La mentira productiva del trigo transgénico HB4

Fernando Frank

La empresa Bioceres publicita el trigo HB4 como «tolerante» a la sequía, con un discurso de mayor eficiencia en base a un gen. Los datos difundidos, tanto por la compañía como por el Estado, muestran lo contrario: los trigos no transgénicos son más productivos. Un análisis desde la ciencia agronómica da cuenta del riesgo de creer en la tecnociencia empresaria y los discursos mágicos.

El trigo transgénico HB4, de las empresas Bioceres-Florimond Desprez, es el primer trigo modificado genéticamente aprobado en el mundo. Esta nueva tecnología genera una gran preocupación y rechazo, en este y otros países, porque se trata de un cultivo alimentario fundamental en la alimentación de muchos pueblos. Además de las críticas a los aspectos ambientales y sanitarios del transgénico, se suma —en base a información de la misma empresa— la falacia productiva que implica el trigo HB4.

Desde la teoría de los sistemas se ha planteado que los problemas se pueden resolver sólo si se entiende la escala sobre la que se opera, en función del objetivo de la acción, de acuerdo a las causas reales de los inconvenientes. En el caso que nos ocupa en esta nota: no es verdad que haya una tecnología de “tolerancia a la sequía” y que tengamos que discutir las “contraindicaciones”. Estamos en otra situación: las ventajas no son reales y las consecuencias negativas sí.

La promesa transgénica

La tecnología HB4 fue vendida, ante los organismos regulatorios del Estado, ante los productores y ante el sistema público de ciencia y tecnología, literalmente como de “tolerancia a la sequía”, como se observa en la resolución de aprobación comercial de 2020. En ese mismo documento se lee que el trigo HB4, además, es “tolerante al (herbicida) glufosinato de amonio”.

Al leer a los desarrolladores e impulsores de la tecnología se observa que explican que el gen hace que la planta no responda fisiológicamente a las señales de sequía, siga creciendo y esto le dé ventajas en términos de crecimiento y rendimiento, con respecto a las plantas no transgénicas.

En palabras de Francisco Ayala, gerente de Bioceres, “por su naturaleza, este gen logra hackear el software de las plantas evitando la respuesta habitual a la sequía y manteniendo el crecimiento durante algunos días adicionales. Este mecanismo contraintuitivo se ve perfeccionado por un nulo impacto en el rendimiento bajo condiciones de crecimiento no limitante”.

La metáfora de igualar programación informática con seres vivos es, de mínima, arriesgada. Y, se puede sumar, peligrosa e irresponsable: parecen tener certeza de un funcionamiento lineal y conocido en su totalidad de la genética y la fisiología vegetal, cuando en realidad no hay consenso en la comunidad científica de esto y muchísimos investigadores/as trabajan en todo lo que aún se conoce sólo de manera parcial.

En una nota de 2022, el investigador Diego Silva explicaba con otra metáfora el funcionamiento esperado de este gen: la miopía. En su trabajo Mantén la calma y sigue adelante: los cultivos preparados para el clima y la codificación genética de la miopía climática”Silva afirma que “las semillas HB4 pueden entenderse como miopes: la tecnología no obstruye la capacidad de las plantas de soja y trigo para detectar las sequías, pero impide su reacción natural, que sería detener la producción de cultivos y redirigir su energía hacia la supervivencia. Por lo tanto, las plantas se vuelven ‘miopes’ a las sequías”.

Afirmar que una planta, por contener un gen de girasol que le otorgaría la posibilidad de rendir más que su par no transgénica, es una afirmación que, dentro del pensamiento y la investigación científica, podría considerarse una hipótesis. Cuando se hace ciencia, con el conocimiento disponible y la hipótesis a contrastar, usando la lógica se deduce lo que se conocen como “consecuencias observacionales”. Para el caso del trigo HB4, la consecuencia sería que los cultivos supuestamente tolerantes a las sequías, cuando estas sequías ocurrieran, tendrían un rendimiento (kilogramos de granos cosechados por unidad de superficie) mayor al de los cultivos no transgénicos. Los datos muestran justamente lo contrario.

Los datos, ensayos y mentiras

La empresa Bioceres publicó y presentó ante la Comisión Nacional de Biotecnología (Conabia) de la Argentina sus ensayos sobre rendimiento diferencial de cultivares de trigo con el gen HB4 con respecto a los que en este tipo de ensayos se llaman variedades “testigo”. El artículo se titula “Trigo transgénico cultivado en el campo que expresa el gen del girasol HaHB4 supera significativamente al tipo salvaje”En los datos del estudio, según explica Pablo Galeano, investigador uruguayo e integrante de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (Uccsnal), se ve que “las variedades no transgénicas, en promedio, produjeron más que el transgénico en condiciones de estrés hídrico”Es decir, los datos contradicen a las conclusiones de los investigadores de Bioceres: la realidad muestra que el trigo transgénico HB4, en condiciones de sequía, rinde menos que los cultivares no transgénicos.

