto de rehabilitación urbano de la zona, “un plan de rescate” del gobierno de la ciudad que de impulsarse plenamente acentuará la gentrificación.

La Merced es un barrio históricamente comercial ubicado en el corazón histórico de la Ciudad de México que se enfrenta a futuros cambios estructurales a partir de un plan de rescate del gobierno. Un pequeño grupo de personas que conviven en el barrio, se convierten en realizadores visuales para contar una historia sobre la identidad y la complejidad social del barrio, mostrando las expectativas, desafíos, miedos y propuestas de la gente que lo habita y lo trabaja.

La  problemática profunda de un barrio marginal se teje en una red de corrupción e intereses políticos.

La falta de una consulta previa de este plan gubernamental y el desconocimiento del mismo,  cuestiona a los protagonistas y les genera incertidumbre sobre el futuro del barrio y de ellos mismos.

En 2008, hace nueve años, el periódico La Jornada publicó, de Rocío González Alvarado,  sobre La Merced:

Identificado desde sus orígenes como un lugar de una febril actividad comercial, donde florecían los mesones y pululaban los arrieros llegados desde diferentes partes de la República, La Merced se ha convertido en un barrio decadente, que ha provocado que hayan emigrado por lo menos 80 por ciento de sus residentes nativos.

Dos sucesos, la creación de la Central de Abasto y los sismos de 1985, marcaron la vida de este barrio, en el que ahora prevalecen cantinas, pulquerías, piqueras y hoteles de paso, con un clima de inseguridad, indigencia y prostitución, que ahuyenta a propios y extraños, a pesar del esfuerzo de los oriundos que buscan recuperar la tranquilidad.

El núcleo barrial, delimitado según su configuración socioespacial, desde Corregidora hasta Fray Servando Teresa de Mier y de Congreso de la Unión a Pino Suárez, vivió su época de prosperidad en los años 40 y décadas posteriores, cuando, a decir del urbanista e investigador del IPN Ricardo Tena, floreció el mercado al aire libre por varias calles del Centro, donde aún se conservaban las acequias que abastecían de hortalizas, frutas y granos a la capital.

El coautor del Estudio-diagnóstico para la regeneración integral del barrio de La Merced señala que eran tiempos de bonanza. “Había gente con dinero y también pobre, pero con trabajo para todos: mozos, diableros, estibadores, bodegueros, vendedores, hasta los pordioseros, estaban bien alimentados. Inclusive, un dato que llama la atención es que el nivel de escolaridad era muy alto, mucho más que en otras zonas de la ciudad, porque los comerciantes se esforzaban para que sus hijos tuvieran estudios”, apunta.

Sin embargo, cuando se decidió reubicar a los vendedores y bodegueros de La Merced a la recién creada Central de Abasto, a principios de la década de los 80, se generó una fuerte crisis que golpeó al barrio. “Entró en un proceso de degradación; la gente no tenía empleo ni dinero, muchos dejaron de arreglar sus casas, otros las abandonaron.”

Esta situación se agudizó con el sismo del 85, y el principal factor que a decir del especialista identifica a un barrio –vivir donde se trabaja o trabajar donde se vive–, comenzó a desaparecer, como se constata en el testimonio de sus moradores.

“La mayoría vivíamos cerca, no pasábamos de Correo Mayor, de las calles de Soledad o San Pablo. Siempre había bullicio por los camiones de carga, pero estábamos habituados. Cuando salías a la calle no faltaba quien te echaba el piropo, ‘adiós mamacita’, pero nada más, entre todos nos cuidábamos”, recuerda la señora Laura López, residente de República de El Salvador.

De pronto todo eso desapareció. La gente comenzó a irse y reinó el silencio. “Vivir aquí en esos años fue muy difícil porque los antiguos pobladores éramos muy pocos. Las bodegas estaban cerradas, los comercios también, había inmuebles enteros vacíos”, señala, al precisar que, de las 25 familias que habitan en su edificio, sólo quedaron cinco.

No tardaron en llegar familias de otros rumbos de la ciudad, de escasos recursos, atraídas por las rentas baratas, o invasores que se apropiaron hasta de edificios en riesgo. El panorama cambió. La prostitución –recuerdan– siempre ha estado, pero comenzaron a darse otros fenómenos, como la delincuencia y la drogadicción.

Don Manuel Garcés, de 82 años, quien administra unos baños públicos, propiedad de la familia desde hace más de 100 años, ilustra el cambio. “Antes el trajín en las bodegas nunca se acababa, ahora empieza a caer la tarde y todo está cerrado, por tanto ratero. ¡Imagínese!, antes les decíamos los manos de seda, porque te robaban, pero ni sentías, te sacaban la cartera y ni en cuenta, al rato oías el grito: ‘¡Ay, ya me robaron!’ Ahora te aplican la llave china, te dan tus trancazos, te acuestan, te quitan todo y se van, de noche o de día. Ya no te respetan. 

En 2013,  un incendio arrasó con 8 mil metros cuadrados del mercado de La Merced, dos mil locales desaparecieron.

Punto Ciego y el formato participativo

Punto Ciego es un colectivo de creación que utiliza los medios audiovisuales como plataforma para provocar procesos críticos del entorno, comunicar puntos de vista locales e individuales y establecer redes de colaboración y participación con diversos grupos.

En Punto Ciego señalan: «Creemos en la creación de procesos artísticos horizontales, independientes, colaborativos e interdisciplinarios que transgreden las formas tradicionales de la producción audiovisual». 

“El objetivo principal del vídeo participativo, formato de creación del documental ‘Por donde pasa el diablo’, es la creación de procesos artísticos para generar procesos críticos en la comunidad, despertando a los participantes por medio del uso del video, una re-concepción del espacio, de ellos y de su entorno”.

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