El “experimento masivo”

“Controvérsias no pão nosso de cada dia” (“Controversias en nuestro pan de cada día”), publicado en 2023 en la revista Brasileira de Agroecología es un análisis riguroso de la producción del trigo transgénico. Un aporte del trabajo fue revisar los datos productivos publicados por el Estado argentino, porque muestra problemas serios. La empresa, lejos de considerar los datos del Estado, continúa con su estrategia publicitaria agresiva de afirmar que cuentan con una tecnología de “tolerancia a la sequía”.

En 2021 se estableció como obligatorio el control de las 53.000 hectáreas sembradas con trigo HB4. En el siguiente cuadro se presentan los datos del informe oficial del Instituto Nacional de Semillas (Inase), comparados con datos promedio de rendimientos de trigo, de la base de datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación.

Cuadro – Elaboración propia con datos del gobierno nacional y de la empresa.

Datos por provincia, en orden de superficie cultivada

Del cuadro se observa que en el promedio nacional el trigo transgénico HB4 no demostró rendir más. Al contrario, rindió un 17 por ciento menos, tomando el total nacional. De las doce provincias evaluadas, solamente en dos (Córdoba y La Pampa), el trigo HB4 rindió más que los promedios. Pero el diferencial de rendimiento fue menor que el de los papers y la publicidad de Bioceres: solamente 5 y 0,4 por ciento más. En nueve de las provincias el rendimiento fue menor, algo no previsto en la información presentada por Bioceres ante las autoridades regulatorias, ni en los papers científicos.

Los cultivos en los sistemas de contrato relevados por Inase probablemente tengan un seguimiento («control») de plagas, malezas y enfermedades, mayor que el promedio de los trigos del país. En algunos casos, probablemente, se les haya aplicado también más fertilizantes. Así y todo, como se observa, los rendimientos son significativamente menores.

La conclusión, con estos datos oficiales, es que la principal ventaja anunciada por Bioceres- Florimond Desprez y algunos funcionarios, el aumento del rendimiento del HB4, no se comprobó a campo. Al contrario.

Sequía: dato mata relato

Se pueden observar datos de sequía para ver el comportamiento de los trigos HB4 en condiciones de estrés hídrico. La Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías es parte de la “Red de Organismos Científico Técnicos para la Gestión del Riesgo de Desastres” (Red Gircyt). Publica informes mensuales del estado de situación, cubriendo todo el territorio nacional. En sus informes correspondientes a 2021 existen menciones al estado de las sequías, vinculadas a la producción de trigo durante su ciclo de cultivo.

Se hace referencia a regiones subprovinciales, lo cual es importante porque las principales provincias productoras tienen climas diversos. No se pueden comparar departamento por departamento o región por región porque los datos con los que se cuenta sobre rendimiento de trigo HB4 corresponden a la escala provincial.

En septiembre se citan “faltas de agua para cubrir la demanda” de trigo en la región centro de Santa Fe. Como se vio en el cuadro de referencia, en Santa Fe el rendimiento del trigo transgénico HB4 fue 7,6 por ciento menor que el promedio de rendimiento de la provincia.

En octubre, según la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías, “se identifica afectación en el rendimiento del cultivo de trigo tanto en Chaco, Santiago del Estero, Tucumán y norte de Santa Fe”, así como “reducción del rendimiento de trigo” en la Región NOA (Noroeste de Argentina). Para Chaco, como se vio en el cuadro, el rendimiento de trigo transgénico HB4 fue un 15,4 por ciento menos que el promedio de referencia. En Santiago del Estero el trigo HB4 rindió un 17 por ciento menos, y en Tucumán un nueve por ciento menos.

En el informe de noviembre se presenta como impacto la “afectación en el rendimiento del cultivo de trigo en Chaco, este de Santiago del Estero, norte de Santa Fe y en el sur de Buenos Aires”. En Buenos Aires, donde se sembraron 25.000 hectáreas de trigo HB4 en 2021, los rendimientos fueron un 27 por ciento menores a los valores promedio tomados como referencia.

En diciembre de 2021 se volvió a mencionar la afectación del rendimiento de trigos por sequía en la Región Noroeste del país. La conclusión, con los datos presentados, es que durante el ciclo de cultivo 2021 los trigos en Argentina sufrieron sequías en las regiones mencionadas. En cada uno de esos casos, el trigo HB4 no expresó un aumento de la productividad, sino que los rendimientos fueron significativamente menores que los promedios de referencia tomados de datos oficiales. Se observa, con datos, que la tolerancia a la sequía expresada en la publicidad de Bioceres y expresada por funcionarios de los organismos regulatorios, no se expresó a campo.

La discusión técnica

La agronomía, entendida como las ciencias del mundo agrícola, se ha desarrollado para explicar y proponer tecnologías desde hace muchísimos años. Desde la agronomía clásica se define la fertilidad de los suelos como la capacidad de producir, incluso en condiciones alejadas de las óptimas. Aplicando esta premisa, se puede afirmar que un suelo vivo, fértil, con alta materia orgánica por haber rotado cultivos, por haber manejado animales en el sistema productivo —entre otras prácticas virtuosas—, infiltra mejor el agua de lluvias, permite un mejor desarrollo de raíces y retiene más aguas entre lluvias.

Todo esto para decir que puede haber “tolerancia a la sequía” independientemente de la presencia o no de un gen de girasol en una planta de trigo. En términos de las ciencias de los sistemas —muy útil en la renovación por la que la agroecología ha hecho a la agronomía más valiosa, comprensiva y potente—, la resiliencia en el rendimiento de un cultivo de trigo es una “propiedad emergente” del diálogo entre adaptación genética a los suelos y climas de un lugar, la calidad de los suelos en sentido amplio, las condiciones climáticas concretas y las prácticas de cultivo.

Todos estos aspectos son más complejos de entender que una supuesta tolerancia a sequía por transgénesis. Hay mucho por hacer en investigación y en las prácticas productivas recuperando calidad y fertilidad de suelos, en vez de ir detrás de los espejitos de colores de la tecnociencia capitalista.

En este sentido, Gonzalo Rondini de Fincas El Paraíso (donde producen trigo agroecológico) señala que cuando la ciencia entrega soluciones mágicas a problemas que no existen, «por más inversión de millones de dólares que tenga, no va a ser exitoso». Remarca que el mercado ofrece supuestas “soluciones” para productores que no existen: «Ni siquiera son productores. Son empresas que están financiando campañas científicas y lo más triste es cuando sale desde el Estado la promoción de esas campañas en las cuales los únicos beneficiados son las grandes empresas y corporaciones».

Cuestiona que las empresas subestiman la capacidad de los productores para manejar un sistema de producción. Explica que, desde lo agronómico, la base de los cultivos —la base de la producción agropecuaria— es el manejo. Resalta la inversión en las capacitaciones en manejos y las tecnologías para generar espacios productivos realmente sustentables.

Señala que, desde la agroecología, proponen —mediante el manejo— mejorar los índices biológicos de los suelos para que desde ese punto de partida se puedan disponer de mayor cantidad de agua para los cultivos. En segundo lugar, mediante procesos biológicos, poder independizarse de la fertilización que estresan a los cultivos y generan la dependencia de insumos externos (además de la necesidad de usar más agua).

Rondini afirma que, si se logra mediante la mejora del suelo y la utilización de abonos (que se pueden hacer en el propio campo), pueden generar un impacto netamente positivo en la calidad del trigo que se produce, además de generar impactos positivos en el ambiente. Esa producción aumenta también la rentabilidad de los productores.

Por todo esto, el productor está seguro que el trigo transgénico va en sentido opuesto a lograr una mejor calidad de cultivos, mayor eficiencia y, sin dudas, tampoco mejorará el ambiente.

En un contexto global de crisis climática, no es creíble que las empresas que son responsables del desastre (por alimentar un sistema que genera emisiones de gases de efecto invernadero en una escala enorme y creciente) pretendan ser las propietarias de las soluciones. Y que, además, la supuesta solución los posicione como oferentes monopólicos en los mercados globales.

¿Confiar en quien vende?

En el cuento ”Utopía de un hombre que está cansado”, Jorge Luis Borges dice “la gente era ingenua; creía que una mercadería era buena porque así lo afirmaba y lo repetía su propio fabricante”El sistema de evaluación de los impactos de las tecnologías agrícolas y alimentarias ha sido criticado muchas veces por querer ser juez y parte al mismo tiempo. La Conabia “asesorando” y aprobando transgénicos a la vez que está constituida por las mismas empresas, y el Senasa aprobando agrotóxicos sin solicitar estudios independientes de toxicidad, son ejemplos claros de esta “ciencia empresaria” que ha llevado a la Argentina, sin un debate profundo, por un camino de apostar en los agronegocios como modelo productivo y de desarrollo hegemónico.

Se ha cuestionado ya, en diversas oportunidades, al trigo transgénico HB4 por ser tolerante al glufosinato de amonio, por la privatización de las semillas que impulsan las empresas semilleras y por la falta de ciencia independiente en los estudios de inocuidad alimentaria, entre muchos otros aspectos.

A todo esto se suma un argumento más: el fracaso tecnológico y productivo. Y el discurso descarado que sostiene publicitariamente un solucionismo cuasi religioso, cuando los datos muestran que la tecnología simplemente no sirve para lo que sus vendedores afirman que sí.

La innovación por la innovación es un peligro, más que una suma de oportunidades. El negacionismo de los agronegocios produce monstruos. El trigo HB4 es uno de ellos.

Publicado originalmente en Agencia Tierra Viva

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